Partida Rol por web

-¡Que alguien despierte a Hicks!

Alguien me movió de un lado a otro, haciendo que finalmente me despertase cuando todavía no habíamos aterrizado. Era uno de aquellos rituales que todos teníamos aceptado. Yo me desmayaba y unas manos conocidas me sacudían para devolerme a la realidad. Para entonces, estábamos metidos de lleno entre las turbulencias. Las turbulencias eran siempre mis mejores amigas, puesto que elevaba mi adrenalina por encima de los niveles normales y me hacía tomar conciencia de lo que tenía que hacer. 

A mi alrededor vi como todos se reparaban para tocar tierra, salvo Burke, que daba la sensación de estar a punto de echar los intestinos a la primera ocasión. No había que ser muy observador para darse cuenta de lo mal que lo estaba pasando. De no haber sido un tipo de la Weyland, quizás hasta hubiera sentido lástima por él, pero antes venían otros muchos, como cualquiera de mis compañeros, el propio Teniente y Ripley.

Cualquiera antes que él.

Cuando por fin atravesamos la densa capa de nubes, pudimos observar el procesador atmosférico. El tiempo era un auténtico desastre, pero por otra parte, también esperable, puesto que se concentraba la humedad para generar una hidrosfera viable que durante años apenas podían distinguirse las estrellas.

Todo parecía normal, visto desde fuera, pero cuando no respondían era porque no podían, así de sencillo.

Cuántas veces había sido testigo de vuelos como aquel y sin embargo sentía en mi interior que aquella misión no iba a ser como las demás. Bichos que eran capaces de eliminar a una tripulación entera sin esfuerzo y que tenían ácido concentrado como sangre. Sin duda alguna, un gran hijo de puta. 

Tomamos tierra con la violencia habitual, y el APC salió disparado desde la nave, aplastando rocas y temblando con las irregularidades del terreno, hasta llegar a la colonia. Cuando el sargento abrió la puerta, agarré el arma y salí en vanguardia, liderando mi escuadra y acercándome hacia las puertas de la colonia.

-¡Está bien, vamos allá! -dije antes de lanzarme al suelo.

La roca que pisaba era como cualquier otra, pero apenas podía mantener los ojos abiertos a causa del intenso aguacero, a pesar de lo cual, proseguí el avance, mirando a izquierda y derecha, hasta alcanzar la puerta metálica.

Y por fin llegamos abajo y a nuestro destino. Los marines estaban dispuestos para salir y sonreí al ver a Burke estar casi a punto de vomitar. O eso o es que esa palidez era natural suya y no me había dado cuenta hasta ahora.

- Caballeros, esperen. - Les dije a los marines.

- Como ya dije en la Sulaco, y viendo que el señor Burke está tan seguro de que solo es un fallo de comunicaciones, vuelvo a invitarle a que sea el primero en salir y comprobarlo. - Sonreí a Burke, a fin de cuentas era lo que había estado defendiendo con uñas y dientes todo el tiempo.

- Así pues, teniente, creo que como está tan seguro de que es solamente eso y de que lo que yo he contado no hay nada cierto y además, como ven, esto está lleno de técnicos para reparar las averias, sigo opinando que es el señor Burke quien debe salir en cabeza. Y cuando vea que está todo despejado, creo que podrá desplegar a sus hombres... Creo que sigue siendo la mejor idea y así vemos hasta que punto el señor Burke se cree su historia.

Y miré al hombre de la compañía y le sonreí. Ahora era el momento de ver sus cartas, porque si salía, lo haría solo y desarmado y estaba segura de que sabía lo que había ahí fuera. - Señor Burke, usted decide. Demuéstrenos en que cree. - Y miré al cabo Hicks y le sonreí divertida incluso con aquello, porque no creía que ese hombre saliese el solito ahí fuera y ahora si que estaba entre la espada y la pared.

El fallo en las comunicaciones puede ser debido a muchos factores Ripley. Burke se rehizo de las nauseas a duras penas. Aun estaba palido y el sudor brillaba en su frente.

Evidentemente no estamos hablando de un cable suelto. Puede haberse producido un motín, o revuelta o puede que la colonia haya sido atacada por alguien. Incluso puede ser un acto de sabotaje. No es la primera vez que un colono pierde la chabeta. 

Es esa la razón por la que hayamos traído a los marines. señaló con la vista a los soldados aunque lo hizo rápidamente, intentando eludir la mirada directa. 

No quiero que me malinterprete. Me cae bien Ripley. En serio.  No es que sus palabras no parecieran sinceras. Lo que parecía es que era una coletilla. Una especie de protocolo de empresa con el que tratar a los empleados disgustados: "Si el empleado se queja o ataca directamente algún procedimiento o pormenor, como gestor debe buscar un acercamiento a su postura. El empleado no debe tener a la empresa como un enemiga. Hágale creer que se le aprecia, que se valora su trabajo"

Pero usted estuvo en la reunión.

Lo que se pone en duda es que un xenomorfo hostil que se gesta en el interior de un ser humano, que tiene ácido en vez de sangre y que nadie, salvo usted, ha visto jamás en más de trescientos mundos, haya sido el responsable de ese fallo.

Así que, señores, hagamos cada uno de nosotros nuestra parte del trabajo.

A partir de ahora esta parte solo corresponde a los marines, ¿entendido?- lanzó su mensaje a Ripley y a Burke- si hay amenaza tal como indica tendremos que hacerla frente, pero la exploración de este lugar ahora solo nos compete a nosotros. Les avisaremos cuando hayamos comprobado el perímetro y asegurado la zona.

Bien nenas, es hora de salir. Hagamos bien nuestro trabajo. Vasquez, irás en primera posición, Frosty y un servidor iremos en segunda línea, mientras que Hicks cerrará la marcha. Avanzaremos en formación y sin separarse hasta llegar a la puerta principal.

Comprobad que tenéis todo el equipo y en cuanto el teniente nos de la orden, saldremos de aquí.

Iba a responder a Burke, la verdad era que estaba cogiéndole le gusto a contestarle y dejarle sin argumentos, cuando el sargento se me adelantó y me estropeó la fiesta. - Sí, sargento. - Le respondí para evitar malos entendidos, pero sin duda Burke había dejado claro lo cobarde que era.

Así que no me quedó más remedio que mirar a aquellos marines y desearles suerte, muchísima suerte y sobre todo que no se cagasen en los pantalones o estarían jodidos si realmente no me equivocaba. Y por desgracia sabía que así era. Miré a Frosty y luego a Hicks, sin duda con los dos que de alguna manera más había conectado y mi mirada les dijo todo.

Luego me moví hacia donde estaba el teniente, en el puesto de control, donde primero, no iba a molestar a los marines en la salida de aquel trasto y segundo, vería y oiría todo lo que ellos viesen y escuchasen por sus cámaras en distintos monitores. Al llegar miré a Gorman. - ¿Dónde puedo estar que menos le moleste y pueda ver todo yo también? - Le pregunté al hombre con interés. No solo no quería no perderme detalle, sino ver si me equivocaba o no y de alguna manera, ver que Hicks estaba bien.

No es que los demás no me importasen, pero él... tenía algo especial que los demás no.

Se le iba de las manos, Burke y sus teorías, Ripley inmiscuyéndose en la cadena de mando. Apone puso orden. Su sargento era el sargento ideal; profesional, enérgico, con el respeto de sus hombres, imponía. Les cortó, a los dos. Hizo bien. Él hubiera sido más diplomático, no era el momento. La brusquedad de Apone era lo que necesitaban, un latigazo. Miró a sus hombres, Apone les había organizado. Se vio obligado a decirles algo. Quería que todos volvieran. No quería cagarla. No otra vez. "Ya son tres saltos..." dijo, con algo de humor agrio.

—Vamos a tratar la zona como si fuese una zona hostil. No sabemos que puede haber cortado las comunicaciones. Puede ser un fallo mecánico, una explosión, un ataque terrorista o...algo más. Mantengan los ojos abiertos, a lo que esperan encontrar y a lo que no esperen encontrar. El enemigo podría mimetizarse con el ambiente —recordó lo que Bishop le había dicho —. Bishop, entrege a cada de los soldados un radar de movimiento. Si no podemos ver a nuestro enemigo, al menos sabremos que está ahí.

Puede que no fuese un veterano de guerra, pero si Ripley, la experta en xenoformos, había sido elegida específicamente por la Weyland para acompañarles como consejera no era precisamente por sus conocimientos sobre motores o por tener un carnet de carga con robot B3. Sabía sumar dos y dos.

—Adelante, soldados. Tengan cuidado ahí fuera.

Se quedó de pie, firme, viendo como sus hombres salían uno a uno. Solo frenó a Hicks, a quien pareció decirle unas palabras de ánimo, luego le palmeó la espalda.

Se sentó enfrente de los monitores, comprobó las comunicaciones una vez más.

—Todo claro —musitó.

Ripley se colocó a su lado. No podía negar que la mujer tenía energía y carácter. Si la dejaba, le arrollaría a él y a sus hombres.

—Es una operación militar, no puede dar órdenes. No intervenga en la toma de decisiones, podría confundir a mis hombres y eso sería faltal —mis hombres, mis hombres, extrañas palabras.

Puede que fuera un poco gilipollas. Su ex-mujer, de hecho, le había dicho en una ocasión "Eres tan gilipollas que solo llegas a ser un poco gilipollas". Puede que tuviera razón. Pero no era tan orgulloso como para desdeñar un par de ojos expertos.

—Vasquez y Drake van los primeros. Si encontramos algo, ellos lo verán antes que nadie —le indicó los monitores, le dijo que podía coger una silla y ponerse a su lado —. Si ve algo...inusual, por extraño que le parezca no se calle.

Le frenó unos momentos para susurrarle unas palabras al oído. Durante el briefing el cabo había dejado claras sus sospechas sobre la Weylan y sus oscuras intenciones. Hicks sabía hacer algo más que apretar el gatillo. Sabía pensar.

—Si yo no puedo, vigile a Burke.

Así dejaba clara dos cosas, que él estaba de parte de los marines y no de la compañía, y que tampoco se fiaba de Burke.

Bishop escucho atentamente la poca amabilidad de Ripley y le respondio

-Entiendo que usted desconfíe, no quiero incomodarle, solo hago mi trabajo de poder presentarme como utilidad para lo que usted necesite. Ahora sí no quiere recurrir a mis servicios no habrá inconveniente alguno, pero estaré siempre dispuesto para lo que necesite.- le dijo sonriente, ya que como androide su deber era ser lo más amigable y sirviente para la tripulación.

Llegando al planeta de los xenomorfos los soldados se preparan para la misión, el sargento Gorman antes le llama para que de los sensores de movimiento y bishop le responde.

-Claro sargento.- dijo amablemente y verifico que los sensores funcionarán correctamente.

Todos en el grupo estábamos acostumbrados a lo que se nos podía venir encima. Entre bromas y risas, había espíritus indomables, a la vez que orgullosos y llenos de sacrificio, como no podía ser de otra manera, no tanto por otros como por nosotros mismos. Ninguno del grupo, por muy gilipollas que fuese, iba a permitir que nos ocurriera algo a los demás.

Esa hermandad de sangre se había mantenido durante siglos, y continuaría haciéndolo, y eso era precisamente lo que convertía a los Marines en algo tan especial.

Cuando Gorman se me acercó, me di cuenta de que a su manera, él también deseaba formar parte de todo aquello, que no solo actuaba como un estirado oficial sin experiencia, sino como alguien a quien le importábamos.

Le miré, concentrado, y asentí.

-No se preocupe, Teniente -le dije, antes de salir junto a los demás.

Ambos pensábamos lo mismo. La compañía y Burke eran la misma cosa y no podíamos fiarnos de ellos.

No entendía porqué Ripley quería encasquetarles al tipo de la compañía, la miró. Era evidente que ese hombre no tenía experiencia para trabajar junto a los marines en las misiones de reconocimiento. “Todo esto es una puta mierda que nos va a explora en las narices”

Se acercó a la mujer —es la única que ha visto esos bichos, sabe como son, en el caso de que no sea un mal sueño todo eso que cuenta, nos vendría muy bien que nos refrescara la memoria antes de salir a este maldito planeta.

Fue en busca de su M56, sin saber si su comentarío tendría respuesta. Tomó todos los cargadores que podía guardar en los múltiples bolsillos de sus uniforme y miró a Drake, le dio un ligero toque para apartarlo —no llegues tarde a la fiesta —y se dirigió hacia la puerta donde se encontraba el sargento. Comprobó el sistema de seguimiento integrado en el visor y movió fascinada su arma, el cargador de tambor de 500 balas era capaz de escupir 1200 proyectiles por minuto en modo automático o en ráfagas, eso junto a la pintura blanca que resaltaba la palabra que habían elegido para ser la última que vieran los enemigos,“Adiós”, le daba la suficiente confianza para salir al exterior.

Como si fuera una danza ensayada en muchas ocasiones, salieron a la vez, con el mismo movimiento, pero en sentidos diferentes, intentando asegurar los primeros pasos que daban en la superficie de LV-426

El grupo de marines se puso en marcha como si fuera un solo hombre. Todos sabían lo que tenían que hacer y cómo tenían que hacerlo. La primera escuadra, compuesta por Vásquez, Apone, Frost y Hicks, avanzó rápidamente hacia la entrada del complejo. Se posicionaron en los bordes de las grandes compuertas abiertas y entraron como uno solo desplegándose en diamante.

El sargento ordenó el alto y sacó unos binoculares con los que enfocó la parte frontal de Hadley's Hope. Allí, bajo una lluvia torrencial, no se movía ni una mosca. Apone hizo un barrido completo antes de ordenar de nuevo el avance. El grupo corrió hacia la entrada norte del complejo principal mientras el segundo grupo, compuesto por Hudson, Crowe, Dietrich, Wierzbowski y Drake, cubrían el avance. A una orden por radio del teniente, este último avanzó posición hasta situarse junto a Vásquez.

Una vez en la entrada norte, y cubiertos todos los flancos, Hudson avanzó hacia la cerradura eléctrica. Abrió el panel y sacó un dispositivo que conectó a la terminal. Después de unos segundos, el aparato realizó la derivación y la compuerta se abrió con un pesado ruido metálico revelando la ominosa oscuridad del interior

Bien nenas, ahora el avance con calma. Vasquez, tu primero. El detector de movimiento bien encendido y atentos a lo que pueda detectar. El resto entramos cubriendo a Vasquez. Avanzamos despacio e inspeccionando las habitaciones que nos vamos encontrando.

El segundo grupo entrará cuando avancemos nosotros unos cuantos metros, cubriéndonos la espalda. 

Teniente, procedemos a entrar en el complejo. 

Asqueroso Clima...

Era el momento en que Ricco dejaba la chabacanería de lado y se ponía serio, podía ser un horror mutante como en el matiné de sábado, pero un grupo de rebeldes separatistas con armas de contrabando podían hacer y deshacer en un asentamiento apartado muchísimo daño. 

Piratas espaciales o milicias privadas también eran del tipo de cosas que no quería encontrarse, en su experiencia los humanos eran la peor criatura que podían tener de contrincante, la mejor eran los Arcturians.

Le dio un toque atrás en el hombro a Vazquez señalándole que iba detrás suyo, con una señal le indicó a Hicks que se encargaría del flanco derecho mientras le pedía en gestos que hiciera lo mismo con el flanco izquierdo, trotó y aceleró en la formación que habían designado usando su mira como referencia en la búsqueda de objetivos.

-El sitio está silencioso como una tumba, eso se lo concedo a nuestra especialista. 

Flanco derecho sin novedad, no hay luces de ningún tipo.

Aquellas eran señales tempranas de algo irregular también, pero la gente al mando era la que debía tomar las decisiones y sacar las conclusiones.

La instalación parecía tan muerta como una de aquellas formaciones rocosas que parecían cubrir la mayor parte de la superficie de aquel planetoide. Aquella luna tenía una superficie irregular y sin duda alguna, no parecía el lugar ideal en el que formar una colonia. Me pregunté quién demonios sugeriría establecerla allí, y con qué propósito, encontrándose a casi cuarenta años luz de la Tierra y sin que allí hubiese algo especialmente interesante.

Quizás contenga alguna clase de mineral importante, pensé, mientras contemplaba a mi alrededor la desolación de aquel lugar.

Calpamos, el planeta alrededor del cual orbitaba aquella luna, tampoco era especialmente interesante; un gigante de gas como cualquier otro que suponía únicamente un enorme objeto en el camino hacia cualquier otro lugar.

Toda esa falta de motivos hacía que ideas de lo más peregrinas me asaltasen continuamente, como que aquella colonia no había sido más que un “criadero” para las criaturas que Ripley y su Nostromo habían encontrado en el planeta. Pero eso significaría que Hadley’s Hope y su más de ciento cincuenta colonos, habían sido poco más o menos que sacrificados.

A una señal del sargento, todos nos detuvimos y yo eché una mirada atrás para comprobar si tal y como esperaba, Frost y Vásquez me seguían. Entonces volví a pensar en Burke y lo que podía significar que estuviese allí.

¿Había venido como un auténtico asesor, para lavar la imagen de la compañía… o simplemente para asegurarse de que todo marchaba según el plan, que no podía ser otro más que “criar” a una buena cantidad de criaturas, ¿para utilizarlas como… qué? ¿Armas biológicas, tal vez?

A lo mejor solo era un buen tipo en el lugar equivocado, pero con el tiempo, todos desarrollábamos un instinto que nos permitía desconfiar de aquellos que sabíamos podían traicionarnos y algo me decía que Burke pertenecía a esa clase.

Aferré el arma con más fuerza, compensando el agua nos caía por todas partes y que provocaba que involuntariamente, se me deslizase ligeramente el cañón entre las manos. La gravedad era algo menor que en la tierra, y eso era de agradecer, pero era lo único positivo, a la vista de clima que nos asaltaba.

Esperamos a que el sargento hiciese un barrido de la zona y por su rostro me di cuenta de su frustración al no distinguir absolutamente nada. Si los colonos estaban con vida, debían encontrarse en el interior pero entonces, ¿por qué no habían respondido? La maquinaria que veíamos parecía haber sido abandonada desde hacía bastante tiempo.

Mala señal.

Cuando las comunicaciones cesaban, solo había dos motivos posibles: o no querían contestar… o no podían. Si el sistema estaba en buen estado, y desde fuera no parecía que hubiera problemas en ese sentido, había que establecer que por cualquier motivo, eran incapaces de acceder al sistema de comunicaciones. Si ese era el caso, quizás estuviesen cercados en alguna parte del complejo, sobreviviendo como buenamente podían, porque algunas de las “cosas” de Ripley hubiesen entrado.

Deseaba equivocarme, pero mi instinto me decía que no lo hacía.

Finalmente, el sargento volvió a dar la orden de avanzar y proseguimos hacia la entrada norte, mientras el resto del grupo nos cubría desde el otro lado. Frost me hizo una señal y se encargó del flanco derecho mientras yo no perdía de vista el izquierdo, hasta que finalmente, llegamos a la puerta.

La entrada estaba asegurada, pero cerrada. Miré a Hudson y le hice una señal, adelantándome a su llegada para cortocircuitar los sistemas y abrir la puerta. Era el momento. Aferré con más fuerza si cabía el arma, mientras nos preparábamos para entrar en el complejo.

La primera bocanada de aire no dejó lugar a dudas. Estaba viciado y tenía ese aroma especial que recordaba a la muerte. El pasillo estaba oscuro y silencioso, sin movimiento, sin energía, muerto por dentro, a pesar de su apariencia externa.

Un primer vistazo, rápido, me indicó que aquel lugar había sido atacado y que las defensas habían resultado sobrepasadas sin el menor esfuerzo. Se desvanecía así en mi cabeza la posibilidad de que aún hubiese gente con vida, aunque me resistía a creérmelo. Siempre había un motivo para seguir luchando y ciento cincuenta colonos eran razón más que suficiente.

Miré entonces al Sargento, mientras le indicaba a Vasquez que actuase como punta de lanza y registrase el movimiento. Una vez hubo entrado el primer grupo, me moví para liderar el mío y manteniéndome a cierta distancia, tanto de Wierzbowski, que era quien cerraba el primer grupo, como de Frost, que avanzaba por el lateral derecho.

Era el momento de la verdad.

Tap, tap, tal, el correr de sus dedos sobre su pierna. “Tap, tap, tap” sus pensamientos chocando contra su cráneo. No pasaba nada. Era una buena señal. Hasta que pasaba. Y entonces todos dependerían de él. Y de Apone. Apone estaba sobre el terreno. Él era como “Dios”. Lo veía todo, tenía la situación de todos, información, planos. Vaya, había olvidado abrir los planos. Los buscó entre sus descargar, los abrió y los extendió sobre la mesa. Se los mostró sobre la mesa a Ripley, pasajes, conductos de ventilación, cableado eléctrico. Todo. Marcó con una ficha roja al grupo uno, con una azul al grupo dos.

No apartaba sus ojos de las pantallas. ¿Se le escapaba algo? Ripley le daba seguridad. Era extraño pero así era. Como tener a su madre al lado. Sus ojos quizás captasen lo que él no podía captar. Todo parecía despejado. Había lluvia, sombras, frío. Él estaba sentado, cómoda. El arma lista, en su funda. Un arma pequeña. Un el rifle reglamentaria. Un arma pequeña, combates a corta distancia para defensa personal, nada más. Era un marine, pero no como sus hombres. Para él no importaban los saltos o su puntería, importaba lo despierto que pudiera estar, la velocidad de pensamiento, la capacidad de decisión. “Y en eso soy rápido”.

En el simulador no había fallado ni una. Carraspeó, tosió un poco. Tenía la garganta seca. Se dio cuenta que lo había hecho por todos los canales, en abierto, tenía el chivato encendido. Lo cortó. Se mantuvo alerta, atento. Era evidente que algo había sucedido. No se veían colonos. En su fuero interno esperaba que no estuvieran todos muertos.

—…

No respondió a Apone, su labor ahora era observar, no quería perturbar su concetración. La misión estaba en manos de sus hombres. “Adelante marines”.

Burke permaneció detrás de Ripley, detrás de Gorman. El teniente sacó un plano, lo extendió sobre la mesa, colocó unas fichas. Burke no era experto en tácticas de combate. A decir verdad, ni siquiera tenía una ligera idea. Se centró en las cámaras: Llovía, estaba oscuro, la señal no era del todo buena. Había que centrar la vista, Burke lo hizo. Observó a los marines moverse en dos grupos coordinados. Avanzaron dirigidos por Apone. Los exteriores de Hadley´s Hope estaban vacíos, desiertos. Ni un alma, ni una señal de vida.  

Finalmente, los marines llegaron hasta la puerta norte del complejo, la forzaron sin dificultad y Burke sintió un nudo  en el estómago.  

Veía al teniente nervioso por sus gestos. Suponía que a estas alturas se le habría pasado ya el susto del descenso, pero o bien no era así o aquel hombre solamente había estado en simuladores toda su vida y esta misión era la... ¿cuántos saltos dijo que había dado? ¿Tercera como teniente?

Y de golpe le vi buscar algo y sacar unos planos. ¿En serio? ¿En 57 años no habían avanzado lo suficiente como para introducirlos en un ordenador? Sentía que cuanto más evolucionábamos, más volvíamos al inicio de nuestra raza y que al final, no seríamos más que simples monos. Al menos Gorman sabía leer los planos y por fortuna yo también. Seguí con interés sus indicaciones y los dedos señalando cada punto clave.

- Los conductos de ventilación, ¿qué dimensiones tienen? ¿Lo pone por algún sitio, teniente? - Le pregunté sabiendo como le gustaba jugar a aquella cosa.

Luego miré a Burke. Estaba muy callado también y no entendía el motivo. - ¿Ha entendido la explicación de los mapas, señor Burke? Porque no podemos explicarlo más claro ni con mejores dibujitos. - Le dije con sarcasmo al hombre. Sentía que me había engañado. Que nos habían engañado a todos. Al menos los marines iban avisados de lo que podrían encontrar y yo aún rezaba por equivocarme.

Entonces el teniente tosió y dudé si era por mis palabras o por algo más, pero le miré igualmente, esperando la respuesta sobre el tamaño de los túneles, respuesta que me daría por lo que vi a micro cerrado. Quizás mejor así, porque la redencilla con Burke estaba servida y no quería distraer a los marines.

Y por los monitores vi como llegaban a la entrada del complejo bajo la intensa lluvia y la abrían. Mi corazón se quedó encogido y mi respiración se detuvo en aquel instante en el que les vi pasar hasta que Frosty reportó que en su flanco no había nada... y la paz del momento me devolvió la respiración, pero mi estado de alerta se había disparado.