Partida Rol por web

Aguja por ojo, espina por diente

Anita Argento: En busca de la seguridad.

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14/05/2010, 18:11
Director

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23/05/2010, 15:44
Director

El plan había salido a la perfección. O bueno, casi, contando el pequeño detalle de que la habían lanzado por los aires y casi le dejan inutilizada la columna. Pero Úrsula había hecho maravillas con aquel percance y se sentía como nueva.

Había conseguido acabar con la vida de Melissa sin el mayor problema (aún cuando pensó que le costaría acabar con la vida de la ex-hermana) y no sólo eso, si no que sólo había tenido que recoger el estropicio e irse a la sala de juegos a esperar pacientemente. Sabía que Thursday y Saheena, la otra tripulante, se habían percatado de la desaparición de Melissa, pues estaban en la salida vigilando a todo aquel que se iba de allí. Su corazón había empezado a latir a más velocidad al verlas, temerosa de que la hubieran descubierto... pero les había sonreído, les había saludado y se había ido sin mayor problema.

Ahora tenía que irse de allí a toda prisa, pero sin llamar la atención. Unirse a la primera caravana que pudiera y largarse de aquel lugar. Tenía que llegar a Selene, pero lo antes posible. Estaba segura de que alguien la perseguiría en cuanto encontraran el cadáver. Ahora debía decidir su destino.

No podía depender siempre de los carromatos y robar un caballo allí sería como poner un faro de lampyradae sobre su cabeza, así que la tecnicista decidió dirigirse a la capital, Karlsrude, con la intención de comprar un caballo y atravesar Moth más fácilmente.

Habló con un noble que tenía un carro y se dirigía a la capital, ofreciéndole algo de dinero a cambio de que permitiera que Anita subiera al carro, pero tras echarle un buen vistazo de arriba a abajo el noble decidió que podía ir gratis.

El camino fue de aproximadamente medio día, y para la hora de comer el carro llegó a las inmediaciones de la capital. Tras agradecerle el viaje Anita bajó del carro y se internó en la ciudad.

Karlsrude recordaba, como la mayoría de los bastiones de Hendell, a una gran ciudad medieval. Todas las edificaciones eran de piedra y las altas murallas de la ciudad apenas permitían ver los edificios más altos desde fuera. Pese a esta apariencia antigua la mayoría de las calles estaban pavimentas y las vías principales solían tener iluminación nocturna.

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25/05/2010, 18:35
Anita Argento

Anita rápidamente se metió de lleno en las calles más bulliciosas que pudo encontrar, usando su setatura media y su complexión no demasiado llamativa (aunque el resto de sus atributos si lo fuesen) para perderse entre las multitudes más abigarradas que pudiese encontrar. A diferencia de muchos, no temía la multitud. Ofrecía una cobertura segura, limpia, en movimiento. Y si algún ceporro intentaba algo amaprándose en ella, como podía pasar en esos casos... bueno...

A las hermanas de Selene no las enseñaban a ser tímidas con la gente demasiado brusca, precisamente.

Lo primero era lo primero. Tenía que comprar ropa basta y encontrar una posada, un establo o un sitio cubierto en el que cambiarse de ropa y sustituir el maquillaje de dama seductora que llevaba en el Himmelmeister por otro, lo más distinto posible. El material de maquillaje, bien usado, podía encubrir tanto como realzar. No reemplazaría un auténtico juego de materiales de disfraz, que no llevaba encima- Confiaba en que Melissa no la reconociese, como había ocurrido, y esas cosas eran demasiado sospechosas para llevarlas encima si no había una necesidad perentoria de ellas-, pero siempre sería mejor que nada.

No sabía si sus perseguidores- porque los habría, eso no lo dudaba- habrían ido a Karsrude a buscarla. El camino más lógico, quizás, era hacia Gilganor o Regdafer, en el este. Estaban más cerca, lo cual suponía menos tiempo de viaje por los yermos, a la vista de todos. Pero era posible que pensasen que justo por eso, la asesina elegiría la otra dirección. Por eso y por la mayor facilidad para ocultarse en una ciudad más grande. No era tan ilógico. Al fin y al cabo era justo lo que había pensado.

Si estaban ahí, no quería ir destacando por la calle como un pavo real. Sus ropas del Himmelmesiter ya la habían servido bien. Le habían dado un viaje gratis. Y probablemente bastante color a los sueños húmedos del noble, pero hacían que llamase la atención, y eso no convenía. Necesitaba ropas comunes, a ser posible con una capa bien amplia. Se podía coser los objetos de valor, como perlas o hilo de oro, al forro interior para tener dinero de emergencia, pero tenía que desaparecer rápidamente. De momento tenía que encontrar ropa nueva y cambiarse, y hacer unos cuantos cambios más. Con hollín y aceite podría hacer algo con su pelo, alisarlo y oscurecerlo más... podía usar la sombra de ojos para que realzasen los colores más apagados y pareciese, por los brillos, que eran de otro color. Algo de carmín y el frotarse con piedrecillas y lija podían darle a su piel un aspecto más basto y rubicuando, como de campesina o moza de taberna... si, había muchas posibilidades con materiales simples, pero primero tenía que conseguirlos. Decidió que ese sería el primer paso.

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25/05/2010, 19:34
Director

Mientras Anita se acercaba al mercado de Karlsrude pudo comprobar el bullicio del lugar. La tecnicista no había estado mucho en las tierras norteñas pero la gente de allí era muy diferente a la que ella estaba acostumbrada a tratar. Aunque no tanto como en Goldar o en Kaufman, en Hendell la gente era muy independiente y por la calle la mayoría iban a su aire, sin hablar con nadie, bien rectos y sin torcerse hacia su destino. Aquí el punto de diferencia lo marcaban los extranjeros, como ella, que no podían evitar sentirse un poco desconcertados al principio.

Aunque precisamente las nórdicas no eran la etnia de Gaia que más se preocupaba por la belleza exterior (cosa bastante lógica si se tenía en cuenta la forma de vivir que solía tener allí la gente) Anita pudo encontrar todo lo que buscaba, aunque fuese a un precio bastante mayor de lo que le habría costado en cualquier otro mercado de otros paises.

Tras comprar algo de ropa y el maquillaje se buscó una callejuela oscura donde poder cambiarse, en la cual se encontraba un cortabolsas delgaducho y con cara de rata que sonrió ampliamente al ver a la tecnicista, enseñando una hilera de dientes (que no estaban completos). Se lanzó contra ella para clavarle una daga, pero Anita no tuvo más que girarse y ponerle la zancadilla para verle tragar polvo. Cuando el hombrecillo quiso darse la vuelta y vio una de las dagas de la hermana de Selene sobre su cuello retrocedió arrastrándose y tras levantarse salió corriendo de allí.

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25/05/2010, 20:13
Anita Argento

Anita lanzó miradas rápidas a los dos extremos de la calle, a cualquier tejado, ventana, puerta... a cualquier cosa que pudiese contener gente o dar cobijo a un par de ojos. Nadie parecía estar mirando. Era una de "esas" partes de la ciudad. Nadie mira. Nadie ve. Nadie oye.

Anita sonrió. Una pena. Se van a perder algo interesante.

Sin mayor ceremonia, sacó uno de los estiletes y cortó limpia y silenciosamente el vestido, del escote a la pelvis. El tejido se deslizó sin un sonido sobre ella, y la asesina se quedó de pie en el callejón, sin más atuendo que la cincha con los estiletes alrededor del muslo.

Me pregunto si en Selene se referían a esto cuando hablaban de viajar ligero de equipaje...

La Hermana sonrió, de nuevo, una sonrisa torcida y algo inquietante. Desde luego, un observador casual se iba a llevar una sorpresa si ahora mismo estuviese viendo el callejón. O al menos una parte suya se la iba a dar si no. El pensamiento era... divertido. Eso si que sería algo para ver cuando los chicos del Himmelmesiter preguntasen por ella. Oh si, recuerdo bien a esa chica. Estaba desnuda en un callejón hace un par de días. Casi le da la risa con ese pensamiento. Y tampoco podía decir que la perspectiva de que alguien se pusiese a espiar el callejón en ese mismo momento la desagradase completamente. Sabía que tenía un cuerpo bonito, que sabía usar con una maestría difícil de igualar. Le habían enseñado toda su vida a manejar el poder que ese cuerpo le daba, y Anita disfrutaba de ese poder. Se sentía exultante cuando veía deseo en los ojos de alguien, y notaba como sus ojos trataban en vano de ocultarlo.

En parte, eso es lo que le había dolido de Melissa. No tanto el haber tenido que matarla, como el hecho de que había fallado. La había rechazado. No había caído ante ella. Eso en cierto modo había hecho más fácil el atacar con la fuerza y la furia certera que tan rápidamente habían acabado con la asesina renegada, pero le habían dejado un regusto amargo en la boca.

Cuando estés en Selene te dejarán que uses tus atractivos hasta que te explote el parrús, si eso es lo que quieres. Así que centremonos en llegar hasta ahí.

Anita se inclino sobre el hatillo con sus compras. Sacó un saco de piedrecillas, un trozo de piedra pómez del tamaño de su mano y varias viurtas de hierro que había ido a pedir a la herrería. En cuclillas, cogió puñados de pìedras y virutas y se frotó la piel con ellas, con fuerza bastante para hacerse sangre en varios puntos. Sin perder tiempo, apretando los dientes, cogió la piedra pómez y sugió frotándose con fuerza, levantando trozos de piel. Cuando acabó estaba jadeando de dolor, pero al menos el efecto era bueno. La piel, lejos del perfecto blanco marfileño que había lucido en el dirigible, aparecía roja e hinchada. La hinchazón se iría pronto, pero le dejaría la piel rosada y con un tacto áspero y basto. Rápidamente, metió la mano en un saco de polvo de carbón fino, y de frotó de nuevo todo el cuerpo. El polvo era lo bastante fino, se le iría enseguida, pero su piel cobró un tono más oscuro, a la par que sucio. Anita parecía de todo menos alguien que se hubiese bañado en unas cuantas semanas. Era inconcebible que alguien con esa pinta de suciedad y polvo pudiese haber entrado al mayor casino de Gaia.

Satisfecha, se dedicó a su pelo. Extendió una capa de aceite sobre el, y se dedicó a coger puñados de polvo de carbón. Se frotó el pelo hasta notar las raíces, se pasó las manos negras y churretosas entre los rizos, se frotó las hebras hasta que qeudaron pegadas y tiró para separarlas. Pronto, tras escurrir el exceso de aceite, el bonito pelo de un negro claro, liso y brillante se había convertido en una masa apelmazada y ondulante de un negro oscuro, sucio y apagado, que pedía un lavado a gritos.  Se limpió las manos frotándoselas contra los brazos, lo que les dió un aspecto grasiento. Se pintó dos parches oscuros, como ojeras, alrededor de los ojos, que parecieron por comparación casi negros sobre el fondo del mismo color, que pegaba con su aspecto ddesastrado. Con una buena capa de polvos  y carmín fue tapando los huesos de los pómulos y disimulando la curva de la mandíbula.

Se examinó con ojo crítico en una ventana. No era su mejor trabajo. No tenía herramientas, pero al menos lo básico funcionaba. Distinto pelo, tono de piel diferente, ojos disimulados. Por no mencionar que en el navío había parecido una dama de clase y aquí estaba hecha unos zorros a conciencia. Se vistió rámpidamente con las ropas nuevas- calzones y jubón de lana basta y se miró.

Era poco probable que nadie que la hubiese visto en el casino la reconociese. Poco probable no era imposible, claro...

Pero se acercaba lo bastante.

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26/05/2010, 17:24
Director

El siguiente paso de la tecnicista fue buscar un caballo. Robarlo sería demasiado arriesgado, no por no conseguirlo, si no que sería un aviso al resto para que la buscara y probablemente ayudaran a sus perseguidores. Además no le faltaba el dinero y sería complicado que allí no fuera a encontrar alguno de su gusto. Continuó dándose un paseo por el mercado hasta que llegó a una caballeriza donde exponían unos caballos que estaban a la venta. Buscó un buen caballo y le dijeron un precio: 40 monedas de oro. Era un precio considerable, pero sabía que los hedenses no eran como los kushistaníes y que el precio era inamovible. Le pidió al hombre que dejara el caballo allí, ya que después se pasaría a por él.

Sólo le quedaba pensar si había algún cabo más por atar antes de irse del Bastión del Dragón.

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27/05/2010, 21:36
Anita Argento

Anita hizo rápidamente un hatillo con sus ropas del Himmelmesiter. Cabalgó hasta la primera bifurcación del camino, y econdió el hatillo... no demasiado bien. Alguien que buscase con determinación y detenimiento lo encontraría, cerca del ramal que iba justo en la dirección contraria de la que Anita había tomado.

Sería una suerte espectacular que sus perseguidores, precisamente, lo encontraran antes que cualquier otra persona o animal salvaje. Pero que demonios. Al fin y al cabo, esas ropas no le iban a valer de nada más ya. Y una posiblidad exorbitante seguía siendo más que nada.

La asesina tomó el otro ramal, serpenteando hacia el sur. Hacia el cobijo del Bosque Gehena.

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27/05/2010, 22:18
Director

Nadie en su sano juicio iría a buscarla al Bosque Gehena. Aquel lugar parecía peligroso, las historias no contaban precisamente maravillas sobre él... Pero allí estaría a salvo, al menos de cualquiera que intentara perseguirla, pues sólo un explorador nato podría seguir su pista en aquel lugar.

Tras unas horas a galope la tecnicista alcanzó el linde del bosque, que ya ocupaba más de la mitad de lo que alcanzaba su vista. Durante un buen rato todavía pudo continuar por el bosque a caballo, pues el espesor de la arboleda todavía no era muy grande, pero hubo un momento que tuvo que bajarse de éste para no acabar con la cabeza pegada a alguna rama.

Apenas había pasado hora y media cuando la hermana de Selene escuchó un ruido proveniente de la parte superior de donde ella se encontraba. Las hojas se movían y cuando la mujer se puso en guardia, cuatro hombres cayeron de un árbol, agarrados a cuerdas y directos hacia ella.

Aunque el hecho de que pasaron a tal velocidad que no tuvo tiempo de agarrar a ninguno, la mujer pegó cuatro saltos, el primero de ellos un mortal hacia atrás con el cual casi ni se impulsó pero que le apartó totalmente de la trayectoria del ataque. Los cuatro hombres, visíblemente frustrados, se engancharon a unas ramas grandes que estaban a bastante altura y todos sacaron un par de katars del cinturón.

- ¡No es ella, pero no la dejéis escapar igualmente! - dijo uno de ellos, con acento de Moth.

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02/06/2010, 19:27
Anita Argento

Oh, pero sí que lo soy- se oyó decir la asesina, con una voz suave y carente de inflexiones, mientras la calma la iba cubriendo, fina e imperceptible al ojo no entrenado. Como si oyese a otra persona decirlas, desde muy lejos. No necesitó sentir el tirón de los músculos de las piernas ni mirar hacia abajo para saber que, apenas siendo consciente de ello, sus puies se habían colocado más a menos a la altura de sus hombros en ángulo de 45 grados, con el frontal apuntanto directo al bandido- si es lo que era- que ocupaba más o menos el centro la mano derecha liberó uno de los estiletes de su lugar. Extendió el brazo a lo largo del cuerpo, dirigiendo la punta del arma al suelo.

No sabía lo que querían. Probablemente cortagargantas contratados para buscar a alguien. Probablemente no les importaba mucho lo ínfimas que fueran a ser las posibilidades de que ese alguien se encontrase entre sus piernas, porque Anita no tenía demasiadas dudas de para qué podían querer a alguien con su aspecto desastrado. Claramente, no tenía pinta ni de llevar mucho encima ni de valer un rescate. Eso dejaba otras... posibilidades.

Y el pensar en eso viendo cómo desenvainaban sus armas acabó de decidirla. Probablemente no tenían por qué morir. Probablemente eran bandidos. Aptos para atemorizar campesinos y viajeros. No para luchar contra una Hermana. Probablemente no tenían por qué morir.

Pero iban a a hacerlo.

Soy exactamente lo que buscas. Porque cuando acabe contigo no vas a estar en condiciones de buscar nada.

Antes de que siquiera hubieran podido terminar de oír sus palabras, Anita dio otro salto hacia atrás, dando una voltereta en el aire, y aprovechando la fuerza centrípeta de su brazo armado al girar, soltando el estilete en lo más pronucniado del arco de giro, con tanta facilidad como si tuviese un reloj en la cabeza. El sol centelleó en la hoja, un dardo plateado que volaba hacia los cuatro hombres.

Y entonces todo cambió. El reflejo plateado se hizo más tenue, y la luz pareció teñir la hoja de los colores del entorno, del verde apagado de las hojas, a medida que avanzaba. Para cuando estaba a la altura de sus anemigos, brillaba con un verde palpitante y vivo, como un retazo de una hoja perfecta del jardín más luminoso de Grabriel.

Y de repente no era solo un brillo verde. Era una lluvia de diminutas partículas, como fragmentos de cristal afilado que reflejaban la luz facetada y borrosa del sol en una auténtica lluvia verde que ametralló el aire entre Anita y los bandidos con una miriado de cortes, pequeños y rápidos, cada uno de ellos apenas un rasguño. Pero entre todos, podían hacer sangrar a un hombre hasta que la vida se le fuese sola del cuerpo mientras, simplemente, trataba de alcanzarte. Las espinas de la rosa, una de las técnicas del florido y letal arte de esgrima gabrielense de la asesina.

Sólo esperad. Pronto tendré bastante sangre para hacer la flor. La vuestra.

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04/06/2010, 18:33
Director

El ataque hizo que uno de los bandidos cayera al suelo sin vida, ahora teñido de un color carmesí debido a toda la sangre que estaba emanando. Los demás profirieron un gruñido de queja, pero entonces otros cuatro parecieron llegar corriendo del bosque. Pese a que no había tenido problemas en acabar con uno, Anita no pudo evitar maldecir su suerte. Una cosa era enfrentarse a cuatro (ahora tres), pero otra era enfrentarse a siete. Ella no era como el resto de hermanas que se especializaban en el arte marcial que caracterizaba a la hermandad, y no podría esquivar una serie tan numerosa de golpes como podrían hacerlo sus compañeras. Pero podría con ello, había podido con cosas peores.

- Pero ésta no es la que buscamos, ¿no? - dijo uno de los cuatro recién llegados. El que había hablado la primera vez negó con la cabeza, sin moverse del sitio. Nadie se movió durante unos segundos.

Fue entonces cuando la vió. Anita pudo observar una figura que ascendía rápidamente por uno de los árboles, pegando saltos y cabriolas sin hacer el más mínimo ruido. Ninguno de los bandidos parecía haberse dado cuenta, pues no reaccionaron. Cuando aquella saltimbanqui había alcanzado la altura de uno de ellos, la tecnicista esperó que sacara una daga y le cortara el cuello, pero no fue así.

Pudo ver entonces bastante mejor aquella figura. Era un mujer, más bien una muchacha, de pelo rubio y corto. Sonrió a Anita cuando vió que ésta la estaba mirando y llevándose la mano a los labios, alzó una pierna y la puso en la espalda del bandido, ejerciendo presión sobre ésta. El hombre, sorprendido, no supo reaccionar a tiempo y con un grito cayó al suelo y sufrió un par de espasmos antes de quedar inmóvil.

Notas de juego

Dios... yo al ver que el último mensaje era dle director pensé que te tocaba a ti... y es que lo dejé a medio terminar -.-" Qué imbécil soy xD

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23/06/2010, 15:41
Anita Argento

Anita no se lo pensó dos veces. Aunque no tenía forma de saber quién era la chica rubia, tenía suficientes indicios. Su forma de moverse, silenciosa incluso en medio de un bosque espeso. Su sonrisa cópmplice. La forma en que había inutilizado al bandido mediante un punto de presión. Bien podría equivocarse, pero poco importaba. La muchacha le había dado una distracción que valía su peso en oro, y no pensaba quedarse quieta haciendo preguntas estúpidas ahora que los bandidos habían bajado la guardia. De estar sola, probablemente habría confiado en su agilidad para intentar mantenerse a distancia y rociarles con una lluvia de espinas, pero ahora que tenía la atención de los hombres distraída, y una aliada en la batalla, decidió hacer algo más práctico. Dos ataques consecutivos, con toda su potencia. Las Espinas estaban bien para matar por sangrado, forzar errores fatales o hacer tácticas de golpe y retirada. Tres bandidos ya sangraban. Le dejaría esos a su inesperada aliada. Ella intentaría matar sin más a dos. Cinco para dos ya era algo a lo que estaba más acostumbrada.

Al fin y al cabo, sólo eran el doble...

Rápida como una centella, Anita dio un paso al frente. Su mano salió disparada hacia su muslo derecho, agarrando el estilete, a la vez que giraba sobre el pie de apoyo. Insitintivamente, el bandido justo enfrente de ella, anticipando el reverso hacia su lado débil y la estocada que seguiría, giró el cuerpo para apartarse, poniendo la espada ante él.

Precisamente por eso, nunca llegó a completarlo. Anita arrastró el pie trasero levantando una estela de polvo tras él, hasta quedar de espaldas al hombre, con los pies a la altura de los hombros en ángulo de 90º respecto del otro. No le preocupaba recibir una estocada por la espalda, su espada estaba en posición de defensa. Anita echó todo el peso del cuerpo hacia adelante, arrastrando el pie izquierdo por el suelo. Su brazo, en un solo movimiento fluido, voló en semicírculo hacia su muslo adelantado, cogiendo el estilete y lanzándolo recto en un fondo fuliminante. Sin esperar a ver si alcanzaba o no a su rival, encogió el brazo y lo dobló bajo ella. Metiendo la cabeza en el hueco del hombro, rodó por el suelo en dirección al segundo bandido ileso, aprovechando el movimiento de levantarse tras la vuelta para atacar con otro fondo apuntado directo entre las costillas...

Notas de juego

No tengo aqui la ficha de Anita Tupadre, así que haz tú las tiradas. Te dejo. Pero solo si sacas críticos de los tuyos.

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29/06/2010, 11:31
Director

Pese a la demostración que Anita acababa de hacer de agilidad y destreza el estilete no tomó la trayectoria deseada y el hombre pudo apartarse a tiempo para ver pasar el arma muy cerca de él y acabar apoyándose contra un árbol para no tropezar y comerse el suelo.

El otro no se esperó que la tecnicista cambiara tan rápido de objetivo y sus brazos temblaron al interponerse entre el ataque y Anita. El estilete se clavó con profundidad en el centro de su pecho y el hombre dió dos pasos hacia atrás, visiblemente herido pero aún en pie.

Casi al unísono y demostrando una buena sincronización ambos se lanzaron contra la mujer. Los dos hicieron el mismo tipo de ataque contra la hermana: un corte ascendente, uno en un lado distinto. El fracaso fue evidente, puesto que la mujer giró dos veces sobre su propio eje mientras llevaba un estilete directo al cuello de aquel bandido que recibió de forma gratuita una traqueotomía y cayó al suelo inconsciente. El segundo sufrió una suerte aún peor, pues Anita pegó un salto hacia atrás impulsándose con el cuerpo del primer bandido y saltó sobre los hombros del segundo. Éste intentó reaccionar a tiempo, pero al instante siguiente un estilete descansaba en la cuenca de su ojo.

La muchacha rubia se puso de pie sobre la rama y Anita pudo verla mejor. Era delgada pero su figura abultaba bastante porque... ¿qué llevaba colgado del cuerpo? Parecían armas, pero era difícil de ver. Entonces bajó por una de las cuerdas que había usado el bandido al que había lanzado por los aires. Sí, parecían armas. ¿Acaso las iba cogiendo y usando según le hicieran falta? Debería limitarla mucho el hecho de tenerlas atadas a la ropa...

Hasta que la vió actuar: la rubia empezó a correr hacia uno de los bandidos y justo antes de alcanzarle pegó un salto con giro. Incluso a Anita le sorprendió tal agilidad y capacidad de movimientos. Mientras giraba las espadas atadas a ella se elevaron por la fuerza centrífuga y pudiendo parar únicamente un par de filos mientras que el resto le produjeron varios cortes severos que hicieron que se tambaleara.

Una manera... un tanto extraña de luchar, aunque pareciera efectiva en manos adecuadas.

- Tiradas (9)
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17/07/2010, 11:41
Anita Argento

Anita observó no sin cierto asombro como la exhibición de la otra muchacha daba respuesta a sus preguntas acerca de su estilo de combate y su peculiar atuendo. Y de paso despejaba casi definitivamente sus dudas. A pesar de su aspecto de niña, esa mujer era, con casi total seguridad, alguien enviado por Selene. Demasiadas cosas que encajaban demasiado bien, si se sabía buscar. Su inusual forma de luchar, por ejemplo. La hermandad de asesinas promovía el talento con los estilos inusuales de combate, ya que a menudo la sopresa y la velocidad de una ataque inesperado contra el que no tenías experiencia defendiendo era una garantía de abrir brecha en las defensas. EL hecho de que fuera capaz de moverse en completo silencio aun con todo ese peso encima, e incluso su cuerpo y la forma de moverse. No le cabía ninguna duda de que para poder moverse con esa gracia y agilidad cargada con todas esas armas, así como para mantener el ritmo y la precisión pese a la fuerza centrífuga, la tenían que haber entrenado desde pequeña para que fuese fuerte, ágil y flexible.

Es una marca más de Selene. Entrenan a cada cual para explotar al máximo sus capacidades, sean físicas, mentales o amorosas. La propia Anita recordaba bastante bien como, al mostrar durante los ratos de juego (que nunca fueron tales, más bien eran la forma de las intructoras de ojear talentos) una fuerza y felxibilidad notables, la habían llevado derecha con la Hermana Cecilia, la instructora de esgrima gabrielense. Las interminables sesiones de fondos, armados, respuestas, flanconadas, tepidantes, curvos y quien sabe cuantas más, con calambres en cada músculo del cuerpo, siempre saltando hacia atrás en el último segundo para esquivar el ramalazo de la vara de avellano de la hermana, siempre lista para recordar a quien estuviese demasiado cansado lo perjudicial que podía resultar una contra bien ejecutada. Sin esas horas y horas de dedicación fanática, jamás habría dominado la Rose du Sang como lo hacía a una edad tan temprana, y estaba segura de que la chica jque ahora luchaba junto a ella tampoco habría aprendido a moverse así sin un entrenamiento similar.

Selene sabía que volvía, entonces. Y la chica sabía quien era, sin duda. Su gesto en el arbol la delatqaba. Ahora le tocaría a ella averiguar quien era su acompañante, pero antes de eso...

Oyó un chasquido de ramas a su espalda. Su brazo armado salío disparado hacia arriba y hacia atrás. En cualquier persona normal, un movimiento tan brusco habría hecho que el codo se resintiese y el arco se cortase antes de llegar a su final, pero Anita no era una persona normal. Desde que erq pequeña, alguien había machacado esos músculos y esos huesos día si y día tambien hasta que se familiarizó tanto con ellos, con sus dolores, sus límites y sus capacidades, que solo le llevó un pequeño esfuerzo de voluntad forzar su codo en una postura totalmente antinatural, pero que hizo que toda la articulación del brazo saltase como un resorte, lanzando el estilete que llevaba en la mano justo por detrás de ella, sobre su hombro, con una violencia bestial. El chillido del metal cortando el aire, acompañado del suave sonido como el rasgar de terciopelo que hizo cuando del metal surgieron las cuatro espinas, de un verde inmaculado y liso como cristal soplado, no presagiaba nada bueno para el bandido hacia el que volaba el arma.

Si lo que quieres es una competición de estilo prepárate, que la vas a tener...

 

- Tiradas (4)