Partida Rol por web

Alanna & Haizea

Capítulo 4

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24/07/2018, 21:06
Alanna Noia

Alanna sintió una corriente de aire fría proveniente de la puerta, seguramente, se había abierto con alguna corriente.
En cuanto se terminó de duchar, cerró el grifo y caminó descalza hacia el cuarto y...

Como si de una sorpresa se tratase alguien, Oliver, le había asaltado robándole un beso. Y no sólo eso, el caradura decía que no se podía haber contenido. Aquel no era el Oliver que ella había conocido tiempo atrás. Era oscuro. Notaba cierto parecido a Matt en aquellas pupilas.

Entreabrió los labios sorprendida, pero pronto reaccionó. Lo empujó, aunque antes le bofeteó la cara.
Caminó corriendo escaleras abajo, aún desnuda, y se dirigió hacia el cuarto de baño de invitados. Cogió la toalla y se envolvió en ella. Se enjuagó la lágrimas. Estaba temblando.

¿Dónde había dejado su móvil? En el salón. Corrió en su búsqueda y tecleó el número de Haizea. La llamada comunicaba.

¡Qué coño estás haciendo! - pensó para así -.

Entonces, los pasos de Oliver fueron alarmantes para ella, quien no dudo en salir de la casa y coger su vehículo. Huiría sin saber a donde, con el pelo húmedo y desnuda...salvo por la toalla. Sólo esperaba la llamada de Haizea.

Volvió a intentarlo, con una mano histérica al volante, mientras que, con la otra, conducía.

Vamos.

Pero nada, seguía incomunicada. Fue entonces, cuando Alanna de percató que un coche apretaba el claxon. Después de aquello todo se volvió oscuro.

El vehículo de la crítica del arte se salió de la carretera, se encontraba en la cuneta. El morro había quedado completamente destrozado y no tardó en echar humos.

-112, ¿Dígame?

Alanna mantenía el teléfono con una mano. Le dolía la cabeza, al llevarse la mano hacia ella, comprobó que tenía un hilo de sangre.

-He tenido... Un... Accidente... - comentó quedando en shock al ver por el retrovisor al otro coche dado la vuelta, bocarriba en la cuneta-.

La voz de la operadora seguía al otro lado de la línea, preguntándole la ubicación exacta. Pero Alanna no la escuchó.
Caminó como pudo, hacia el otro lado. Una joven turca salía del vehículo y lloraba e imploraba auxilio. Miraba con odio a Alanna.

Y a llegar hasta ella, la joven presentaba magulladuras. Estaba horrorizada y le pedía que llamara a emergencia, pues su copiloto no se movía. Al agacharse, Alanna tembló. Era Haizea la compañía de aquella joven.

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24/07/2018, 21:27
Sila Abu-Abbar

La situación iba siendo agradable. Haizea le dejó caer que lo había hecho todo por amor y eso, Sila lo admiraba. Ella jamás de lo jamases se mudaría a otro lugar por su pareja.

Ambas disfrutaban y tras aquella intervención, Haizea le dijo que qué podía enseñarle.

-Uno de mis lugares favoritos.

Y era así como las dos universitarias se encontraban en aquel vehículo cantando aquellas canciones de rock de los años 80/90. Sila observó que el móvil de Haizea empezaba a vibrar, pero cada vez que Haizea lo descolgada, la llamada finalizaba. Suponía que era fruto de la música, estaba a un volumen alto y pudiera ser que no lo escuchase. O eso o... Estaría pasando de la insistencia de su llamador.

-¿A sí que vives por aquí? - le preguntó ella acelerando - pues lo que hay en aquellas colinas es mi lugar favorito.

Tenía la intención de llevarla al lugar más íntimo que había conocido hace poco. Allí solía irse a pensar y a meditar. Sin embargo, el vehículo jamás llegaría. Pues justo en frente de ellas, un vehículo conducía lentamente, dando pequeños zig zags. Sila apretó el claxon sin aminorar la velocidad. Ella seguía sobrepasando la velocidad establecida de 100 km/h.

Cuando el vehículo contrario quiso darse cuenta, provocó una maniobra para salvarse y Sila realizó lo mismo. Escuchó el grito de Haizea pronunciando otro nombre. Y tras ello... Oscuridad.

Al abrie los ojos, se encontraba boca abajo en el vehículo destrozado. Zarandeó el cuerpo de Haizea, pero este no contestaba. Comprobó el pulso y respiraba. Ella estaba inconsciente.

Salió como pudo del vehículo y una mujer, en toallas, se acercó a ellas. Sila no vaciló ni un segundo en insultarle, estaba en cólera. Pero aquella rubia no le hizo caso omiso. Le entregó el móvil y fue la mismísisma turca quien se puso al teléfono y pidió auxilio.

Sin embargo, la escena que vio después le rompió el corazón. Aquella mujer luchaba con todas sus fuerzas por conseguir el cuerpo inconsciente de Haizea. Ella también presentaba heridas, como la de la frente que se deslizaba hacia su rostro. Parecía la piedad de Miguel Ángel. Sostenía el cuerpo pesado de Haizea, mientras lo abrazaba y lloraba desconsoladamente. Ella no pudo evitar contagiarse. Era ella la mujer que había acabado con la vida de su propia mujer. Mujer contra mujer.

La ambulancia tardó en llegar, pero cuando llegaron a las tres. Aquella rubia fue atendida por el equipo sanitario quienes Le entregaban una manta para taparse y la introducían en la misma ambulancia que Haizea.

Sila, por el contrario, fue llevaba por otra ambulancia.

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25/07/2018, 09:53
Mark Sloan

El doctor Sloan había tenido lo que se dice vulgarmente como una "noche de perros" en el hospital. Después de atender un par de tiroteos de sendos pandilleros, había tenido que operar de urgencia a un hombre que no le había quitado los palillos a las aceitunas antes de beberse el martini, y por supuesto, los eternos problemas de gente que se quejaba por cosas que no tenían. ¡Dios, cómo odiaba a los hipocondríacos! Perdía más tiempo intentando que regresaran a sus casas que si les hubiese operado a corazón abierto aunque fuese únicamente para que así pudieran enseñar la cicatriz con orgullo.

Así que estaba a punto de regresar a casa cuando todo se fue al infierno. Las ambulancias trajeron a los heridos de un doble accidente de coche, dos mujeres que parecían poder andar por su propio pie... y otra que daba toda la impresión de no conseguirlo. Mark soltó los informes que tenía en la mano y se fue directamente hacia la camilla, que se dirigía a toda velocidad empujada por los enfermeros.

-¿Qué tenemos? -preguntó, mientras se adaptaba perfectamente a la velocidad y observaba lo que ya habían hecho en la ambulancia. Tenía un gotero puesto y obviamente, estaba estabilizada.

-¡Mujer, veintipocos, accidente de coche! ¡Ha sufrido un traumatismo pectoral y también otro craneoencefálico. No ha recuperado la consciencia pero respira regularmente. Presenta heridas menores en rostro, manos, brazos y vientre por incisión de cristales y signos de pleuritis.

Mierda, esto parece grave, pensó Sloan, que había visto docenas de casos como aquel.

-¿Lecturas cerebrales?

El joven negó con la cabeza. Lo más posible era que la mujer no recuperara jamás la conciencia o que le quedaran importantes secuelas para el resto de su vida... y eso suponiendo que lograsen salvarle la vida.

-Está bien. Quirófano seis. ¡Vamos, rápido!

Mientras Sloan avanzaba con la camilla y los dos enfermeros, miró hacia atrás un instante. Dos mujeres, seguramente heridas en el mismo accidente, y un hombre, entraban en ese momento por la puerta de emergencias, y las dos estaban apunto de derrumbarse. Debían ser familia.

Mierda, por qué siempre me tocan los casos difíciles. Ojalá tuviese ahora diez hipocondríacos, pensó, antes de entrar en el quirófano.