Partida Rol por web

Yo tambien pienso lo mismo, pero no veo claro como proceder- dice un pensativo Roger....

Sancho no sonríe, pues parece que nunca haya sido capaz de ello, pero se muestra satisfecho.

"Id pues", dice. "Pero cuidarvos muy mucho de Esteban, que non es tonto nin manco."

Y se queda esperando a que os vayáis.

Esperad amigo Sancho, ¿puede indicarnos, et venir con nos,  vuesa merced, o alguien de la suya confianza, et mostrarnos cuales son las torres, o nichos lo mesmo da,  adonde duerme la soldadesca, et donde mora el preñador?

Guienos por el sendero más cuerdo y más veraz, pos la labor es ardua et la necesidad acuciante, ademas las nuestras molleras estan castigadas por los años y el poco juicio, et mejor seria indicarnos la via en persona, no por gestos, y no por mapas.

"Lancero", dice Sancho, frunciendo el ceño, "acabades de dezir que non es cuerdo que nos vean en reunión, et agora queredes que vos acompañe. Como dije, non he nadi que vos pueda servir, et la torre está tras de la perrera, a la izquierda de la entrada al castiello. Non habedes menester ningún mapa para orientarvos, que non buscades el camino más corto a Jerusalén."

Las palabras de Sancho hicieron reír a Ventura, casi carcajear, pero pronto reprimió el gesto haciéndose cargo de la situación.

—Perdonarme —se excusó—. Veamos maese Sancho, nosotros no conocemos al pobre difunto y temo que nuestro común enemigo tampoco...

Se rascó el mentón durante unos instantes y luego volvió a hablar.

—¿Acaso es persona conocida por aquí el ahora cadáver? ¿Le conocía el fulano al que le vamos a colocar el muerto? Porque digo yo que tendremos que acordar de mutuo como vamos a relacionarle con la muerte... más allá de descubrir el cadáver. ¿Quizá un competidor por el corazón de su hija, si lo permites, claro está?

En un primer momento, por su severa mirada, a Sancho parece molestarle bastante la idea de mezclar a su hija en el asunto, pero luego reflexiona y enarca las cejas como si hubiese visto la luz de los ángeles y el coro celestial.

"¡Eso es!", exclama. "Si fazemos passar a ese pobre hombre por un enamorado de Inés, estonces todos pensarán que Esteban también hubo parte en la muerte de Álvaro. El muerto non era conoscido acá; quizás fuera un viajero al que Esteban cazó en uno de sus permisos." Sancho permanece pensativo durante unos instantes. "Pero mi hija ha vivido recluida desque quedó empreñada. Veo difícil de creer que el muerto fuera un pretendiente, cuando nin siquier ha entrado nunca al castiello, que yo sepa."

Sancho vuelve a guardar silencio. Se lleva la mano a la barbilla y camina nervioso por la habitación mirando hacia abajo, sin dejar de rumiar. Finalmente, levanta la cabeza y os dice: "Id, ya pensaremos algo. Llevamos mucho tiempo en reunión et non es bueno."

Simplicio tiene todo hablado con Sancho, y lo que anda deseando es que marche para poder hablar con los suyos.

Compaña,

Escuchad lo que los mí sesos dicen a mi lengua y con ella yo a vos:

El tiempo nos apremia, et el pescao acá anda todo vendido. Esto es, vayamos por la tarea primera et verdadera, y dejemos a preñadores, cornudos y calentonas para mejor ocasión.
Olvidemos pues, el negocio de maese guindilla y preocupémonos del nuestro.

Si no ando embustado, nada más nos queda dar con el antiguo señor et darle nuestras  nuevas et mostrarle las  nuestras razones en forma de anillo, et en forma de cabeza cortada.
Yo digo, que dejémonos de zarandajas, et ideemos un plan que nos lleve adonde buscamos, esto es la puerta de acceso al señor.

Ergo debemos dar con alguien del castello, que nos ilustre en este dilema, et creome que aquesta tarea solo podrá darse si la embustamos con algún juicioso engaño.
Propongo pues, que vuesas mercedes me digan a su parecer, qué embuste debemos crear,  et quien podría ser a aquella persona que pudiérenos indicar el camino.

El tiempo pasa, y nadie se atreve a decir nada, situación que lleva a Simplicio a tomar la palabra otra vez, y casi no soltarla.

(Sobre lo poco conveniente que resulta en meterse en el lío del cocinero y de los lugares juiciosos donde esconder la cabeza del saco.)

Compaña:

-Insistoos,  que meternoos en el embuste de maese guindillas, aventurado es, pues  llevarianos  a enredar  en la zona de descanso de la soldadesca, et raro fuere si no hubiere  algún par de dos o de tres o de más  lanceros  en la su zona.

-Veo juicioso enseñar al viejo dueño del castello el melón de la nuestra bolsa, aunque también veo juicioso procurar alejarla de nos, pues el portador de la misma, más que acarrear un melón andará sintiendo que mas que una lleva ciento. Si vuesas mercedes quieren liberarse de la carga de melones, creoyo que hubiera que esconderla o bien en la torre maldita, pues no parece ser lugar de recreo para nadie de endeporacá, o bajarla hasta las mazmorras, et presentarle nuestros saludos al heredero reo, que bien podrá el escondérnosla un rato u dos, et tal vez sepa de alguien o de algún sendero que ayude a dar con el viejuno.

-A maese guindilla, le diremos que la dejamos reposar, y que alguien nos saqueó el melón, o que pieses le salieron, y no pies, pues tuvo que correr y mucho para partir tanto trecho en tan poco rato.

-Mientras, deberíamos dar vueltas enredador de las construcciones próximas a la dorre objetivo nuestro, no siendo que algún habitante de estas piedras puédanos dar alguna clave juiciosa en el decir o en el facer, que ayúdenos en nuestra lyd.

-Et vos compaña, procurad escurrir la sesera un rato, o de no hacerlo, fareis que aqueste viejo que sus fabla, fablé más del doble de lo que debiere, diciendo pamplinas et embustes no queridos pero si facidos, en ración doble también.

Dicho esto, Simplicio se apoyo sobre su lanza y mostró ademán de escuchar al resto, aunque del resto no escuchó aun pronunciar nada.
 

Ahora, ya solos, digo por fin, algo temeroso— No sé si me gusta el plan que nos ha propuesto este hombre... Aunque tampoco sé si será buena idea dar vueltas por aquí, y que todo el mundo nos vea. Llevamos buen rato hablando, y ahora será fácil que las gentes hayan terminado de comer. Ahora, si queremos pasear para buscar los aposentos del señor, lo tendremos más difícil.

Dicho esto, me viene a la mente la bolsa con la cabeza. Es como una imagen grabada a fuego, que me persigue. Ése, y no otro, será mi futuro si fracaso. Un escalofrío me recorre el cuerpo, que me lleve a decir, aún temeroso— Yo... yo no sé que decir y hacer.

-Maldita sea, debemos deshacernos de esta bolsa, intentando inculpar a Esteban o no... pero algo tenemos que hacer. Por otro lado, quien quiera que haya hecho esto, es muy probable que nos tenga vigilados. Que hacemos con la bolsa?

Roger empieza a estar nervioso de verdad y blande la bolsa ante las caras de sus compañeros mientras les dice eso.... y espera un poco a ver si a alguien se le ocurre algo que no sea salir corriendo hacia el exterior del castillo.

Simplicio se ve obligado a tomar decisiones, y a hablar más de la cuenta, pues nota  dudas y confusión entre sus compañeros de aventuras:

Al grano señores, Pues algo  debemos de facer:

Primeramente: mantenemos la cabeza amelonada, o desacémonos de ella:

- ¿quien de nos la portara en lo sucesivo?

                                      O
¿Endonde la tiramos? Aquesto, lo siguiente se me ocurre:

¿Visitaremos pues al heredero  embarrotado y que nos la guarde a la sombra y la vigile con ayuda de las ratas?

¿Por ventura, seria menester, esconderla en la torre maldita, pues no parece paseo de recreo para nadien de aqueste castello?

¿La arrojamos al pozo y allá penas si se emponzoñan las aguas?, pues mejor mal para sus gargantas, que soga para los nuestros pescuezos, ¿acaso le parece mejor cobijo, las cochiqueras o los establos?
 

Justo en ese momento los criados terminan de comer y la mayoría salen al patio y se dirigen a sus quehaceres cotidianos. Algunos os miran curiosos al pasar, otros no os hacen mucho caso y hay quien os ignora.

Veis también a Alberto, el criado al que gritó el herrero, que tras llegar desde el patio de armas se reúne en la puerta del establo de la derecha con otro muchacho al que también conocéis, y que habló brevemente en la cena de hace dos días. Alberto se muestra nervioso y vigila a la gente que sale del edificio; se nota que tiene prisa por entrar al establo.

Los últimos que salen son dos criados que pasan cerca de vosotros y se dirigen a las cocinas. Oís algo de su conversación:

"Hoy es el día. ¿Crees que pasará algo?", dice uno.

"Non lo creo", dice el otro. "Esa mujer es una puta vieja que chochea más que fabla."

Simplicio que oye lo que dicen, les interrumpe preguntandoles.

- perdonen vuesas mercedes, cognosco varias viejas y chochas, pero no se fijo si es una de aquellas esa que vos fablais.

 por la vuestra voz, ese dia del que fablais no parece ser dia de paga,  ¿acaso hay algún acontecimiento en aqueste castello  que merezca ser mirado visto u oido?, pues de haberlo nos, no lo conocemos.