Partida Rol por web

El novicio os acompaño a través de los pasillos hasta la presencia del Abad Secreto. Os esperaba en una sala grande aunque parcamente adornada y el estaba sentado en una silla de madera frente a una mesa rectangular no demasiado grande. Es un hombre alto, fuerte de barba cana y el pelo rapado. Os recibe afablemente. 

-Señores debo disculparme por no haberles recibido hace días cuando llegaron pero me parecía menester que los cuatro supiesen lo que tengo que decirles y pensé que era mejor esperar a que estuvieseis en posición...de levantaros-bromeó- ¿Como os encontrais? Espero que el trabajo de los novicios haya ayudado a curar esas heridas.

Les agradezco estos cuidados -respondí con dificultad-, aunque me vería mejor con mi armadura y mi espada. ¿Por qué no nos cuenta ya, Vuecencia, lo que nos hace intrigar? Le confieso que no estamos aquí de paso, ni somos caminantes huidos o de razones parecidas y poco limpias... ¿o es que acaso... cough!, cough!,... acaso quiere cobrarnos tributo para mantener este monasterio en pie? Díganos...

Sospechaba que aquellos eran los tipos a los que habíamos de confiar el libro, según las brujas. Y si no era así, era posible que cerca estuvieran, para bien o para mal... (pues no era la primera vez que veía a un sacerdote hablar en nombre de Dios con sus propios intereses o profanas intenciones apóstatas...).

-Ja,ja,ja,ja-rió a carcajadas el Abad- Se de vuestra importante misión, y no es mi intención cobraros ningún peaje ni mucho menos. Pero estáis en peligro. Esos hombres que os atacaron no eran simples bandidos, como seguramente pudisteis comprobar. Eran agentes de la Vera Lucis, y al parecer no descansarán hasta acabar con vosotros-dijo con un aire tenebroso.

- Vera Lucis -pronunció Artal quedamente-. ¿No es esa una fraternidad que se dedica a exterminar con violencia todo lo que tenga el más mínimo atisbo de irracionalidad o brujería?

Cambió el peso de un pié a otro, agitándose incómodo. Tenía oidas de rumores y dicencias de que la Fraternidad de Vera Lucis era una institución de desalmados despiadados, capaces de quemar niños de teta y destripar ancianas a la más mínima acusación de brujería, bajo el pretexto de la Fe.

¡Bujería! -musité-. Es precisamente, Abad, el propósito del viaje si es que lo conoce, poner en paz y sosiego lo que se nos entregó -no mencioné nada del Alquimista y el libro-. No son más que un impedimento par nosotros... ¿Cómo podremos sortear la vigilancia de sus ojos en los caminos hasta llegar a donde vamos? ¿Nos ayudará?

Lo que quería, en contra de lo que dictaban las fuerzas de mi cuerpo, era salir de allí y acabar con esta tarea cuanto antes. Demasiados sustos y sorpresas...

El hombre asintió con la cabeza.

- El obispo de plasencia y sus sacristanes os podrían escoltar-dijo dubitativo- pero quizás no sea la mejor de las ideas. Será mejor que viajeis de forma más discreta-dice el abad jugando con los dedos-. Pero tampoco es menerster que viajeis solos. Creo que se quien os podrá acompañar.

Le hace un gesto al novicio que estaba en la puerta.

-Traedla-le ordena y el novicio sale presto de la sala.

A los pocos minutos apareció en la puerta el novicio acompañado por una mujer joven completamente desnuda, tan solo tapada por una capa*. Y un collar de pinchos que protegía su cuello. El novicio la dejó allí en medio de la sala y se retiró a la puerta.

-Bien, esta es Perra-dijo el Abad Secreto con una sonrisa ante la atónita mirada de los guerreros.

Artal quedó mudo y miró con suspicacia al llamado Abad Secreto. ¿Qué clase de monjes eran estos, que parecían tener una esclava con motivos lujuriosos?. Esperó acontecimientos observando en silencio.

¡Señor Abad! -dije mirando las voluminosas parte de la mujer. Rápidamente y por pudor, aparte la vista de la mujer y la mirada se clavó en el susodicho. ¿¡Se esta vuaced riendo de nosotros!? No hay nadie que se llame así... ¿Y cómo iba a acompañarnos una dama que no puede ni con el peso un acero*?

Me mordí los labios y comencé a negar con la cabeza. ¿Y porqué tienen a la mujer aquí, lleno de novicios que aún no distinguen entre el voto y el instinto? ¡¡Mire vos que si esto es un prostíbulo...!! ¡¡Cough, cough...COUGH!!

No sabía qué pensar. Había despertado y todo había sido bastante raro: no recordaba apenas nada, nos salvaron, al parecer, unos frailes de un grupo más feroz que el nuestro propio (algo casi impensable...) y ahora una dama desnuda... ¡Qué blasfemia carnal!

La mujer no se mueve en absoluto, parece distraída mirando a todos los lados.

-Calmaos mi buen Fadrique. Esto no es un prostíbulo ni ella una mujer de medio manto. Aunque si lo fuera bien os tendría que dar igual pues os ha servido para curaros esa fea herida que traíais-dijo sin perder la sonrisa- Ya que os interesa os diré que Perra no es una chica cualquiera. Toda su familia fue asesinada por lobisomes. Padre, madre, incluso ella misma murió. Apenas era una niña. Solo la fiel perra tuvo tiempo de reaccionar. Pero eran demasiados y también cayó ante las terribles garras.
Ignoramos que hay en el alma de un mastín. Incluso si la tiene-prosiguió- lo que si sabemos es que una vez ganada su confianza la tenemos para siempre, hasta la muerte. Y eso fue lo que ocurrió. La vieja perra, en el momento de morir, pensó que había fallado. Y juró venganza. Buscó un cuerpo. Los de los padres estaban completamente destrozados por las garras, y los restos devorados. Solo el de la niña, aún caliente, estaba relativamente entero.

Camina a dos patas. Tiene cuerpo de mujer, sí. Pero no es una mujer. Su alma es de Perra-dijo manteniendo un silenci para que sus oyentes pudieran asimilar todo aquello.

Abad Secreto... esto cada vez resulta más extraño. Siguió al novicio ayudado por sus compañeros, entre su habitual cojera y la nueva herida en su vientre el caminar le resultaba harto difícil.

- Buenas manos nos han cuidado sin lugar a dudas. -Comentó mientras asentía a las palabras de Fadrique.

Escuchó con atención las palabras de aquel hombre sin molestarse en ocultar el asombro que en él le causaban. Está al tanto de nuestro encargo y parece conocer más del tema que nosotros mismos. Ahora estamos perseguidos por ¿la Vera Lucis?

Tal como estaban las cosas necesitarían toda la ayuda que pudieran conseguir, pero lo que el abad les ofrecía como ayuda no resultó lo que Alvar esperaba. Contempló sin ningún pudor el cuerpo desnudo de aquella mujer mientras una sonrisa torcida asomaba a sus labios. Vaya, vaya con el Abad y sus novicios... Pero la explicación del Abad dejó un rictus en la expresión de Alvar y cualquier pensamiento pecaminoso que hubiera acudido a su dura cabeza quedó cortado de raíz, e inconscientemente hizo un gesto supersticioso con sus dedos alejando el mal de su presencia.

Será posible... -murmuré para mi mientras me santiguaba por la familia de aquella chica...-. Aún no comprendo del todo... esa historia es... -"repugnante y horrible", llegó a pensar-,... es algo peculiar, pero por mucha fidelidad que nos muestre... ¿esa mujer es capa de defender ella sola? Si es así bienvenida, pero si por la desgracia nuestra hemos de salir corriendo, luchar de nuevo o perseguir un animal raudo y veloz, no creo que la joven de la talla... eso sin atender a las miradas ajenas, que una mujer tan... tan... -volví a mirar a la chica de arriba a abajo...-, que una mujer siempre atrae las miradas de otros hombres...

Lo cierto es que no lo veía factible. A no ser que fuera como una de esas brujas de Aralar (cosa que dudaba, pues su alma era perruna* y probablemente desorientada) Fadrique creía que sería una gran carga, un lastre que llevar con uno.

¿Y acaso ha salido de este monasterio alguna vez? Dénos mas referencias, buen Abad.

-Respecto a lo de que atraiga las miradas...  se deja poner la capa con la capucha pero será los mas dificil. Por lo demás creo que podéis contar con que Perra os defienda a todos-dijo con una sonrisa- y en lo de perseguir a alguien, no quisiera ofenderos pero seguro que lo hace mejor que vosotros. No debeis preocuparos por ella que sabe cuidarse sola pero os será de gran ayuda siempre que trateis de no llamar la atención demasiado-dijo riendo.

Cuando finalmente el Abad aparece, Godesteo acompaña a sus amigos a la otra sala, donde charlan tranquilamente y les presnenta a....eso.

-¡Dios santo! tapen a esa mujer si tienen algo de conciencia- fue lo primero que se le pasó por su mente y lo primero que dijo al ver tal aberrción.Había visto hombres tratar mal a mujeres, pero esta forma era demasiado humillante que hasta hacía sobresaltar al experimentado guerrero.No obstate, cuando el Abad les explicó su triste y trágica historia, miró con algo de pena y lástima a aquella muchacha, si se le podía nombrar así, pues nunca antes había tratado con una persona con alma de perro, sin duda una aberración que atentaba contra la creación de su Señor.Sin embargo pareció ser que no se trató de ningún hechizo diabólico ni nada impío, sino que fue por la propia voluntad del animal el poseer el cuerpo sin vida de la pequeña.

Esto tranquilizó ligeramente a Godesteo, aunque no podía evitar observar con cierto respeto, quizás timidez a la mujer incluso sabiendo que en ella residía el alma de un animal y no la de una persona.

-Yo tampoco estoy muy conforme, pero tras lo ocurrido toda ayuda es poca.Así que acepto a regañadientes- presentaba su opinión al resto tras unos momentos de silencio por su parte.

- Perra, ven aqui-dijo el Abad dirigiéndose a la mujer que se acercó hacia él- Vamos, eso es, buena chica-al decir esto sacó una pequeña daga de una funda de cuero y se la acercó a la nariz. La chica la olisqueó como lo hubiera echo un perro de verdad.

-Bien-dijo de nuevo el abad a los caminantes- ella ya conoce el olor de la Vera Lucis, ya está lista para ir con vosotros. Marchad con Dios y tener suerte en vuestra empresa. Os recomendaría que partieseis lo antes posible, en cuanto hayais pensado como llegar a Çaragoça. Mis hombres os darán comida para el camino. Si necesitáis algo no dudéis en pedirlo y os ayudaremos como podamos-dijo el Abad secreto dando por finalizada la conversación.

Y mucho pedir es una montura para cada uno... -dije-, ¿Hay alguna caravana con la que podamos viajar? ¿No son éstas tierras de caminantes y viajeros? Creo que cuanto más protección tengamos y discrección la acompañe, prestos y seguros llegaremos al encargo... ¿alguna idea señor Abad?

Artal estaba estupefacto. No daba crédito a lo que veía. Una mujer con el alma de un perro. O un perro en el cuerpo de una mujer. Sin duda era brujería, y estos monjes conocedores de la misma. Se guardó Artal sus opiniones, pues esos hombres les habían salvado la vida con su intervención, pero aquello no le gustaba nada. Solo traería problemas. Pero no podía más que aceptar la ayuda que se les ofrecía, por muy rara y aberrante que fuera.

Se limitó a asentir y a mirar a la chica como quien ve un cerdo con alas bailando al son de la música, negando con la cabeza.

Me temo que si-dijo el hombre negando la cabeza- no tenemos caballos suficientes para todos por lo que deberéis seguir el viaje a pie. Además Perra no sabe montar. Por otro lado si queréis protección hablad con el Obispo seguro que él puede ayudaros en eso. De todas formas tenéis ha Perra, no la despreciéis por ser mujer, pues en realidad es el mas fiel de los mastines y os defenderá contra vuestros enemigos.

Aquello que estaba viendo y oyendo no le estaba convenciendo en absoluto. La que había creído una bella moza sólo era un pellejo vacío... o casi. Aquellas artes del infierno que permitían que el cuerpo sin vida de una bella joven fuera asaltado por el alma de un perro no eran del agrado de Alvar, al contrario, sólo de imaginarse caminar al lado de aquella... cosa le ponía los pelos de punta.

Se estaba encontrando algo mareado, entre la convalecencia y la presencia de Perra, no se encontraba en su mejor momento. Pero podían más las ganas de terminar de una vez por todas con aquella, cada vez más sórdida, misión.

- Espero que lo que dice sea cierto. Creeremos en la fidelidad de... Perra y que no decida revolverse contra nosotros. -Seguía aún mirando con ojos nublados por el recelo a su nueva acompañante.- Será mejor que nos vayamos entonces, el camino es largo y tanto Fadrique como yo os haremos ir lentos hasta que no nos recuperemos.

No tengo nada más que decir... -repuse mirando a la "mujer"-. Cuanto antes partamos, antes llegaremos. Gracias por todo, Padre.

No me hacía demasiada gracia que aquella mujer nos acompañase. Éramos dos convalecientes en el grupo y eso era ya motivo suficiente como para recelar de continuar el viaje... ¿y ahora alguien más a quien proteger? Pese a no verlo claro pese a todos los argumentos que allí se vertieron, mejor sería callar, pues no estaban las cosas como para "torcerse" mucho más.

Si no hay nada más que hablar, amigos, sugiero que descansemos bien y partamos cuanto antes.

Salisteis del salón donde estaba el Abad Secreto. Perra os seguía detrás vuestra, tapando su cuerpo con una capa lo mejor que podía. De vez en cuando podíais escuchar como olfateaba el aire. Cerca de las que habían sido vuestras habitaciones en estos días os esperaba el Obispo de plasencia.