Partida Rol por web

Al ver como sale del cuarto de baño una persona enmascarada Alejandro se queda paralizado, no se puede creer lo que esta viendo. Sus piernas tiemblan, esto no podía estar pasando. -Eh...- No le sale ni media palabra, no sabe como reaccionar. Hasta el disparo, cuando ve caer al suelo a Ana sólo se le ocurre una cosa y es escapar como puede. Intenta meterse rápidamente al recibidor para intentar esconderse o buscar un método de escape.

Sandra revolvió entre los papeles pero se quedó igual que estaba, o más bien habría que decir que quedó aún más sorprendida de lo que ya se encontraba pues todos los papeles parecían estar cubiertos de números y fórmulas matemáticas que no entendía. De vez en cuando se podía ver alguna anotación, sin embargo su significado era un auténtico misterio para ella.

—Números, fórmulas... palabras sin sentido... —Fue enumerando mientras apartaba un papel tras otro. Se quedó mirando a Marina que, al igual que ella, estaba leyendo los papeles—. ¿Entiendes algo?

Pero poco más pudieron hablar ya que, en ese preciso momento, se pudo escuchar una voz de hombre del otro lado de las puertas, seguido de lo que parecía ser un disparo y gritos de mujer. Sandra se sobresaltó y quedó paralizada con el sonido del disparo, sin saber muy bien cómo reaccionar ya que nunca antes había oído algo así.

Quería salir de allí, ver qué estaba sucediendo, intentar ayudar si alguien estaba herido, pero no era capaz de moverse ya que si había alguien con una pistola y que parecía no dudar en disparar, quién decía que no iba a ser ella la siguiente... o el joven a su lado, o Marina. De todas formas hizo el esfuerzo por ir hacia la puerta pero ni siquiera llegó a dar dos pasos, mirándola fijamente por si se abría de golpe y ella tenía que esconderse en algún lado.

Gritos y un disparo. Algo insólito. -¡Oh, Señor! -Me santiguo de nuevo, mirando hacia las escaleras. -¿Quién de ellos lleva un arma? ¿O, acaso, hay alguien más en éste edificio?

En ese momento aparece Alfonso, corriendo hacia allá. -Ese imprudente va a salir herido si la persona del arma se pone nerviosa. Debería intervenir. Esto se está yendo al garete.

-¡Alfonso, espere! Le acompaño. -Corro también, junto a él. En dirección a las escaleras. Mirando con prudencia por si veo algo peligroso, pararme. -¡Coff, coff, coff... Coff, coff...! -Toso cuando exijo a mis pulmones más de la cuenta. Me retraso un poco, pero no dejo de correr.

Carlos se quedó atónico. Todo pasó demasiado deprisa y , en cuestión de minutos, aquella mujer había sido alcanzada por la bala.

¿Qué cojones puedo hacer?

Mira a su compañero, quien aparenta estar igual que él. Así que... lo imita. Intenta ir hacia el recibidor como buenamente puede. Lo más seguro es que sea alcanzado por una bala si no corre.

Ninguno de los tres se acerca hasta la puerta. Sandra amaga, pero se detiene, mirando alrededor por un posible escondite. El más evidente es la cocina, que es una sala interior dentro del comedor pero aislada de este. 

Notáis los latidos de vuestro pecho acelerándose. Miedo. Puro. Nunca os habíais visto en una situación similar. Disparos. Gritos. Voces al otro lado. Y entonces. "BANG". Otro estruendo, seguido de un grito de horror, cercano. "No, por favor, no, no". Es el hombre de gafas de sol que bajó con vosotros. Está al otro lado de la puerta, cerca. "¡AYUDA!" grita. 

Los dos seguís a Ana y os metéis hacia el recibidor. No hay salida. Ni donde esconderse. Apenas podéis poneros detrás de la mesa de recepción. Ella... Se arrastra como puede, pálida como la muerte. Observáis su rodilla, y casi os da ganas de vomitar. La parte inferior de su pierna está a punto de desprenderse, cuelga como un pingajo de un trozo de carne informe... La mujer no parece haberse dado cuenta, solo se arrastra, por miedo, o quizás por puro instinto de supervivencia.

Durante un momento retrocedéis sin saber que más hacer. No veis al hombre. No sabéis si os sigue o no, desde donde os encontráis. Pero entonces oís otro disparo, y un grito. Parece Felipe, el hombre que se había quedado junto a las escaleras.

"No, por favor, no, no" gime. "¡AYUDA!", grita, acto seguido.

Jose Antonio sale hacia el pasillo, siguiendo a Alfonso. El resto se quedan allí. Cuando sale, ve a Esperanza y Gero que se han puesto en pie al oír el disparo. Y entonces...

"BANG". Otro estruendo, seguido de un grito de horror, cercano. "No, por favor, no, no". Es el hombre de gafas de sol que bajó con el grupo. Está en la planta baja, pero sus gritos se oyen desde allí. "¡AYUDA!" grita. 

Sandra nunca había vivido una situación como aquella, de hecho no creía que aquello pudiera ocurrir en la vida real, por lo menos en su vida, y escuchar los disparos y los gritos la dejaron paralizada. Si aquello era algún tipo de broma macabra no tenía ninguna gracia, y si era real... ¿qué iba a hacer ella frente a alguien que estaba armado?

Sin embargo, y a pesar de que no era ninguna heroína ya que eso lo dejaba para los santos y los actores de las películas, escuchar los gritos pidiendo ayuda la hacían dudar. No podía dejar a quien fuera que estuviera pidiendo auxilio a su suerte, pero si se movía, si se descubría, quizás fuera ella la que necesitara esa ayuda.

¿Qué hacer? ¿Qué podía hacer?

Estaba claro que, a pesar del miedo, las situaciones difíciles transformaban a la gente en cobardes o en valientes, aunque mejor decir insensatos y Sandra, como una tonta, se armó de valor para dirigirse a la puerta e intentar ayudar a quien fuera que estuviera del otro lado. Sólo esperaba no encontrarse de frente con el cañón de un arma apuntando directamente a su cabeza.

Gero se había levantado de un salto, e instintivamente se había colocado delante de Esperanza, cubriéndola de cualquier cosa que pudiera venir del fondo del pasillo. 

-Su puta madre... ¿Que ostias está pasando? - dijo tras escuchar los gritos, y ver a Alfonso pasar corriendo - Quédate aquí ¿vale? -  le dijo a Esperanza dándose la vuelta para mirarla a los ojos - Voy a ver que pasa... tu no te muevas de aquí. 

Se dio la vuelta, y siguió al sacerdote. Avanzando de la misma manera, con cuidado, no fuera a ser que le cayese un tiro al doblar una esquina. No estaba nada convencido de que aquello fuese una buena idea... 

De pronto, el caos parece haberse desatado en el interior de aquel edificio. Gritos. Disparos. Alaridos desgarrados de dolor. La joven abre los ojos muchísimo y se queda totalmente paralizada a causa del pánico.

Mierda. Primero el accidente y ahora esto. Vamos a morir.

Marina parece un palo ahí estática incapaz de moverse. Junto a ella, Sandra comienza a caminar hacia la puerta.

¿Qué hace? No, no, no, no.

Sin atreverse a articular sonido para no delatar su presencia, Marina toma del brazo a Sandra y tira de ella hacia atrás para impedirle continuar. El miedo se hacía patente en su expresión y, llevándose un dedo a los labios para pedir silencio, niega efusivamente moviendo la cabeza de lado a lado. La joven toma también a Michael del brazo y da un tirón de ambos haciéndoles señales con la cabeza para instarles a esconderse.

El joven saca de la mochila una pistola. ¿Qué hacía con un arma? El arma pesaba mucho más de lo que pensaba. En las películas como Jungla de cristal Bruce Willis agarraba siempre la pistola con una mano como si no pesara nada, en cabio él necesitaba de las dos manos y aun así le costaba mucho mantenerla erguida.

Vamos a ver qué pasa. Susurro a sus compañeras, y con pasos lentos y sigilosos se encamino hacia la puerta. Esto es igual que una película de acción.

Metidos en el recibidor, esperando a que el desconocido haga su siguiente movimiento. Solo es cuestión de tiempo que vaya a por ellos, la chica ya no tiene salvación. Al escuchar el segundo disparo Alejandro se da cuenta de que tienen una oportunidad, mira a Carlos y le dice. -Vamos al cuarto de baño, podemos escapar por la ventana.- No espero la respuesta, se asomo para ver donde estaba el desconocido para echarse a correr hasta el baño si veía la oportunidad.

Carlos imitó a Alejandro como si de un pato y su madre se tratasen.

Debemos avisar a los demás -susurró -  así pues, saltarnos por la ventana para irrumpir en el otro lado y conseguir algún arma. Seguro que en las mochilas pudiera haber algo con lo que atacar y protegernos... 

Noto como cerca de mí, anda Gero. Se ha unido. Mejor cuantos más seamos. De repente otro "bang" y más gritos. Me encorvo durante un segundo debido al susto del estruendo. -¡Bendito sea el señor!. -El corazón se me acelera. Miro a Gero y a Alfonso. 

Continúo andando con ellos, con cautela. Cuando llegamos al límite de poder ver algo, me asomo...

Ana escucha a los dos hombres hablar de huir. Ni siquiera se molestan en mirarla. Aún no entiende lo que pasa. Su pierna está destrozada, pero el dolor... Se difumina.

Pero les oye. Y les ve. Huir. Abandonarla. 

"Hijos de la gran puta" piensa, entre los gemidos por el dolor.

Desde tres lugares distintos, todos contempláis la misma escena.

Las escaleras descienden a la primera parte a mitad de un pasillo. Tras descender hacia la planta principal, Gero, Jose Antonio y Alfonso se encuentran a mitad de las escaleras cuando ven por fin la escena del pasillo. Desde el extremo derecho de dicho pasillo, escondidos junto a la pared que da al recibidor, Carlos y Alejandro se asoman. Y contemplan. La puerta que da al baño está despejada.

Y desde el otro lado... La puerta se abre. Por más que Marina intente retener a Sandra, aterrorizada, Michael no se detiene. Sujeta una pistola. Como un niño yendo de aventuras. Quizás no sea muy listo, o quizás sea la pura inocencia de la juventud, pero el muchacho abre la puerta del comedor y observa una escena dantesca, absurda.

En el pasillo, junto a las escaleras, un hombre está detenido junto a Felipe que se haya derrumbado en el suelo.

Es un hombre alto. Muy alto. Más de dos metros. Le cubren de los pies a la cabeza un traje polar gris claro, junto con las botas de montaña. En la mano izquierda lleva una escopeta de dos cañones, con una correa para colgar a la espalda, y en la derecha un enorme machete de casi medio metro de hoja... El cuchillo está empapado de sangre, y lo sostiene mientras mira al tipo del suelo.

Y pese a lo horrible de la imagen, hay dos detalles aún más llamativos:

El rostro del hombre está cubierto por una máscara de gas. 

Y un conejo pende de su cuello, enganchado por una cuerda. Como un amuleto. El conejo sangra de una de sus piernas, amputadas, y se sacude. Vivo, o casi. Tiene los ojos rojos, encharcados en sangre que mana sin cesar, y salpica el abrigo del hombre de manchas carmesís.

Felipe, justo al borde del principio de las escaleras, levanta la cabeza. Su boca está empapada en sangre. Escupe, boqueando , encharcado. No puede pedir ayuda. Se atraganta. Solo quiere arrastrarse pero alguien le pisa. Le agarra del pelo. Tira de su cabeza hacia atrás. El corte es rápido, preciso, la voz se escapa, la sangre se escapa mientras su garganta se abre como un fuelle. Felipe no entiende nada.

Simplemente se muere.

Y entonces.

Entonces lo ve.

Al fondo. Lo ve. Sube por el horizonte, entre la bruma, entre las montañas. Trepa desde el oceano como una araña, abriéndose camino en la línea del infinito como si diese pasos invisibles.

Es pura negrura.

Y es hermoso.

"DIOS" piensa. Solo puede ser Dios. 

Y con eso, Felipe muere.

Levanta la vista. El cura, el padre, el DJ en el descansillo de las escaleras.

El cocinero y el montañero joven al fondo. 

En el comedor, las dos chicas y el niño. Que sujeta un arma. 

"Él" piensa. Y sin darle muchas vueltas apunta la escopeta recién recargada.

El pecho de Michael recibe el disparo de escopeta, y lo lanza hacia atrás. Al hacerlo, suelta la puerta que él mantenía abierta y esta se cierra sola. Todo ocurre a una mezcla de cámara lenta y velocidad endiablada. El chico choca contra una mesa y cae al suelo, fulminado.

Su pecho es sangre. Pueden verse las vísceras, los huesos, todo. Michael nota como la sangre le inunda los pulmones, la garganta, el pecho. Se sacude entre temblores, lágrimas, y la necesidad de pedir ayuda. Por primera vez en su vida está absolutamente indefenso, y no comprende nada de lo que acaba de ocurrir.

Le quedan unos instantes de vida. Pero no lo sabe. Solo es un niño que quiere vivir.