Partida Rol por web

Estaba cabreada. Muy cabreada.

¿Cómo podían hacer aquello? ¿Cómo, unos guardias, podían querer hacer daño a un niño? ¿Cómo podían permitir hacer aquello? 

De un golpe el guardia apartó mi hoja. Giré sobre mi misma, de forma que mi propia capa ocultara mi cuerpo. En el momento justo, deshice el nudo de la prenda y corrí a toda velocidad, de manera que, cuando la capa cayese al suelo, yo ya no estaría allí.

Me habría movido a todo lo que mi velocidad me permitía para colocarme detrás de aquel guardia.

Y de un movimiento rápido, preciso y sin el menor atisbo de duda, intentaré asestarle un golpe mortal. De tal forma que no me viese a mí, sino la hoja de mi espada salir por su pecho. 

-No permitiré que hagáis daño a ningún inocente. 

 Tal vez había subestimado la fuerza de voluntad del soldado, o simplemente no se había concentrado lo suficiente: fuese lo que fuese, Virgilio no había tenido éxito de hacer uso de aquel soldado para sus propios fines, y entre eso y la actuación de Iria acabarían provocando la ira de aquellos guardias.

 -Hmph... -apartándose entonces con un pequeño salto, buscando tener cierta distancia de los guardias más cercanos mientras su miraba permanecía clavada sobre el que antes había querido tomar las flores, desprendiendo otro destello violeta de sus extraños ojos antes de lanzar lo que podría ser descrito como un golpe invisible. El psíquico llevaba ambas manos en los bolsillos de la gabardina, pero eso no le impediría manejar la nada para atacar a aquel soldado.

-¡PERO QUÉ HACÉIS, INSENSATOS! -grita Luthor, interponiéndose entre sus compañeros y los otros dos guardias, separando los brazos- ¿De verdad somos todos tan estúpidos como para derramar sangre, propia o ajena, por una mera cuestión de orgullo?

-¿Es que no tenemos ya suficientes problemas? -añade para sí, preparándose para esquivar-. Vamos a mantener, de momento, distraídos a estos dos...

La respuesta de los soldados fue rápida y eficaz, como era de esperar en guardias entrenados. El más cercano cayó rápidamente ante un ataque certero de Iria, que le derribó de un solo golpe con su espada, haciendo que cayera al suelo como un peso muerto.

En respuesta, el otro soldado que había desmontado se lanzó contra la ágil muchacha, cuyos reflejos la salvaron de un golpe malicioso.

Uno de los soldados montados, al ver a Luthor interponerse entre él y su próximo objetivo, le lanza una estocada montado desde el caballo, pero el ataque no causa demasiados daños. Un segundo ataque sobre él, demasiado rápido como para esquivarlo, esta vez causando serios daños y abriendo una fea herida en el brazo izquierdo.

El último de los jinetes carga contra Virgilio, pero este no está acertado a la hora de alcanzar al hombre de la gabardina y su acero choca contra la protección que lleva debajo de su ropa. En respuesta, el psíquico le lanza una onda invisible, que le derriba del caballo, aunque el soldado consigue caer sin causarse más daños e intenta levantarse.

 Habiendo sido salvado de algún daño por la protección que había pedido recientemente a cierta perfecta, Virgilio clavaría cierta mirada de molestia en aquel soldado que, tras su ataque, acabó tirado en el suelo, lanzando otro de aquellos golpes invisibles mientras intentaba tomar distancia nuevamente.

Uno de los soldados que quedaban montados, ante la inexplicable resistencia de sus rivales, decide emplear una postura más agresiva, azuzando a su caballo para hacerle mucho más impresionante y obligando a sus rivales a centrar sus ataques contra él.

Otro de los soldados intentó descargar su rabia contra Luthor, pero esta vez el hechicero estaba preparado y la hoja ni siquiera llegó a rozar su ropa mientras centraba su mirada en el siguiente ataque. Este llegó a su blanco, salpicando el aire con débiles gotas de sangre, apenas un rasguño en comparación con los ataques había sufrido hasta ahora.

El último soldado intenta alcanzar a Iria, pero sus movimientos fluidos como el agua y rápidos como el trueno son imposibles de seguir, y finalmente el ataque terminando chocando con el suelo donde hacía un momento estaba la chica de pelo azul.

Había luchado con bestias, con un guardián de la montaña y con aquellos infernales insectos... Unos simples guardias no iban a detenerme.

Esperaba que mi primer ataque fuera suficiente para que se retirasen; para dejarles entender que no éramos unos críos o unos desvalidos de los que se podían aprovechar. Pero parece que no. Parecía que aquellos hombres querían morir. 

Por eso, cuando el hombre del caballo, intentó provocarme, no me hice de rogar y fui a por él. 

Corrí en su dirección con la espada en la mano y me moví en zigzag hasta llegar al lateral del caballo, momento que hice una finta por debajo de él para llegar a su otro costado. Sin perder ni un instante, salté con todas mis fuerzas para describir un arco en el que, en el punto más alto, me encontré con el guardia. De un movimiento rápido, moví la espada con la intención de hacer un corte limpio en el cuello; no lo suficientemente profundo para decapitarlo, pero sí lo necesario para acabar de un golpe con él. Para después caer de nuevo en el lateral del caballo.

Tras haber estudiado los movimientos del guardia, Luthor decide que ya está bien de jugar al gato y al ratón. No deseaba una confrontación, y a pesar de que se lo hayan ganado a pulso, va a hacer todo lo posible por evitar tan inútil derramamiento de sangre. Parece obvio que esta pandilla de tarados está buscando pelea, incluso después de comprobar que sus adversarios son perfectamente capaces de acabar con sus vidas. Sin embargo, no puede limitarse a seguir esquivando estocadas, o será él mismo quien perezca a manos de tan indigno enemigo. Sin perderlo de vista, comienza a conjurar las líneas para elaborar una Prisión Arcana...

 Viendo que Iria estaba haciéndose cargo de aquel que se destacaba en su caballo y que Luthor estaba preparando un hechizo a costa de ponerse en riesgo de recibir un ataque, Virgilio centraría su mirada en aquel soldado faltante. Si bien había tomado precauciones al mantener la distancia con los enemigos, al percatarse de que no eran más que un estorbo decidió acortar la distancia con este último para encararle con su helada mirada, y a continuación propinarle uno de aquellos golpes con las manos aún en los bolsillos.

Viéndose rápidamente superados por sus rivales, y al ver caer al líder de su pequeña patrulla, los solados se lanzan a la desesperada contra el único enemigo que les parece poderoso, el sicario de Julius.

Sus estocadas son mayormente torpes y no consiguen un blanco fácil a pesar de su ventaja, aunque uno de ellos consigue un pequeño arañazo en el brazo. Por desgracia, el contrataque fue brutal.

Con uno de ellos encerrado en una prisión mágica y el otro lanzado por los aires de un golpe psíquico, el tercero decide volver a montar y salir a escape por donde ha venido.

-Toda una demostración de fuerza- Calixto se había mantenido impasible durante el combate y ahora aplaudía de forma casi sarcástica, como si le diera miedo chocar con fuerza sus manos- Si hacéis el favor de soltar a ese pobre hombre, estoy seguro de que su dolorido orgullo lo agradecería, y así podremos seguir con las explicaciones.

Hace una pausa dramática en espera de la reacción del hechicero, que aunque herido, sigue en pie.

-Habrá que hacerlo de camino al curandero, por lo que veo- el hombre de piel oscura se saca un pañuelo de los pliegues de su capa y tapona como puede las heridas de Luthor, ahora en brazos de su hermana Lyra, que carga con él de camino a vuestro nuevo destino

-Eso...- explica con ademanes confusos- Ha sido solo una pequeña muestra de lo que de verdad pasa en este sitio. Los guardias apenas pisan por aquí, a nadie le importa nada lo que pase a las gentes del Quinto Distrito; quizás a la Regente, pero en caso de guerra, este será el menor de sus problemas. Como podréis ver, este sitio no tiene nada que les permita defenderse, no tienen armas, apenas saben pelear y son gentes de paz que solo buscan una segunda oportunidad.

-Si Tres Ríos va a la guerra, esta gente no sobrevivirá. Serán usados como escudos humanos en caso de que ataque la ciudad. O como carne de cañón si les reclutan para ir a la batalla. Si os preguntáis que importa... Veis a esa pareja de ahí: él es un ladrón de Norsca, traficante de armas. Ella una prostituta de Puerta Dragón que tuvo la desfachatez de rechazar a un Perfecto. Ahora están felizmente casados y ella espera su primer hijo.- Os detenéis en una pequeña casa con una cruz blanca en la puerta, tras llamar con los nudillos con suavidad, entráis en lo que solo puede ser descrito como una clínica improvisada. Hay camas separadas por cortinas raídas y varios muebles en un estado bastante cuestionable donde podéis ver etiquetadas toda suerte de medicinas. Sentado tras un escritorio está un hombre vestido con lo que hace algún tiempo debió ser una túnica blanca, ahora ajada y grisácea. El hombre, de unos cuarenta años, se gira al oír el crujido de la puerta y podéis ver sus ojos tapados por vendas negras en las que se ha dibujado un gran ojo dorado- Este es Tauslin, el sanador. Su historia es trágica. Era un devoto sacerdote de la Orden de la Luz en Nueva Alexandria. Los dioses le concedieron el don de controlar la Vida y la Muerte. Cuando se enteraron de su particularidad, le excomulgaron y condenaron al exilio.

-Estoy ciego, no sordo caballerete- el hombre se acerca a una de las camillas donde os indica que depositéis a Luthor, no es especialmente cómoda, pero sus heridas necesitan tratamiento por encima de cualquier otra cosa- Si habéis venido a darme trabajo, al menos guardad silencio. Esto es magia, no cirugía, y necesito calma.

Cuando un impresionante y complejo círculo de luz blanca aparece bajo Luthor, Calixto os indica que podéis esperar fuera mientras el sanador hace su trabajo.

-Viejo carcamal...- en realidad no está enfadado, sonríe al decirlo y cerrar tras de si la puerta con cuidado- En fin. Cada vida, cada una de estas personas, tiene una historia. Cada uno de ellos solo busca la paz. Y si Tres Ríos va a la guerra; será lo peor que podría pasar. Y ahora que os he enseñado esto... caballero, una vez que nuestro camarada caído haya vuelto a hacer... lo que sea que hace... deberíamos devolverlo con su madre.

Vista la reticencia del curandero, Luthor se limita a dejar una generosa donación encima de la mesa, sin hacer ningún comentario.

-Así que nos habéis traído aquí para que nos peguen... -masculla una vez fuera de la casa, mientras prueba a mover el codo- ¡qué detalle! A mí, personalmente, me hubiera bastado vuestra palabra.

A pesar del sarcasmo, lo cierto es que siente simpatía por los desventurados habitantes del distrito, aunque no puede evitar preguntarse por las verdaderas motivaciones de Calixto. Resulta bastante evidente que sabe más de lo que deja traslucir; lo cual, en principio, no es necesariamente malo, pero no ayuda en absoluto a fomentar la confianza.

-La guerra solo beneficia a unos pocos, y los pobres nunca están entre ellos -concede-. Sin embargo, sospecho que este Distrito juega un papel importante en algún esquema que tenéis dentro de la cabeza. La experiencia me impide ser tan ingenuo como para creer que los únicos intereses que defendéis son los suyos, pero a juzgar por lo poco que sé de Chanatos y sus esbirros, es factible que sus vidas sean menos miserables si vuestro grupo se sale con la suya en la batalla política que estéis librando.

Para no desmejorar la cálida fraternidad de sus palabras en apoyo de la causa del noble, sea cual fuere, decide no recriminar a sus compañeros el impulsivo ataque a los guardias, en el que nada tenían que ganar y sí mucho que perder. Eran, al fin y al cabo, una pandilla de miserables, y se merecían una lección. Aunque probablemente se hubieran excedido un poco, nada se puede hacer ya a estas alturas:

-¿Qué consecuencias creéis que puede tener esta escaramuza? -pregunta tanto a Calixto como a Virgilio, que son, en principio, los que mejor conocen las leyes de la ciudad.

Piensa, por un lado, en ellos mismos, pero también en los habitantes del barrio. No le sorprendería lo más mínimo que se tomaran represalias contra semejante acto de rebeldía... en cuyo caso, ¿cuál sería la reacción de la población? Calixto les ha presentado una imagen de sumisión y resignación, pero Luthor tiene el presentimiento de que, tras esa superficie, bien podrían estar sentados encima de un polvorín, que tan solo precisa de una pequeña chispa para volar por los aires...

-Ninguna- esa sonrisa sincera de Calixto mezcla la diversión y acrecenta la desconfianza- Poneros en la piel de los guaridas. Unos soldados entrenados para la defensa de la ley, que están acostumbrados a peleas duras, a encuentros desiguales... apaleados por lo más bajo de la sociedad. Cuando presenten su informe solo dirán que algún monstruo o alguna banda de Bajaciudad se ha pasado de la raya y que ellos han salido victoriosos. Intentar cualquier tipo de represalia contra este Distrito sería un suicidio en cuanto a reputación, puesto que levantarían demasiadas sospechas. Cuando trabajas en mi oficio, calcular los daños a largo plazo es parte del trabajo. Y, sinceramente, no habría podido demostraros lo que quería sin esa... pequeña intervención. Personalmente me da igual quién este al mando, Chanatos, Milla, o la Hermana Superiora de la Luz... solo pienso en lo mejor para la ciudad.

Aquel cobarde se fue al ver nuestra superioridad.

-Calixto, espero que tengas razón y no le crean. No querría que esta pobre gente sufra por nuestra culpa -Aunque era cierto que ya estaban sufriendo-. Alice. Muchas gracias por ocuparte de nuestro pequeño florista. Y muchas gracias también al guardián de estas bellas flores.

Mientras seguíamos a mi amigo, me acerqué a Alice.

-Me gustaría mandar un par de mensajes, si es posible. Uno al abuelo y otro a Aurelia*

Llegamos al extraño curandero y me sentí como nueva.

-Muchas gracias. Hace usted un gran trabajo por esta gente -Cuando esté algo más apartada, aprovecharé para pedirle a Alice que vaya a comprar material médico para donarlo a aquel buen hombre. Después miré a Calixto-. ¿Y qué podemos hacer? La guerra acabará con esta pobre gente. Me niego a no hacer nada. O al menos a no intentar nada. 

A medida que os adentráis en el barrio os dais cuenta de que están en una situación realmente extrema, pero que el espíritu de concordia es lo que mantiene unido a todo el mundo. La gente se ayudan unos a otros, todos se conocen por su nombre, se preocupan por sus familias, se puede leer en sus ojos un pasado de dolor pero sus sonrisas, más o menos sinceras, ayudan con su día a día.

Las casas apiladas una sobre otra dan poco margen para la intimidad, pero si os sorprende descubrir algunos pequeños huertos donde, con lo poco que tienen, consiguen sacar algo de verdura. No es que sea suficiente como para alimentar a toda la sociedad, pero si lo justo para poder sobrevivir un día más. No queréis imaginar lo que pasaría si se diera una mala cosecha durante una estación...

El pequeño Denzel os lleva hasta lo que parece la última casa del distrito. Al contrario que el resto de viviendas, esta es una pequeña casa individual de dos plantas, con paredes de un blanco brillante cubiertas de hierbas trepadoras, el frontal es un hermoso jardín bastante cuidado, incluso para la época del año y en uno de los laterales podéis ver un campo de cultivo en un obvio estado de abandono, con lo que serían guías para las hortalizas cubiertas de malas hierbas de un color parduzco bastante desagradable. El niño os lleva al interior al interior de la casa a la que se accede por medio de una puerta destartalada, la planta inferior es incluso más pequeña de lo que habíais supuesto, aunque el interior está impecablemente ordenado y el aire está lleno de una fragancia dulce de flores (la misma que las flores azules que lleva Denzel) Las paredes son tan finas que podéis oír el romper de las olas sobre el acantilado en la parte trasera de la casa y os llega sin dificultad una débil voz femenina desde la planta superior. Denzel sube a la carrera y descubrís que el espacio en la planta superior es, si cabe, mucho peor. El tejado está abuhardillado, lo que consume gran parte del espacio útil de la planta, y al fondo, separados por una cortinas raídas se ha colocado un camastro donde una mujer, increíblemente delgada, de piel cenicienta y pelo raído parece aguardar sus últimos momentos de vida.

Denzel corre hacia su madre y la abraza con cuidado, enseñándola las flores que ha traído, lo que es respondido con una mirada tierna y una débil sonrisa por parte de la madre.

-Deberás meterlas en agua para que no se mueran- su voz apenas es un hilo- ¿Y quien son estas personas?

La planta es tan pequeña que Calixto, Lyra y Alice se han quedado en la planta inferior, pero antes de que podáis decir nada Denzel os presenta.

-Estos son mis nuevos amigos, dan un poco de miedo al principio, y la chica de pelo azul habla raro, y muy deprisa... Pero me ayudaron cuando los guar... Bueno, me han ayudado.

-Espero que mi hijo no os haya dado demasiados problemas- casi no termina de hablar cuando la da un acceso de tos que casi hace se ahogue, sacudiendo su menudo cuerpo. Como una centella, Iria se acerca a la mujer y la acerca un vaso de agua cercano, que la mujer ingiere a pequeños sorbos antes de volver a recostarse. Viéndola de cerca dirías que no ha cumplido los treinta años, aunque su aspecto es terrible- En agradecimiento, me gustaría invitarlos a comer. No tenemos gran cosa, pero es lo menos... que podemos hacer...

Luthor hace una leve inclinación y se pregunta por el estado de salud de la mujer. Le gustaría creer que se trata simplemente de inanición, pero realmente tiene mal aspecto, y acaba de invitarlos a comer... aunque tal vez eso se deba precisamente a que la comida es lo más valioso que puede ofrecerles. La adversidad une a las personas, y este grupo parece no haber cedido a la desesperación, sino que se comportan como una piña, solidarizándose los unos con los otros. Es, en muchos sentidos, una vida más humana que la que él puede permitirse; al menos, mientras Máscara de Sombras siga respirando en su nuca. Pero también para estas personas, el precario equilibrio que les ofrece este distrito, olvidado al borde del fin del mundo, no es más que una frágil ilusión. Calixto tiene razón; si una guerra, o cualquier otro motivo, hace que la atención de los Perfectos caiga sobre él, todo el castillo de naipes se desmoronará irremisiblemente hacia el abismo.