Partida Rol por web

Quint recoge las armas de los soldados, tanto vivos como muertos, y las apila en una esquina de la habitación.

-No es que no me fíe de vuestra palabra, pero ya dijísteis que protegeríais a los pasajeros y casi los matáis a todos...

Una vez ha hecho esto, tira la espada que le quitó a FF y en su lugar coloca la espada larga ornamentada del jefe. También coge una ballesta y un par de virotes, que echó mucho de menos en el puente.

Recogiendo la espada corta del jefe y dos espadas normales, se dirige hacia sus compañeros y las reparte: a la inocente música que por lo visto sabe usar una ballesta le da la espada corta ornamentada, y al presunto "hereje" y al maquinista las otras dos.

-No deberíais ir desarmados... Me siento mejor si al menos lleváis algo para protegeros por vuestra cuenta. Y... -girándose al chico de pelo negro- Deberías usar un poco más el acero y menos la magia. Cuando esto acabe, quiero tener unas palabras contigo y con el de la capa verde. Ahora, si no es mucho pedir, ¿puedo saber al menos el nombre de mis compañeros de armas?

Aaron, dado que es así su personalidad, no lo piensa, y comienza a abrir todas las puertas posibles del zepelín.

Por si acaso, a si si es necesario ir a otro lado no hay que volver aquí para abrirlo.

-¡Vayámonos a la parte de atrás chicos! El problema es la maquinaria, rápido, ¡no hay tiempo que perder!

Aaron se encamina hacia su nuevo destino, sin esperar si alguien decide ir con él o no.

En ese momento se le acerca el hombre rubio de la cicatriz y le habla.

-Luego hablamos, gracias por la espada, por cierto me llamo Aaron, Encantado. Ahora debemos ir a la sala de maquinas, sígueme si quieres sobrevivir a esto.

Aaron se dirige hacia el cruce en frente del puente por el que han llegado a ese cuerpo del Zepelin, recuerda que Dieter dijo que el otro camino llevaba hacia la sala de maquinas.

 Xerine alza una ceja, sorprendida, mientras guarda la ballesta

¿En serio?

El chico rubio se pone a recoger las armas, y luego pregunta los nombres. Como si tuviesen tiempo para toda esa mierda. Por suerte, Aaron parece mantener la cabeza algo fría, y mete prisa. Xerine se limita a apuntar con tono frío y seco

¿Que es esto, una reunión social? ¿Quieres que te traiga un té, y charlamos? ¡Joder, deja de mirar las armas, no hay tiempo para eso!

Acto seguido Aaron parece abrir las compuertas del Zeppelin, y Xerine se acerca a la salida, sin poder mirara de reojo la preocupante proximidad del agua...

¡Vamos, Dieter!

Xerine sale de la sala con Dieter y Aaron, sin esperar a los demás. Si tienen tiempo para ponerse a charlar y a saquear a los guardias, entonces es que son más estúpidos de lo que ella creía. O eso, o no acaban de darse cuenta de que, en apenas unos minutos, el Zeppelin va a estrellarse. Y, una vez subsanado el problema de los guardias, no piensa que haya demasiados en la sala de máquinas... Nada que el brujo Aaron y ella no puedan resolver sin problemas

Quint suspira al ver la reacción de la mujer, y decide quedarse también con la espada corta que ella a rechazado.

En fín... Parece que la gente no sabe lo que es cubrirse las espaldas... Como se decía mi padre: un traidor no traiciona solo una vez.

Echa a correr detrás de los otros mientras grita a los demás:

-¡DEJAD QUE LOS GUARDIAS INTENTEN ARREGLAR EL TIMÓN! ¡SI NO NOS DAMOS PRISA, LOS QUE ACABAN DE IRSE PUEDEN ARRUINARNOS EL ELEMENTO SORPRESA!

Y también pueden resultar heridos, pero no parecen conscientes de ello. Espero que esa chica se tranquilice y no contagie su histeria a nadie más...

 ¿Que no se puede hacer nada aquí? ¿Y a qué estamos esperando?

Faliar sigue a los demás a la carrera, empieza a estar un poco cansado, pensaba que todo se iba a solucionar aquí. Cosa que, obviamente, no ha sido así. El problema está en otro lado. Mientras corre no deja de pensar en la cruenta escena que acaba de contemplar.

¿Por qué acabe yo en este dirigible? ¿Quién querría que yo entrara? No me cuadra mi presencia entre toda esta gente, bueno... quizá entre este grupo sí. Son los que más se parecen a mi. Y además parece que más de uno comparte mis... habilidades. Supongo que no averiguaré por qué y cómo estoy aqui, pero al menos voy a evitarme una muerte segura.

Aaron camina a un paso acelerado, tiene un ardor en el estomago, es un dolor bastante grande, puede aguantarlo sin problemas dado que su cuerpo es resistente pero... le duele, y no puede evitar echarse la mano a la herida. No sabe que hacer con el Virote, a si que se quita la flecha e intenta tapar bien la herida para que no sangre, mientras camina hacia su destino.

-AAArgh...

grita mientras se arranca el virote.

Maldito guardia...

Preocupado de que sus compañeros de camino se preocupen por su herida y su grito de dolor les mira y dice:

-No os preocupéis, no es nada... es solo un rasguño...

 Al intentar sacar el virote de su estómago, Aaron hace un mal movimiento. Un muy mal movimiento. La saeta que parecía haberse astillado al entrar en el cuerpo no quiere salir y al hacer fuerza un dolor punzante recorre el cuerpo del muchacho. Ahora, sin la acción de la adrenalina soltada en el combate, su cuerpo no es capaz de soportarlo. En un principio cae de rodillas en el pasillo, soltando un grito de dolor y segundos más tarde la consciencia abandona a Aaron, cayendo de bruces contra el suelo.

 -Albert, quedas a cargo de esos traidores.

NI presto ni perezoso abro la puerta y me encamino hacia el cuarto de maquinas.

-Por el amor de Dios, chico si te querías morir hubieras dejado que te mataran. MEDICO!

Continuo avanzando, estoy junto a Xerine

-Señorita, le dije que un mecánico es mas útil en el cuarto de maquinarias. El mismo lo dijo...

 Salis por la puerta de la sala de mando, guiados por Xerine y Dieter. Albert se queda en dicha sala, reteniendo a los soldados rendidos, pues nunca se sabe cuando te van a traicionar. Mientras camináis por el pasillo podéis observar cómo las paredes están marcadas. Tres surcos recorren casi todo el corredor, apareciendo salpicaduras de sangre a intervalos regulares. El aspecto es claramente el de unas garras que han horadado las paredes.

Pero el tiempo apremia, y Dieter está muy seguro de donde hay que ir. Da igual lo que sea, al fin y al cabo sus nuevos compañeros sabrán como enfrentarse a ello.

Repentinamente, Aaron cae inconsciente tras soltar un grito de dolor. Nicolaes, se detiene junto a él y dice:

-No os preocupéis, avanzad sin nosotros, no hay tiempo que perder. Yo me encargo de él.- Y, agachándose junto a Aaron, empieza a atenderle.-¡Corred!

Girando de nuevo en el pasillo llegáis a una puerta metálica, está cerrada, y parece firme.

-Al otro lado está la sala de máquinas. Chilla Dieter. ¿Pero no tenía que estar la puerta abierta?

 Preparo la ballesta y me acerco a la puerta para examinarla

 La puerta que bloquea el paso a la sala de máquinas está hecha de un recio metal. A primera vista parece cerrada, pero se puede observar como algunos mecanismos de cierre, como tubos metálicos, o cerraduras mecánicas han sido eliminados, quedando solo la puerta delante de vosotros. En sí esta cerrada, pero parece que con una leve presión, o no tan leve dependiendo del peso de la puerta, puede abrirse. 

 Faliar. Pon tu escudo al frente y abre la puerta de una patada. Si se trata de una trampa tu escudo nos protegerá. Quint, ponte aún costado. En cuanto dispare entras a destazarlos  detenerlos.

Me coloco detrás de el, con la ballesta casi apoyada encima de su hombro.

Cuando se abra la puerta yo disparo.

Quint se adelantó al grupo tomando carrerilla y propinó una fuerte patada a la puerta para tirarla.

-¿No teníamos tanta prisa? ¡Moved el culo! Sea quien sea el que ha causado esto, solo puede estar tras esta puerta.

Dagas en mano, el chico rubio se abalanza hacia la nueva habitación el primero.

Te recuerdo que veo lo sobrenatural, por si tienes que agregarme descripciones o por si me tiran algo.

 La pesada puerta de metal recibe el impacto de una patada. El tremendo golpe, que hubiera empujado a una persona varios metros solo hace que la puerta se entorne lentamente, revelando progresivamente lo que hay en su interior.

La sala está distribuida en dos niveles. En el nivel inferior está la maquinaria. Motores, engranajes, calderas, tubos y raíles pueblan esta zona, donde hay muy poco espacio para caminar. El tamaño de estas máquinas es grotesco, mucho más grande de lo que cualquiera de vosotros hubiera imaginado. El ruido también es intenso, un constante restallar de metal y silvidos de vapor saliendo de las calderas. A pesar de eso, no es tan molesto como en la otra sala de máquinas. Aquí se puede hablar perfectamente. El piso superior es una extensa explanada, llena de manivelas y otros útiles para poder manejar la pesada maquinaria sita en la zona inferior. Por aquí sí se puede andar perfectamente. Sin apenas trabas.

Pero lo peculiar es, que la sala entera está en penumbra, en contraposición con la buena iluminación reinante en las restantes zonas del dirigible. Sólo unas cuantas velas iluminan la sala, estratégicamente situadas. En el mismo centro de la sala hay un elaborado círculo místico, hecho con sangre. Un triángulo de cinco puntas rodeado de un círculo y éste a su vez de varias runas que no alcanzáis a comprender.

En el centro de este círculo, se yergue una persona de espaldas, con los brazos en cruz. A primera vista un hombre grueso, no muy alto y de pelo grasoso cuya edad rondará los 50 años. Viste de un modo desaliñado, pero sus ropas son bastante caras. 

A pesar de toda esta parafernalia, es obvio lo que está haciendo que el dirigible caiga. Dos enormes barras de metal están bloqueando el alerón central, obligando a la nave a dirigirse hacia el suelo. Cada una de ellas pesará como trescientos kilos. No es fácil trasportarlas. Y no parece que ese hombre tenga fuerza suficiente para haberlas colocado allí.

Entro apuntando don la ballesta, recorro la sala por la mira, mis ojos se detienen un segundo en el circulo místico, y después en la espalda del tipo. Disparo.