Partida Rol por web

Íbamos bien. Newt se sabía el camino de memoria y se explicaba con rapidez. Eso hacía que Hicks girase a tiempo en su debido momento. La verdad era que estaba en tensión, demasiada calma y no sabía bien como se movían esas cosas, si por el olfato o el oído, aunque estaba claro que lo segundo les influía, pero... ¿nos tendría localizados ya?

Que de golpe cayensen tres de esas cosas en torno a Apone me dijo que sí, que así era.

- ¡Newt! ¡Al suelo! - Exclamé a la pequeña mientras me giraba para disparar a aquellos malnacidos. Dos no tardaron en caer, pero el tercero se resistía...

Tras lograr escabullirse de los ataques repentinos de los aliens, Ripley disparó rápido contra ellos, acabando con dos. El sargento apuntó al tercero y descargó sus balas contra el. 

Buenos disparos Ripley- le dijo el sargento. 

Sin perder más tiempo, entramos en los túneles de ventilación, avanzando como conejillos dentro de un laberinto, agachados y moviéndonos tan deprisa como podíamos. Caminaba en primer lugar, mirando hacia atrás a cada momento, seguido por Ripley y la pequeña, que iba haciendo indicaciones sobre el camino que debíamos seguir.

Desde luego, si alguien sabía moverse por aquellos conductos era ella.

Sin embargo, no todo iba a ser tan sencillo. Los conductos se comunicaban unos con otros como una maldita red y en todas direcciones, hacia abajo y hacia arriba, y no únicamente por delante y por detrás, haciendo que cada intersección fuese un peligro potencia.

Pero sobre todo, eran muy rápidos, más que nada que hubiese visto antes. Solo así se explicaba que cayesen de pronto sobre el sargento sin que ninguno de nosotros pudiera haberlo previsto.

-¡Sargento! -grité, mirando entonces a Ripley. No hizo falta más porque reaccionó con rapidez y entre ella y el propio Sargento, acabaron con las criaturas que le habían caído encima.

Aliviado, le eché una última mirada a Ripley antes de seguir, y reanudé la marcha.

No podíamos detenernos ni un solo instante.

El sonido de los disparos retumbaban en aquel lugar y le hacían sentir que esos malditos aliens se habían multiplicado y estaban por todas partes. Comprobó el trozo de conducto donde se encontraba. No habían conseguido entrar en esa sección, pero más adelante escuchaba las maldiciones de Apone, los gritos de Ripley y los lloriqueos de la pequeña. Eran jodidamente vulnerables en aquel lugar y ella no podía hacer nada. Cuando todo terminó guardó silencio para intentar adivinar el resultado de toda aquella locura, y respiró aliviada, parecía que no habían sufrido perdidas. Esa era una de las raras veces en las que no pudo decir una palabra, habían tenido suerte y no quería espantarla atrayendo, con su voz, a más bichos. Siguió adelante, tras Hudson, sin quitar el ojo de la oscuridad que la perseguía.

El grupo continuó avanzando. Podían escuchar a los xenomorfos moverse por los túneles laterales, buscando la manera de cortarles el paso y acabar con ellos. Newt dijo que ya iban por la mitad de camino, que faltaba poco. En ese momento, volvieron a atacar al valiente sargento, que se colocó delante de la niña para protegerla.

De nuevo dos criaturas aparecieron de la nada y el sargento se colocó frente a la niña en un intento de protegerla del peligro. 

Nuevamente detuvimos el avance, puesto que nuestro sargento se había convertido en un imán para los aliens. Apunte con mi rifle y eliminé a uno de ellos para acto seguido, eliminar al siguiente y dejar a nuestro sargento libre de enemigos.

En esta ocasión no tuve que avisar a Newt para que se agacharse, puesto que la niña se dio cuenta enseguida del problema y se tendió en el suelo para no resultar herida.

- Sargento, ¿no llevará un bocadillo de chorizo caducado? Porque no paran de ir a por usted y eso es... - Un alivio para mí. Con Hicks y Newt a salvo, estaré bien.

Newt iba todo lo rápido que podía, pero aquellos hombres tan grandes no eran tan ágiles como ella allí en los pasadizos. Los monstruos ya les habían intentado emboscar en dos ocasiones y, en las dos había sido alguien adyacente a ella quién había sido atacado. ¿Y si era ella el objetivo? ¿Y si todo aquel revuelo re estaba formando porque los aliens querían atraparla a ella y llevaban persiguiéndola por los conductos de servicio semanas y ahora, por primera vez, la tenían a tiro de piedra? Quizá ese era el asunto. Por algún motivo aquellos seres habían acabado con todos los colonos de Hadley's Hope... salvo ella. Quizá era algo tan sencillo como la voluntad de dar por terminado el trabajo y hacerse con el planetoide por completo. 

La sola idea puso los pelos de Newt de punta. No se sentía a salvo... probablemente nunca jamás volvería a sentirse a salvo. Ni siquiera cerca de Ripley o Hicks. Ni un pelotón entero de aquellos hombres y mujeres le harían sentirse completamente inmune a aquella maldad negra que les acechaba. Pero al menos sabía que esos pocos harían todo lo que estuviera en sus manos para salir de allí quienes llegasen al final del camino.

Afortunadamente la estrategia del enemigo ahora era más y más evidente. Les acechaban desde los conductos adyacentes. Si la pequeña se hacía un ovillo en el suelo en cuanto apareciese, no podrían atraparla. Y además dejaría hueco por el que los soldados podrían acabar con esos malditos bichos.

Será que les llama mi color de piel, por eso de que tenemos el mismo- responde el sargento ante las palabras de Ripley- hay que continuar, creo que queda poco para llegar- o eso esperaba el sargento.

¿Todo bien por atrás Vásquez?

Continuaron por los túneles, moviéndose deprisa. Cada vez estaban más cerca de su meta. Entonces sobrevino lo inevitable: Hudson pasaba sobre una de las trampillas anexas que se abrían en el suelo cuando esta cedió. Cayó a su interior pero pudo agarrarse antes de precipitarse al vacío.

-¡No, soltadme hijos de puta! -era evidente que algo tiraba de él hacia abajo. Intentó agarrar el arma que se le había caído pero antes de que lo lograra, una mano terminada de unas terribles garras le sujetó de la cara y tiró de él hacia abajo. El valiente marine desapareció entre gritos...

Vasquez sonrió a Hudson. En la cara de este podía ver una sonrisa sardónica, los disparos de Ripley parecían haberle impresionado. Ninguno esperaba mucho de aquella mujer, y poco a poco se estaba convirtiendo en un elemento clave para salir de allí, la niña confiaba en ella y eso ayudaba a todos. Y ahora su arma también los estaba ayudando. Ese minuto de calma después de la tempestad la dejó pensar, y se dio cuenta de que había una pequeña posibilidad de salir de ese túnel con vida.

Al escuchar la voz de Apone se giró para comprobar que no había ningún bicho acercándose desde esa otra dirección.

—¡¡Todo bien por aquí, sar... Noooooo!!

Las palabras de Hudson se le clavaron en los oídos, no podía estar pasando otra vez... esos malditos bichos. Enmudeció, el soldado había desaparecido en un instante, no lo había ayudado, no había reaccionado a tiempo, se quedó mirando a la oscuridad donde segundo antes se había encontrado su compañero y gritó.

—¡¡Hudsooon!!

El avance continuaba produciéndose, arrastrándonos por aquellos conductos como si fuésemos ratas en un laberinto, pero lo peor no era eso, ni siquiera que estuviésemos huyendo para salvar nuestras vidas, sino que sabíamos que las criaturas nos seguían para caer sobre nosotros en cuanto pudieran.

Dos voces me volví al oír disparos, cuando cayeron sobre el sargento, el cual milagrosamente había logrado sobreponerse a ello, y una tercera vez más cuando oí la voz de Hudson resonando en el metal.

Por instinto, me llevé la mano al arma e hice amago de regresar, pero era ya demasiado tarde y lo sabía, antes incluso de escuchar sus gritos y también los de Vasquez que le acompañaba.

Sudando a causa del calor y el esfuerzo, miré a Ripley. Una vez más, nuestras miradas se encontraron a medio camino entre la desesperación y la eterna pregunta de por qué habíamos tenido que encontrarnos en un lugar así, en lugar de en la terraza de un maldito bar. Ella se habría acercado a mí y me habría preguntado cualquier cosa, o yo le habría preguntado si podía invitarla a algo, iniciando así una conversación que ambos esperaríamos condujese a algo más, sonrisas de complicidad, entendimiento mutuo, quizás unas caricias...

Pero en lugar de todo eso, nos deslizábamos por unos conductos de ventilación infectos, sabiendo que el próximo paso podía ser el último.

-¡Ya estamos cerca, sigamos! -le dije finalmente, intentando mostrarme esperanzado e intentando no pensar en nada que no fuese salir de allí.

Asentí con la cabeza, esperando que ella me devolviese el mismo gesto, uno que nos volviera a unir por unos segundos al menos, y después me volví para seguir avanzando.

Ya casi llegábamos.

Podíamos conseguirlo.

No sabía si era por el color de piel del sargento o no, pero ya eso de que fuesen a por él tanto se me hacía raro... tras lograr liberarle, continuamos avanzando. El sudor, la incomodidad al movernos por allí y ver que aquello era una ratonera donde me sentía en medio de una emboscada me ponía cada vez más nerviosa.

Seguía a Hicks, mirando hacia atrás de vez en cuando... y fue cuando el suelo se abrió y se tragó a Hudson. Rápidamente agarré a Newt y la traje hacia mí, sabiendo que no podíamos hacer nada por él y cubrí sus oídos con una mano y mi cuerpo en un vano intento de que no escuchase los alaridos de dolor del marine.

Y en ese momento miré a Hicks, temiendo que él o yo fuésemos los siguientes. Me hubiese gustado poder abrazarle en ese momento, incluso besarle por si no habían más ocasiones. Pero había que salir de allí cuanto antes.

Y asentí a Hicks a sus palabras.

- ¡Vamos! ¡Demostremos a estos hijos de puta que los marines no sois tan fáciles de aniquilar! - Exclamé intentando animar a los que quedaban, cuando la verdad era que estaba aterrada y deseando salir de ese lugar.

Entonces solté a Newt y acaricié su rostro antes de comenzar a avanzar detrás de Hicks.

- Espero que solo sean unos metros más... porque esto me está agobiando y no sé si aguantaré la presión. - Pensé para mí sintiendo el sudor caer por mi piel con más intensidad.

Ya estaban a punto de alcanzar la salida de los túneles de ventilación. A unos veinte metros más adelante, se abría una enorme rejilla y tras ella se podía ver las luces de la plataforma de aterrizaje. Un aire frío les golpeó en la cara debido al viento reinante en el exterior. Solo unos cuantos pasos más y saldrían del aquel terrible planetoide...

Ya justo parecía que iban a poder salir de allí con vida, ya podía notar el aire del exterior... y justo en ese instante volvieron a aparecer dos de aquellas criaturas en su zona que se abalanzaron sobre la pobre niña. El sargento, no lo dudó, en un abrir y cerrar de ojos empujó a la niña a un lado para apartarla de esas bestias, pero no tuvo tiempo de poder esquivarlas. Una de ellas la agarró y le arrastró por el túnel, haciendo que el sargento desapareciera por los fríos corredores de aquel lugar.

El aire frío en el rostro me hizo recuperar el ánimo. - ¡Vamos! ¡Ya casi estamos fuera! - Exclamé esperanzada, pero no conté con que aquellos cazadores habían encontrado la forma más cómoda y rápida para emboscar y atrapar a su presa. Al oír la rejilla de metal caer al suelo me giré con violencia y apunté con mi arma para ver como Apone era arrastrado al interior del túnel.

Esta vez no hubo gritos.

Tiré de Newt hacia mi sin dejar de apuntar al lugar por donde había desaparecido el sargento. Me había demostrado mucho, su valor, su saber estar. Para mí sin duda me hubiese gustado ser un marine de verdad y seguir sus órdenes pues sabía lo que hacía y como. Así que mi dolor no debía ser nada comparado con el que sentían Vásquez o Hicks en aquel momento.

Me tentó disparar por el hueco, pero si daba a esas cosas caerían sus cuerpos y su ácido contra mí. No era una opción viable. - ¡Vásquez! ¡Cruce! Yo la cubro. - Le indiqué a la marine sin dejar de apuntar a  la trampilla, esperando que Hicks estuviese cubriéndome el trasero en aquel momento.

-Ya nos lamentaremos luego, cuando salgamos de aquí. -Les dije a los presentes y cuando Vásquez pasó por aquel agujero y no pasó nada, retomé mi posición para seguir a Hicks, no sin antes mirarle a los ojos una vez más y deseando cada vez con más fuerza, lograr salir de aquello para tomarnos ese merecido café y esperaba que él unas merecidas vacaciones indefinidas del Cuerpo Colonial de Marines.

No quería estar esperándole en casa y descubrir que había muerto en acto de servicio.

Vasquez avanzó a regañadientes. La cara de desesperación de Apone se le quedó grabada a fuego, cerró los ojos por un instante intentando reprimir un grito de furia, y aun con los ojos cerrados podía ver la imagen del sargento. Sabía que iba a morir, eso era lo que podía leer en sus ojos, le faltó valor para disparar sobre él y ahorrarle todo el sufrimiento que le quedaba por pasar, pero no pudo. La marca de aquella misión la llevarían siempre en el alma. Tal vez solo le quedaba de vida unos minutos, o tal vez con algo suerte saldrían de aquellos malditos túneles y volarían aquel lugar, y así podría dejar de sufrir. Quería creer en todas aquella buenas intenciones, pero le daba en la nariz que no iba a ser tan fácil. Un último vistazo atrás la retuvo unos segundo para después seguir a Ripley, era una marine colonial y tenía que seguir adelante.

Desde el momento en que la tubería se cerró tras él, Bishop se vio envuelto en la oscuridad más absoluta. La estrechez en la que estaba sumido habría vuelto loco al claustrofóbico más agudo, pero él era un androide y no sentía nada de eso. Sólo tenía un objetivo en mente: alcanzar el final del pasaje.

Arrastrándose despacio, el androide empezó a reptar hacia el exterior. Sobre él escuchaba a veces golpes y pisadas. Lo asociaba a los xenomorfos que corrían libres por la estación. Sabía que no tenía nada que temer de ellos. Los aliens buscaban criaturas orgánicas para gestarse en su interior. Él era sinténtico. Tenía el mismo atractivo para esas criaturas que una puerta o una silla.

Lo cual le hizo preguntarse algo ¿A dónde llevaban a los que secuestraban? Había huevos y existían unas criaturas en forma de larva. Todo eso lo sabían, pero... ¿Quién ponía esos huevos? Tenía que ser algo que aún no habían visto...

Una vez fuera, expuesto al viento y a la lluvia, localizó rápidamente la antena de transmisiones. Desplegó la consola portátil y la conectó con rapidez. Comenzó a introducir rápidamente los comandos que activarían la nave de descenso por control remoto y le permitirían controlarla con el pequeño mando insertado en la consola. Todo fue como la seda. La nave venía en camino.

Mientras Bishop hacía todo eso, el resto luchaba por su vida en el interior de la colonia. Gorman, Burke, Hudson y Apone cayeron en la refriega. El resto logró llegar por fin a la salida del conducto y de ahí a la salida Norte.

Observaron aliviados como la nave de descenso ya se encontraba allí. La pasarela bajada prometía seguridad y salvación. Corrieron hacia ella mientras Bishop les seguía.

-¿Dónde están los demás? -preguntó el androide a gritos para hacerse oír por encima del estridente viento.

Resultaba del todo incomprensible que todos hubiesen caído en la zona del sargento y una lástima que al final, ni él ni Hudson lo hubiesen logrado. Era como si fuesen acabando con nosotros uno por uno, gota a gota, con objeto de acabar con nuestra confianza y también para hacernos sufrir por el camino.

No, obviamente no era por eso, pero así era como me sentía, como si a la vuelta de la esquina algo estuviese esperándonos para llevarse a alguno de nosotros porque simplemente era nuestro turno.

Cuando increíblemente logramos llegar al final del conducto y salir al exterior, ni siquiera tenía claro cómo me sentía. ¿Agotado? ¿Aliviado? Alargué una mano para ayudar a la pequeña y a Ripley cuando tiré, me encontré con ella entre mis brazos y a escasos milímetros de mí.

Fijé la vista en sus hermosos ojos y endurecidas facciones, mientras mi corazón latía a mil por hora y no se debía ni mucho menos a que hubiésemos, por el momento, conseguido eludir a la muerte, sino por su cercanía, por sentirla justo entre mis brazos como si aquella fuese la cita que habíamos estado esperando.

Así que la besé.

No fue un gran beso, ni mucho menos, pero sí cuanto podía dar en esos instantes. Presioné sus labios con los míos mientras pegaba mi cuerpo y dejaba que mis labios resecos se deslizaran por los suyos, entreabriendo la boca para permitir que mi lengua se deslizara en el interior de su boca y buscase a la suya para unirse en una caricia húmeda, temblorosa y desesperada. Me sentía como un adolescente ante su primer beso, porque bien podía ser el último, y eso hizo que a pesar de no ser demasiado bueno, se sintiese precisamente como sí fuese el mejor de todos.

Cuando me separé de ella, sin apartar la vista, tardé en tragar saliva, saboreando todavía su piel entre mis labios, y cuando por fin lo hice, esbocé una sonrisa.

-Esto es solo un adelanto, Ripley, por si pensabas que había cambiado de opinión y no acudiría a la cita -le dije.

Después me fijé en la presencia de Bishop y también de la aproximación de la nave, mientras los demás terminaban de salir del conducto. A lo mejor todavía existía una posibilidad para nosotros.

-No lo han conseguido, Bishop. Solo estamos nosotros -le respondí al androide, volviéndome hacia él y apartándome, a mi pesar, de Ripley.