Partida Rol por web

El poder se desvaneció.

Tan pronto como la melodía comenzó a sonar de una manera muy similar a un gato siendo atropellado por un carro, las alas desaparecieron y toda manifestación de magia alrededor de Nahia desapareció súbitamente. Al parecer, algo había entrado en el interior de la flauta. ¿Tierra? ¿Plumas? ¿Una mosca? 

Aaron se mordió el labio. Ya se habían delatado, no quedaba más que defenderse.

Comenzó a gesticular y a recitar ensalmos arcanos. Sin demasiadas ceremonias, un anciano con cayado apareció junto a el y lanzó un águila en llamas hacia Laguna.

El águila carmesí que había invocado el anciano traído del más allá por Aaron voló hacia Laguna que en vano observó como llegaba con expresión estupefacta. 

Su escudo, la protección que había levantado ante él, era totalmente inútil contra ese tipo de ataques con lo que se vio obligado a realizar una maniobra distinta. Dando un salto hacia atrás con una velocidad que incluso el niño se sorprendió de ello esquivó el pájaro envuelto en llamas mágicas. Aunque no pudo evitar que la explosión dañase su fragil cuerpo y redujese parte de su ropa a meros jirones.

Miró a su alrededor, la situación se le estaba descontrolando y su poder parecía ser totalmente inútil contra ese grupo de personas. Respiró hondo, si no salía de allí rápido poco podría hacer...

Apenas había sacado las hojas del cuerpo del sacerdote y ya estaba corriendo en dirección al segundo objetivo dejando tras de sí un rastro de gotas de sangre qeu partía de sus dagas. Era hora de devolverle su descagas de energía y un extra de acero por cuenta de la casa. Apoyado por sus compañeros, sabía que las batalla se inclinaba de su parte, y aunque no quería confiarse, sabía que ese demonio no vería otro día.

El chico miraba a todos los lados tratando de buscar una salida, un lugar por el que huir de aquellos enemigos que parecían ser su punto débil. Si... puede que hubiera una manera, si real...

No, no habría otra posibilidad.

Laguna resbaló en un charco de lodo y calló al suelo a la vez que Quint se lanzaba con sus dagas hacia el pobre chiquillo. No pudo casi reaccionar ante el cuerpo del rubio avalanzándose contra él pero su instinto seguía activo y Quint fue repelido por una fuerza casi invisible antes de que pudiera matarlo. Tan sólo un corte en el hombro izquierdo era lo que quedaba del fallo de Laguna, un corte realizado por la daga de Quint que parecía que ardía en humo negro. 

Los demás embites fueron inútiles, estampándose el inquisidor contra una barrera invisible mientras Laguna retrocedía por el suelo, deteniendo todos los intentos de Quint por degollarle.

No había rastro de Alice. Había desaparecido. Laguna estaba aguantando los ataques asesinos como podía y Nahia parecía que tampoco podía hacer nada, tratando de ver por qué su flauta había dejado de sonar. El chico estaba a la defensiva, y no podía hacer nada más que detener ataques, así que los únicos que quedaba que aún podían hacer algo eran Conrad y Faliar.

El cartógrafo, al que aún parecía rodearle un leve aura de flamígeras lenguas esmeralda, movía su arma con elegancia, pero con una rapidez que no podía seguir el ojo humano. Sus ataques parecían venir de todas direcciones, tratando de traspasar la invisible barrera que rodeaba a Laguna.

Al igual que con Quint, Laguna fue capaz de detener los físicos ataques de Conrad. La espada del cartógrafo se movía ágil alrededor del chaval, pero era incapaz de penetrar las defensas del chico. Varias veces se vio desviada por fuerzas invisibles, por energías que eran complicadas de comprender. 

Sin embargo, Laguna no se sentía seguro, era totalmente incapaz de detener tan aluvión de ataques, y aunque unos pocos fuera fácil, la insistencia contínua acabaría por minar sus defensas. 

Así que, mientras detenía envites, mientras desviaba las espadas de sus enemigos, retrocedía hasta tratar de entrar en la torre. Allí al menos quizá pudiera hacer algo para escapar.

Faliar se levantó sin soltar a Catherine. No quería usar magia delante de toda aquella gente; después de lo que habían visto sería justo lo que les faltase para salir corriendo y perderse en la Vigilia (condenándose a una muerte segura) o atacarles y verse obligados a defenderse de simples campesinos. Y el ensañamiento que estaban teniendo con aquel crío empezaba a resultarle excesivo. Sabía que al menos Quint no pararía hasta matarlo, pero tenía que intentar poner un poco de cordura en todo aquello

- ¡Parad ya! ¡Nos es más útil vivo que muerto! ¡Tiene que saber algo de todo lo que está ocurriendo!

Nahia trató de recomponerse después de su error con la flauta y cogió de nuevo con fuerza su instrumento. Miró a ambos lados y estuvo a punto de comenzar otra melodía, pero las palabras de su padre la detuvieron. Quizá se rindiera, quizá aquel niño no intentara nada más y pudiera ayudarles para entender qué estaba pasando.

No guardó la flauta, obviamente, dejándola cerca de su boca por si tenía que atraer de nuevo las energías mágicas.