Partida Rol por web

-¡Jajajajaja! ¿¡Bob Esponja!? -preguntó Yomara divertida- ¿El que vive en una piña debajo del mar? -revolvió el cabello de Jimmy y le guiñó un ojo- Bueno, veremos que se puede hacer -extendió ambos brazos y giró 360º sobre sus talones- tenemos toda la tienda a nuestra disposición.

Se separaron, Jimmy buscaba por un lado y ella por el otro, eso sí, no dejando que se alejara en demasía de su lado, porque aunque estaban solos en esa tienda a la hora de entrar, de haber alguien por los alrededores era seguro habían oído el disparo y no tenía forma de saber si eran gente normal como ellos o una tropa de locos. Mejor era ser precavida.

Recorría la tienda en busca de ropa de abrigo y calzado cómodo, principalmente, tanto para ella como para el niño procurando no perder a éste de vista. Vio un calendario y se preguntó que fecha sería, había perdido la noción del tiempo y no era capaz de asegurar si tratábase de días o semanas. Como fuera una cosa era clara, su periodo aún no le bajaba.

Se detuvo frente a un gran espejo y dejó la mochila, que de a poco había ido llenándose, a un lado. Se miró, primero de frente, luego de perfil. Se veía delgada, ojerosa y tenía el cabello bastante revuelto y sucio. Buscó con qué sujetárselo y se lo recogió en una coleta.

Volvió a observarse y su subconsciente le jugó una mala pasada porque un momento lo que vió reflejado en el espejo fue el rostro de su hija. Cerró los ojos y respiró profundo. No lloró, se esforzó para no hacerlo, aún cuando lo deseaba, era consciente que llorar no la conduciría a nada salvo a una debilidad emocional que no se podía permitir.

-¿Y? -peguntó alzando un poco la voz- ¿Hay suerte? De Bob Esponja todavía no encuentro nada, parece que estoy mirando en el lado equivocado porque esta ropa es para niños más pequeños que tú -le mostró un conjunto de sudadera y pantalón corto de los Super Campeones encogiéndose de hombros con expresión divertida- ¿No, verdad? -añadió negando con la cabeza y arrugando la nariz.

El viaje por la carretera secundaría duró apenas 20 minutos. Luego, al encontrarse un camión cisterna volcado en la carretera, tomaron un desvío hacia una carretera principal, durante unos kilómetros. Fueron los suficientes para que James señalara al frente, a algo bastante alarmante.

-Creo que hay un control ahí delante, y gente armada -dijo.

Efectivamente, en la recta del fondo había una pickup, una manta de clavos en la carretera y dos tipos armados con fusiles de asalto esperando, que ahora miraban en dirección a su vehículo. Vanessa los identificó rápidamente: vestían como los esclavistas.

La madre Abygail comenzó a deshuesar el pollo, mientras ponía una cazuela en el fuego. Parecía que iba a hacer un caldo de pollo, una ensalada y unos filetes de ternera, como así se lo indicó a las chicas. La nevera funcionaba, por la electricidad del generador y las placas solares, y la vajilla y los demás elementos de la cocina seguían la disposición típica de una casa tradicional. No les costó mucho encontrar las cosas, y la vieja ayudó en lo que pudo.

Howard y Stanley trajeron las cajas de almacenaje de los quads, pues el humvee ahora estaba en manos de Price, estuviera donde estuviera. Habían metido allí ropa, fundamentalmente, objetos útiles y un poco de comida. La mayoría de las armas y la comida se habían largado con el coronel.

Cuando fueron a por el coche, escucharon la voz reprobatoria de la madre Abygail.

-Ah, no, de eso nada. Ya iréis mañana por la mañana. Ahora hay que cenar.

Entre todos, pusieron la mesa y trajeron las viandas, sentándose, tras mucho tiempo, a comer como gente "normal". La madre Abygail bendijo la mesa con estas palabras: "Bendito eres tu, padre misericordioso, por darnos estos alimentos, y la salud para poder disfrutarlos. Acoge en tu gloria a aquellos que nos dejaron. Amén".

La comida estaba muy rica. Era una auténtica gozada poder comer algo casero después de tanto tiempo subsistiendo a base de comida en lata, envasados y produtos precocinados de dudosa calidad. Abygail miró a Stanley, tras terminar la reconfortante sopa.

-Se que tienes muchas preguntas, Stan. Y no quiero que te las guardes.

Cuando David volvió corriendo a su casa, Jennifer estaba terminando de hacer una maleta apresurada, con lo básico, que incluía un mucho de comida y un par de mudas de ropa. Las familias se apresuraron a hacer sus propias maletas, pero quizá no les daría tiempo. La isla no era muy grande, y como mucho en 20 minutos estarían allí los malos.

El señor Woolsey picó a la puerta, todavía con su fusil de asalto en la mano. El viejo esperó a que David abriera, y luego le saludó tocándose el gorrito de lana.

-Disculpe, solo quiero decirle, que yo me quedó aquí. También los patterson se van a quedar a defender la colonia. Estamos hartos de huir, señor Green. Hemos construído esto, y por Dios que lo tendremos o moriremos defendiéndolo.

Le miró a los ojos, esperando alguna reacción por su parte.

-Espero que entienda nuestras razones, aunque sepa que no las comparte.

 Si, dormimos juntos- responde mientras sonríe- pero nada de mariconadas. Quizás seamos los únicos supervivientes en el planeta, más no por ello necesito cariños y mimos,... al menos de momento- bromea.

Entra en la habitación y deja lo poco que lleva en una de las camas- creo que hoy dormiremos bien. Aunque...- piensa durante unos segundos- oye, Death, ¿crees que debemos hacer guardia? Se que suena raro, pero tal vez pueda venir alguien más, y no con buenas intenciones.

Stanley cenó en silencio, disfrutando de la comida, pues no había probado un plato bueno desde hacía mucho tiempo, y siempre agradecía tener algo sobre la mesa, sea cual sea la circunstancia, aunque de todas formas no podía mostrarse muy optimista, cosa que Abygail parecía haber notado.

Finalmente aquella mujer le dedica unas palabras tras la cena, palabras que Stanley escucha, y lo único que puede hacer inmediatamente es dejar los cubiertos a los lados del plato, terminando de masticar el ultimo bocado, y pensando que responder. Traga y se limpia la boca con una de las servilletas, tomándose su tiempo para hacerlo, y para responder. No es que tenga preguntas precisamente, pero tiene que decir, aunque busca la forma de hacerlo sin levantar mucho revuelo, pues pese a todo la mayoría parecen mostrarse muy susceptibles en aquella situación, algo por lo cual no puede culparlos. Finalmente aclara la garganta antes de romper el silencio.

- No es que no agradezca lo que esta haciendo, señora Abygail – dice a la mujer, volviendo la vista hacia ella, manteniendo ese tono respetuoso que le caracteriza – al contrario, yo, y creo que todos nosotros estamos agradecidos por esto, por la cena y... bueno, ya sabe, por todo – toma una pausa, pensando sus palabras antes de seguir – pero francamente, todo esto es difícil de creer. Yo también tuve el sueño, también la vi a usted, a este lugar, y a... al hombre oscuro. No puedo negar que eso significa algo, pero tampoco puedo creer y aceptar que todo esto se trata de un acto divino de dios. No me malinterprete, soy creyente, no un buen creyente, pero lo soy, y aun así no puedo llegar aquí y comenzar a pensar que todo va a estar bien, que somos los elegidos y vivimos un milagro, esto dista mucho de ser tal cosa. Price me dijo como comenzó todo esto, como la jodieron los militares, con no se que del “proyecto azul”. Me lo dijo mientras estaba de pie a un lado del cuerpo sin vida de mi esposa. Son pocas las personas que he visto con vida desde que desperté en aquel hospital, cuando todo esto comenzó, y la mitad de las personas con las cuales me cruce han intentado matarnos... lo siento, pero disculpe si no puedo mostrarme demasiado optimista – vuelve a bajar la mirada hacia la mesa, mientras apoya ambas manos en los bordes de esta – eso es todo. Tengo preguntas, pero solamente yo puedo darles respuesta – añade antes de, finalmente, volver a guardar silencio.

Tras el silencio - algo incómodo - que se generó después, me había abstraído en mí, tras dejar la escopeta a mi derecha, descansando entre el asiento y el marco de la puerta, había sacado mi diario y empezado a escribir en el. Había pasado así todo el tiempo del viaje, distraída en el papel y la tinta de mis letras. Pero la seña del físico que ocupaba el puesto de co-piloto me devolvió a la realidad. Al duro y crudo presente, alcé la vista mirando entre los asientos delanteros y los hombres que vi, hicieron que un escalofrío recorriese mi médula espinal.

- Esos hombres son parte de los que vi en Chicago... - murmuré entre aterrada y sorprendida - ¿Que hacemos? - pregunté mirando a la federal.

Comencé a cenar en el más absoluto de los silencios, pues prácticamente si no hablaba Erika no tenía nadie con quien hablar así que simplemente me senté al lado de la otra muchacha y me puse a cenar, degustando todo aquello como si fuera la mejor comida que había probado en mi vida.

A pesar de no compartir las creencias religiosas de la mujer, esperé a que vendijera la mesa, cosa que prácticamente sabía que haría y luego ya directamente empecé a ponerme como un " ceporro ".

La mujer no tardó en dirigirse directamente a Stanley, cosa que yo ya había desistido de hacer, pues a pesar de ser la primera persona con la que me había cruzado y de todo lo que habíamos pasado seguía sin caerme demasiado simpático, era como comenzar a comer un trozo de pescado y comenzar a atragantarte con las espinas cada vez que le decías algo.

- Es como si me hubieran hecho venir aquí para sentirme más sola. Cuanta más gente hay es todavía peor.

De todas formas ni siquiera presté atencióna la respuesta de Stanley, había dejado de importarme lo que le pudiera pasar y suponía que pensaba lo que claramente le había dicho a Price hacía un momento, que simplemente se pensaba que las cosas malas sólo le ocurrían a él y que el resto habíamos ganado algo con todo aquello o que al menos, no debíamos tener familia a la que queríamos, o eso debía parecerle.

- El centro del mundo.

- Disculpe Abygail. ¿ Podría decirme dónde puedo echarme un rato a dormir?

Se me había quitado el apetito y las ganas de estar con aquella gente.

- Debería coger un coche y marcharme también. Puede que si vuelvo a casa encuentre a alguien con vida que no crea es el único importante en el mundo.

El músico dejó la bolsa de basura llena de comida al pie de una de las manas, y recostó el fusil con cuidado. Se lanzó de espaldas sobre el colchón con una mueca de felicidad ante la perspectiva de pasar una noche cómodamente.- JAJAJAJAJA, Sin roces... Claro amigo, JAJAJAJA.

Agarró la botella de ron que había encontrado, y desenroscando el tapón, se la llevó a la boca, haciendo un largo trago. Su rostro pareció adquirir una nueva vitalidad, como si el alcohol lo hubiera rejuvenecido unos años. Sentado en la cama, extendió la botella a Ian, ofreciéndole un trago. - No estaría de más hacer unas horas de guardia, no tengo ganas que me sorprendan con los pantalones, bajados en plena noche, algún loco de esos, JAJAJAJAJA... No tenemos prisa por llegar a ningún lado, así que podemos dormir tanto como queramos.

- ¿Tienes uno de esos cigarrillos, Ian? El hombre hizo el gesto de llevarse un cigarro a la boca, mientras hacía la pregunta. - Joder, cuando bebo, me apetece fumar que te cagas. jejejeje

- Yo haré la primera guardia... Guardia... Ni que estuviéramos en el ejercito, JAJAJAJA... Después de los nervios que habían soportado en las ultima horas, Death parecía aprovechar aquel tranquilo lugar para descargar la tensión acumulada. - Pues eso, que ya haré yo el primer tuno, si te parece bien. Cuando esté cansado, te despierto, y continuas tú... Y así hasta que ya estemos descansados del todo... Como ya te he dicho, no tenemos prisa, nadie nos espera en ningún sitio. ¿Que me dices? El rockero sonreía bajo su espeso bigote. - Mañana ya decidiremos que coño tenemos que hacer.

Ian coge la botella que se le ofrece y bebe un pequeño trago. Tras esto se la devuelve- toda tuya, no voy a beber más por hoy- acto seguido rebusca en sus bolsillos el paquete de cigarillos y se lo da- por si te apetece fumar un poco más en tu vigilancia.

Se deja caer en la cama, con pesadez- uff, desde luego estoy molido. Ha sido un día largo, creo que voy a dormir como un bebé- se quita la camisa y se recuesta mejor en la cama- definitivamente, voy a dormir muy bien- mira hacia donde se encuentra Death- si ocurre algo esta noche, no dudes en despertarme. No es plan de hacer heoricidades en solitario- un bostezo surge de su boca- ya mañana concretaremos que hacer- calla durante unos segundos- si es que se puede concretar algo- añade- en fin, buenas noches y despiértame cuando me toque hacer guardia- hace el saludo militar y cierra los ojos. 

Las horas pasaban despacio para Death. Poco a poco, el músico, fue vaciando la botella de ron, deleitándose en cada trago que hacía. No sabía cundo tiempo pasaría hasta que pudiera volver a disfrutar de un momento como ese. Disfrutando de la calma de la noche, a resguardo de los elementos, y en compañía de el que parecía, sería un buen amigo, aunque estuviera durmiendo. El mundo había cambiado, pero por suerte para Death, el licor se conservaba durante muchos años.

El tiempo transcurría entre trago y trago, y el viejo rockero canturreaba en voz baja uno de sus viejos temas. Como echaba en falta a los músicos de su banda. Todo estaba silencioso, y nada parecía perturbar la calma de la oscura noche.

Cuando el sueño y el alcohol empezaron a vencer a Death, el hombre se decidió a despertar a Ian, antes que se quedara dormido y fallara en su cometido de mantener la vigía. Dejó el fusil, con el seguro puesto, apoyado en el cabezal de la cama, y se incorporó dispuesto a despertar a su compañero. No tenía ni idea de cuanto tiempo había pasado, pero necesitaba descansar.

- Ian... Despierta tio. Creo que voy a quedarme dormido, será mejor que hagas guardia un rato... Mientras Ian se desperezaba, debido al zarandeo amistoso que le propinó Death, el músico se dispuso a tumbarse en la cama y a conciliar el sueño. - Cuando te canses... me...me despiertas... Casi no pudo acabar la frase, pues pronto cayó en un profundo sueño, y empezó a emitir un ligero ronquido. La botella de ron se deslizó suavemente de su mano, ya vacía, para acabar rodando por el suelo de la habitación.

Un ligero zarandeo le despierta- que...- es lo único que puede decir. Aún somnoliento, oye unas palabras- Ian... Despierta tio. Creo que voy a quedarme dormido, será mejor que hagas guardia un rato..- al parecer, Death acaba de terminar su guardia. Mientras se levantaba, pregunta- ¿que hora es?- más no hay respuesta, puesto que el rockero se había quedado profundamente dormido.

Ian se levanta de la cama y se encamina hacia el baño. Prueba los grifos- hay agua, gracias a dios- y tras esto, comienza a lavarse la cara con agua bien fría para despejarse. Más o menos despierto, se encamina hacia la ventana y mira tras ella. Aún era de noche, y no se veía un alma. 

Serán las cuatro más o menos- piensa. Más tampoco el tiempo tenía mucha importancia en estos momentos. Recoge la pistola y se sienta en una de las sillas de la habitación. A esperar.

¿A donde vamos a ir ahora?- se preguntó. Aunque la correcta pregunta era- ¿que iban hacer?- podían estar durante mucho tiempo viajando sin rumbo fijo, pero ¿para que? Quizás durante sus viajes podrían encontrar más supervivientes-¿Y luego?- No tenía respuesta para eso.

Se podría intentar formar un pequeño grupo- era una idea como otra cualquiera. Pero para ello había que encontrar a más personas- ¿quizás transmitiendo algún mensaje? No, no creo que eso funcione, aunque- una idea se le fue formando en la cabeza- se podría dejar un señales por el camino. Migitas de pan, como Hansel y Gretel. Así los que las viesen sabrían que no estarían solos y que había más supervivientes...- esto le animó- si, creo que esa es lo mejor que podemos hacer- aunque su plan tenía sus riesgos (nunca se sabe que clase de chalado podía leer el mensaje) lo cierto es que Ian consideró que era una buena idea. Tanto era así que se durmió en su turno de guardia pensando en ello.

El destino hizo que no pudiéramos evitar a los esclavistas y si no había otro camino alternativo para poder eludirlos tendríamos que hacerles frente.

Detengo el vehículo en cuanto los divisamos, necesitábamos tiempo para decidir cómo actuar.

Estudio su armamento y lo comparo con el nuestro, solo el arma de la torreta del humvee era superior a las suyas. También podíamos utilizar la manta en su contra, los clavos también impedirían que ellos pudieran salir de su posición para acercarse a nosotros y la distancia nos favorecía.

-El arma de nuestro vehículo posee mayor calibre y rango que sus fusiles de asalto, eso nos daría cierta ventaja, pero no me agrada la idea de hacer picadillo a nadie...

Por suerte contamos con dos de las mentes más brillantes del planeta, quizá entre todos pudiéramos encontrar una solución más civilizada.

-¿Alguna idea profesor? –Me refería a Amanullah, James le había llamado así anteriormente y era el único que aún no se había pronunciado.

Éramos un equipo y actuaríamos como tal.

Echar raíces. En un mundo muerto la esperanza es algo que se puede perder rápidamente. El ser humano, como animal de constumbres, necesita arraigrase a viejos recuerdos. Y tener un hogar, o creer que se tiene uno, es necesario. Por eso los argumentos del señor Woolsey resultaban abrumadoramente aplastantes. Le comprendí. Y también supe, mientras le escuchaba, que sabía muy bien que era probable que murieran defendiendo ese hogar.

Tras un interminable silencio, asentí con la cabeza. No supe qué decir. No tenía nada qué decir. Jenny estaba embarazada y esta pequeña comunidad era lo más parecido a un hogar y sus gentes lo más cercano a una familia que habíamos tenbido desde que el mundo dejó de ser lo que era. Sin embargo, ahora tenía muy clara la sensación de que ese grupo de hombres armados no iban a hacer una visita de cortesía. Salteadores o quizá lunáticos; pero claramente hostiles en sus intenciones. Nadie reconoce con un avión una zona y luego acude pertrechado para iniciar una guerra si trae consigo buenas intenciones.

La cuestión era ser cauto o arriesgarse. Y creo que el señor Woolsey y los Patterson iban a arriesgarse. Yo opté por ser cauto. Quizá cobarde. ¿Pero qué más podía hacer? No podía arreisgar la vida de Jenny.

"-Lo entiendo. Igual que espero que entiendan porque yo quiero sacar de aquí a mi mujer - repliqué - Mucha suerte..."

El doctor se acariciaba el mentón, más que preocupado. Estaba muy tenso. Solo reaccionó cuando le preguntaron directamente, y se giró a mirar a Debbie.

-Lo primero es salir de la carretera. Podemos dar la vuelta y buscar un rodeo enorme, apartando coches con muertos, etc. Otra solución es salirse de la carretera por donde se pueda, y adelantarles a campo traviesa, reincorporándonos a la via en cuanto sea posible. Y si nos siguen, pues montarse en la ametralladora, y disuadirles.

Miró a Debbie, pensativo.

-Y de los que estamos aquí, tu eres la única que sabe disparar esa clase de cacharros.