- ¿Botella? - repetí la pregunta, incrédulo y rompiendo a carcajadas - ¡Esto no es paseo por el jardín de la alegría!
Todos se giran a mirarme. Sonrio maliciosamente enseñándoles mi cerradura.
- Es una daga. Para entrar, necesito un dedo - miro al animal del vagabundo y añado: un dedo humano.
- ¡Esto empieza a ponerse interesante! - Asombro, interés, sospecha... las emociones recorren mi rostro una detrás de otra -
- Oiga, Hannibal, ¿no quiere presentarse como voluntario?, o ya se le han acabado las ganas de hacer el bien para todo el grupo?
- ¿Y solo quiere un dedo Sr. Picaporte Chistoso? - Esta vez me dirijo a la puerta - ¿O luego pedirá un corazón, HUMANO, o unos cojones!? ¿ No le parece mejor habernos entregado una cierra o un machete, entonces? Con este puñal poca cosa se puede hacer... Aún que, lo que SÍ podríamos hacer es investigar su preciosa boquita-cerradura que con tanto afán nos enseña... ¿QUe le parece, le cortamos la lengua para que no nos moleste mas?!
Doy unos golpes en el suelo con la palma de la mano, llamando la atención del Black, mi perro. Él en su vez regresa mi lado, dando cara a la puerta y gruñe enseñándole los dientes - Tranquilo, amigo, aquí no va a pasar nada...
- Y Ud., Señorita, también debería tranquilizarse, o acabara arrancando el brazo del pobre Gafotas, así tendremos 5 dedos y no uno, para ofrecer al Picaporte-Caníbal
...Hace tempo que no creo en cuentos, ni en fantasías, pero este sitio no es lo que parece, JEJE, que cobijo mas curioso me he apañado para dormir esta noche de tormenta!
Hannibal Diaz agarra la daga y se acerca al picaporte con la daga en mano y suspira para luego decirle al picaporte con cara muy seria:
-Bien,se me agoto la paciencia contigo,ahora juguemos a que soy medico y di a
Dicho esto Hannibal introduce la daga por el agujero del picaporte y comienza a hacer fuerza para abrir el picaporte y forzarlo a abrir la puerta:
¿Nos abres?, o ¿te gusta ser masoquista?, podria estar asi toda la noche, fui amable contigo y no me respondista la etiqueta, solo entiendes un idioma la fuerza asi que continuare asi hasta mellarte de ser necesario, decide o nos abres o te quedas sin poder hablar.
Hannibal segui haciendo fuerza para darle mas enfacis a sus palabras y darle a entender al picaporte que iba muy en serio.
Escupo, sin esfuerzo, la daga que Hannibal introduce en mi cerradura y la cierro enfadado. En realidad, la daga penetra sin romperme nada, pues nada tiene que ver el País de las Maravillas con el mundo real.
Escupo las palabras dirigido especialmente a Hannibal.
- Me conformaba con un dedo... - hago una pausa significativa - Ahora quiero una mano por burlaros de mí.
Suelto una carcajada tétrica.
- Y si se pone pesado - añado con malicia a Hannibal -, no me conformaré con una que no sea la suya.
Cierro mis ojos.
- Fabuloso cerebrito, ahora si que lo has hecho bien - digo sarcásticamente refiriendome a Hannibal pero con la mirada aun clavada en el perro del Billy.
- Ahora creo que tendrás que pensar...lo siento por ti -
Digo mientras acaricio la cabeza del can con suavidad.
- Esto se pone cada vez más raro...el tal Hannibal es un tanto pesado, pero aun así espero que lo que dijo el picaporte sea una metáfora no más -
Al oír al picaporte decir eso, el pánico se hizo presa de mi. Escondí el rostro en el pecho de Steve como una niña pequeña, empezando a dar pataletas contra el suelo y llamando por mi agente.
- ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!
Desesperada, me aparto de Steve y corro hacia el otro extremo del extraño cuarto.
Doy saltos mirando hacia arriba, al túnel por el cual hemos venido, como si fuera posible alcanzarlo.
- ¡Quiero irme! ¡Quiero irme ya!
Hannibal Díaz se quedo mudo arrojo la daga lejos de que le cayese a alguien de la habitación y luego dijo en voz alta:
--Es por el bien común
Dicho esto Hannibal ingresa su mano izquierda dentro del picaporte y luego le dice al sujeto protector de animales:
-Mira bien chico listo, esto se llama sacrificarse por el bien común.
Esperaba no perder su mano y luego dijo:
-HAZ LO QUE DEBAS HACER MALDITO PICAPORTE ESTOY LISTO, DALE, ¿ACASO TIENES MIEDO AHORA?, YA METI LA MANO INFELIZ AHORA DEJANOS PASAR, Y HAZ LO QUE DEBAS HACER.
Este era el límite psicológico de Hannibal, estaba podrido de que una cerradura no lo dejase pasar al otro lado, y mucho menos observar si realmente se encontraban en el cuento de Alicia en el país de las maravillas o no.
Escupo la mano de Hannibal de mi cerradura, muy molesto e irritado por su torpeza y violencia al hacerlo.
- ¡No! ¡Creo que ninguno de vosotros ha comprendido la finalidad de la daga!
Paseo la manilla por los presentes y sonrio maliciosamente.
- Alguno de estos humanos tiene que cortarte la mano con la daga para que podáis pasar.
Hannibal no sale de su asombra y maldice en su interior al picaporte por no ser explicito desde entrada:
-Maldito, hubieses dicho eso desde el principio en vez de hacer que supongamos las cosas, si es así.
Hannibal agarra de nuevo la daga y la trae consigo, se quita el cinto de su pantalón y lo ata alrededor de su muñeca izquierda y mira al vagabundo para luego decirle:
-Supongo que usted como ha vivido en la calle tiene idea de cómo usar una de estas cosas, si es así, le sería muy fácil amputarme la mano izquierda, yo mirare hacia otro lado y morderé el cinto para resistir el dolor, luego con la otra mano veré de hacerme un torniquete para evitar que me desmaye por la perdida de sangre.
Si bien Hannibal era resistente a ver la sangre, sabia que podía perder presión y mucho por la perdida de su mano, después de todos estos años intentando suicidarse la sabia que cortarse las venas de las muñecas era lo que más rápidamente hacia que uno perdiese sangre.
-Vamos señor, hágalo por favor así podamos ver lo que hay en el otro lado, caso contrario no podremos pasar y nos quedaremos aquí.
Esperaba que el anciano vagabundo le amputase la mano rápidamente y de un solo movimiento, seria muy doloroso si tenía que hacerlo más de una vez.
-Todo sea por el bien común
Es Ud. un tipo bastante curioso Hannibal...
Escucho el relato del Vagabundo, aún pegada a Steve, aunque me sigue ignorando y no me presta toda la atención a la que estoy acostumbrada. Me seco las lágrimas con aspecto infantil y aparto un mechón de pelo de mi rostro, intentando poner una expersión sexy.
Miro a Hannibal con un deje de desdén, y suelto una sonrisa socarrona.
- Vamos... estoy con cuatro hombres y... ¿A caso los cuatro son unos cobardes? - rompo en una carcajada burlona e histérica.
Me alejo de Steve y, moviéndome con mis andares de moderlo, me acerco al picaporte y me inclino hacia él.
- Señor Picaporte - digo, con paciencia -. Está claro que mi sitio no está aquí con estos pobres inútiles... ¿Podría dejarme marchar? Tengo muchas sesiones de fotos esta tarde.
Sonrio como solo puede sonreír un picaporte a la joven, hermosa eso sí, pero más tonta que la Liebre de Marzo.
- ¿En serio quieres separarte del grupo? - pregunto, divertido, aunque para nada era divertido. Estaba tragiversando sus palabras en su contra. Aquella chica no sabía en que lío acababa de ponerse - Está bien, retrocede unos pasos.
Verónika me hace caso. Se pone en el centro de la estancia, con una sonrisa de suficiencia dirigida a todos los demás. Los hombres la observan desde las distintas partes de la habitación.
En el centro de la misma aparece un frasco.
- Vamos, ¿A qué esperas para bebértelo?
La joven se lanza para beberlo ante mi sonrisa maléfica.
Se lo traga de golpe, para no saborear la sustancia ácida y ardiente. Deja el frasco completamente vacio en el suelo, se queda parada una fracción de segundo y, entonces, comienza a toser convulsivamente.
Véronika se agarra la garganta, agobiada por el fuego que siente en la garganta y en el interior de su cuerpo. Empiezan a llorarle los ojos a causa del dolor. Cae sobre sus rodillas, parece estar ahogándose en su tos.
Entonces, sin más, desaparece delante de las narices de los presentes.
- Por cierto, Hannibal - digo, sin dejar que superen el conmocionante suceso - ...Todavía veo esa mano en su lugar. Así no se hacen las cosas.
El frasco vacio comienza a hacerse más y más grandes hasta alcanzar el tamaño de una cómoda o una mesita mediana. Todos están paralizado. Entonces, el objeto comienza a temblar y estalla en mil pedazos.
Los cristales vuelan por doquier.
Observo, fascinado, como ninguno puede escapar de los cortes y rasguños que les producen los cristales...
Hannibal: Un cristal se rasga la mejilla y la palma de la mano derecha.
Steve: La explosión hace que algo rebote contra tus gafas y las rompa. Cegado, caes sobre tus rodillas y te clavas algun cristal en las rodillas.
Billy: Una parte especialemente grande del frasco impacta contra tu cráneo, haciendo que caigas hacia atrás.
Alex: Un cristal impacta contra tu oído que comienza a sangrar.
La habitación es un caos de cristales rotos y Verónika no ha regresado.
Hannibal Díaz se mira al ver como caen los cristales y le corta alguna de sus carnes en su mejilla y en su mano derecha y por suerte había aprendido a llevar siempre consigo gasas y cosas así por sus intentos de suicidio:
-Bueno esto si que me lo esperaba, pero no con estos resultados, ese era el frasco que andaba buscando, creo que el cuento se esta volviendo demasiado real, pero se suponía que el picaporte era mas amable y menos amargado.
Dicho esto y luego de vendarse la mano derecha y colocarse una gasa en la mejilla agarra de nuevo la daga y le dice al picaporte:
-Se nota que nadie de los aquí presentes me cortaran la mano con esto así que picaporte, búscate otra manera de abrirnos, después de todo, supongo que no eres capaz de abrirnos esa puerta, debemos de estar perdiendo nuestro tiempo al siquiera intentarlo.
Hannibal le propone este desafió mental al picaporte la idea es si como hasta ahora el picaporte demuestra ego irritarlo hasta el punto donde se vea obligado a abrir la puerta sin que note el engaño.
- Oh mierda! - exclamo cuando caigo al suelo - mis gafas! agh! estan rotas -
Me agacho y trato de recoger los fragmentos más grandes de los lentes - con suerte podré improvisar una montura para ver mejor más tarde -
También tomo la montura rota y la guardo en mi bolsillo.
- Bueno señores, creo que debemos dejar de pelear entre nosotros...y buscar una solución, soy un pacifista!!! Y ESTO ES VIOLENTO!! MUY VIOLENTO!! no deseo que ninguno salga herido, por favor, pensemos que podemos hacer sin que nadie salga mutilado -
Me dirijo ahora al picaporte
- Señor, ya entendimos su posición, y que habla en serio! Por favor, ilustrenos que otra posibilidad tenemos de pasar al otro lado o de salir sin resultar seriamente heridos -
Antes de que os podáis recomponer de vuestra sorpresa, o de compartir opiniones sobre lo ocurrido, algo cae desde la madriguera.
El dolor por los cortes y el cuidado por no pisar ninguno de los cristales del suelo ocupan toda vuestra mente, y ninguno de los hombres del cuerto se percata de que una joven ha caído en el centro de la estancia sin, milagrosamente, ninguna secuela.
Caroline Signy se abraza las rodillas. No sabía muy bien qué había ocurrido o cómo había llegado hasta allí. Hacía un momento estaba con los ensayos del violín... ¿Se había dormido? ¿Estaba soñando? Realmente sí había sentido el dolor de la caída, y todo parecía demasiado real para ser sólo un sueño.
Repara en que la estancia esta llena de cristales, y que los cuatro hombres más que están allí, tienen alguna herida superficial. Intentas incorporarse con dificultad.
A ver chicos, que no se diga... XD! Lleváis demasiado tiempo intentando superar la puerta del picaporte! A ver si la chica os ayuda un poquitín, o acabaréis muertos antes de entrar.
Ánimo.
-¿Donde diablos estoy? – Miro a mí alrededor para ver un cuarto más misterioso aun del que yo había venido y a aquellas personas también en el cuarto – Que… ¿Qué es este lugar? – Dice casi para si misma, poniéndose las manos en la cabeza.
Avanza de un lado para otro buscando una salida, pero al parecer todo esfuerzo seria inútil, por lo que se termina resignando y se tira al piso desilusionada.
-¿Estoy muerta? – Pregunta directamente a los hombres que estaban allí.
Me sobresalto al ver caer otra persona - u otra victima debería decir... -
- No señorita, está usted viva aun...pero como van las cosas hasta ahora, no le puedo asegurar que permanezca así...esta maldita puerta no abre, habla! y nos va a matar! -
digo en un impulso de desesperación agitando los brazos
- Esto tiene que ser un sueño...o el mismo infierno, no sé lo que va a pasar, pero vamos a salir de aquí, lo sé!! no he luchado tanto toda mi vida por nada!! -
- eeh, diculpe...está usted bien? -
Avanzo hasta el joven, todavía desconcertada, moviéndome un tanto tambaleante y notoriamente con miedo. Me paro enfrente del joven, y lo miro directamente a los ojos con mis ojos opacos.
-Estoy bien – Digo por fin – Puerta… y la puerta habla, esta debe de ser una buena broma de esas de mis padres, que conducen a la fiesta… - ¿Y donde esta la dichosa puerta?
Miro a mi alrededor tratando de ubicarla con la vista, esperando a que de repente todos salten y griten “sorpresa”, pero al ver que nada sucede, me incomodo y comienzo a tiritar de miedo, repitiéndome en la cabeza “esto es una pesadilla, debo haberme desmayado en la practica y esto es una pesadilla”, respiro profundamente y me “tranquilizo”, recuerdo que no vale la pena desesperarse en situaciones malas porque eso solo empeora las cosas.
Suspiro cansinamente.
- ¡¡Purff!! ¡¡Silencio!! ¡¡Silencio!!
Enfoco mi mirada entornada a las víctimas de la violencia. Desesperado por su disposición a que Hannibal se corte la mano, creo que lo mejor es darles un empujoncito.
En la mano de Steve aparece, por arte de magia, la daga del cofre. Los dedos del joven aferran el arma temblorosos pero con firmeza.
- Vamos, ecologista, por el bien del Conejo Blanco - le digo, sarcástico -. Corta la manito de tu amigo y salid de aquí de una vez.
Súbitamente siento en mi mano un objeto de metal algo pesado, bajo mi mirada solo para darme cuenta de que la daga está en mis manos. Los segundos se hacen siglos, al escuchar las palabras del picaporte la sangre se hace hielo en mis venas, mi rostro pierde color y mis pupilas se dilatan.
- No, no, no puedo hacer algo así...es por el bien de todos...pero no! que hago? -
Dirijo inmediatamente la mirada a Hannibal, con firmeza pero con el miedo y el terror reflejados en mi rostro.
- Es necesario, o todos moriremos...tengo que hacerlo, tengo que hacerlo...sin embargo, no creo ser capaz de luchar si se resiste -
Exhalo un suspiro profundo y doy dos pasos hacia Hannibal.
- Entonces, haremos esto? -
Empuño con fuerza la daga haciendo que la circulación de la mano se estanque y me duela, en parte un castigo auto inflingido para compensar el caos que se desataba en mi mente.
- Ee..Ee..Estas preparado entonces, Hannibal? -
Me paro a su lado y me armo de coraje - Estoy listo -