Partida Rol por web

Dos figuras femeninas aparecieron rápidamente por la puerta del almacén. Ambas eran rápidas cuando lo deseaban y ahora era el momento justo de venir.

Como si fueran el séptimo de caballería, llegando en el momento preciso, un vibrante haz de sonido luminoso cruzó la sala impactando el pecho de Prometheus, que retrocedió un paso. Al recuperarse, una certera flecha continuó el trabajo, encontrando un hueco en su pétrea protección.

- ¡Maldita sea! 

Gritó desconcertado al sentir el dolor. No era invulnerable como había creído. Mas el dolor no era lo único que le causaba confusión. Aquella figura embutida de amarillo. Él la conocía bien.

- ¡Laetitia! ¡Furcia negra mutante!

Todo el suelo comenzó a temblar cuando por fín comprendió lo que estaba sucediendo. Su furia crecía, apunto de explotar. Los cristales del almacén vibraron y parte del mobiliario cayó al suelo.

- ¡¡Qué le has hecho a Patrice!!

Gritó entonces, fuera de sí, los ojos ardiendo como ascuas.

Volaste rápidamente en dirección a las columnas de humo. Por fin surcabas los aires y te preparabas para la batalla contra cuatro enemigos. Tu sólo, contra cuatro de aquellos nazis descerebrados. 

La situación no parecía muy a tu favor, pero un huracán bien podía cambiarlo todo. El aire se arremolinó, aumentando la velocidad en crescendo. El polvo se levantaba en respuesta y las personas de la calle alzaban la vista, sorprendidas e incluso atemorizadas. No era posible que se estuviera formando tal ventolera en un día tan tranquilo.

Pero el huracán estaba ahí y cumplió su propósito. Elevándose majestuosamente cazó a tus oponentes y su movimiento se convirtió en un infierno caótico. Sus formas gaseosas no podían superar tal escollo.

Finalmente cayeron al suelo y adoptaron forma humana, pero, aún así, el viento era intensísimo.

Reconociste a los dos hombre de la casa de Elizabeth. El fuerte y el otro, más delgado. Había otro joven de complexión media y una chica de cabello negro.

Los cuatro reconocieron el origen del ataque, pero allí, en el centro del huracán, no podían hacer nada. Al menos por ahora.

Sin mucho aspavientos, saco la pistola y les doy un tiro en la rodilla a cada uno, antes de que puedan decir o hacer algo.

- Nombres. Ya.

Apunto al tipo de complexión mediana.

- ¡Ahora!

Nuestros ataques impactaron contra aquella bestia que se giró para recibir a las recién llegadas. Al escuchar que se dirigía a mí de esa forma apreté la mandíbula, enfurecida. Ese ser debía caer, pero necesitábamos la información sobre mi hermana. 

-¿Dónde está mi hermana, cabrón? ¡Te lo voy a sacar a golpes!

Sabiendo que las figuras del cielo se aproximaban ahora teníamos que centrarnos en el combate. El plan "pacífico" se había ido al traste, pero todavía nos quedaba liarnos a golpes. Volví a lanzar un grito hacia Prometheus, esperando hacerle más daño. 

-¿Otros problemas?- Pregunté al escuchar las palabras de Sónica.

Suponía que se podía referir a los refuerzos de aquel monstruo, pero si había entendido bien, él sería el único importante.

-Si lo reducimos podremos sacarle muchas respuestas.- Dije mientras rezaba a la Diosa para que cargara mis discos.

El tiempo era vital, debíamos noquearlo y llevarlo a la mansión del Doctor, allí podríamos sacarle información sobre su señor y que había hecho con los rehenes.
Cogí algo de distancia y volví a atacar. ¿Dónde narices andaban Tornie y la rubia?

El gigante soporta mi ataque sin demasiados problemas, aunque es evidente que sigue metido en un lío dado el plan envolvente que le hemos desplegado en los morros. Pero es duro, eso está claro, y por lo que nos dicen las damas al llegar tampoco tenemos mucho tiempo.

Vamos, Shazael, se que puedes hacerlo mejor...

Oh, sorpresa, el humano confía en mis posibilidades. Ambos sabemos que te gusta mi estilo, Dominic, en el fondo soy todo lo que tú no tienes cojones a ser. Pero tranquilo, estoy dispuesto a tomarte como aprendiz y segundo de a bordo...

Céntrate. Tu espada no me ha hecho ni cosquillas, pero no se si te has fijado...

Me he fijado, humano. Veo que empiezas a pensar como yo...

¡Ánimo tripulación! ¡Dadle caña! ¡En seguida vuelvo! -Digo lanzándole un nuevo ataque con mi espada, antes de desaparecer en una explosión de azufre...

Me teletransporto al exterior, sobre un coche de los que están aparcados frente al almacén, preparado para transportarme dentro de nuevo, sobre Prometheus, para que el coche le caiga encima desde cierta altura.

El ataque de Sónica, y mi flecha tras este, consiguieron acertar en el rocoso ser. Por su reacción no se esperaba tal cosa, pero lo que menos debía esperarse era encontrarse allí a mi compañera. Le gritó de inmediato, dirigiéndole insultos y pidiéndole explicaciones, pero no me detuve a entender el alcance de estas.

Debíamos actuar con rapidez si queríamos deshacernos de esa cosa antes de que las columnas de humo llegaran dentro. Sintiendo bajo mis pies el temblor que Prometheus estaba generando, volví a echar mi brazo hacia atrás, haciendo que una nueva flecha luminosa apareciera.

Vamos, una vez más.

Los cuatro nazis se mantenían en pie tratando de soportar el intenso vendaval.

Cuando sacaste la pistola hiciste un primer disparo que impactó al hombre de complexión intermedia, quien se agachó, agarrándose a un compañero.

La única que pudo reaccionar fue la mujer, cuyos ojos se incendiaron y lanzaron un rayo color rojizo en tu dirección. El ataque fue lo suficientemente certero como para darte de lleno. Sentiste cómo tu carne se quemaba. Pudiste olerlo.

Los ojos de la mujer brillaron con satisfacción al notar que te había dañado.

Pudiste ver entonces que el más fuerte de los cuatro, el que se flipaba pensando que era como Thor, golpeó el suelo, agrietándolo y sacando grandes trozos de cemento. Estaban claras sus intenciones: iban a arrojarte todo lo que estuviera a su alcance.

Tras de tí, alguien se aproximaba. Escuchaste la voz de Psiónica.

- He dejado la cisterna vaciándose.

Se llevó las manos a la cabeza, dispuesta a intervenir también.

Sora reaccionó rápidamente, ignorando las palabras de Prometheus, increpó acerca de su hermana: la jovencita a la que estábais buscando. El rayo sónico le impactó de lleno, otra vez, forzándole de nuevo a retroceder. La mujer debía estar recibiendo fuerzas de su odio.

Prometheus gruñó y señaló a la mujer. En respuesta, el suelo se alzó en forma de otra enorme estalagmita que golpeó la figura amarilla impulsándola a un lado.

- No tengo a tu hermana, zorra.

Dijo tratando de pensar si él sólo derrotaría a tantos mutantes. A través de la puerta llegó un intenso viento entonces que entraba y salía del recinto. El suelo también tembló y el almacén perdió estabilidad. Los muros se movieron. Si algo había claro es que ese lugar era cada vez más inseguro.

El nazi sintió una nueva punzada cuando la espada de Shazael sajó su pierna. Prometheus sangraba lava ardiente, pero mayor era el dolor que le suponía estar recibiendo tantas heridas a pesar de su dura piel. Decidió elevar entonces una pared de roca a su alrededor para protegerle. Los ataques de Sora y Aiden lo hicieron pedazos, pero el muro ya había servido a su propósito de proteger a su amo.

Ben comprendió que estaba perdiendo. Sus compañeros no estaban con él y los mutantes eran demasiados. No era estúpido. Tendría que ser más agresivo si quería tener una oportunidad.

Elevó los brazos a media altura y la tierra comenzó a agrietarse. Era un buen momento para tirar abajo aquél lugar y enterrarlos un poco a todos.

Todo sucede muy rápido, tal como a mí me gusta. Y por una vez, Dominic y yo no tenemos que estar discutiendo cada maldito movimiento antes de hacerlo, ni tengo que andar dándole explicaciones sobre todo lo que hago o por qué lo hago. No, maldita sea, esta vez estamos de acuerdo.

Pegado como estoy al maldito hombre de lava, me agacho de forma fulgurante y taco con una de mis espadas la pierna del gigante, y en esta ocasión compruebo con satisfacción que su piel de roca se raja por el corte y brota lava ardiente de la herida.

Oh, sí, nada me alegra más que la sangre de mis enemigos...

Sea del color o temperatura que sea, jiajajaja.

Pero no tengo tiempo para quedarme a disfrutar del espectáculo. Y me gustaría. No como a Dominic, que es demasiado susceptible, aunque lo soporta estoicamente para lo remilgado que es. Pero no, no puedo quedarme y hacerle degustar la visión de la herida un rato, como me encantaría, tenemos curro que hacer.

Me desvanezco antes de que la sangre hirviente amenace siquiera con salpicarme, reapareciendo en el exterior, sobre uno de los coches aparcados junto al almacén. Me agacho a cuatro patas, agitando la cola, sobre el techo del vehículo, con las espadas guardadas y una amplia sonrisa, relamiéndome ante la idea de lo que está por suceder. Se oyen ruidos en el interior, donde sigue la lucha, por eso precisamente no hay tiempo que perder.

Una enorme explosión de azufre nos transporta a través del plano infernal, apenas un pestañeo, hasta donde se encuentra Prometheus, pero varios metros por encima de él, dejando que la gravedad haga el resto mientras me echo a reír invocando a mis pequeños marineros.

¡¡Mis bastardos!! ¡¡No os perdáis el espectáculo!! -Grito mientras me precipito sobre el grandullón a lomos de un vehículo de metal en caída libre...

Lo estaba hiriendo, estaba devolviéndole -en una ínfima parte- todo el dolor que él me había provocado a mí y a mí familia, pero eso no era suficiente. Cuando dijo que no tenía a mi hermana miré a los demás, preocupada. ¿Dónde está? ¡Esta era la única pista! Joder, alguien tiene que saber algo.  Esos pensamientos me distrajeron totalmente de su ataque, haciendo que este me impactara de lleno y me desplazara del lugar. 

Ahora estaba dolorida y furiosa, dos cosas que eran malas para mezclar. Mis compañeros siguieron atacando y derribaron el muro que había creado para protegerse; el almacén peligraba, pero si lo dejábamos consciente eso iba a ser peor porque seguramente podría encerrarnos de alguna manera, o mover el suelo, o algo peor.  Además yo había sufrido daño en una pierna y me costaba moverme, por lo que mi única opción estaba en volver a atacar a ese tío y confiar en que mis compañeros hicieran lo mismo. 

Agarro mi pecho, mientras lo noto quemarse. Una vez, cuando tenía 15 años, me hice una quemadura en la pierna. Nunca había sentido un dolor así. Hasta hoy. Apunto hacia la chica que me acaba de dañar, pero bajo el arma nada más subirla.

"¡Con este viento, la bala no va a llegar!"

Por el contrario, hago que algún cubo de basura salga disparado, y lo tiro contra la chica, intentando dejarla KO para poder moverme con libertad.

Algunos de mis compañeros habían conseguido volver a alcanzarle, haciéndole más daño y poniéndole nervioso, tanto que además de tener que crear ese muro de roca que Dawn y yo conseguimos derribar, comenzó a hacer que todo temblara, inclusive el techo en el que me encontraba.

Va a tirar abajo esto, quiere sepultarnos.

-¡Willa! – grité cerrando los ojos un segundo, sin dejar que el arco desapareciera, llamando así a la más rebelde de mis invocaciones. – Por favor, recógeme y vamos a por ese tipo. – le dije a la águila gigante al verla aparecer, señalando hacia abajo, donde se encontraba Prometheus. - Hoy vas a tener lo que tanto te gusta...

Le susurré, una vez encima de ella, y es que si bien era la más rebelde, también era la más combativa.

La situación se estaba complicando, no sabía como sacarlos a todos de allí, no antes de que el lugar se nos cayera encima engullendolos, y no pensaba marcharme yo solo. No podía contar con que el pirata las sacara de allí, eso nos dejaba una sola opción, había que noquearlo antes de morir aplastados.

-¡¡Juntos!!- Grité a mis compañeras.

"¿Dónde está ese jodido pirata?" me pregunté mientras concentraba toda la energía en la mano para lanzarle un disco cargado de todo lo que tenía.

Malditos mutantes. Prometheus se apartó un paso hacia al lado preveyendo el ataque de Sónica. Maldita mujer. Su grito mortal había fallado, pero el hombre no pudo preveer lo que iba a pasar a continuación.

Con un estallido de humo oscuro, un coche se materializó justo encima suyo. El Chevrolet amarillo cayó con fuerza sobre él, anticipando el derrumbe que iba a producirse.

El movimiento de los muros desconcertó a Dawn, pero tuvo tiempo de arrojar su disco contra la mole ardiente, que la recibió de lleno y profirió un grito. Estos malnacidos eran duros, pero no iban a conseguir someterle. Eso nunca.

Todo el almacén cayó sobre los tres héroes, mientras, fuera, Sora invocaba a Willa, una enorme águila de plumaje blanco y marrón. La figura majestuosa aterrizó en el temblante suelo, observando con preocupación la situación. El suelo estaba loco y lo peor es que el aire, también.

Pedazos de ladrillo y uralita enterraron a sus compañeros. Shazael, que estaba ahora justo en el centro del almacén, sobre Prometheus, recibió el impacto con una fuerza atroz y cayó al suelo, aturdido unos instantes.

Se levantó el polvo alrededor. La tierra tembló una vez más, pero entonces bajó la intensidad, aunque aún estaba presente.

Bajo el Chevrolet amarillo no parecía estar Prometheus. Había desaparecido. El suelo del almacén estaba destruido y removido, algo le había pasado y seguramente vuestro enemigo se había refugiado bajo tierra. Quien sí se podía ver ahora era la figura fantasmal de Clea, la hechicera, flotando fuera sin poder hacer nada, mientras que a lo lejos, un tornado rugía con fuerza, levantando polvo, papeles, bolsas y pequeños objetos, además de desplazar todo lo que encontraba a su paso.

En el cielo, cerca del tornado, Malik y Carrie volaban cerca uno del otro. Una llamarada surgió de algún punto del suelo tratando de acertarles, a la par que un bloque de hormigón intentaba lo mismo. No podíais ver qué sucedía exactamente, pero se estaba produciendo otro combate. Vuestros compañeros estaban a unos doscientos metros. 

Prometheus no daba señales de vida, ¿habría escapado?, ¿volvería? Casi respondiendo a estas preguntas, el suelo comenzó a agrietarse en varios puntos y del suelo surgieron no un Prometheus, sino dieciséis de ellos, o dieciséis cosas que se le parecían, pues eran incluso más amorfos que el original. Brazos desproporcionados, algunos cojos, otro sin cabeza... semejaban figuras distorsionadas de vuestro enemigo. Esas criaturas agarraron los pedazos desgajados del asfalto y se prestaron para lanzarlos sobre vosotros.

Sónica tuvo un momento para pensar entonces. Patrice. Había escuchado ese nombre alguna vez y pensó que Prometheus se refería a su novia, una joven pelirroja que no había participado en todos los crímenes que Ben y sus amigos llevaron a cabo contra Martha. ¿Estaba Prometheus buscándola? 

Genial, esto va de mal en peor- pensé justo antes de que el techo se nos viniera sobre nuestras cabezas. Yo había fallado mi golpe, pero la criatura roja había dejado caer -o eso creí yo, que se trataba de sus habilidades de teleportación- un coche sobre Prometheus, que desapareció sin dejar rastro dejando un precioso regalo.  Rodé hacia un lado para evitar que un trozo grande de escombros cayera sobre mi cabeza y apenas pequeños pedazos de ladrillo golpearon mi hombro.

¿Dónde está ahora?  me pregunté mirando de un lado a otro. No parecía que lo hubiéramos derrotado, sino más bien que él se había escondido como la rata que era. Sucia escoria, sal de donde estás- estaba deseando darle el golpe de gracia cuando me di cuenta de que otro combate se desarrollaba fuera de allí.  También vino entonces ese nombre a mi cabeza, Patrice, como si de algún tipo de iluminación se tratara. ¿De verdad él no sabe nada de Martha? ¿Y si solo está buscando a la pelirroja? A mí no me importaba aquello, porque era hora de demandar justicia. 

De la tierra surgieron nuevos enemigos: si odiaba lo suficiente a Ben, ver varias copias suyas era todavía peor, pero estas eran amorfas. Me moví para alinearme con algunas de ellas y entonces lanzar un grito desde mi boca en forma de cono, mientras rezaba para que esos seres fuesen mucho menos resistentes que la bestia que teníamos entre manos.