Partida Rol por web

All Americans

Epílogo

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09/11/2010, 11:44
Director

Enero de 1946. La guerra llega a su fin. Volvéis a casa.

Sicilia...Normandía...Holanda...Ardenas...Berlín...Lugares que nunca desaparecerán de vuestras mente. Dos años y medio de lucha constante y encarnizada contra un magnífico rival; El ejército alemán.

Pero para lo bueno y para lo malo, aquello ya es historia. Sólo queda el recuerdo de los amigos y enemigos abatidos, de las heridas sufridas, de las derrotas encajadas y las victorias conseguidas.

Llegáis a Nueva York, recibidos como héroes.

 

Se escribirá mucho sobre lo logrado estos años. Se darán medallas, se harán museos, la gente os señalará por la calle al grito de "un veterano de guerra", al menos durante un tiempo. Pero lo que siempre quedará es el orgullo de haber luchado contra la tiranía, y por supuesto, la hermandad para con vuestros compañeros. 

 

Pero también hay que volver a la realidad. Reencontrarse con la familia, buscar un empleo y un hogar...Al fin y al cabo, sólo sois personas normales y corrientes, cuyo único mérito fue realizar las gestas más grandiosas y dificiles durante la guerra más feroz y sangrienta.

Tan sólo sois miembros de la 82 División de Infantería Paracaidista

 

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15/11/2010, 03:13
Bartholomew Sparks

En la estación de tren de Canal Street, el veterano bajó en la parada, todavía con su uniforme de servicio puesto, con dos hileras de "ribbons" de medallas que le habían concedido a posteriori. Algunas, simplemente eran por haber participado en algunos frentes de aquella guerra que les había llevado hasta el mismísimo corazón del Reich.

Atardecía en la calle cuando, sacando un cigarrillo de la guerrera, se lo intentó prender con poco éxito. Una mano amiga le ofreció una cerilla encendida, y detrás de ella la sonrisa de un hombre con aspecto de taxista.

-Seguro que necesita que le lleve, jefe -dijo el chaval.

Él asintió, sonriendo, mientras daba la primera calada. El propio taxista cogió su petate y lo cargó en el vehículo, mientras él se montaba en los asientos de atrás. El taxista subió poco después, girándose para mirarle.

-¿A donde le llevo?

El sargento Sparks miró a su reloj de pulsera, sustraído a un teniente de la 101 muerto en combate que se encontró en una zanja holandesa.

-A Brooklyn. Calle Waters, nº14.

El taxista trató en vano de darle conversación de camino, contándole que su primo había estado en la guerra, sirviendo en la infantería regular y caído en Monte Cassino. Aquella referencia le hizo parpadear, mientras miraba por la ventana el paisaje que iban recorriendo. Los muchachos caídos. Les recordaba a casi todos, pero a algunos más que otros. Y no solo a los suyos, si no a los alemanes también, que habían muerto a sus manos. Todos ellos tendrían alguien que les esperaba, alguien que deseaba que regresaran al hogar, y que nunca les volverían a ver.

La despedida en el embarcadero de Norfolk fue sobria. Dió la mano a cada uno de sus hombres, a los que habían sobrevivido, y les deseó mucha suerte en su vida como civil. También les dijo que había sido un honor tenerlos como compañeros, y que esperaba que, en el futuro, pudieran reencontrarse.

Su ensinismamiento le hizo perder la noción del tiempo, y se encontró con el rostro del taxista girado en el asiento, mirándole algo más serio.

-Jefe, nº14 de la calle Waters. Son 7 con 50.

Carraspeó, abandonando la tarifa. Luego bajó del coche, mientras el taxista sacaba su petate. Eso le dió tiempo para mirar la calle donde vivió y creció, algo desierta a aquella hora, la de tertulia o la radio después de cenar, en la mayoría de hogares civilizados. Luego, se encontró con el petate al hombro, caminando hacia el portal de su antigua casa, con un extraño hormigueo en el vientre. Era como si no se hubiera ido nunca, y a la vez como si regresara de una Odisea digna de la contada por Homero.

Respiró hondo, tocando el timbre. Había luz en el salón, y podía escuchar la reverberación apagada de la radio que sus padres debían estar escuchando. Se escucharon unos pasos acercándose a la puerta, y el ruido de la mirilla al descorrerse. Parpadeó, mirando al ojo de cristal con una sonrisa.

Medio minuto después, alguien abrió la puerta, alguien joven. Su hermana pequeña, que ya no era tan pequeña, que no terminaba de abrir, como si no le reconociera bajo la luz de la cercana farola.

-¿Qué quiere? -dijo con un timbre de voz bastante más maduro del que le recordaba.

Él sonrió y señaló el petate que llevaba al hombro.

-Dejar esto en mi cuarto no estaría nada mal, Sam.

Ella parpadeó, incrédula. Luego alguien abrió más la puerta, una mano más grande y ya algo huesuda. Su madre estaba allí, y le miró llevándose las manos a la boca, para luego abrazarle fuerte. Dejó que llorara durante unos minutos, frotando su espalda con una mano.

-Apenas escribiste en estos años, estábamos muy preocupados -dijo, mientras se secaba las lágrimas.

Él parpadeó, molesto.

-Esos cabrones de intendencia. Decían que llegaban todas. Aunque imagino que los submarinos alemanes tendrán parte de culpa.

Entró en casa, y su padre le esperaba de pie en el salón, con una sonrisa. Vestía su sempiterna camisa de estar por casa, y parecía cansado tras una dura jornada en la fábrica.

-Vaya, vaya. Así que un sargento -dijo, reconociendo sus galones.

Le abrazó fuerte, y él palmeó su espalda.

-Vuelves hecho un hombre de provecho, hijo mío.
-Eso está por ver todavía, supongo.

Su padre sonrió, invitándole a sentarse.

-Ya habrá tiempo para buscarte un buen trabajo. Ahora siéntate y deja que tu madre te prepare algo.

Su padre tomó asiento después de él, liándose un pitillo de picadura. Su hermana se sentó también, y le dijo que le contara cosas de la guerra. Pero él no habló de batallas, muertes o saltos en paracaídas. Él habló de "los mejores hombres que jamás he conocido". Los hombres de la 82 aerotransportada.

Sus hombres.

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15/11/2010, 10:48
Benjamin Wright

Benjamin Wright era un hombre vengativo.

No tuvo bastante con los nazis que mató personalmente durante la campaña: no compensaban los miles de judíos asesinados en lo que después se denominó el Holocausto, así que tomó otras medidas.

El capitán de su compañía le miró extrañado cuando pidió el traslado, pero no podía negarse: un veterano de la 82, con tantos entorchados de combate que apenas le cabían en la pechera, podía solicitar el destino que le diera la gana.

Así que el 16 de octubre de 1946, en la prisión militar de Nüremberg, Benjamin verificaba que las cuerdas alrededor del cuello de Hans Frank, Wilhelm Frick, Alfred Jodl, Ernst Kaltenbrunner, Wilhelm Keitel, Joachim von Ribbentropp, Alfred Rosenberg, Fritz Sauckel, Arthur Seyss-Inquart, y Julius Streicher estuvieran bien apretadas. Después, se apartó dos pasos, dio un taconazo, y se alejó a la distancia reglamentaria, colocándose al lado de la palanca.

Cuando el alguacil dio la orden, tiró de la palanca con suavidad, y tuvo la satisfacción de ver la caída de los cuerpos, y de oir el "crack" de los cuellos al partirse.

Se había hecho justicia.

Notas de juego

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17/11/2010, 14:55
Ronald Spears

Ronald Spears gozó de una agradable (aunque lamentablemente corta) vida tras la guerra. Como tantos otros veteranos tuvo que reincorporarse a la vida civil. Trabajó unos meses en una cadena de montaje de la General Motors, y otras pocas semanas en una empresa de dragados en Michigan. Por fin tras un año errante consiguió un trabajo en una empresa de exhibiciones aéreas: Gods&Angels.

El carácter ambulante del trabajo le permitió recorrer toda su patria, y de paso le permitió eludir acreedores de diversas deudas de juego. Y es que era un buen jugador de póquer, pero no siempre la suerte acompaña. Así entre timbas y circos se hizo un hueco en paracaidismo acrobático. deleitando al público con formas en el aire y aterrizajes en lugres imposibles.

Pero como en el póquer, la suerte no siempre acompaña, en un espectáculo en su Chicago natal su paracaidas no se abrió, y habiendo prescindido del de emergencia se precipitó sobre los grandes lagos desde 900 pies de altura. Su cadáver nunca se encontró. Era el 2 de septiembre de 1950. El 5º aniversario del fin de la guerra.