Partida Rol por web

Tras hacer el pedido, os marcháis a pasar la tarde con algún pasatiempo, las horas pasan despacio por la espera. Después de varios días, con alguna instrucción y entrenamiento, para no olvidar lo aprendido; veis como vuelve Carl con lo vuestro.

Os repartís cada uno lo suyo, además ha traído una caja, donde aparte de las municiones, hay unos cinco paquetes de tabaco, un par de petacas llenas de whisky y unas tabletas de chocolate. Al final el gruñón de Carl se ha portado bien.

Después de esta mañana tan fructífera, donde sabiamente guardáis los regalos para los días posteriores; vais a comer. Como siempre, Camille tiene cosas que contar...¡y además dan helado! Con este calor sofocante sabe a gloria bendita, aunque se derrite velozmente.

Disfrutais de algo de sombra en una de vuestras tiendas, relamiéndoos todavía por la delicia de nata, cuando aparece el sargento Jeffries...

Se acerca a vosotros con gesto serio.

- Hola chicos...ya han dado la orden, saltamos esta noche.- Sabe que es una notica importante, por lo que espera hasta que lo hayáis comprendido bien.- Preparad todo el equipo e id al aeródromo a las 23:00...intentad dormir algo antes de saltar, no sabemos lo que nos espera allí.

Me levanto cuando oigo las palabras y le hago una pregunta:
¿A que hora tenemos la comida? Es para saber cuanto tiempo tenemos para cosa, antes de saltar

Mientras espero la respuesta, me extraño por mi pregunta, los nervios parecen que me la están jugando, solo pienso en eso, cuando esta noche saltaremos

- Nos darán una cena ligera sobre las 21:00, disfrutadla que las raciones de combate saben a rayos, jaja- Ríe intentado relajar el ambiente.

Había recibido la órden, pero le costaba encajarla. Iría a la guerra, esa misma noche... Por eso les habían dado helado para comer. Vrasfel intercambió unas palabras con el sargento, y este relajó un poco el ambiente haciendo una broma. Esperó un rato, y luego se fue a su tienda.

Procuró no pensar mientras ordenaba y revisaba sistemáticamente su equipo y armas, dejándolas a punto. Pasó en eso un par de horas, y luego se tumbó en el camastro, mirando la lona color caqui de la tienda, y el sol dibujado en ella. No fumó esta vez, sino que se sumió en sus pensamientos. Había vivido todos aquellos días, hasta aquel momento, con la convicción de no le iba a tocar a él... Algunos mueren pronto, pensó. ¿Como evitar pensar en eso? No es lo mismo morir en un accidente de tráfico, que acribillado por la metralla alemana. ¿O acaso si lo es? Era dificil decirlo, porque para entenderlo había que estar muerto.

¿Como hacían los veteranos para dejar de pensar en ello? No podía dormir, y se mantuvo mustio y sombrío durante la cena en el barracón. Luego, salió a dar un paseo, y reflexionó sobre todo ello mientras miraba el fugaz ocaso entre las doradas dunas del desierto. En aquel momento, incluso aquel infierno de arena le pareció algo bello, parte del mundo con el que necesitaba desesperadamente reconciliarse. Cerró los ojos, y dejó que sus pensamientos flotaran en una suave apnea. Al final, llegó a la conclusión de que la muerte era una certeza para todos, y que la guerra no hacía sino acelerar el proceso. Todo iba a depender de la suerte, y de que mantuviera los ojos abiertos y actuara rapidamente y lo mejor que pudiera.

Con estos pensamientos, fue hasta su tienda, y se preparó silenciosa y meticulosamente, comprobando que tenía todos los arneses ajustados y las armas en sus fundas. Comprobó luego el correaje del paracaídas, consciente de que en ello podía irle la vida. Tras darse algo de betún en el rostro, como veía hacer el resto de paracaidistas, se puso su casco (cuyo peso le alivió) y llegó al aeródromo casi veinte minutos antes. Estaba solo, así que se fumó un pitillo, sintiendo el fresco de la noche en el rostro. No tenía sueño. Los nervios le mantenían alerta, en buena vigilia. Había dormido bien el día anterior, y en realidad no pensaba ni siquiera en dormir.

Lo importante, se dijo entre calada y calada, es que iba a ir a la guerra... Y que quería volver de ella entero.

a un costado del grupo esta la no muy distante silueta de Sparks, quien parece un hombre muy pensativo, reflecciona quiza sobre su posible duda entre ir al combate o fingir un dolor para volver, John mira fijamente a este soldado y lo sigue con la vista a todos lados, parese demasiado pensativo, este chico... traga saliba el soldado Sparks si bien lo recuerdo a su nombre añade john creo que piensa mucho, quiza tenga dudas, es un hombre muy pensativo, creo que no me gustaria una persona que dude su accion mientras me cubre la espalda esto ultimo lo dice un poco mas fuerte pero de todos modos el chico no lo olle, john mira a todos lados y luego enciendo un cigarrillo de alta calidad que le profane al general, mi personaje ya tiene la bazoca en mano, cargadores y un equipo pesado, esta provando el equipo para ver si le pesa y deja algo o si se siente bien... por lo pronto espera ansioso y sin temor la guerra que podemos perder

Tras una cena ligera, todo el batallón se reune en el aeródromo. Los focos alumbran todo el lugar, imprescindible para poder saber por donde se anda; los demás soldados, ya sean los encargados de la artilleria antiaérea, los técnicos, los mecánicos o cualquiera que pasaba por alli, se quedaba a contemplar al 505º.

El silencio atrapa a los paracaidistas, ahora están a un paso de saltar sobre las líneas enemigas, por lo que todos están concentrados, y alguno nervioso o rezando para tener la ayuda de Dios. Hay una gran presión sobre sus hombros, y tendrán que cargar con ella, junto a su equipo, armas, paracaídas y demás.

Con tantos kilos encima, os sentís torpes, inchados y lentos; pero de momento estáis sentados en el suelo, donde el Alférez Hodges os repite de nuevo las instrucciones; vosotros os la sabéis casi de memoria, pero al final dice algo importante.

- Recordad, si escucháis algún sonido extraño y queréis saber si es un compañero vuestro, decid RAYO, para contestar se dice TRUENO. Llegaremos allí de noche, por lo que hay que ir con cuidado.

Cuando lleguéis allí, habrá poca luz hasta que amanezca, por lo que cualquier ruido será peligroso.

Una vez repasado de nuevo el plan y el equipo, os disponéis a subir a un Douglas C-47 de las Fuerzas Aéreas.

Subis gracias a la ayuda de vuestros compañeros; dentro de él va el primer y segundo pelotón, por lo que véis a gente conocida, como Camille o Billy. El ruido de los motores apenas os hace escuchar al resto de los chicos...y mucho menos los gases de los que se habían tomado la pastilla contra el mareo hace un rato, que les produce un malestar estomacal.

Se despega sin muchos problemas y hay poca actividad durante una hora aproximadamente, todos sentados y en silencio; ahogados en vuestros propios pensamientos. Pero el viento comienza a producir turbulencias, que se ven agravadas cuando los antiaéreos hacen su aparición.
El avión tiembla anárquicamente, todos se ponen en tensión, con los puños cerrados...hasta que la luz roja se enciende. A la orden de Hodges os levantáis y os engancháis al cable, revisáis el equipo de vuestro compañero de delante...no hay vuelta atrás...madrugada del 10 de julio de 1943...el inicio de la historia...

¡Uno listo!

Se enciende la luz verde...

¡ADELANTEEE!

El sonido de los antiaereos me ponía nervioso, y me hacía apretar la mandíbula. El avión se movía, y sabía que en cualquier momento podían alcanzarnos. Quería, deseaba que aquella luz se pusiera en rojo.

El alférez Hodges se levantó, y la luz se puso en rojo. Me levanté y enganché el cable al mosquetón, revisando mi equipo por enésima vez.

-¡Siete listo! -vocée.

Uno a uno, mis compañeros delante de mi saltaron, y yo me quedé en la puerta, mirando durante un segundo a la negrura de la noche. Era un espectáculo enmudecedor, con los antiaeréos disparando y llenando el cielo de explosiones. No tardé más de un segundo en tirarme al vacío, consciente de que cuando más rápido me lanzara, más rápido llegaría abajo. Era como tirarse a la piscina.

Ya es hora... - pensaba mientras observaba aquella luz roja que iluminaba la opaca escena.

Me levanté y revisé un par de veces mi equipo tras lo cual me formé tras mis compañeros y miraba el paracaídas de quien iba delante de mí, revisando que las cuerdas primaria y de seguridad estuvieran en buen estado.

Las siluetas se perdían en la oscuridad que cubría todo afuera de la nave y en cuestión de segundos llegó mi turno de saltar.

Nos vemos abajo. - murmuré a mis compañeros mientras me acercaba a la escotilla.

¡Tres listo! - fue lo último que grité antes de lanzarme hacia el vacío.

Yo soy el siguiente. Para mi el avión se mueve demasiado y noto como mi cuerpo tiembla con el aparato. Cuanto antes lo haga mucho mejor pienso, mientras que noto como mis pies no están en el suelo y el aire en mi cara, cuando abro los ojos me encuentro volando

aqui listo dice John mientras se acerca a la puereta donde ve a un hombre con la mano señalando hacia afuera y la mueve como indicando que es la hora de que salte de una vez, toma fuertemente su bolsa de pierna, ya que sabe que es lo primero que se cae y con la otra mano se aferra a la cuerda para abrir el paracaidas, al saltar luego de 10 segundos se siente estable y volando, pero miles de tiros por los antiaereos le sumban los oidos, BOOM BOOM BOOM es lo unico que escucha, solo mira abajo, ve fuego, disparos y gente que ya aterrizo, a la derecha ve unas patrullas enemigas que lleban prisioneros a unos pocos, eso le baa un poco la moral, pero no le afecta en nada puesto que esta con la adrenalina de pies a cabeza, en su mochila no faltan los cigarrillos y chocolate para un largo periodo, su bazooca viene un poco mas abao en otro paracaidas...
Finalmente llega la hora de aterrizar y lo hace bien, saca el paracaidas y lo arrolla rapida y desastrosamente, toma su bazooca, que esta cargada, y comienza a mirar por sus amigos desesperadamente, ve unos arbustos y alli se va a esconder, hay viento y un calido sol, todo este clima formado le hace respirar ondo y pensar no hay que tener miedo, ya estamos aqui... ES DESTINO!

El golpe del salto es fuerte, pero aguantas bien y te aferras a las cuerdas del paracaidas...nunca se sabe que puede ocurrir. LLegas al suelo y caes torpemente, recoges el paracaidas y te lo quitas de la espalda para esconderlo.

Con la mochila del paracaidas en una mano y tu Thompson en la otra, observas a tu alrededor, la oscuridad lo abarca todo, pero puedes saber que estás a campo abierto en una zona verde de hierba alta, muchos arbustos y algunos árboles frondosos. Poca visibilidad pero perfecto para que no te descubran.

El sonido de los antiaéreos, que ahora retumban más lejanamente, es lo único que escuchas de momento.

El golpe del salto es fuerte, pero aguantas bien y te aferras a las cuerdas del paracaidas...nunca se sabe que puede ocurrir. LLegas al suelo y caes más o menos bien, recoges el paracaidas y te lo quitas de la espalda para esconderlo.

Con la mochila del paracaidas en una mano, observas a tu alrededor, la oscuridad lo abarca todo, pero puedes saber que estás a campo abierto en una zona verde de hierba alta, muchos arbustos y algunos árboles frondosos. Poca visibilidad pero perfecto para que no te descubran.
A tu espalda hay unos arbustos para poder resguardarte y prepararte para buscar a tus compañeros.

El sonido de los antiaéreos, que ahora retumban más lejanamente, es lo único que escuchas de momento.

El golpe del salto es fuerte, pero aguantas bien y te aferras a las cuerdas del paracaidas...nunca se sabe que puede ocurrir. El fuerte viento te lleva a una zona de árboles frondosos que no puedes esquivar.

Te preparas para el golpe contra el árbol, entras a gran velocidad y las ramas te golpean todo el cuerpo; una de ellas, afilada como un cuchillo, te raja la pernera derecha haciendote una herida larga y fina que sangra ligeramente. El paracaidas por fin se frena, dejándote a unos dos metros del suelo y enganchado entre el ramaje.

Maldices tu mala suerte.

El golpe del salto es fuerte, pero aguantas bien y te aferras a las cuerdas del paracaidas...nunca se sabe que puede ocurrir. Llegas al suelo y aterrizas perfectamente, recoges el paracaidas y te lo quitas de la espalda para esconderlo.

Con la mochila del paracaidas en una mano, observas a tu alrededor, la oscuridad lo abarca todo, pero puedes saber que estás a campo abierto en una zona verde de hierba alta, muchos arbustos y algunos árboles frondosos. Poca visibilidad pero perfecto para que no te descubran.
Encuentras tu bazooka en un estado casi perfecto, un gran salto para ambos.

Te acercas a unos arbustos para resguarndarte, cuando de repente un sonido de algo moviendo o pisando el ramaje aparece a tu espalda.

Estoy abajo. Es un consuelo, la verdad, pero estoy solo y eso me pone algo nervioso. Miro al cielo, a ver si veo a algún paracaidista más aterrizando, y me oriento un poco hacia donde debería comenzar a caminar.

En cuanto vea un árbol, zanja o similar, dejaré allí el engorroso paracaídas. No me gustaría moverme mucho con 18 kilos más en una mano.

Cargo la tommy, por si acaso.

¡Ahh, que daño! , digo lo más bajo que puedo al notar la herida. Menuda suerte tengo, a la primera ya me pasan cosas. Tengo que bajar de aquí y cuidarme la herida, pienso, mientras que me llevo una la mano derecha al cuchillo, el cual se encuentra justo debajo de la herida. Noto el dolor, pero tengo que salir de aquí, por lo que me estiro un poco y saco el cuchillo.

Con el cuchillo en mi mano, intento ponerme lo más recto que pueda, para empezar a cortar las cuerdas del paracaida, tengo que bajar cuanto antes, pienso, mientras que empiezo a cortar las diferentes cuerdas que aún me sostienen.

me doy vuelta apuntando con el bazooca sin decir ni una palabra y miro friamente a quien este del otro lado

Al llegar a tierra miro rápidamente a mis alrededores y rápidamente me quito el paracaídas, mismo que meto en su mochila y abandono debajo de uno de los arbustos más frondosos que encuentro.

Sin pensarlo dos veces desenfundo mi Colt y comienzo a avanzar a paso medio, agachado detrás de los arbustos tratando de hacer el menor ruido posible.

Lo más probable es que a los únicos que encuentre por aquí sean a mis compañeros, pero más vale no fiarse. - pienso mientras sigo avanzando detrás de las plantas, con los oídos alertas esperando escuchar a alguien tocando tierra en las cercanías.