Partida Rol por web

El ente esquivó sin mayor dificultad el ataque enviado por Aaron. Su cuerpo se contorneó dejando que aquella descarga de energía impactara contra la pared del fondo. La mirada asesina de Shi se clavó en el convocador, pero no hizo nada, esperando el momento en el que pudiera atacar al loco con el hacha.

Y luego el fanático que no atiende a razones soy yo. Cagüen...

Quint volvió a la realidad demasiado tarde. Apenas había estado un segundo ausente y había perdido por completo el control de la situación. Había acabado entrando al trapo y eso le enfurecía. Pero lo que peor le sentaba, es que él tenía razón. Hasta Aaron había sido más rápido que él. Era vergonzoso.

Ya no le daba tiempo a cargar y alcanzar a Faliar, así que desenvainó sus dagas a la velocidad del relámpago y las lanzó hacia el blanco.

A pesar de que las dagas de Quint pasaron silbando justo al lado del shinigami no fueron capaces de hacerle nada, causando no más que meros arañazos en la piel del ente sobrenatural. Pero lo que si hizo fue mantener a la criatura a la defensiva evitando que pudiera contraatacar los ataques siguientes.

Así fue como el hacha de Faliar se clavo dos veces seguidas en su cuerpo sin que pudiera siquiera evitarlas. No lo mataron, pero su estado era demasiado débil como para resistir las siguientes dagas de Alice.

De esa forma, empalado contra una pared y con los ojos como platos empezó a deshacerse. No parecía haber podido hacer nada al niño ni a Cath...

No parecía...

Quieta, inmóvil, inútil.... Había sido incapaz de ayudar mínimamente a sus compañeros. 

¿Qué le pasaba? Confiaba en ellos, sabía que harían cuanto estuviese en sus manos para rescatar a su ahora madrastra, pero ¿Porqué ella no había hecho nada? Ni siquiera había tratado de sacar sus instrumentos. 

Al igual que una muñeca de cera había permanecido impasible, escuchando a su padre tratar de mediar con palabras, observando como su amiga permanecía junto a la criatura en cuyas manos acunaba a...su hermano, como el resto del grupo reaccionaba y vencían. 

¡Corre! ¡Muévete! ¡Despierta! ¡Ve con ellos!

Sin embargo por mucho que aquellas palabras tronasen en su mente, cada uno de sus músculos parecía decidido a hacer caso omiso de ellas. 

Faliar respiraba tomando grandes bocanadas de aire. No estaba fatigado; de hecho el esfuerzo que había hecho para atacar a aquella criatura había sido tan nimio, que cuestionaba que hubiese sido real. Era la ansiedad que sentía en aquel mismo instante, paralizado por aquella serie de acontecimientos tan repentinos. ¿Que era lo que quería aquella criatura? ¿Realmente quería hacerle daño a Cath o a la criaturita que ahora reposaba junto a ella, o se había precipitado? Le daba igual. En aquel momento tenía cosas mas importantes de las que preocuparse.

Soltó el hacha y el escudo y los dejo caer en el suelo de la habitación, y se acercó a la cama. Cogió a la criatura con mucho cuidado, sin terminar de creerse que hubiese ocurrido ya. Pensaba que Catherine no llevaba tanto tiempo embarazada; si hubiese sabido que podía ponerse de parto en el viaje, no se habrían movido de Kalsrude.

Miró al bebé; a pesar de lo confuso y aterrado que estaba, sonrió. Era una niña. Una más en aquella familia tan abocada a bailar al son de los hilos del Destino. ¿Que le esperaría a ella? ¿Le perseguiría la sincronicidad como le ocurría a él, o por el contrarío podría tener la oportunidad de una vida tranquila? Fuera como fuese, sintió que tenía de nuevo otra oportunidad. Una oportunidad de ser un buen padre. Ello no corregiría los errores que ya sospechaba que había cometido dos veces, ni lo redimiría a los ojos de nadie, ni siquiera de él mismo, pero era otra oportunidad de ser... feliz

- E...es una niña -dijo con una sonrisa medio boba, mirando a los presentes. Su visión se detuvo en Catherine. Yacía semiinconsciente en la cama, agotada. Sujetando a la niña con cuidado, acarició el rostro de Catherine, buscando una respuesta

- ¿Cath?

La única expresión que parecía portar Conrad durante el breve combate, fue simplemente interés. Cuando Faliar fue junto a su hija recién nacida, aprovechó la aparente tranquilidad para acercarse a una ventana por la que entraba el estruendo del exterior. El cartógrafo ardía en deseos de observar la escena que se intuía bélica.

Alice se incorporó, lentamente, mientras observaba con atención los restos de aquel ser, que poco a poco se disolvían en el suelo como si nunca hubieran estado allí. Dos simples arcos había trazado con sus dagas, cruzados, como al enfundar, y aún así había sido suficiente. Los ataques de sus compañeros habían hecho el resto, y ella era experta en aprovechar los huecos flacos de los enemigos. Una última cuchillada, a la altura del costado, había terminado el trabajo con precisión. Había sido entrenada para ello, al fin y al cabo

Sin embargo, ahora parecía desorientada, casi angustiada. Sus ojos vagaban por la habitación, buscando algún doble fondo tras el que se escondiera la verdadera amenaza. Había sido demasiado fácil...

Quiero verte

-Vete. a. la. mierda.

¡Retirada!

Por muy emotiva que fuera la escena dentro de la habitación, lo que se veía tras las ventanas no era nada halagüeño. Una batalla, una batalla encarnizada en la que los destellos luminosos compartían posición con llamas oscuras y fuegos verdosos. Los jadeos agónicos, los sonidos de metal chocando y la energía desencadenada casi sonaban lejanos, aislados por los muros de piedra de la torre, pero entre el caos sí pudo entenderse claramente una voz masculina que tronó por todo el lugar.

-¡Retirada!

Alice se llevó una mano a la frente y luego soltó una carcajada. Rápidamente se tapó la boca y se contuvo, aunque por su expresión se diría que algo le hacía mucha gracia. Cuál era el motivo de su buen humor, no llegó a explicarlo. Lo que sí que hizo fue acercarse a Conrad para echar un breve vistazo por la ventana

¿En serio, Emil? ¿TÚ liderando un ejército? Vaya, vaya, parece que el apuesto capitán ha recibido un ascenso. Oh, eso tengo que verlo...

...

Puta.

Faliar no prestaba atención a los sonidos que llegaban del exterior; de hecho, si sus sospechas se confirmaban, ya sabía muy bien que se iba a encontrar ahí abajo, y sinceramente, no tenía ninguna prisa. No mientras Catherine siguiese sin responder. Tenía cosas mucho más importantes de las que preocuparse en ese momento que de un pasado que ya no le pertenecía.

Los ojos de Cath se desvanecían en los párpados al tiempo que perdía la consciencia. Tan sólo una palabra surgió de sus labios antes de sumirse en el sueño.

-Te... quiero.

No estaba muerta, tan sólo inconsciente. El esfuerzo del parto habría sido supremo y además tuvo que hacerlo sola, o como mucho acompañada por aquel "demonio". Ahora reposaba inocente en la cama con el pelo alborotado y las gotas de sudor iluminando su faz. 

Faliar suspiró aliviado al oir a Catherine; temía que el esfuerzo hubiese sido demasiado para ella, y que aquella "cosa" le hubiese hecho algo. Pero estaba lejos de estar tranquilo; estaba en la Vigilia, tenía a una recién nacida entre los brazos, y su mujer estaba inconsciente en una cama. Y no pensaba separarse de ella ni de la niña; no volvería a dejar que se perdiera en la Vigilia, pues quizás entonces no pudiese volver a encontrarla. Cogió la mano de Catherine, y trató de aliviarla un poco usando su propia energía vital. No quería arriesgarse.

El cazabrujas recogió las dagas que había lanzado a la criatura. No podía creerse que solo hubiera podido contenerla, ni siquiera herirla. A cada momento estaba perdiendo más facultades. Tenía que volver a recuperar el control, acabar con sus sentimientos. Enterrarlos.

Julius...

Quint se acercó a la ventana. Tendría que cruzar el patio para llegar hasta la iglesia, y mejor saber qué era lo que estaba pasando allí abajo. Además, no había mucho que pudiera hacer por Faliar, Cath o su hija, a parte de darles algo de intimidad.

Al pasar junto a Nahia chascó los dedos delante de su cara.

-¿Estás bien? ¿No vas a ver a tu nueva hermana?

Los sonidos de batalla se reducían paulatinamente hasta quedarse en sólo meros ecos de lo que entonces fue una aparente carnicería. Se escuchaban a los búhos... o a lo que fuera un búho en aquel lugar ulular a lo lejos mientras decenas de piernas se batían en retirada.

Alice se apartó de la ventana, de nuevo seria. Fuera lo que fuera que estuviera buscando ahí fuera, no lo había encontrado. Miró a Faliar sin ningún rastro de ternura o empatía en su rostro

Siento romper el momento de reconciliación, pero deberíamos salir de aquí. Antes de que los vencedores de la batalla decidan subir a ver qué pasa, quiero decir

Faliar negó con la cabeza

- Catherine está inconsciente, y no pienso andar por un campo de batalla con una recién nacida en brazos. Alguien se tiene que quedar aquí; id vosotros. De todos modos, yo ya se que está ocurriendo ahí abajo

Faliar alternaba la mirada entre el bebé, su esposa, y el vacío más allá de la ventana, preguntándose por que había ocurrido todo tan deprisa. Definitivamente estaba entre la espada y la pared, pero no podía dejar solas a Catherine y a la niña.