Elvira va a decir algo, pero Leonor lo impide dando un paso adelante y hablando primero.
"Nuestra tía insistió en que fincárais acá aquesta noche. Non sabemos si por, como dixo, protegervos, o por matarvos, pues si algún negocio habedes con ella non nos lo contó. Agora los dos hombres son finados et non podremos saber nada cierto fasta que la tía vuelva. Por tal habremos todos de esperar."
Leonor, mucho más templada y comedida que Elvira, te mira sin embargo atentamente con una mano detrás de la espalda.
—Bueno, no es por llevaos la contraria ni nada, pero... ¿Acaso no fue esta la noche en la que vuestra tía dijo que llegaría el fin? Está tardando mucho, y comienzo a preocuparme por lo que pueda pasar. ¿Y si vinieséis con nosotros? Iremos desarmados y haremos lo que digáis....
¿No puedo tirar algo para convencerla?
Ventura sujetaba el candil a expensas de los derroteros que adquiriera la conversación de Ruperto. Habría muchas cosas que él pudiera decir pero, dado que no tenía demasiadas buenas credenciales después de lo sucedido, prefirió callar y esperar la resolución del envite de Ruperto.
Si las cartas venían mal dadas pronto pasaría a la acción.
"¿Por qué tanto empeño en marcharvos?" pregunta Elvira. "La tía vos ofreció pasar la noche en su casa et vos aceptasteis. Et con esa ferida que vos faze cojear habedes menester reposo."
Por el tono que utiliza parece que, más que preocuparse por tu salud, te está amenazando. Además, no deja de señalarte con el cuchillo.
"Quedarvos acá aquesta noche" dice Leonor, en tono mucho más amable. "Vos dazremos cuanta comida et bebida queráis; como invitados, non como rehenes, fasta que vuelva la tía et podamos aclarallo todo."
—Bueno, al menos saldríamos de donde estamos —comento ante la respuesta de Leonor, casi pensando en voz alta. Después añado—. En otra ocasión, no dudaríamos (yo al menos) en aceptar tal oferta, pero me temo que tenemos asuntos muy importantes que nos atan al castillo. Por favor, debéis creernos y dejadnos ir.
—Si no os creéis, podéis venir con nosotros, pero por favor, tenemos que ir... —añado como súplica final.
Lo cierto es que las opciones que tenemos no son muy halagüeñas. Podemos quedarnos aquí, y que cuando volvamos al castillo nuestro plan se haya perdido, igual que nuestra mentira sobre nuestro propósito. Eso significaría nuestra muerte, de una manera u otra. Si no viene desde el castillo, vendrá desde nuestro patrón...
Si las putas no nos dejan marchar, estamos perdidos. Y para colmo, tengo una pierna herida...
"¿Asuntos?" inquiere Leonor. "¿Non decíais que vos habían dado el día libre por acusarvos falsamientre et metervos en los calabozos? Algo non nos habedes ditcho. ¿Por qué vinieron aquellos hombres a matarvos? ¿Qué faziedes en verdad en Montemolín?"
Se me olvidó decírtelo, Morapio: en este caso en concreto no puedes tirar elocuencia.
—No... No podemos hablar de ello. Bajo pena de muerte. Pero no queremos hacer ningún mal a nadie. No somos gente de guerra... ¡Ya nos habéis visto! —digo a la mujer en mi defensa—. Estamos aquí para ayudar a quién ahora necesita de ayuda.
—Siento no poder decir más, pero no puedo contarlo... Aunque parece que alguien más sabe que estamos aquí y para qué. Y eso no es de su agrado —digo exculpándome.
"¡Sabía que ascondían algo!" grita Elvira, triunfante. "Estonces dezía verdat aquel hombre, eran enviados de nuestra tía; lo mataron por que non pudiera fablar más et los descobriera."
Leonor da un paso atrás, acercándose a Elvira y descubriendo el cuchillo que escondía detrás, el cual apunta hacia vosotros.
"Pero..." dice, dubitativa. "Pero él non nos habría ditcho nada si pensara que habría de perjudicalle. Están desarmados et sometidos."
"Nuestra tía quiere matallos" la corta Elvira, tajante. "¿Non te basta con eso?"
"Non esperarás que ellos te lo digan" contesta Elvira. "Matémosles primero, et luego preguntaremos a la tía."
La cosa se está poniendo muy fea. Si vais a hacer algo, este es el momento...
Creo que ahora es el momento de que Sharak se convierta en un pirómano.
Ventura miró a los ojos a Ruperto. Él ya estaba cansado de tanto cautiverio pero quería saber que estaba en el mismo lado que el bribón para pasar a la acción. El joven parecía cansado y no estaba muy claro que pudiera correr si se diera el caso pero parecía más incómodo aquí que de cualquier otro modo.
—Sinceramente muchachas... creo que mi buen amigo ha sido cordial con vosotras y no le habéis dado una buena alternativa —decía mientras avanzaba con el candil en la mano—. Eso no está bien.
Meneaba la cabeza incesantemente mientras se acercaba a donde estaban las muchachas.
—Ruperto... espérame fuera. Nos vamos —ordenó—. Cuando venga vuestra tía le decís que si todavía quiere nuestra cabeza estaremos encantados de verla a ella y a cuantos quiera para defender nuestra buena fe... pero ahora no es buen momento, Ruperto lo ha explicado perfectamente.
Hablaba despacio, observando de reojo el movimiento de Ruperto. Quería darle tiempo, una cierta ventaja que pudiera neutralizar el dolor de su pierna.
En el momento en que viera que Leonor perdía la paciencia e intentaba detener a Ruperto tiraría el candil sobre los cojines intentado provocar un fuego que les diera un poco más de tiempo.
—Buenas noches, señoritas, un placer yacer con vos. Espero que volvamos a vernos —decía burlón mientras corría tras Ruperto.
Veamos que tan bien prender los cojines :D
No dudo ni un instante de los segundos que me concede Ventura, y salgo de allí todo lo rápido que puedo... Espero que el bosque no sea peor que estar encerrado con las putas.
¡A correr!
Ambas putas miran atentamente a Ventura mientras habla, siguiendo cada uno de sus movimientos con las puntas de sus cuchillos, pero también con un ojo puesto en Ruperto, que empieza a tener querencia a la puerta. Cuando este, a la voz de Ventura, comienza a moverse cojitranco, Elvira hace ademán de seguirle, pero el cuerero le cierra el paso empuñando su candil, y una vez ha acabado de hablar, viendo que ya no puede retener a las féminas por más tiempo, lo lanza desparramando todo su aceite sobre los numerosos cojines y, tras despedirse con sorna, sale corriendo tras su compañero.
"¡Será cabrón!" grita una sorprendida Elvira, que acto seguido sale en vuestra persecución. "¡Apágalo!" le ordena a Leonor, ya en carrera.
"¡Hermanas, venid! ¡Fuego!" grita Leonor, que corre hacia las barricas de vino, que es lo que tiene más cerca para sofocar las llamas.
Pero ya no véis el resto. Salís a la inminente noche, con Elvira pisándoos los talones. Ventura es ágil y no tiene problema en correr, pero Ruperto pronto queda rezagado por su cojera; la herida le empieza a sangrar y la pierna se le entumece por el dolor.
Y cuando Elvira llega a su altura y parece que ya ni Dios le va a librar de otro enfrentamiento, la puta se queda paralizada ante él, mirando a lo lejos. Ambos oteáis el horizonte y descubrís, procedente de la colina en la que se asienta el castillo, una columna de negro humo que asciende hasta las nubes.