Esteban responde amigablemente a la pregunta formulada por Ventura:
"Don Pedro et don Xurxo son los caballeros contratados por el señor del castiello, que es don Fernando Téllez. Los dos han sus proprios hombres, mas yo fui contratado por don Fernando; lo cual non significa que non deba obediencia a los otros dos. Lo cual me recuerda que debo me aprestar por llegar en tiempo a mi guardia."
Pero Esteban no se marcha sin contestar a Simplicio:
"Vidente et practicante también, si vos place. Cada mañana nos reunimos todos los soldados et los mandos et luchamos a pie et a caballo, con lanzas et sin ellas. Parescedes un avezado lancero, me placería medirme con vos; me aburro por non hallar un rival de mi talla", añade, con cierto tono orgulloso pero sin dejar de ser cortés.
Por último, Esteban se dirige a todos vosotros para despedirse:
"Ya nos veremos por acá", dice y se da la vuelta, pero se vuelve de nuevo para añadir algo más. "Ah, si habedes necessidad de compaña amorosa aquestos días, acercarvos al arroyo et buscad la casa de Genoveva, allá viven muchachas muy bonitas. Decilde a Genoveva que vades de la mi parte."
Y, sin más, marcha hacia la puerta central.
Falta media hora para la cena. Aún tenéis tiempo, pero si no queréis hacer nada más, os traslado a ella.
—No me refería a eso, sino a que era muy alto... Bueno, da igual. No creo que los hayáis visto... —De sobra sabía que se habían cruzado, así que sólo me quedaba cambiar de estrategia. Por ahí no llegaría a ninguna parte.
Así, decidí que lo mejor sería hacer de buen samaritano, y decir al hombre— Señor... ¿Os encontráis bien? Parecéis algo cansado, seguro que hoy ha sido un día duro de trabajo. Tal vez deberíais de regresar a casa...
"Mi cassha...", dice, con la mirada perdida. "Mmi cassha essh unna torrre mmuy alta, a lo mmejor desshde ella sshe ve a vuesshtro ammigo el giggante. ¡Vámonossh, mochacho! Lo encontraremossh et le invitaremossh a beber el vino de maesshe Pedrro."
Seguidamente, don Xurxo apura la jarra, la suelta dando un golpe sobre la mesa y se levanta tambaleándose de tal manera que parece increíble que no pierda el equilibrio y se caiga al suelo. Seguramente mañana no se acuerde de nada de lo que habéis hablado; tal vez ni siquiera se acuerde de ti...
Espero por si quieres hacer algo más antes de llegar al castillo con don Xurxo.
Si he recogido mis cosas, creo que poco mas puedo hacer. Dale caña cuando gustes, estoy deseando encontrarme con el grupo para saber qué ha pasado :D
Es ya casi de noche cuando salís de la posada. Los nubarrones resplandecen con los últimos rayos del sol, envolviendo el castillo. Un escalofrío te recorre el cuerpo cuando piensas que vas a verte rodeado de guardias como nunca en tu vida; pero tal vez de este modo puedas superar tu miedo.
El camino se te hace muy largo; don Xurxo anda dando tumbos y te tienes que parar cada dos por tres y ayudarle a levantarlo cuando pierde el equilibrio. En el camino te sigue hablando de Galicia, su tierra natal, pero ni tú prestas demasiada atención a lo que dice, ni él articula bien las palabras, más bien las balbucea, y encima sospechas que está hablando en gallego.
vista de la iglesia y la entrada al castillo sobre la colina
Por fin llegáis a la barbacana, un antemuro construido frente a la puerta que contiene un pasillo en cuesta y con recodos, para dificultar el asalto. A don Xurxo le cuesta subirlo, pero se te ocurre echarte su hombro por encima y sujetarle. Un soldado os oye y baja por el pasillo.
"¡Es don Xurxo, viene con alguien!", grita el soldado, que espera a que subas hasta el nivel de la puerta para relevarte.
La puerta consiste en una verja bajo un arco flanqueado de dos torres octogonales con aspilleras (orificios por donde se disparan saetas).
La verja se abre, y tras ella aparece otro soldado, que deja pasar al primero y a don Xurxo.
"Alto", te ordena cuando ve que avanzas tras don Xurxo. "¿Quién sodes et qué facíades con don Xurxo?"
En ese instante, don Xurxo se da la vuelta violentamente, haciendo que el soldado que lo lleva caiga al suelo. Tiene una fuerza tremenda, aun estando borracho.
"¡Dejad que passhe!", grita a duras penas. "¡Vienne connmigo!"
El soldado te mira con recelo y se aparta para que pases.
El otro soldado se levanta y se dirige hacia ti.
"Ayúdame con él", te dice en voz baja, para que no le oiga el caballero. "¿Quién sodes?", te pregunta, mientras agarra a don Xurxo, estando lo suficientemente cerca del otro soldado como para que pueda escucharte.
Satisfechos con la información que vais recabando por ahora, volvéis a vuestros aposentos y esperáis hasta la hora de la cena. Cuando escucháis jaleo desde la habitación, salís a la principal para ver cómo los criados colocan unos toscos caballetes, sobre los cuales disponen unas tablas que estaban apoyadas en la pared, formando dos mesas alargadas. Después, cada uno coge un taburete y se sienta, mientras otros entran cargados de escudillas con lo que parecen restos de un estofado y las van repartiendo sobre las mesas junto con trozos de pan. Otros traen jarras con vino aguado y vasos de madera de una de las habitaciones.
Sancho es el último en llegar, acompañado de dos jovencitas; una de ellas ya la visteis cuando entró en vuestra habitación para avisar a su padre, y la otra parece aún más joven. Cuando todos estáis sentados a ambas mesas, contáis más de diez personas en cada una, apretujadas y con poco espacio para comer.
Todos os miran, algunos descaradamente, otros de reojo. Por lo que se ve, no están muy acostumbrados a las visitas.
Sancho se da cuenta, y os presenta, sin que los demás paren de llevarse a la boca sus manos pringosas de estofado.
"Aquestos son los albañiles que esperaba el señor. Ayudaldes en cuanto pidan demientre estén en el castiello."
Tras esta "presentación oficial", la mayoría vuelve a lo suyo, aunque notáis que alguno hay que aprovecha de vez en cuando para observaros.
A vuestro lado hay un muchacho pelirrojo. Se muestra simpático, e intenta charlar con vosotros sin dejar de comer.
"Bienvenidos al castiello. Yo soy Alberto, mozo de cuadras. ¿Non nos faredes trabajar en la muralla? Asaz cercana a la torre vigía: lagarto, lagarto."
—¿Yo? Bueno... Esto... Es muy largo de explicar. Mejor ayudamos primero a Don Xurxo, no vaya a hacerse daño— contesto entre susurros al soldado, mientras intento enderezar a Don Xurxo.
Con suerte, podré escurrir un poco el bulto, y que no me hagan preguntas hasta saber qué está pasando aquí.
Ventura enarcó las cejas ante el comentario de Alberto.
—¿Y qué es lo que pasa en la torre vigía, buen Alberto? Non me dirá que corren por aquí supercherias sobre esa torre... ¡cuente, cuente!
Mientras esperaba ansioso la respuesta del tal Alberto volvió al estofado. No era el mejor que había probado pero estaba caliente y en ese momento era lo mejor que se podían permitir. Dio un sorbo y sonrió.
Sigo sin entender la palabra "faredes" pero más o menos entiendo lo que dice el tal Alberto :D
Murgensis, ponnos un 0 en lenguaje que somos unos zotes :P
"Oh", exclama Alberto, encantado de que le prestéis atención, "pues habedes de saber que todo aquel que sube a la torre se mata, tirándose della. Nin siquier los soldados passan mucho tiempo en ella."
Debéis perdonarme por los "palabros" medievales que os suelto; es que soy muy aficionado a las lenguas, conozco muy bien el castellano medieval y se me olvida que los demás no tienen por qué entenderlo. "Faredes" significa "haréis".
"¡Eso son memeces!", grita de repente un hombre, que aunque está sentado algo lejos de vosotros, ha escuchado lo que ha dicho Alberto. El resto de comensales deja de hablar; algo les debe pasar con este sujeto. "¡Sodes un muchacho estúpido et ignorante", le espeta a Alberto. "et habredes de morir igual si non pones algo de seso en ese pepino que habedes por cabeza!"
El hombre coge su escudilla, se levanta y sale del edificio, airado.
"Asaz fablades*, zagal", le reprende Sancho a Alberto, que no vuelve a abrir la boca el resto de la cena. Luego se dirige a vosotros. "Aquel era José, el herrero. Fablé con él para que se arreglara con vosotros depués de la cena, mas creo que agora habredes de esperar fasta mañana."
* asaz fablades: hablas demasiado, más de la cuenta.