Partida Rol por web

Me quede paralizado ante el rugido de la bestia, empecé a sentirme mal, aunque habíamos sobrevivido al terrible ataque de la bestia, aunque mi cuerpo estaba en mal estado seguía vivo que era lo importante, mire a mis compañeros, parecía que todos seguíamos vivos, aunque seguíamos en peligro no pude evitar sonreír, aun seguíamos teniendo suerte.

Encaramado y viendo como la bestia seguía atacando a sus amigos. Se volvió a colocar para otro ataque. – Te acordaras de esto criatura y de mi en tu próxima vida.

- ¡Maestro!

"Retención y Devolución..."

- Yo...

"Retención y devolución..." "Pregúntale por qué no pudo pasar la gárgola." "Yo no quiero esto." La sangre le resbala a Mortarius. "Retención y Devolución." "¡Dame el grimorio!". Estoy sentado en el bosque, Mortarius me mira desde arriba. Tengo hambre. "¿Sabes que te está utilizando, verdad?" Estoy suspendido en el aire, y palabras arcanas que no conozco salen de mi boca. "Retención y Devolución"

- "¡Maldito grimorio! ¡No te entregaré a Mortarius, pero solo si nos sacas de aquí a los dos vivos, ¿entiendes?! ¡Si vuelves a causarle daño a Mortarius, te juro por los dioses que arrancaré tus hojas!"

"¿Cuánta magia puede retener? Si retiene y devuelve... ¿su propia magia?" Observo si las lenguas de fuego golpean en las paredes y rebotan (o son absorbidas para después reenviarlas de nuevo), o si por el contrario, las lenguas de fuego golpean los muros y no reaccionan de forma extraña.

 No había tiempo para pensar, vio como tanto Marcus como Millicent estaban prácticamente expuestos tras el rugido de la criatura. A Regathix le había afectado de lleno ya que él lo había provocado. Aturdido y sin saber muy bien qué hacer opta por la opción que tiene delante. Inesperadamente y en un acto de fe digno del más devoto de los clérigos intenta colarse por debajo de las piernas del monstruo, suplicando que este, ciego de un ojo y ofuscado tanto en quitarse un gran peso de la cabeza como de acabar con sus dos escurridizos oponentes, no repare en el desesperado intento del merodeador.

El Wyvern continua sacudiéndose con fuerza. Regathix, buscando una oportunidad de golpe, intenta meterse entre sus patas que cuelgan sobre la pared. Sin embargo, los embistes de la criatura son demasiado violentos y un simple fallo le deja totalmente expuesto a sus fuertes garras. La piel de Regathix se tensa cuando siente como la pata de la bestia le empuja y le lanza con fuerza contra la pared. El impacto es demoledor y durante unos instantes se queda sin resuello. Unas lucecitas aparecen en su campo de visión debido al golpe.

Guilles por su parte intenta mantenerse agarrado a la bestia, lanzando ataques con su cuchilla, aunque con ningún resultado esta vez, ya que el movimiento de la bestia y sus duras escamas le impiden golpear con certeza. Pero a pesar de sus denodados esfuerzos y a la suerte que ha tenido hasta ahora, en una de las sacudidas siente como pierde el asidero. Solo es un segundo, pero como si la bestia lo notara, sigue agitándose con fiereza. El pícaro no tarda en sentir como su cuerpo se alza del Wyvern y sale volando contra las rocas derrumbadas de más abajo. Intenta amortiguar su caída, pero la disposición de las piedras hace que sea golpeado en varios puntos provocándole contusiones.

Al ver caer a la pequeña molestia que tenía encima, una euforia embriaga a la bestia que sin embargo, mira hacia la columna que oculta a Millicent y a Marcus y descarga su bocanada de hielo sobre ella. El ataque no les llega a dar, pero los continuos embistes provocan que la piedra comience a resquebrajarse y la columna se colapsa, haciendo llover rocas sobre los dos guerreros.

Las azuladas llamas danzan alrededor del mago, cortándote la retirada y estrechando el cerco sobre él. Nostradamus le grita al libro que te ayude, sin embargo es la voz de su maestro la que se alza.

-¡No Nostradamus, no debes usar el libro!- En su rostro puedes ver urgencia y temor -El libro posee un ente muy poderoso encerrado en su interior, si lo usas, tomará control sobre ti. Yo estoy preparado para evitar el control ¡Dame el libro!-

Y Mortarius extiende el brazo indicando que se lo lance.

La voz ríe en tu interior

-¿Que yo tomo el control? Esa sí que es buena. De lo que son capaces algunos con tal de hacerse conmigo. Cuanto menos he de sentirme alagado ¿no crees?-

No sabe cómo, pero Nostradamus sabe que esa pregunta va para él.

La situación era crítica, Regathix veía cómo sus compañeros empezaban a notar el cansancio fruto de un combate prolongado. A pesar del golpe recibido el merodeador aún se encontraba con fuerzas para al menos un último intento. Atacó con renovadas fuerzas, ya le había conseguido herir una vez, así que intento de nuevo un ataque a las patas de la criatura.

No se toman el respriro que ordena Millicent. Vuelven a atacar y eso tiene sus consecuencias...
Cuando la joven guerrera ve la aparetosa caída de su hermano, sale corriendo olvidándose de su propia seguridad hacia los escombros so re los que ha aterrizado.
- ¡¡¡Guilles!!!

-Tranquilos; vamos a salir de esta.

No se como pero saldremos no estoy destinado a morir de merienda de dragón. Se escabulle intentando encontrar una posición defensiva mientras llama a unas primeras energias.

Al ver que las paredes empezaban a desquebrajarse me eche hacia un lado intentando esquivar las piedras que caían de nuestro escondrijo. La verdad es que la cosa se ponía fea, ese dragón empezaba a causar demasiados problemas y parecía que no podía caer nunca.

"¡Oh, sí, que gran idea, grimorio! Detengámonos a charlar mientras un montón de fuego mágico y brutal intenta arrancarnos las cabezas."

Observo como Mortarius me urge, con desesperación que le de el grimorio. Pienso en lo que me dijo el grimorio, pienso en su fracaso ante la gárgola y pienso en todo lo que me ha dado.

- Maestro...- Le tiendo el libro, pero solo un segundo; lo abro.- Estoy preparado para afrontar lo que sea. Gracias a usted.

Leo el grimorio.

"Está bien, ¡Sácanos de aquí!"

Millicent poco puede hacer cuando la columna se derrumba sobre ella. A pesar de intentar alejarse corriendo, las piedras caen todas hacia su lado golpeándola  con fuerza y haciéndola desplomarse sobre el suelo mientras las rocas la sepultan las piernas, dejándola semienterrada. Marcus tiene algo más de suerte al saltar hacia un lado cuando el grueso de la piedra cae al suelo, sin embargo, no puede evitar que un gran trozo desprendido le golpee en el hombro con fuerza. El dolor le irradia un instante para después disiparse gracias a la adrenalina que está expulsando su cuerpo. Se lleva la mano sana al hombro dañado mientras busca con la mirada a Millicent, a quien ve  intentando quitarse las rocas que tiene encima.

Guilles, se aleja saltando entre los escombros buscando un punto desde el que recuperar fuerzas, ocultándose tras unas estanterías. Con el cuerpo apoyado sobre la madera, respira fuertemente mientras intenta concentrarse. Sus manos tiemblan por la situación que parece estar yéndoseles de las manos. Cierra los ojos con fuerza y busca en su interior el valor para salir de ese escondite improvisado. Entonces oye el grito de su hermana y se asoma, viendo como la columna cae sobre ella. El Wyvern se sacude mirando a Millicent, sus ojos muestran un odio terrible por ella. Entonces lo ve claro, el dolor se disipa, la mente se le aclara y su cuerpo se tensa preparado. No puede permitir que su hermana sufra daño. El resto da igual. El pícaro siente como nuevas energías renacen en su interior.

Regathix, sin cejar en su intento por dañar a la criatura, vuelve a alzar sus espadas gemelas y golpea velozmente con ellas, buscando un punto débil en la bestia. Sin embargo, la suerte que tuviera antes parece haberse desvanecido pues lo único que oye al golpear es un golpe seco y metálico, como si golpeara una pared.

El Wyvern cegado por la ira, repliega las alas y comienza a golpear las paredes que lo aprisionan y le impiden entrar. Sus garras comienzan a quebrar la piedra, sus sacudidas hacen temblar la argamasa, su mirada sigue fija en los diminutos insectos que han osado dañarle. Finalmente, la pared no puede soportarlo más y las rocas se desprenden del sitio haciendo que la bestia caiga hacia adelante, penetrando finalmente en la estancia. La bestia lanza un rugido triunfal cuando la caer arrolla a Regathix que está demasiado cerca para evitar a la enorme criatura. El acechador cae empujado y golpeado violentamente y pierde el resuello durante unos instantes, una herida en el costado comienza a manara sangre púrpura. Su sangre.

Nostradamus puede ver la expresión de terror de su maestro cuando abre el libro. El mago baja la mirada para ver que tiene escrito pero se le hiela la sangre al comprobar que las hojas están en blanco. Pasa las páginas rápidamente, esperando encontrar algo, pero solo descubre un compendio de pergaminos sin escribir. La voz ríe en su interior. Se dispone a cerrarlo cuando, no sabe cómo, ve una runa en el libro, una runa de vinculación. Intenta soltar el libro, pero la runa ya brilla en su mente y aunque se resiste, no puede evitar pronunciarla en alto. Al hacerlo, una enorme energía mana del tomo y penetra en cada parte de su ser. Su sangre parece arder en su interior y miles de palabras desconocidas se agolpan en sus labios.

Entonces, tan pronto como ha llegado el dolor, se desvanece y se encuentras de pie y entre las llamas danzantes de la sala. Nostradamus mira a su maestro y sorprendido, ve que expresión ya no es de terror, sino de una honda tristeza.

Mortarius niega con la cabeza.

-Oh Nostradamus, no debiste hacer eso, no debiste. Ahora el libro se ha vinculado a ti y ese vínculo solo puede romperse de una manera.- El archimago hace una pausa -Con la muerte del mago vinculado.-

Entonces de su túnica saca dos pequeños saquitos y tras tirar de los cordeles, vuelca el contenido en el suelo. Una ceniza gris se esparrama por el suelo. Entonces, sus ojos se vuelven negros y distintas runas aparecen en su piel. Runas nigrománticas. Mortarius entona unas palabras de poder y las cenizas comienzan a crecer, tomando forma humanoides. Mientras lo hacen, el anciano le habla a su antiguo pupilo.

-Lo siento mucho Nostradamus, de veras que lo siento, pero ya no puedo hacer nada para salvarte, debo recuperar el grimorio.- Puede ver que su pupilo permanece paralizado en el sitio mientras habla, como si no entendiera lo que dice. Pero lo que parece destrozar a Nostradamus son las últimas palabras de aquel que había sido un padre para él. -El señor de la Guerra así lo demanda.-

Cuando termina de hablar, ve que las cenizas se endurecen y muestran dos cuerpos animados. Pero no dos cuerpos cualquiera. Nostradamus tiene que ahogar un grito al reconocer a ambas, ya que una de ellas torturaba a Lord Griffon en las catacumbas y la otra acompañaba al Dios en la cabaña. Son los cuerpos muertos y animados a los que se había enfrentado anteriormente. Y la presencia que los controlaba y que sentía tan familiar, era su maestro Mortarius.

El archimago sonrie, pero son las figuras las que emiten el sonido, uno muy característico y aterrador.

-shhh, shhh, shhh Ahora no te muevas y te prometo que será rápido. Lo siento-

A pesar de todo, su rostro se sigue mostrando tranquilo y casi apenado.

Al ver a Millicent atrapada solo se me ocurrió ir a ayudarla para poder sacarla del lugar y poder ponerla a salvo, ya que la joven era la que más en peligro estaba ahora mismo. M acerque a ella y quitando piedras le dije.

- Tranquila, te sacare de aquí, debemos intentar salir con vida de aquí.

Permanezco unos segundos en shock. El que las figuras me sean conocidas no me destroza por dentro tanto como el hecho de que mi maestro siga las órdenes del Señor de la Guerra.

"No me digas que no te avise", dice una voz en mi interior. Desconozco si la voz es el grimorio o mi sentido común, antes aplastado y ahora liberado del peso de las emociones que tengo a flor de piel. "Mortarius... Tú... Entre todas las personas que hay en el mundo... ¿!Por qué tú?!" Con lágrimas en los ojos, pues no me queda otro remedio, empiezo a agitar a toda velocidad mis manos.

- Ishmahal, okoro num. ¡Yo te quería!- Le gritó, con los vellos como escarpias debido a toda la potencia arcana que intento concentrar.- ¡Fuiste un padre para mí!

Lanzo un orbe de fuerza a Mortarius, intentando que las ráfagas de energía golpeen a las dos figuras. Seguidamente, cojo distancia, para evitar un ataque posterior; intento dar la vuelta al pozo y colocarme en el lado contrario a las criaturas de ceniza y mi maestro.

Sin dudar y viendo en peligro a su hermana sale de su escondite para atraer la atención de la bestia. Y que mejor manera que con un ataque.

-Maldito hijo de mil padres aléjate y ven contra alguien que quiere verte morir.

 Casi ya de forma sistemática y tratando de dar cobertura al ataque de Guilles ataca otra vez a la bestia, pero esta vez intenta quedarse un poco más apartado, el último golpe ha bastado para que tome consciencia del frágil estado de su cuerpo.