Partida Rol por web

El hombre mayor, desconcertado, colgó el teléfono con más energía de la necesaria. No le gustaba ser pillado sobre mano, y su desconcierto (y quizá el miedo que asomaba tras él) le empezaron a hacer reaccionar con ira. ¿Qué clase de pantomima estaban planeando por ahí? ¿Cómo se atrevían?

Giró la cabeza en dirección a lo que era... ¿UNA DETONACIÓN?... y vio como dos personas entraban por el pasillo, un chicuelo y lo que era claramente para el maduro señor un invertido. En aquella casa de locos y en aquel momento cualquier persona le era bien recibida siempre que no fuera el dueño y viniera aullando como un anormal, cosa que en aquel momento no le hubiera extrañado lo más mínimo.

-No, no he visto al dueño, se fue con toda esa gente a comprobar lo que había pasado y juraría que eso que hemos oído era la escopeta que el hombre llevaba -dijo, nervioso, pero más irritado que nervioso, las gotas individuales de sudor perlándole los flancos por la frente- Tormenta o no yo me marcho de aquí ¡y les sugiero a ustedes que hagan lo mismo!

Dijo, siguiendo sus propias palabras y dirigiéndose a recoger la maleta que había dejado: no la importante que tenía a su vista de continuo, sino la otra, la que contenía un material que era quizá más vital, pero no más importante. Entonces se percató del botiquín que uno de ellos llevaba en las manos.

-...¿qué ha pasado?

Intuía que con la que parecía estar habiendo allí aquella noche no iba a gustarle la respuesta.

Los tres decidieron entrar en la habitación en la que había estado escondido Matthew, pudiendo ver una pequeña y cómoda mini-vivienda bastante parecida a un piso de estudiantes. Era una sala rectangular de “concepto abierto”, una forma de verlo ya que estaba en una esquina una cama ocupada bajo un mueble donde guardaba un par de libros, un sofá a su lado de un único asiendo y en la esquina contraria una mini cocina con un fregadero vacío y una encimera donde descansaban dos tazas humeantes y una tetera. En la misma pared una habitación anexa que suponía sería el baño, con varias toallas manchadas de sangre y ropa tiradas en el suelo.

Era un lugar pequeño donde podían vivir perfectamente los miembros del staff, incluso se podía alquilar a un módico precio, contando con lo justo y necesario para el día a día.

En el centro de la estancia, una mujer vestida con una camisa oscura con botones, algunos desabrochados, mirando con temor a los nuevos miembros que habían entrado en su “casa” mientras cogía un cuchillo de un cajón, apuntando hacia ellos. Sobre la cama, un hombre descansaba plácidamente con la camisa abierta, viéndose en su costado una herida ahora cerrada con un improvisado vendaje. Al menos respiraba al ver que su pecho subía y bajaba plácidamente. Era el mismo que había visto Lars.

¿Estás loco? – No se creía lo que Matt acababa de hacer, sobre todo una vez entraron Calvin y Essai a la habitación, acortando el espacio que quedaba al estar prácticamente en la puerta.

Siguió de cerca al resto, entrando de los últimos para ver qué había pasado y encontrándose a una confusa Akiko, quien le apuntaba con un cuchillo asustada mientras buscaba el apoyo de una pared para ocultar su espalda, temiendo que fuese a hacerle algo.

Espera, espera, ¿qué está pasando aquí? Akiko, ¿qué haces? Se supone que deberías estar trabajando.- Estaba confuso por la actitud de la trabajadora, manteniendo la distancia aunque, de haber querido, él tenía una escopeta. Sin embargo las gotas de sangre del suelo y el motivo por el que habían llegado hasta ese punto le hizo reconducir la mirada hacia la cama, entrecerrando los ojos mientras se fijaba en la cara del hombre.- Le conozco… ¿No es el tipo de la 102? Si hablé con él esta mañana, ¿qué coño le ha pasado? – Iba a dar un paso al frente pero rápidamente fue frenado por el segundo hombre, Esai, quien le agarró del brazo al ver que Akiko se tensaba por el movimiento.

Korosawa, baja el arma. Queremos ayudar.- Una mano agarraba a Calvin para que no avanzara mientras que la otra levantaba la palma en señal de calma. Mientras tanto los tres músicos permanecían en medio de la discusión, entre un cuchillo y una escopeta.- Dame el cuchillo.- Más severo, ahora fue él quien se acercó un paso y tensando más a la mujer, quien apretó las manos en torno al mango del cuchillo.

¡Habéis sido vosotros! – Cada vez estaba más histérica, notando que sus brazos temblaban del miedo y sus ojos estaban inyectados en sangre, apuntando a ambos miembros del personal sin atreverse a avanzar.- Matasteis a mi hermano y ahora queréis callarnos. ¿Vas a intentar matarme también? Sois unos asesinos, ¡todos vosotros! – Gritó, aunque su voz apenas se apagó al llegar al pasillo. Fuera hacía demasiado ruido, posiblemente nadie más los escucharía.

Lo que estaba claro es que la situación estaba en un estado crítico.

Diestra en el arte de prepararse una raya mientras se movía por la habitación como si estuviera en su propia casa, abrió una de las ventanas para ver la plena oscuridad del exterior si no fueran por tenues luces que servían como focos del pasillo, aunque algunas de las bombillas parpadearan por el temporal.

Pudo ver varias siluetas moviéndose de un lado a otro aunque no reconociera a la gran mayoría, siendo primero dos jóvenes que marcharon rápidamente agarrando uno de ellos a la pequeña que había visto en la recepción y les guio hasta la habitación, prácticamente como si fuera un secuestro al sacarla contra su voluntad escaleras abajo. Después una mujer rubia mirando la habitación de al lado con cierto estupor, pudiendo ver reflejado en su mirada perdida el más absoluto horror antes de apartarse como si de un muñeco mimo se tratase, perdiéndose de su visión.

Más personas pasaban aunque a distinta distancia, sin poder distinguirlas bien entre las sombras. Una mujer bajaba las escaleras contrarias a su posición y se perdía entre el piso, siguiéndola de cerca otra más relajada, puede que ajenas a lo que estaba pasando en ese lado del pasillo.

Lo que estaba claro es que justo a su lado había algo que espantó a varios de los presentes, notando cada vez el olor más fuerte.

No te preocupes, con guardar silencio es suficiente.- Estiró los brazos y cerró los ojos mientras aspiraba aire, alzando el rostro con ojos cerrados hacia el techo del restaurante.- Hermanos.- Los que estaban con él, los encapuchados, descubrieron sus rostros aunque permanecieran fijos en los gestos de su predicador.

El hombre más mayor miraba con admiración al líder de ceremonia, colocándose a su lado con las manos unidas antes de alisar el manto que había sobre el bebé, quién movía sus brazos todavía buscando que alguien le cogiera hacia una dirección. Los otros dos eran una pareja más joven, una mujer de ojos inundados en lágrimas que no hizo ningún amago de detenerlo aunque apartara la mirada, agarrada a la mano de su compañero, quien asentía a las palabras del líder.

Estamos aquí reunidos para entregar este bebé, fruto del pecado, como ofrenda hacia la gran transición.- Miró a la pareja, volviendo a asentir conforme a sus palabras aunque internamente estuvieran rotos.- Tuyas son las leyes y nuestra obligación predicarlas a los seguidores, quienes deben respetarlas. Que sirva de ejemplo para aquellos que quebrantan nuestros mandamientos, puesto que no tendrán sitio en el Arca.- Miró a su compañero, quien se acercó a una estantería para coger un pequeño cofre de madera oscura con una cruz de plata en la parte superior. Parecía una especie de joyero de lujo cerrado con una hebilla de oro pulido y con bordes de plata, realmente una joya que valdría bastante en el mercado sólo por sus materiales.- Joseph, los papeles.- El hombre depositó la preciada caja en la mesa y la abrió, mostrando un cuchillo ceremonial de plata bastante afilado cuyo mango  tenía una cruz negra, simulando un símbolo templario envuelto en una tela de terciopelo roja. A sus pies, varios papeles cuyo contenido no podías ver.

Como si fuera un pergamino, cogió los papeles por ambos extremos y se giró para tener de frente a la pareja, aunque siguiera el hombre predicador en medio de ambos, leyendo su contenido en voz alta.

Nosotros, Tony y Nicky Dutroit, por la presente y con las cualidades tanto físicas como mentales para llevarlo a cabo, manifiesto mi voluntad expresa de hacer mi testamento nombrando herederos legítimos de todos nuestros bienes a la Orden y sus fundadores aquí presentes, Luc Jouret y Joseph Di Mambro.- Le tendió el papel a ambos y sacó un bolígrafo azul del bolsillo del pantalón, cogiendo todo Tony Dutroit.- Vuestro acto de fe elevará vuestra conciencia y salvará vuestra alma mientras el cuerpo es castigado.

El primero en firmar fue él, depositando el folio en la mesa para poder dejar su firma junto a su nombre, dejándole después el bolígrafo a su mujer. Ella dudaba, más bien rompía a llorar mientras lo cogía. Su mano temblaba mientras intentaba firmar, siendo un garabato cursivo que apenas parecía una recta, dejando ambas cosas a un lado para esconder el rostro inundado de lágrimas en el cuello de su marido.

Habéis hecho lo correcto.- Sin esperar más o avisar, juntó sus manos en torno a la estaca de madera y apuñaló al bebé. La primera puñalada fue directa a su cuerpo, hundiéndose en la carne y rasgando piel, clavándose en su corazón y apagando sus llantos en milésimas de segundo. Sin embargo no paró, sino que siguió una segunda puñalada cubierta de sangre a su mano derecha, hincándola en la mesa y rompiendo los huesos, repitiendo ese mismo proceso en la izquierda y el resto de extremidades.

Todo pasó muy rápido y no parecía haberse inmutado. Seis puñaladas sesgaron la vida del pequeño, dejando su inerte cuerpo sobre la mesa cubierto de sangre y carne, recordando más a un muñeco destrozado que a una persona.

Tanto Luc como Joseph se quedaron mirando su cuerpo, aunque los padres rompieron en lágrimas. Cat podía notar cómo la bilis ascendía por su garganta amenazando con vomitar ante la cruenta escena, escuchando a su espalda que la puerta se abría.

Parecía que la fiesta seguía.

Preocupada por lo que le hubiera pasado a Emma o dónde estaría, se dirigió directamente hacia el punto de reunión encontrándose una escena un tanto peculiar.

El interior era cálido, y no sólo por la calefacción que se notaba sino por los vapores que salían de la cocina con un especiado olor de guiso casero, una pequeña habitación anexa tras la barra. En cierta medida podía decirse que el restaurante tenía su encanto aunque claramente estaba desubicado en época por la decoración, algo que llamaba la atención y dependiendo el ojo clínico que tuviera cada uno podría resultar cutre.

Sin embargo no era el estilo decorativo lo que más destacaba.

Las mesas de los laterales habían sido movidas para crear una central que pudiera albergar varios comensales, como si de un banquete se tratase, uniendo unas 6 mesas en vertical con sus respectivas sillas. Rodeando las mesas había hasta 6 personas de distinto tamaño vestidas con unas capuchas marrones oscuro con detalles dorados en los bordes, reconociendo perfectamente a todos. Bueno, todos menos a una.

En el centro de la mesa había un manto grueso azul con detalles de delfines blancos dibujados, representando un mar y, sobre el, un bebé de apenas unos meses brutalmente apuñalado por una estaca de madera pulida con grabados en los laterales que descansaba en su pecho inerte. Luc estaba justamente frente al cadáver con las manos manchadas de sangre, al igual que algunas partes de su túnica por las salpicaduras, alzando el rostro hacia la puerta cuando la escuchó.

Frente a la mesa, una chica joven sentada en una silla aguantando las ganas de vomitar, sujetándola Greg por los hombros para que no escapara, obligándola a permanecer ahí sentada.

A la derecha estaban la pareja Dutroit abrazándose, destrozados por ver a su pequeño asesinado frente a sus ojos aunque ninguno hizo amago de evitarlo. Era lo que la Orden pedía y así cumplirían, aunque todavía quedaba una última parte.

A la izquierda de Luc estaba su marido Joseph, quien sonrió al verla entrar aunque rápidamente se borró al comprobar que venía sola.

Querida, no te esperaba tan pronto.- Se acercó a la nueva invitada con los brazos extendidos, dedicándole un beso en la mejilla.- Estábamos terminando. Ya firmaron el testamento.- Miró tras Theresa, comprobando que no había nadie más con ella.- ¿No está contigo Emma? Dentro de poco será su momento, estoy impaciente de que llegue.- Se giró hacia Luc, quien sacó la estaca del cuerpo del bebé para depositarla con gracia sobre un paño blanco, limpiándole los restos de sangre.- ¿Todo correcto?

Miró el papel que ambos habían firmado, comprobando que tanto la firma como el contenido era correcto antes de doblar el folio. Parecía que la Orden había adquirido nuevos bienes para su enmienda.

Todo correcto.- Dejó los papeles sobre un pequeño cofre de madera oscura con una cruz de plata en la parte superior. Parecía una especie de joyero de lujo cerrado con una hebilla de oro pulido y con bordes de plata, sacando después un cuchillo ceremonial de plata bastante afilado cuyo mango  tenía una cruz negra, simulando un símbolo templario envuelto en una tela de terciopelo roja.- Hermanos.

La pareja se separó para colocarse frente a Luc, aunque no soltaron sus manos. Primero se acercó a la mujer, atrayendo el rostro cubierto de lágrimas al suyo para darle un beso en la frente antes de dibujarle una cruz con la sangre de su bebé.

Gloria a Cristo.- La mujer repitió la frase antes de que el cuchillo volara alrededor de su cuello en una profunda tajada. Se llevó una mano a su cuello para intentar taponar la fuente que desprendía y notando que se ahogaba en su propia sangre, escupiendo algunas gotas. Cayó de rodillas al tiempo en el que repetía el mismo proceso con el hombre, recitando las palabras y rajándole con un corte limpio.

Como si fuera un perro amaestrado, el padre Benedetto obedeció de inmediato aunque su fuerza no era lo mismo que hace treinta años. Intentó mover el minibar para llevarlo a la puerta y que funcionara de fuerte, pero apenas agacharse y poner un mínimo de fuerza notó que la espalda le crujía.

Madre mía la ciática. Ya no puedo hacer el salto del tigre como antes.- Se llevó la mano a la espalda mientras apartaba la idea de volver a intentarlo, teniendo que optar por cosas de menor peso. Lo primero fue una silla de madera que había en un lateral, al lado de una pequeña mesita. Apenas pesaba dos kilos, menos incluso que la pequeña, aunque estaba claro que eso no era suficiente para lograr que alguien entrara.- No sé si lograré atrancar la puerta. Todo parece anclado al suelo.- Y así lo intentó, moviendo las mesas más pequeñas para hacer un cúmulo de mobiliario frente a la puerta antes de apagar las luces y cerrar las cortinas, procurando encender una velita para tener al menos un mínimo de luz y no matarse en el proceso.- Tanta tensión me afloja la barriga…- Disculpándose de ese extraño momento de figura “maternal” e hija, se encerró en el baño dispuesto a relajar el cuerpo y el esfínter, dejándolas a ambas solas.

Si ya de por si la presencia de “mujer” le inquietaba, el padre lisiado con problemas intestinales y apagar las luces, dejando una vela como si se tratara un campamento contando en mitad de la noche cuentos de miedo fueron suficientes para que la pequeña estuviera todavía más preocupada. Miraba de un lado a otro ante cualquier ruido, intentando distinguir las siluetas de la noche mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra de la habitación.

Mi papá es Joseph, Joseph Di Mambro.- Se sobresaltó con un pequeño respingo al escuchar un ruido, aunque tardó en averiguar que había sido una deposición procedente del baño.- Tiene un grupo de gente, se reúnen todas las tardes y hablan de un Arca, de la venida de Cristo… Tienen unas normas muy estrictas. Apenas me dejan salir de mi cuarto y siempre tengo vigilancia.- Se rascó el brazo, aprovechando para quitarse una mota de polvo que tenía en esa zona.- Mi papá dice que dentro de poco todos moriremos, que sólo la llegaba de Cristo nos salvará. Un niño nacido entre los creyentes. Él es el único que puede dar permiso a las parejas para tener niños y los Dutoit… no lo tienen.- Bajó la mirada mientras apretaba su vestido blanco con los puños, asustada.- Intenté advertir a Theresa pero no me escucha, así que me escapé.- Alzó la mirada para buscar el conducto, el lugar por donde había aparecido, aunque con la oscuridad apenas localizaba la puerta.- Sé que iban a reunirse en la cafetería y ahora deben estar buscándome. Temo que les hayan hecho algo malo Ellen. No sé a quién más recurrir.

El joven se apartó de la puerta cuando ésta la abrió, aunque una parte de él cesó su tensión al creer que iba a ayudar. Aturullado y preocupado por los gritos que había escuchado, intentó responder a todo lo que le pedía con la mayor rapidez posible, aunque su lengua se trataba en algunas partes culpa de los nervios y miedo que sentía.

Los disparos sonaron afuera, diría que por el aparcamiento pero no estoy seguro.- Señaló a la parte exterior del edificio, más allá del complejo del motel, aunque con la oscuridad que se había instaurado en el lugar era difícil distinguir nada.- Annette… Estoy seguro de que era ella, la escuché cerca, puede que en el piso de arriba.- Señaló al pasillo que comunicaba  al patio central con la piscina, una zona que había visto antes cuando salió a recepción. Lo que estaba claro es que ambos sucesos habían sido en lugares distintos.- En el restaurante debe de haber un botiquín, Mamma siempre guarda uno allí por si se corta. Calvin ya nos avisó que fuéramos por las habitaciones cuando un huésped indicó que encontró un herido, por eso estaba por esta zona y mis compañeros también. Oh dios, Annette también estaba en ese grupo, creo que se encargaba de las suites superiores.- Parecía que algo en su cabeza había conectado, hilando pensamientos para llegar a un punto en común.- ¿Cree que la ha encontrado el asesino? Le juro que si le ha pasado algo…- Apretó las manos en un puño, resoplando ante aquella posibilidad.- Vo-voy a buscarla. Sé que era ella. Joder, joder, ¡joder! – Parecía haber entrado en un bucle de histeria del que era incapaz de salir, buscando la salida y dirigiéndose a la primera que viera. No sabía si iba al restaurante, a la recepción o a buscar a Annette.

Luca se había llevado consigo a Jenna, la hija del dueño del motel, con tal de que no vieran la cruenta escena que habían presenciado. Ella entró poco después a la recepción tras despedirse de Melissa, un poco confusa por el arrebato de conducirla a otro lado y con la visible confusión de no saber qué estaba pasando o dónde estaba su padre. Hizo un amago de saludo a Marc cuando le vio, quedándose apartada a un rincón aunque mirando a todos lados.

¿Esto? – Luca miró el botiquín que llevaba, dejándolo sobre la recepción.- Fui a curar a Andrea, tuvo un accidente con su coche.- Marc podía ver que el otro joven tenía una gasa en su frente y una improvisada venda. La herida no estaba del todo curada, pero servía para que no se desangrada ahí delante de todo el mundo.- Escuchamos un grito en la suite de al lado y había…- Miró de reojo a Jenna, quien no había visto por los pelos lo que contenía esa habitación.- Mi hermana está perdida y debo de buscarla, lo siento.- Preocupado tanto por lo que había visto como por el destino de su hermana, todavía desaparecida, salió de la recepción sin ningún rumbo fijo.

La pequeña no sabía qué estaba pasando y la incertidumbre la mataba, sobre todo el no saber dónde estaba su padre. Miró a un lado a otro sin saber a dónde ir, observando cómo Luca salía y se perdía por el pasillo que conducía al patio interior.

Mi padre tiene un pequeño refugio en su despacho. Siempre dice que quiere tenerlo por si acaso los chinos invaden.- Se encogió de hombros ante la locura de su padre, aunque ahora que necesitaban un lugar seguro para esconderse de lo que fuera que había fuera, lo veía como la mejor opción.- Conmigo venía Melissa, pero nos separamos porque se marchó al bar. Me gustaría avisar al resto de huéspedes, si algo está pasando estarán más seguros.

Entrar en ese raro sitio, luego de haber pasado por un pasillo oscuro y algo sucio, hizo que la cara de desconcierto de Marco fuera aún más evidente. Apenas le prestó atención a los detalles, pues su mirada se fijó en la asiática con cara de mearse de un momento a otro, apuntando a todos con un cuchillo.

Ahora las palabras de Matt adquieren verdadero significado, así que le dedicó una mirada de interrogación, pero la situación se tornó rápidamente más tensa cuando llegaron Calvin y Esai. De repente estaban en medio de un conflicto que no les venía a cuento y del que podrían salir muy mal parado. Lo peor es que la asiática parecía estar fuera de sus cabales… ¿Drogas? Seguramente. Solo que a diferencia de Lars que corría desnudo por ahí, esta quería apuñalar gente. ¿Y de que hermano hablaba? El muchacho herido no parecía pariente ni de cerca.

-Wow. Tranquilos, esto no va a acabar bien para ninguno- instintivamente se alejó del camino de la escopeta y de la loca asiática con un cuchillo. Miró el arma de ambos, como pensando en si podía sacarle el cuchillo a la loca… pero decidió que aquello era una total tontería y arriesgaría su vida por un movimiento muy estúpido-. Nadie quiere matar a nadie, solo vinimos a buscar a nuestro amigo y salvar la vida del tipo ese. Así que por favor, baja tu arma. Pareces una persona confiable y que ayuda al prójimo, nosotros somos iguales. Solo queremos lo mejor para todos- y largarse de ahí ya mismo, pero antes tenían que evitar que se mataran quien sabe por qué-. Por eso vinimos en medio de la nieve y el frio. Incluso Lars dejó su ropa para que tu amigo este a salvo... Todos juntos podemos ayudarnos, no hay necesidad de convertir esto en una mala película de Terror. ¿Si?

El sacerdote había ido a encerrarse en el cuarto de baño. Felony supuso que habría tenido un apretón y quería vaciar el estómago, si bien también se le pasó por la cabeza que se hubiera quedado a solas con la niña para que se facilitara un momento maternal o tierna. Era algo que solía pasar a menudo en las películas y, en su demencia, Felony continuaba considerándose una diva de película.

-Chiquilla -dijo Felony, acercándose a Emma y posando una mano sobre los hombros de la pequeña, en un intento no demasiado bueno de infundirle confianza-, tranquila... Estás a salvo. Estás conmigo y con un hombre de Dios. -Sonrió levemente para calmar a la niña-. No puede pasarte nada malo.

La gran diva escuchó cómo la niña le hablaba sobre quién era su padre, mientras que el padre Benedetto estaba haciendo sus necesidades. Si Felony hubiera sido una persona coherente, lo más probable es que hubiera pensado que aquella chiquilla se había escapado de algún grupo de lunáticos religiosos que, por algún motivo, la habían vestido como si fuera su primera comunión y quisieran hacerle daño. En vez de ello, carraspeó y dijo:

-Tu padre está buscando el Arca de la Alianza. -No era probable, pero para Felony lo más relacionado con un arca que conocía era el Arca de la Alianza que buscaba Indiana Jones en su primera película. De hecho, siempre decía haberse presentado al casting para el personaje femenino principal y que incluso había leído unas líneas en compañía de Harrison Ford, aunque a última hora la mano negra de Hollywood había provocado que le arrebataran el papel-. Y eso solían hacerlo unos señores muy rubios que perseguían por el desierto a un arqueólogo macizo con látigo y sombrero. Querida, creo que tu padre es nazi.

A ojos de Felony, todo encajaba. Los nazis tenían normas estrictas y solían ser muy rubios, como lo era esa niña. Además, los nazis solían ser muy intensos, aunque lo de la llegada de Cristo le chocaba un poco. Aunque lo que estaba claro es que el bebé de los Dutoit estaba en peligro.

-Escucha, no creo que pueda hacer nada para ayudarte -se sinceró la diva, en tono suave-. Me hice daño en el tobillo y, si tu padre es peligroso, no creo que yo vaya a poder correr contigo de aquí. Pero haré lo que pueda para mantenerte a salvo en esta habitación. ¿Sabes si tu padre y sus amigos han estado gastando bromas telefónicas en este hotel?

 Theresa se había hecho presente en el momento culminante de aquella reunión de la Orden, viendo como uno de los hijos de la organización fue sacrificado siendo apuñalado por una estaca, y presenciando como los padres de esta criatura seguían de cerca a su hijo en el camino a la muerte. Todos cayendo bajo las sangrientas manos de Luc. Poco podía decir Theresa ante todo ello; ella usualmente no presenciaba estas instancias de la Orden. Ella simplemente... prefería no hacerlo. Se podía notar que tragó saliva y sus ojos se abrían de sorpresa al ver lo que acontecía. Pero había algo que tenía que decirle al líder de la Orden y no podía hacerse esperar.

 La joyera apenas si posó por un momento su mirada en Catherine, la chica que era sujeta por Greg. Como si la presencia de aquella muchacha fuese la menor de sus preocupaciones. Recibiendo el saludo de Joseph con una ligera sonrisa, pronto una mueca de preocupación se manifestó en el rostro de Theresa.

- Joseph... la niña desapareció. Se encerró en el baño mientras hablaba con el Sr. Noir y... cuando termine de hablar y abrí la puerta del baño... ya no estaba. Emma desapareció, Joseph. No puede haber dejado el motel... ¡hay que buscarla!