Partida Rol por web

Breunís despertó bruscamente. Solo veía la lona blanca de su tienda y el mástil dispuesto para sujetarla.
Con dos sacudidas intentó despejarse aunque no fue suficiente. Al parecer el alcohol le había devuelto las fuerzas no así la nitidez a sus pensamientos.

Tras unos minutos tumbado recordó que afuera, cerca de la tienda de al lado había un barril con agua. Breunís se levantó intentando no despertar a su hermano, salió de la tienda, estiró sus músculos y respiró hondo el aire fresco de la noche antes de dirigirse al barril de agua que le despejaría y calmaría su palpitante sien.

Pareciole buena idea despejarse dando una vuelta por el campamento y asi lo hizo, solo tomó una manta ligera a modo de capa, pues bien es sabido que a la noche refresca.

Aun de noche y en silencio, si que hay gente levantada. No te será dificil encontrar a algunos guardias haciendo la ronda, y noseria tampoco extraño que anduviera despierto algún caballero. Sirvientes y pajes tambien habrá. ¿ qué quieres buscar?

El fresco de la noche, y alejarte del banquete te ha espabilado un poco, y las penas parecen menores. Te vendrá bien el paseo por el campamento para dejar tu mente en orden, y dar valor a tus pensamientos.

Escoges un camino un poco más largo para llegar a tu tienda, y has dejado que tu escudero marche primero.  No deseas estar con tu escudero, pero puede que si con otro tipo de personas.

 No te será dificil encontrar a algunos guardias haciendo la ronda, y no seria tampoco extraño que anduviera despierto algún caballero. Sirvientes y pajes también habrá. ¿ sales a su encuentro, deseas rumiar solo tu pena, buscas a algo o alguien....?

Sir Breunís se acercó a los guardias que guardaban el orden y el perímetro en los aforados campos del señor.
-Place que tengáis buen noche, mas parece que todavía haylos con ganas de festejos.- Dijo señalando con la cabeza a las ventanas de castillo iluminadas por los cirios y antorchas.

Sir Cadwallon decidió que no quería la compañía de nadie esa noche. Le torturaba la sensación de haber traicionado a su señor hablando mal de él frente al Conde Roderick. Pero, por otro lado, no podía dejar de pensar que había sido tratado injustamente por su señor. 

Estos sombríos pensamientos le embargaban mientras paseaba por el castillo del Conde. Lo cierto es que el caballero parecía poseído por una ensoñación que hacía que no distinguiera correctamente la realidad que lo rodeaba. 

Con la soledad como compañera y con el remordimiento como carga pesada, nuestro caballero pasea por el campamento. Aun de noche y en silencio, sí que hay gente levantada. No te seria difícil encontrar a algunos guardias haciendo la ronda, y no sería tampoco extraño que anduviera despierto algún caballero. Sirvientes y pajes también habrá. Seria grata noticia si anduvieras en busca de algunos, pero  no te interesa ninguno de ellos.

Paseas en soledad, buscada,  por el campamento. Los estandartes de grandes señores se encuentran más cerca del castillo, incluso dentro, por lo que aquí ves son tiendas de caballeros modestos y poco conocidos. Te entretienes un poco más en la zona de las caballerizas. Acariciar a los caballos, aun ajenos, parece darte un poco de paz.

Tal vez recogerse y volverse a la tienda tras reposar y rumiar un rato los pensamientos te hará bien. Descansar tirado en el suelo te hará bien, dormir o no, eso será otra historia.

Encontrose sir Breunis con una pareja de soldados que andaban de ronda nocturna. Camina de su lado y en su mismo camino. Intenta hablar con ellos, y estos le responden con la sobriedad y el respeto que les exige el parlamentar con un señor noble.

- Buena noche tenga tambien la vuesa merced. Fiesta tienen aquellos, nosotros en andamos más próximos a estar cansados et frios que con cuerpo para festejamientos.

-¡Por San Jorge que eso se puede solucionar!. En la mi tienda hallo en mi poder de un remedio ancestral infalible para el cansancio et frío.-  

Ambos soldados recibieron de buenos modos la discreta invitación  del caballero, que sonaba a bebedizo.

No parecian aquellos dos soldados de esos que desprecian una invitación a  beber ni en horas de guardia, y como dirigirse a la tienda entraba dentro de las funciones de la ronda nocturna, hacia alli que se fueron los dos y el caballero sir Breunis, 3.

- Sea pues

Sir Loren y la muchacha acordaron un furtivo encuentro carnal en el pajar, y asi fue la cosa, sin más dilación y sin más sobresaltos que aquellos  que las artes amatorias imponen.

La cena estaba concluida para sir Loren. Al acabar reposó de los jadeos, despacho a la muchacha, y se encamino a su tienda satisfecha por la labor hecha. Mañana , Dios proveerá.

-Brendelt, hermano menor. Sacia la sed de aquestos buenos hombres que necesitan entrar en calor.- Breunís entró en la tienda, despertó a su hermano y salió con tres copas en la mano.

-Tomad y bebed, en cuanto mi escudero salga con el bebedizo, que vos lo habéis ganado por San Jorge.- 

Y así, entre vaso y vaso de tinto Breunís fue preguntando acerca de los mejores con la espada, con la lanza, pasose la conversación a aquellos que habían bajado la lanza ante dama en la arena y siguiose hasta fablar de aquellas que eran pretendidas y su porqué.

-Las señoras de aquesta corte tienen suerte de sentarse a su lado en la mesa los grandes caballeros. ¿porque me supongo que sean sus pretendientes?-  

No debiole hacer mucha gracia al hermano y escudero despertar, pero hizolo. Sirvióles vino, no del bueno. Los soldados lo agradecieron igualmente, y comenzó una charla.

- El mejor espada del condado, y campeón del mismo, es sir Jaradam. Anda de guardaespaldas del duque junto con otros caballeros.

- En cuanto a damas casaderas, o que quieren casarse presto, o que las quieren casar presto, solo atisbo a las de Du Plain. Solo hace falta congraciarse con el señor castellano, que creo que es uno de los que anda en el banquete.

Dicho lo cual, ambos soldados rien, como guardandose alguna maldad para ellos.

-Ah, Sir Jaradam. Había oído hablar de él y no es por menos que el propio duque le tenga como su espada. He oído decir que su brazo nunca se cansa.- Sir Breunís echoles otro poco de vino para ver si soltaban algo que pudiera darle cierta ventaja sobre Jaradam y ya de puestos, que pudiera impresionar al duque y cualquiera del torneo, pues enfrentarse a Jaradam en singular lucha elevaría la gloria de quien le hiciese frente con valor.

Dieronse cuenta los soldados de que estaba amaneciendo, de que la sed estaba quitada o de lo que fuera, el caso es que  dieron un salto al oir el trinar de los pajaros que anunciaban no tardando una amanecida.

Asi q ue tras una reverencia rápida y un coger las sus cosas más  rápido aun, salieron a la carrera, no en vano andaban de ronda.

Sir Breunis dio por terminado el interrogatorio, pues se le habian marchado los soldados.

Tirose a dar una cabezada de pocos minutos en su tienda, mientras rumiaba lo escuchado a los soldados.

El amanecer estaba ahi cerca.

El día amaneció en lo meteorológico, parecido a los días previos, tal vez hubiera refrescado un poco más, pero muy poco.

Nuestros protagonistas despertaron sin padecer resaca, ni restos ni aun pequeños de excesos en la bebida o en la comida.

Todos sabían que hoy tocaba batalla campal, o contienda, y que sería sin usar espada. La espada es el arma favorita de todos ellos, y esto se antoja una útil oportunidad para medir y entrenar la  destreza con lanza, por ser esta el arma secundaria de todos ellos, o de casi todos, pues el amigo frances tendría algo que decir en ese tema.

Ahora, solo quedaba prepararse para la lucha, comer apenas un bocado y marchar para la zona indicada.

Sir Cadwallon se levantó temprano. Había dormido profundamente y cuando despertó, el mal humor con el que se había acostado se le había pasado, al menos en parte. Probablemente sus palabras ante el Conde tuvieran parte de su origen en el endemoniado brebaje que bebió antes de presentarse ante él. Hoy el día parecía otro y el joven caballero se sentía vigorizado. 

- ¡Daffyd! ¡Mi armadura! - dijo, mientras su escudero se apresuraba a ayudarle a ponerse la camisa de malla. El caballero pronto estuvo listo para la contienda del día y mandó a Daffyd a buscar algo de desayunar. Después de compartir un magro almuerzo, los dos se dirigieron a la zona designada para el combate. Le habían informado de que no podría utilizar la espada, algo que le pareció absurdo. Pero Cadwallon era igual de diestro con la lanza que con la espada, así que no temía enfrentarse a quien fuera.

Los movimientos delicados de mi escudero me despertaron. Estaba roncando fuertemente y casi diría que conseguí oírme antes de despertarme. Me sacudo la mano de mi escudero y me giro. Pero la voz de éste, alertando de que tenía que partir para la contienda, hizo que me removiera a desganan en el lecho de mi tienda. El recuerdo de la noche me paso fugaz por mi cabeza y un leve dolor en el abdomen me confirmó que me había portado como un señor. Eso si, después de incorporarme, no sabía si ese dolor era debido a la lujuria o por ser derribado del caballo en la justa. Reí tontamente mientras mi escudero prepara mi armadura.

Me incorporo, me lavo la cara con el agua que tengo preparada y me coloco para que él me ponga la armadura. Con sueño, desayuno, con bastante apetito, eso si. Mientras pienso que arma llevar. Por un momento se me pasó por la cabeza llevar la daga, pero tras reírme en silencio, me decidí por la lanza. Apenas la había cogido y mi pericia en ella era casi nula. Pero mi Señor me había obligado a cargar con ella para el torneo. ¡Que remedio!

Cuando terminé de desayunar, cogí mi lanza y me fui al campo de batalla.