Partida Rol por web

Alarmado por la situación, decides poner pies en polvorosa dejándole la chaqueta para que taponara la herida mientras que Matt se encargaba de darle primeros auxilios sin saber siquiera si tenía los conocimientos necesarios.

Mientras corría por la nieve, procurando no caer, comprobó que el grupo que había dejado antes charlando se había disuelto por completo. No había rastro de la última en llegar ni del hombre, aunque la mujer rubia ahora se dirigía a su coche y se subía en él sin quitarte ojo de encima, curiosa por saber el motivo de tu repentina prisa.

Pero no tenía tiempo que perder, no si quería salvar una vida, así que nada más abrir la puerta vio al dueño hablando tranquilamente con esas dos personas faltantes, quienes cargaban todavía con sus maletas, una en cada mano, y parecían estar todavía decidiendo qué habitación escoger.

- Puto hostal de mierda...!

De verdad la tele no iba a funcionar??!! Me cago en la puta!

Sin duda, hubiera seguido pensando todo tipo de improperios si no fuera por unos golpes en la puerta que atrajeron mi atención.

Probablemente será la enfermera (no me caía en la cabeza la existencia de enfermeros) que veía a curarme la herida.

Ya era hora! - murmuré en voz baja.

Llevaba puesta por única prenda, una toalla que me cubría de cintura para abajo. No había encontrado la necesidad de vestirme inmediatamente tras la ducha y, además, la habitación estaba cálida.

Abrí sin miramientos.

La figura de un tipo de pelo negro dio al traste con mis ilusiones de encontrarme una guapa enfermera tras la puerta. Su cara me era vagamente familiar...

- Y tú... quién coño eres?

Al caer al suelo con ese resbalón, Felony sintió un dolor que recorría su pierna derecha. No creía que se le hubiera roto ningún hueso, pero no descartaba haberse torcido algo. El dolor era tan inmenso que la gran diva no pudo evitar dejar escapar un grito de dolor que probablemente se escuchó en toda la planta del motel.

No, no era el grito de una diva. Era claramente el grito de un hombre de mediana edad. No había atisbo de duda.

-¡¡Me cago en to' tus muertos, niño!! ¡¡Y en tus padres también!! -rugió Felony, mientras el sacerdote la ayudaba a incorporarse y ella le indicaba con un gesto de mano que la llevase hasta la cama-. ¡¡Por tu culpa, casi me parto el fémur!!

Ni qué decir tiene que Felony no tenía ni idea de qué hueso era el fémur, pero era un nombre de hueso que había escuchado en algún programa de preguntas de televisión y se le había quedado grabado. Afortunadamente para Felony, el niño ya parecía haberse callado, por lo que no dijo nada más. Al percibir que la muchacha que había tonteado con el hombre gordo se asomaba desde una de las habitaciones, Felony sólo alzó la mirada, con una clara pose de diva, y dejó que su hombre la llevase hasta el interior de la suite. Caída y con el tobillo roto, sí, pero seguía siendo tan diva como siempre.

-Estoy bien -le dijo al sacerdote, en un tono que trató que no sonara brusco, mientras instintivamente quería llevarse una mano al tobillo-. ¡Joder...! ¡Como duele, maldita sea! ¡Sí, padre! ¡Llame a recepción! ¡Argh, cómo duele!

-¿Lys?- preguntó al creer oír sus gruñidos. Si, tenía la capacidad de reconocer sus gruñidos, siendo algunos más “bonitos” que los que normalmente emitía. Pero pronto la comunicación cambió, oyéndose una música muy rara. Al terminar esa improvisación, alguien habló del otro lado, sin reconocer su voz. Marco se quedó con el teléfono en la oreja, con su mejor cara de “¿Qué diablos?”. Colgó y miró a su alrededor confundido, como si la respuesta estuviera pegada en el horrible empapelado-. Bromistas- terminó diciendo encogiéndose de hombros. Tampoco iba a ver que quería Lys, pues seguramente se equivocó de número, no creía que requiriera de sus cuidados ese día-. Maldita loca- murmuró caminando hacia la ducha y comprobando si había agua caliente. No quería darle vueltas a los juegos de esa joven, pues siempre tenía que recordarse que era tan estúpido como para caer en ellos.

Conforme con que no iba a morir congelado luego de darse una ducha, decidió ir hacia la van a buscar ropa limpia, su bajo y darse un baño. Con suerte al terminar tendría la comida caliente de Mamma… No era un mal plan después de todo, la tormenta pasaría, descansarían un poco, con suerte Lys no se metía en problemas, Lars no le molestaba.

-Me siento raro- dijo en voz baja, mirando a su alrededor. Algo no cuadraba y no sabía que era. Tarareó entre dientes una canción, hasta que se detuvo bruscamente al reconocerla. Era la misma que oyera en el teléfono-. Debe ser buena si me afecta así- aunque recordaba partes, quizás si se esforzaba recordaría el resto. No pensaba robarla o usarla, pero cualquier práctica era buena.

 La descripción de la escena fue un tanto cruda para Theresa, pero la joyera estaba buscando acostumbrarse a esas situaciones. Todo la pareció bastante bien pensado, pero el hecho de haber dejado un cadáver al descubierto era más que problemático.

- ¿Lo dejaron allí, pudriéndose en el medio de la nada? Eso es algo que se tiene que arreglar el momento en el que se calme la tormenta. Quiero ese cuerpo lejos de nosotros, Greg...

 Esta última frase fue casi susurrada, aunque estaba segura de que la niña no escuchaba la conversación. Pero no podía estar segura de que su voz no fuera a dispararse por los nervios. A diferencia de Greg y Joseph, a ella le costaba mantener el temple frío ante estas situaciones. Todavía recuerda el ataque de nervios que tuvo cuando mataron a la primera persona en frente de ella.

- Como sea... _{no hay problema,} ^{esto se arreglará}... entierra la pistola y asegúrate de que nadie te vea haciéndolo. Recubre todo el lugar con nieve, obviamente... ahora ve afuera. Tengo que hacerle una llamada al Sr. Noir para avisarle del retraso de la entrega... _{jodida tormenta}...

Hacía un frío que pelaba y al final vio que no podía salir con la taza o se las vería crudo para subir las escaleras sin matarse así que rápido dio un sorbo, abrió la puerta del restaurante dejó en la mesa más cercana la taza y marchó. Fue una buena decisión dejar la taza pues así pudo agarrarse a la barandilla con una mano, subir y tocar a la puerta de la habitación.

Cuando le abrió el chico prácticamente desnudo el no hizo ninguna muestra de asombro o preocupación, simplemente extendió el botiquín cuando el tipo preguntó quien era. - Soy Luca, vengo a entregarle un botiquín a alguien que se ha herido. Se quedó pensativo unos segundos mirando a la cara al tipo. - ¿Tengo que curarle o puede hacerlo solo? No parecía molestarle el hacerlo o no, simplemente se quedó esperando respuesta como pasmarote ahí en la puerta, con el botiquin en la mano extendida.

El tipo formuló su pregunta y se quedó ahí: como un pasmarote.

Di por hecho que era un trabajador del motel al que, hasta el momento, no había visto.

Probablemente, mi cara reflejaba desilusión: me hubiera gustado que una chica hubiera sido la encargada del tema... alguien así como la morenita que había tenido oportunidad de conocer antes de entrar a mi habitación...  o, tal vez, la rockera esa hippy... estaba bastante buen.

Dudé inicialmente ante su ofrecimiento... pero, lo cierto es que me dolía bastante la cabeza...

- Si no te importa.... - contesté mientras le franqueaba el paso.- Supongo que no traerás también una botella de vodka, me equivoco?

Pasa y dame tiempo, voy a ponerme una camiseta.

Sin darle tiempo a contestar, me metí en el baño tras coger algo de ropa de i bolsa: jersey negro de cuello alto y pantalones negros. No eran quizás las ropas más adecuadas para e lugar pero.. qué coño! nunca pensé que fuera acabar en ese lugar!

Una vez dentro del vehículo, arrancó. A través de la luna trasera vió el vapor de agua contenido en la mezcla de gases que salía por el tubo de escape, al arrancar con semejante frío en el exterior. La cantidad de humo salió al mismo tiempo que el motor rugió aumentado de revoluciones, también debido al frío. 

En ese instante, vió a aquel chico correr hacia la recepción, donde ya se encontraban los demás para elegir sus habitaciones. El muchacho tenía una expresión de alarma y/o miedo. Vera suspiró. 

-Joder, ¿y ahora qué pasa? -Miró durante unos segundos la escena, con el coche arrancado, pero sin moverse. Negó con la cabeza tomando una decisión. -No, ni hablar. -Pisó el acelerador y el humo tras el coche se intensificó, así como el ruido del motor. Avanzó hasta aparcar lo más cerca posible a las escaleras y a su habitación. No había necesidad de exponerse al frío más de lo necesario. 

-Es que no pienso ni mirar. Bastante tengo yo ya. -Se repitió a sí misma mientras bajaba del vehículo, iba al maletero a recoger su equipaje y cerraba las puertas para dirigirse hacia su habitación. Una vez llegó, si nada le impedía la acción, abrió la estancia, introdujo las maletas, las dejó nada más al entrar, cerró la puerta, se dirigió a la calefacción para subirla a tope y cogió su teléfono móvil. Se tiró en la cama con un suspiro -Puff... Puedo oler los ácaros.

Seguidamente miró el móvil durante unos segundos, tras los cuales se decidió a buscar en la agenda el número de Úrsula Rey, su amiga, la forense, para llamarla. Se volvió a quedar pensativa mirando aquellas letras digitales reflejadas en la pequeña pantalla que decían "Ursula foren", hasta que pulsó la tecla de llamada ¿Por qué lo hizo? Ni si quiera Vera sabría responder con certeza a esa pregunta. Quizás necesitaba hablar con alguien ajeno a todo: A su madre, al motel, al trabajo...

Úrsula se había insinuado a Vera. Ésta estaba segura de que le gustaba a Úrsula, y sabía lo que podía significar una llamada como la que estaba haciendo. No le gustaba demasiado el compromiso, y más con una mujer, pues nunca había estado con ninguna. No sabía realmente lo que quería, a su edad. La llamada ya llevaba dos tonos y el corazón de Vera comenzó a acelerarse. 

La puerta del motel se abre de golpe y entro en la recepción sin abrigo, con la respiración agitada y con las manos llenas de sangre. Probablemente incluso la cara algo manchada. Y veo a ése señor que empecé a ayudar con su equipaje y al dueño del Motel que me miran probablemente atónitos ante mi desafortunado aspecto.

─ ¡HAY UN TIPO MUY MALHERIDO AHÍ ATRÁS! ¡LLAMA A UNA AMBULANCIA ANTES QUE LA CARRETERA ESTÉ INACCESIBLE JODER!

Me he acercado gritando al mostrador ignorando a las dos personas que están ahí si no me intentan detener y ni siquiera presto atención que pueda estar manchando de sangre todo el mueble y algunos papeles que hay ahí esperando a que el tipo coja el teléfono para llamar a una ambuláncia. ─ ¡Joder! ¡Espavila que se te está muriendo alguien en tu hotel! ¡Mi compañero está ahi tratando de detener la hemorragia pero necesita atención urgente! ─

No voy a esperar mucho mas que unos pocos segundos a que el tipo pueda reaccionar y tengo intención de llamar yo mismo aunque tenga que saltar dentro del mostrador.

La situación era muy comprometida y Matt no sabía cuál debería ser su proceder. Estaban quedando completamente empapados por la lluvia y nieve, y a cada segundo transcurrido el frío se hacía más patente, en especial en el hombre herido, que al perder constantemente sangre, su cuerpo estaba tomado una coloración amoratada para nada halagadora.

- No se qué ha ocurrido ni a qué te refieres con que no les pidamos ayuda a ellos, ¿Te refieres a la gente del staff?  Lo que es seguro es que si no te muevo a un lugar más cálido, dentro de nada estarás muerto... - le comentó un tanto sorprendido por las palabras que acababa de susurrar aquel tipo. ¿Les matarán? ¿Quienes? ¿Y por qué?

El joven miró a su alrededor buscando una alternativa, y temiendo que la ayuda que había ido a solicitar Lars llegase tarde, solo se le ocurrió tratar de cargarlo en el hombro como buenamente pudiese, o como mínimo arrastrarlo hasta alguna zona a cubierto, ya fuese un parapeto o llamando a alguna de las puertas cercanas. El tiempo corría en su contra.

- Voy a necesitar tu ayuda para desplazarnos hasta un lugar más a refugio. Aquí vamos a acabar congelados y con una fuerte hipotermia, en el mejor de los casos. ¿Te ves con fuerza? ¡Venga vamos! Dame tu hombro... Quizá podría llamar a alguna de las puertas prefabricadas para que nos abran y ofrezcan ayuda. ¿Tienes a alguien por aquí? ¿Algún conocido?

​​​​​

Como si el destino quisiera ponermelo facil por una vez, al salir de mi habitación el jaleo atrajo mi atención haciendome buscar al par de victimas de entre las restantes que se hallaban en el motel, mirando con curiosidad la escena y escuchando con incredulidad los vociferios de la señora - Ironico... Una señora que no parece tan señora y un cura en el mismo paquete. Objetivos muy sencillos, ya que una se le puede dorar mucho la pildora con adulaciones y el otro es un puro incredulo que solo cree en lo que no ve. "Hermanito" te voy a hacer esperar un poquito más - Pensé para mis adentros antes de acercarme a la extraña pareja

Me acerqué con un poco de tiriteo ante aquellos dos señores siendo que llevaba una cara de preocupación a la par que una expresión de frio. - ¿S-se encuentran bien señores? - entonces levanté una mano sorprendida por lo que había hecho y parandoles antes de que fuera demasiado tarde - Oh, perdonen, no quería meterme en lo que no me llaman, pero no pude evitar oir un grito y me preocupé mucho. Por eso he venido, para ver si podía ayudar en algo, pero si no quieren me marcho. S-solo espero que nadie más haya escuchado a una dama gritar y haya visto que era un hombre el único a su alrededor. Podrían pensar mal.

Luego me fijé en el hombre para darme cuenta de que llevaba alzacuellos - Viendolo de cerca es más improbable que le haga algo a esta simpatica señora. E-es decir, parece simpatica. Oh, cierto, donde están mis modales. Me llamo Catherine. Encantada de conocerles. - dije presentandome, pero sin sacar las manos del abrigo, por el obvio frio

Melissa arrugó el ceño y frunció los labios con cierto desagrado al ver el lamentable estado en el que se encontraba el motel. Quizás en otra época, por lo menos así lo mostraban las fotografías de una de las paredes, hubiera sido un gran lugar, pero a la vista estaba que ahora sólo se veía decadencia y dejadez. Pero tendría que conformarse ya que no había otra cosa disponible y la carretera estaba impracticable para buscar un hotel en condiciones.

Por supuesto no le pasaron desapercibidas las miradas que le lanzó el encargado de aquel antro, seguramente porque la había reconocido y tener una celebridad en su tugurio podría reportarle algún beneficio, sobre todo si lo publicaba, pero por mucho que a Melissa le gustara que la miraran, la admiraran y la agasajaran, sintió un escalofrío cargado de cierto desagrado por la insistencia que mostraba.

Dejó su maleta y se acercó al hombre para elegir habitación, escuchando todas las que tenía ya ocupadas aunque al poco de pronunciarlas el dueño ya se le habían olvidado.

—Por supuesto yo quiero una suite. De las que están libres ¿cuál es la mejor? —No tenía pensado conformarse con nada peor—. ¿Cuál me recomienda? ¿La Nero? ¿La Rosa?

Ante la insistencia y la pregunta del dueño, Melissa se llevó la mano al pelo para hacer un hipotético y coqueto retoque, lanzándole una sonrisa encantadora aunque en el fondo estuviera echando chispas al comprobar que se había equivocado y que él no la había reconocido.

—Pues no, es la primera vez que... —Sus palabras quedaron interrumpidas debido a que, justo en ese momento, la puerta se abrió con cierta violencia y uno de los jóvenes que había visto antes apareció cubierto de sangre.

Melissa se apartó del camino del joven para que no manchara su ropa mientras escuchaba lo que decía. Seguro que ese golfillo había tenido algo que ver en que alguien se estuviera desangrando, pero la mujer prefirió no decir nada y mostrarse expectante ante lo que iba a suceder. Desde luego ella ni iba a llamar por teléfono ni mucho menos tenía pensado salir a ver qué había pasado, por su parte lo único que quería era que le asignaran de una vez la suite, que alguien le subiera la maleta mientras ella se quedaba en el bar, porque habría bar en aquel tugurio ¿verdad?, y se bebía un par de tragos que se tenía bien ganados.

La profesionalidad en aquel sitio, como ya se había dicho, brillaba por su ausencia. Marc se maldijo de nuevo por su estrechez de miras y por no haber realizado el papeleo antes: aquella jornada de urgencia le había conducido a aquel antro de mala muerte, la acidez se le estaba disparando y lo más probable es que con aquella tormenta no siquiera hubiera una cobertura decente.

-La suite más tranquila. Que me suban un termo de café bueno -o lo más parecido que tengan aquí, evaluó no muy compasivo mientras dejaba su maleta- Si tiene alguna clase de sistema de comunicaciones preparado para emergencias estaría interesado en usarlo: por dinero no se preocupe.

Con un poco de suerte no toda la noche sería perdida. O eso pensaba cuando el jipioso chico de hacía unos momentos volvió a aparecer por la puerta, gritando. Junto en aquel momento el señor del traje estaba dejando las maletas en su sitio y dirigió una mirada gélida al gerente.

-...¿qué clase de broma es esta?

Quizá lo hubiera desdeñado en cualquier otro momento, pero en aquel motel de carretera vulgar y con un coche empotrado de forma reciente en medio de la señal estaba más dispuesto a creer que había pasado algo. No hizo ademán de asomarse: ni tenía entrenamiento médico, ni era tan curioso, ni tenía demasiada inclinación.

No le molestaba que lo mirara con desilusión, era lo que le había tocado. Suspiró asintiendo y pasó hacia el interior de la habitación, el cambio de temperatura era notorio así que se le escapó una sonrisa de alivio así como un gesto de frotarse el brazo con una mano. -¿Debería haber traído vodka? No me dijeron nada de eso. Dejó el botiquin en la cama y se quitó la enorme chaqueta ahora que se encontraba en una habitación cálida.  Tomó el botiquin de nuevo y se sentó en la cama colocándolo sobre su regazo, cuando salió el chico no pudo reprimir una muy leve y baja risa. - Perdón, ¿vas a atracar un banco?

Sin filtros, ni uno solo. - ¿A quien tengo que curar? Abrió el botiquin.

Cuando Luca pasó a la suite pudo ver una habitación completamente distinta a la que estaba él hospedado. Parecía cuidada al detalle, desde las columnas que adornaban algunas esquinas de figuras romanas con poses tradicionales hasta las propias paredes marrones y rojizas, tintadas expresamente para conseguir ese acabado de la época.

Al lado de la cama había un pequeño jacuzzi apagado, un lujo que no parecía ni que pudiera permitirse el dueño teniendo en cuenta el estado en el que estaba el motel.

Pero no todo eran comodidades dentro de esa maravillosa habitación. La televisión estaba encendida pero no funcionaba ningún canal, dejando únicamente la visión de franjas blancas, grises y negras típicas de pérdida de señal con el molesto sonido distorsionado.

Aparte, el vecino de la suite de al lado, la que correspondía a “Nero”, parecía estar viviendo su propia fiesta a todo volumen. No dejaba de golpear la pared como si estuviera colgando un cuadro sin importarle molestar al resto del motel y provocando un temblor casi imperceptible al ojo, como mucho un cuenco de cristal con fruta situado en una de las mesitas donde una manzana acababa cayendo al suelo por el traqueteo constante, eso sin contar que él también tenía puesta la televisión a máximo volumen, acallando cualquier otro ruido que pudiera venir de ese lado o el exterior.

Mientras tanto Andrea esperaba a ser curado y sin encontrar la botella de vodka que había pedido, ¿se habrían olvidado? En cualquier caso lo que sí pudo ver era el botiquín que llevaba Luca entre sus manos que contenía lo más básico para primeros auxilios: Un par de paquetes de vendas y tiritas, un termómetro que parecía de la postguerra, unas tijera pequeña, una botella para desinfectar, cinta y algunas pastillas sin nombre ni caja por lo que no podía saberse exactamente de qué sería. Además, pegado a la pared interna del botiquín, una imagen de Jesucristo en la cruz a modo bendición.

El reverendo iba a cerrar la puerta si no fuera porque escuchó la voz de la jovencita, que se acercaba con curiosidad para ver la escena. No sabía si era por la urgencia de ver a su “damisela en apuros” o que la muchacha no supo escoger las palabras correctas, pero le dirigió una mirada acusatoria.

Estamos bien, gracias.- Ayudó a Felony a sentarse en la cama, subiéndole la pierna con cuidado para que la tuviera en alto. Mientras tanto se acercó al teléfono fijo que estaba sobre la mesita pero, al colocarse el auricular en el oído, comprobó que no sonaba nada al otro lado.- Por los clavos de Cristo, no hay línea.- Dejó de nuevo todo en su posición antes de mirar más allá de la puerta.- Voy a buscar alguien en recepción, no tardaré querida.- Y sin que pudiera decir mucho más se apresuró afuera, corriendo con cuidado de no caerse al resbalarse con el hielo, perdiéndose en la esquina que conducía a la entrada y dejando a ambas mujeres solas.

Matthew se agachó para cargar con el hombre, quien emitió un largo gruñido de dolor a medida que sus extremidades congeladas se movían. Pasó la mano por el hombro y prácticamente dejó caer gran parte de su peso sobre el músico, quien podía notar la piel del herido helada y sus ropas mancharse también de sangre, mientras que la mano libre seguía taponándose la herida.

Soy policía, FBI…- Respondió a duras penas acordándose de cómo mover un pie y otro para caminar, aunque la nieve obstaculizaba bastante el avance.- Dorian Claus.- Desvió su mano libre, la que taponaba la herida, hacia uno de sus bolsillos intentando buscar algo pero no encontró más que pelusa, soltando una maldición por lo bajo.

Mi placa, se la han debido de llevar.- Tosió mientras alzaba levemente el rostro para mirar el complejo auxiliar que estaban bordeando, señalando una puerta azul en la parte trasera que se camuflaba con el resto del recinto al ser del mismo color. Prácticamente si no la hubiera indicado pasarían por alto esa entrada.- Mi contacto está aquí, debo llegar hasta ella.

Matthew logró abrir la puerta con dificultad al estar atascada con la nieve, teniendo que dar varios tirones para que accediera. El interior era oscuro, un amplio pasillo vertical con un par de puertas a cada lado con carteles de números que llevaban desde el 1 hasta el 5. No parecía haber un acceso al piso superior, siendo el único acceso las escaleras exteriores.

Akiko, ella sabe…- Cabeceaba mientras hablaba y el músico se percató que cada vez dejaba más su cuerpo caer, perdiendo las fuerzas por la pérdida de sangre o el frío.- El staff no… no confíes… te van a matar chico.- Y cayó inconsciente en brazos de Matthew pero todavía respirando, sin saber cuánto tiempo más aguantaría en ese estado.

Mientras se autoconvencía de que lo mejor era descansar, aparcó el coche en uno de los laterales del parking más próximos a su habitación con tal de no pasar por medio de la recepción. El camino en sí no acortaba demasiado con la entrada principal, accediendo al motel por una puerta en la parte donde estaba que conducía a una habitación de transición que separaba la parte de la recepción a las habitaciones centrales. Totalmente austera y con las ventanas empañadas, agradeció el leve calor antes de acceder a la siguiente puerta, la que conducía de nuevo al exterior.

En efecto, el motel estaba compuesto por una edificación cuadrada con el centro al aire libre aunque, ahora, fuera un paraíso nevado. En el centro una piscina con forma de corazón completamente vacía y que claramente era un peligro acercarse, ya no solo por la profundidad que tenía y el golpe que pudieras comerte, sino porque el hielo podía hacerte resbalar hasta el fondo y abrirte la cabeza. No había ninguna verja de seguridad ni barandilla en la que apoyarse, estando totalmente ausente en el centro, camuflándose con el paisaje.

Vio pasar a un hombre con alzacuellos a toda prisa hacia la recepción, pidiéndole disculpas por los modales al pasar por su lado corriendo aunque sin detenerse a saludarla, mostrando también alarma en su rostro. Definitivamente parecía que algo había pasado o a todos les había dado por correr en esa noche para entrar en calor.

Recordando el mapa del recinto, anduvo por la derecha con las llaves en la mano para dirigirse a su habitación, la “101”, localizándola justamente al final, al lado de las escaleras que accedían al segundo piso.

La puerta se abrió con normalidad y pudo acceder al interior, encontrándose una habitación modesta de cama individual y baño incorporado. No era lo más lujoso que había visto, pero valdría para pasar la noche, sobre todo teniendo en cuenta el precio que tenía.

Se tiró a la cama, cansada, notando que el colchón estaba un tanto duro pero sin llegar a ser molesto, algo secundario teniendo en cuenta los pensamientos que rondaban la cabeza, pero no fue hasta el tercer tono cuando logró escuchar la voz de Úrsula al otro lado de la línea.