Partida Rol por web

Aryan se resistía a dejar sola a su prima en aquella horrible situación, o mejor dicho, horrible compañía, pero debía proteger su honor, su casa, debía quedarse. La miró tristemente y agachó la cabeza. Si al menos Nym estuviera con ellas, le diría que protegiera a Darina, pero no era el caso.

Trató de mantener las lágrimas dentro, y sobretodo la rabia que sentía por no poder hacer nada.

Lucius aguardaba tranquilo en posición de alerta, casi marcial, mientras escuchaba la conversación de Darina.

No obstante, su atención se centraba sobretodo en los dos hombres, a los que dedicó una profunda mirada, en especial a Lord Arryn.

Cuando éste se dirigió a él, Lucius hizo el saludo braavosi y se dirigió a él en tono alegre y con cierto acento de braavos:

- Permitídme presentarme, milord. Mi nombre es Lucius DyValar. He oído mucho hablar de vos, y debo confesaros mi profunda admiración, pues vuestro trabajo es vital para el buen funcionamiento del reino, y en nada os envidio la carga que lleváis sobre los hombros, dijo sonriendo.

No quisiera estar en vuestro pellejo, pensó Lucius. Sabiendo las deudas que tiene el reino con las ciudades libres por culpa de la "gran gestión" de su Majestad, si no fuera por Lord Arryn ya no habría líneas de crédito. O almenos eso se dice en Braavos...
 

- Yo soy ... empezó a decir Lucius, pero se quedó mirando a ser Ulric, como diciendo "no se si os interesa que diga cuál es mi trabajo real".

Ser Ulric intervino.

- Lucius DyValar, cómo habréis supuesto ya por su acento, es un braavosi. Se ocupará de ahora en adelante de la protección de Lady Aryan.

- Oh! Magnífico, espero que disfrutéis del torneo que ha organizado el Rey Robert. Por lo que tengo entendido los campos alrededor del campo del torneo están llenos de campamentos de soldados. Ah! Fue una sorpresa ver que tenéis un miembro de vuestra familia que os representa en el torneo...cómo era su nombre...¿Jon? - dijo la Mano. - Es joven pero muestra un gran temple. Oí rumores que él se había enfrentado a puño desnudo contra el jefe de una de las bandes de salvajes de vuestra región.

Lucius le guiñó un ojo a Aryan y prosiguió:

- Siempre es un placer ver un torneo en Desembarco, milord. Ya tuve el honor de contemplar otro de los torneos de su Majestad, creo recordar que fue en honor al nacimiento de su primer hijo... disculpad mi memoria, ya tengo cierta edad. Pero con un par de copas tendré la memoria despejada, jajaja!!! dijo Lucius en tono alegre.

La joven agradeció el gesto de Lucius, así como que los varones entablaran conversación y no tuviera que intervenir, pues no saldrían bellas palabras por su boca en aquel instante... se debatía entre gritar por su prima o salir corriendo a buscarla... ¿Cómo podían permitir que una doncella tan hermosa terminase en manos de aquel viejo que daba naúseas?

Sus puños apretados al igual que su mentón trataban de relajarse, pero le resultaba algo más que imposible, pues estaba acostumbrada a que en su hogar podía expresarse abiertamente, y si bien se podría ganar una reprimenda o un castigo de sus padres, quedaba ahí la cosa y nunca ocurría nada más. Al menos, era lo suficientemente inteligente para comprender que aquí, si osaba abrir la boca para quejarse o poner en duda la decisión de la Mano, no solo podría recibir un buen castigo, sino que podría ser acusada de traición y ser ejecutada... ella y puede que el resto de su familia también.

Pensó en ello, en la traición que decían pendía de su escudo... respiró varias veces profundamente... y se apenó por su prima, deseó que aquel hombre muriese pronto... y que la joven sufriera lo menos posible bajo sus temblorosas y arrugadas manos. Pensarlo la hizo sentir un repelús por todo el cuerpo, y un fuerte pensamiento le vio a la cabeza: Antes prefiero morir que casarme con un viejo como aquel... miró a Lucius, aprendería el arte de la espada y así podría defenderse, tal vez así pudiese el menos mantener las manos del que fuera su esposo, lejos de ella... Pues estaba claro que tarde o temprano la casarían con alguien, solo esperaba que no fuera un viejo... pensó en Darina... se sintió apenada por ella, pero aliviada a la vez... Ojalá mi matrimonio con Hug Llohart vaya a buen término, al menos es un joven atento... se odió por aquello pero la aliviaba sobremanera pensar que su prometido era mucho más agradable...

Lord Walter Goldfish y Darina entraron en una estancia alejada de la zona dónde habían estado minutos antes. En la mesa había vino y algo de comer. Darina se quedó sorprendida de la cantidad de libros que había en la estancia, la luz entraba por una pequeña ventana situada en un lateral frente a una mesa que aún contenía libros abiertos.

Lord Goldfish sirvió dos copas y le tendió una a Darina.

- Lady Darina, creo que es mi deber expresarle lo que yo deseo de este enlace, quiero a un hijo varón que herede mis tierras y lleve el nombre de mi Casa. Supongo que en ese aspecto no tenéis ningún inconveniente para satisfacerme, verdad?

***

Trayeron vino en la sala donde permanecían.

Lord Arryn habló:

- Lady Elisabeth, quiero proponeros un trato, me gustaría que después del torneo Aryan se quedara aquí en Desembarco del Rey como mi pupila. No sería por mucho tiempo, pero sería buena que la chica conociera el ambiente de la corte y se manejase en él. Por supuesto el joven Llohart y su protector el caballero DyValar podrían quedarse y así la joven tendría rostros conocidos.

Lady Elisabeth se sorprendió y también Ser Ulric.

- Milord!- dijo ella- ¿Vuestra pupila? Como Mano del Rey y Señor de una de las Casas más importantes de Poniente debéis tener poco tiempo para estas cosas, no obstante si vos lo consideráis oportuno será un gran honor!

Si el rostro humano pudiera adoptar cualquier color, el de Darina hubiera pasado por todos los tonos del arco iris. En vez de eso, pasó de un rubor intenso a una palidez cadavérica para volver de nuevo al rojo grana.

- Milord, no tan rápido, por favor - la voz le tembló un poco al hablar -. Recientemente he perdido a toda mi familia y aún estoy tratando de hacerme a la idea de los cambios que está experimentando mi vida. Soy consciente de mi situación y no rehuyo mi deber - porque no hay a ningún sitio al que huir, pensó con amargura, con el rostro de Jon apareciendo en los límites de su conciencia -. Soy consciente de lo que se espera de una esposa - mi padre se pasó toda la vida intentando inculcarme la conciencia de mi valor como mercancía de cambio, pensó de nuevo. Pero nunca había imaginado que sería con un viejo. Ahora se daba cuenta de que, en el fondo, siempre había tenido fantasías ridículas de que, si bien no se casaría por amor, su marido serían una persona honorable y altamente respetable, a la par de relativamente joven. Que ilusa había sido -. Sólo os lo pido por favor, id un poco más despacio conmigo. Habladme de vos.

Los ojos de Aryan se abrieron como platos, si hubieran podido se habrían caido de su lugar. Se tuvo que morder la lengua mientras era su madre quién hablaba por ella, mucho más educada y cortésmentes, por supuesto, pues si lo hubiese hecho ella seguramente solo habría soltado improperios. Trató de respirar, pues de repente parecía como si hiciera horas que no lo hacía, seguramente los primeros instantes había quedado tan sorprendida que su respiración, incluso su pulso, se había parado por completo.

Quería hablar, quería decir que no, que no pensaba quedarse allí, no lo haría, pero estaba madurando y sabía que si se atrevía a decirlo estaría en clara desventaja, pues tendría que quedarse igualmente pero no la mirarían de igual manera.

- Su pro... terminó por soltar el nudo de su garganta y atreverse a hablar, lo dijo mirando al suelo, pues si le miraba a él, seguramente se pondría a gritar, o tal vez no, pero sin duda no sabría escoger las mejores palabras... proposición me ha sorprendido mucho, Milord. Pensaba que ese honor solo se entregaba a los varones. ¿Qué digo? ¿Qué digo? No quiero quedarme... Lamento no ser capaz de expresar mi gratitud con vos. Yo... es que soy... estoy... yo... trató de sonreír pero su boca solo podía seguir temblando.

Lord Arryn la miró y sonrió.

- No se hable más pues! Os quedaréis una temporada aquí en Desembarco y cuando parta hacia mis tierras viajaréis a mi lado. El caballero... Ser.. Lucius os podrá acompañar a cada momento... Entrad!.- dijo dirigiendose a las puertas. Después de eso entraron un par de sirvientes hicieron una reverencia a los presentes y se acercaron a Lord Arryn.- Lady Aryan Tilverton nos honrará una temporada con su compañía, también lo hará su protector.. Ser Lucius. Disponed los aposentos de la Torre de la Mano para las visitas y acompañadlos allí, recordad que son mis invitados y deben ser tratados como tales. Lady Aryan y Ser Lucius, id a ver vuestros aposentos, no os apuréis, tendréis tiempo para veros con vuestra madre, recordad que se tiene que celebrar el torneo en el que participa vuestro primo, ahora voy a hablar con vuestra madre y con Ser Ulric de temas más apremiantes. Id pues.

***

Lord Goldfish frunció el seño.

- Me temo querida que no me he expresado suficientemente bien... Esta boda se va a celebrar, tan sólo los Siete podrían impedirlo y no creo que esto les inquiete ni lo más mínimo. Yo de vos sólo espero dos cosas, que me déis un hijo varón, un heredero legítimo y que seáis discreta, me importa poco después de que déis a luz a mi hijo a la cama de quién vayáis, mientras eso se quede en esa habitación. No busco ni vuestro amor ni vuestro aprecio pero tal vez con el tiempo lleguéis a valorar lo que yo puedo hacer por vos. Y ahora disculpadme pero debo ir a ultimar los preparativos de la boda, esta se celebrará en una semana, con el total consentimiento de Lord Jon Arryn y el Rey Robert Baratheon.

Se levantó despacio y se fue andando cojeando un poco apoyándose con el bastón en su mano derecha. Al fin cerró la puerta dejándola a ella allí sola con sus últimas palabras flotándo en el aire.

¿Cuánto rato llevaba ahí, pálida y temblorosa? Ni siquiera se había despedido de ese... ser. Ese ser que sería su esposo y al que en ese instante odiaba con toda su alma, con ese odio refulgiendo como una llama incandescente entre la amalgama de caóticos sentimientos de recorrían todo su ser. ¿Cómo puede ser tan...? ¿Cómo puede lord Arryn haberme emparejado con ese hombre?

¿Cuándo se había puesto a llorar?

Se puso a caminar por la sala como una fiera enloquecida, dirigiendo nerviosas miradas a la puerta por si a alguien, a él, se le ocurría entrar. Sentía náuseas sólo con pensar que ese hombre la tocara, estar debajo de él o simplemente llevar a un hijo suyo. Darina era casi instintivamente maternal pero no se le ocurría cómo podría sentir algo más que asco por un bebé de ese matrimonio, un hijo de ese. Si no fuera porque la horrorizaba la idea de hacerle daño a alguien...

Se detuvo, tapándose el rostro con las manos mientras sollozaba silenciosamente, desesperada. Sin esperanza. Como en los últimos meses de su vida. Pero hasta ahora había pensado que todo mejoraría, que podría volver a sentirse feliz y liberada en algún momento, que podría llegar a estar con... Pero no podría, todo habían sido sueños vanos y sin sentido, sobretodo teniendo en cuenta cuál había sido su situación, la cual no había hecho más que empeorar. Todo había sido una sucesión atropellada de hechos desafortunados que la habían llevado hasta esa encrucijada. Aunque decirle encrucijada era una manera optimista de ver las cosas, algo que no sentía en ese instante. Una encrucijada indica que hay opciones complicadas a seguir. Ella no tenía opción, era más bien una vaca en dirección al matadero. Nobilis oblic, decían. Estaba destinada a hacer algo que odiaba sólo por esa posición que en nada la ayudaba.

Siempre queda una opción, pensó con tristeza mientras se deshacía la trenza para que el cabello le cubriera la cara, ocultando así las lágrimas de miradas ajenas. Una opción..., acarició la idea con amargura y a la vez con cierta chispa de rebeldía.

Antes de darse cuenta, estaba corriendo por los amplios corredores del castillo en dirección a su habitación, sujetándose la falda con las manos para no tropezarse con ella  y con todo atisbo de modales olvidado.

Lord Arryn dijo todo tan rápida y solemnemente que apenas pudo pestañear, ¿por qué? Ella no quería quedarse allí, no quería estar en aquel lugar alejada de su hermano. Quería volver a casa, ver a su padre, correr por los pasillos y subir al tejado para ver el atardecer. Quería volver a casa. Miró apenada a su madre quien dignamente la miró sin reproche pero también sin ayuda. Así que no pudo reprimir las lágrimas, era imposible, ¿cómo iba a soportar unos meses en aquel lugar oscuro lleno de gente extraña?

Salió corriendo por la puerta sin despedirse siquiera, el hecho de que Sir Lucius estuviera a su lado, ahroa mismo no le importaba lo más mínimo, ella solo quería volver a casa.

"Ser" Lucius, musitó Lucius en voz baja, pero esperando que lo oyera Aryan y tuvo un escalofrio. Había muchos adjetivos que atribuir a Lucius, pero "Lord" no era uno de ellos. Se puso a andar tras de Aryan, la qual estaba visiblemente alterada.

Es muy joven, pensó Lucius. Seguro que nunca ha permanecido lejos de su família más de uno o dos días.
Deberíamos empezar el entrenamiento cuanto antes, y así ocupar ejercitar mente y cuerpo. O empezará a lloriquear y patalear como la cría que todavía és. Debe aprender a fluir por la vida, como el agua que discurre por el río...

Lucius andaba por el pasillo, observando la iluminación, la distribución de los pasillos, la frequencia de puertas y ventanas, la decoración,...

Cuando Darina recorría los pasillos de vuelta a la habitación dónde antes habían estado hablando junto con Aryan y Lady Elisabeth se encontró con dos sirvientes y justo detrás a Aryan que en ese justo momento salía con rapidez del salón. Las dos se miraron a la cara y en sus semblantes vieron mutuamente la desesperación de cada una... Un momento después salió Lucius DyValar, el hombre parecía igual de alegre, como en el momento de su presentación.

A pesar de no tener ningún sentido en ese momento, giró la cara hacia un lado para impedir que le vieran el rostro. Estaba segura de que Aryan había visto las lágrimas y probablemente también el señor Dyvalar. Y ella había visto las de su prima. Y aunque su mente la estaba bombardeando con preguntas sobre a qué se debía el estado de su prima, en esos momento no podía hacerlo, no podía preguntarle qué le pasaba y cargarse con una preocupación más, desatendiéndose como hacía siempre en pos de los demás.

- ¿Sabéis dónde están nuestros aposentos? - la voz le sonó bastante llorosa pero al menos mantuvo cierta compostura.

Aryan apartó a los sirvientes de mala manera, le daba igual, todo ahora mismo le daba igual, cuando vio a su prima, sin embargo, se paró en seco. Ella giró la cara y preguntó por sus aposentos, Aryan recordó la cara del viejo, el prometido de Darina, y asoció aquella cara con las lágrimas de su prima. No era difícil entenderla, y todavía se sintió más miserable, su destino había cambiado, pero no era ni punto de comparación con el infierno de su prima.

Se quedó allí plantada, aguantando las lágrimas, la rabieta y la compostura. Bajó la cabeza humillada, como un perrito, y esperó a que los sirvientes les indicaran el camino. Era incapaz de decir algo que no fuera "Quiero irme a casa" y aquellas palabras se atragantaban ahora en su boca con un sabor amargo y venenoso. No podía consolar a su prima, casi entendía que la odiara por esto, pero ahora mismo, era una niña egoísta y malcriada que solo quería volver a casa, a la seguridad y tranquilidad de su hogar. Y si odiaba a Lord Arryn por todo aquello, se odiaba más a sí misma por no poder hacer nada para evitarlo, así como para proteger a su prima de aquel vejestorio horrendo.