Partida Rol por web

Con los cascos puestos, al igual que la capucha, caminaba aislándome de todo y de todos. Ese día en concreto pensar en el curro me ponía de mal talante. No estaba de humor para aguantar a viejas gruñonas ni a niñatos maleducados. Pero no había otra, el dinero no crecía de los árboles, por cierto... cada vez más escasos.

No me enteré de lo que estaba sucediendo hasta que no vi a la gente echar a correr y el ruido de las bombas fue más fuerte que el de la música que sonaba en mis oídos. Me quité los cascos confusa, mirando a mi alrededor hasta que las voces de alguien pasando a mi lado gritando que me refugiara, me hizo darme cuenta que el asunto era grave. Muy grave.

Sin pensármelo dos veces eché a correr siguiendo al gentío que se intentaba refugiar donde podía, cuanto más profundo mejor, y para ello nada mejor que el metro. Estaba cerca de una de las paradas así que, en un momento, me encontraba saltando las escaleras de tres en tres junto a un montón de extraños muertos de miedo. Pero éramos demasiados allí y comenzaba a agobiarme. Los lloros de los niños, y no tan niños, las maldiciones, algunos rezos y, sobre todo, la impotencia que se respiraba me estaba crispando. Ese fue el motivo que me empujó a adentrarme más en aquel laberinto de vías, pero no fui la única.

No quería gastar la batería del móvil inútilmente, y como varios de los que se movían a mi alrededor enfocaban sus luces hacia el suelo, intenté seguirlos sin demasiados problemas. Guardé los cascos en la bandolera que llevaba cruzada y caminé con precaución a una distancia prudencial de mis inesperados compañeros, pero sin perder los puntos de luz que iluminaban el suelo. Las caras de los que se movían en aquel túnel eran para mí igual de negras que el mismo túnel.

Y apenas había caminado un poco cuando llegó el desastre. La bomba por fuerza tenía que haber caído en el lugar que acababa de abandonar. Había sonado demasiado cerca y sus efectos, tanto el calor como la ráfaga que sentí en mi espalda y que me hizo caer de bruces, nos llegaron a todos los que habíamos escapado de la parada del metro.

Una vez pasado todo y el polvo, poco a poco, parecía ir aposentando, me puse en pie algo temblorosa y tosiendo, incapaz de pensar en lo que acababa de pasar ni en los muertos y heridos que habrían quedado atrás, pero sí podía dar gracias de haber salido con vida de aquella. Oí voces a mi alrededor, una preguntando si había alguien herido, otras de presentaciones y charlas.

-Yo estoy bien. -Grité hacia la oscuridad en dirección a quién había preguntado.
 

Viktor aliviado respira hondo.-Tranquilos hay una salida cerca, el viento corriendo es buena señal para nosotros.-poco le importaba si el exterior era un Caos...era hora de salir cuanto antes de aquel agujero.

Un sujeto me respondió y pronto otro mas se unió a este. A pesar de la poca visibilidad noté que se acercaban hacia mí. Se presentaron y uno parecía estar bastante despreocupado, casi se lo tomaba en broma. Prefiero eso a que se pongan histéricos, odio eso.

-Warsong. Jack Warsong- dije con rapidez justo cuando otra voz femenina respondió a mis preguntas-. ¿Solo somos cuatro?- podría jurar que eran mas personas. Quizás habían seguido corriendo por el túnel por temor a que esta parte se derrumbara o solo estaban algo aturdidos-. Señorita, acérquese por favor- dije a la desconocida-. Tendríamos que seguir adelante... buscar un lugar y esperar a que termine el bombardeo- busqué entre mis ropas un cigarrillo y mi encendedor, pero pensándolo bien debería evitar encender una llama allí. Según el jefe de bomberos, el polvo en suspensión era propenso a estallar con solo una pequeña llama. No entendía muy bien porqué pero por las dudas no lo intentaría.

Aturdida, en parte por la tos que me había causado la polvareda, en parte porque mis oídos zumbaban por el ruido y, por último, a causa del golpe que me había llevado al caer, me pareció escuchar a la voz que había preguntado si estábamos bien se dirigía a mí. Siguiendo el sonido de aquella voz me acerqué a grupo de los que, a simple vista, nos habíamos quedado en el túnel.

-Eso ha caído muy cerca. Creo que lo mejor sería que, tal y como usted está diciendo, busquemos un sitio más protegido. -Sentía picor en los ojos y en la garganta por culpa de aquel maldito polvo que parecía que tardaba en asentarse una eternidad-. Por cierto... Yo soy Zoe... Connor.

Ya que las circunstancias nos habían llevado a juntarnos aquel variopinto grupo de personas, lo correcto sería llamarnos por nuestro nombre. A saber cuándo tendríamos oportunidad de salir de allí y, viendo la oscuridad y pensando en quién podía haber por aquel entramado de túneles, mejor hacerlo en compañía que sola.

-Si todos estamos bien sería buena idea echar a andar, ¿no les parece?

-Seh, no nos quedemos por aquí mucho mas tiempo- dije mirando hacia arriba aunque apenas podía ver algo mas que oscuridad. Una ultima ojeada hacia donde había estado la estación, preguntándome si no debería volver y ver si no había quedado nadie atrapado. Con una simple sacudida de cabeza deseche esa idea, no tenia los medios para ayudar a nadie en ese estado y ya tenia frente a mi a gente a la cual serle mas útil-. Linternas, celulares, lo que sea que nos pueda dar luz, lo usaremos por turnos, para no gastar tanta batería, no enciendan ni encendedores ni nada que haga fuego- por el momento podría ser peligroso-. Solo tenemos que adentrarnos los suficiente hasta que no oigamos las bombas, luego subiremos por alguna otra estación. Sugiero que traten de recordar la dirección en donde vamos, para guiarnos mejor al buscar una salida- respiré hondo tragando bastante polvo y residuos, pero necesitaba notar el aire en mis pulmones, esperaba salir de allí y respirar aire puro-. Tengamos la cabeza fría y podremos salir de aquí.

Asentí mientras escuchaba las indicaciones que nos daba Jack.

Yo tengo una linterna en el mochila. La logré coger cuando....cuand.....cuando las bombas cayeron. Asi que contad con ella también.

De manera mecánica me volví a sacudir el polvo que me cubría como si eso me pusiera en mejores condiciones para andar.

Estoy listo. ¿nos vamos?

- Fiuuuuuuu^_uuuuu -  un silbido de impresión salió de mis labios mientras miraba hacia atrás al ver que parecíamos ser los únicos supervivientes del grupo que había tomado esa dirección.

- Elemental querido Warsong - dije con cierta sorna, imitando pésimamente la voz de ese detective que fumaba en pipa y que conocía de una serie de televisión que había visto alguna vez de crío. Con ese acento chicano y barriobajero era imposible imitar bien a nadie - procurad no separaros de mi - dije sonriendo - os aseguro que César trae suerte... - a pesar de estar a oscuras por pura inercia miré en dirección donde apareció la chica que decía llamarse Zoe - especialmente tú nena.

-  En cuanto salgamos yo pago la primera ronda  y luego vamos a cambiarle esa chafa camisa a nuestro amigo Ray, eh!? - saqué el móvil y empecé a caminar - Vámonos!! Estoy hasta la madre de estar aquí abajo!!

Los cuatro desconocidos os coordináis con rapidez y, tras una breve presentación, os coordináis para seguir avanzando, buscando una salida.

-¡Ehhh! ¡Esperadnos! -Una voz en grito llega desde detrás de vosotros, interrumpiendo vuestra marcha. Al parecer no sois los únicos supervivientes pero sí los más rápidos. Apuntando vuestras linternas y móviles apreciáis la llegada de un hombre de ojos rasgados, con unas gafas sucias llenas de polvo, al igual que toda su ropa y su pelo. Cuando os logra alcanzar se detiene bruscamente, asfixiado por la carrera y la nube de polvo que os rodea -Perdonad, nos hemos quedado atrás, un tipo raro nos ha obligado a seguir el ritmo de los ancianos. Mi nombre es José María. Casi la palmo por culpa de ese gilipollas.

Por el fondo del túnel se acercan otro par de luces, seguramente de móviles. Una joven morena muy atractiva ayuda a una persona mayor a caminar, acercándose lentamente a vosotros. Tras ellos le siguen una anciana de más de setenta años ayudada por un hombre joven de mirada intimidante, pelo largo y una chaqueta roja.

¡Ayudadnos por favor! Tenemos que dejar atrás la nube de polvo antes de que empeoren -grita la joven señalando al hombre mayor que ayuda y a la anciana, que se esfuerza por respirar entre toses, ambos con el rostro totalmente pálido y la respiración acelerada.

Tal y como afirma Viktor os percatáis de que una ráfaga de aire frío llega desde el túnel. Con cuidado la seguís durante unos metros pero notáis que el fuego del mechero baila con demasiada fuerza, llegando a quemar varias veces a su portador. Si queréis continuar lo tendréis que hacer a oscuras o protegiendo el fuego con vuestro cuerpo, privándoos de gran parte de su luz.

Al oír las voces me giro para escuchar al tipo que dice que se llama José María. Lo que dice me hace reaccionar.

¿Cómo puedes llamar gilipollas a alguien que quiere ayudar a los demás? ¿Sabes si están bien? Deberíamos comprobar si están bien.

Me dispongo a regresar por el tunel atrás cuando veo acercarse a una chica sujentado a duras penas una persona mayor. Sin pensarlo dos veces corro hacia ellos y sujeto a la persona por el otro.

¿Estáis bien? ¿Estáis heridos?. Me llamo Raymond.

Después de unos segundos decido creer lo que me dice. No tiene pinta de asesino, y quizá esté siendo una estúpida pero prefiero confiar en él antes que volver a quedarme sola.
-Lo siento -me disculpo con un asentimiento-. Puede que todavía estés a tiempo de vengarte. Si ese tipo bajó aquí es probable que esté atrapado como nosotros -incluso puede que haya sido él quien ha matado al vigilante...-. Venga, vamos -le doy una suave palmada en el brazo para animarlo a seguir-. Encontremos la salida de una maldita vez.

La sonrisa se borró de mi rostro cuando la voz de ese tal José María gritó detrás de nosotros.

Lo primero que pasó por mi mente fue agarrar una maldita piedra y arrojársela a la cabeza... pero no estaba solo y era evidente que llegados a este punto, de ahí o salimos juntos o no salimos.

- ¡No mames güey! Y tú te quedas de brazos cruzados!? - dije cuando la recién llegada pidió ayuda.

Me encaminé hacia donde la chica se encontraba.

- Puto pendejo... - escupí al suelo y le dije en voz baja al pasar cerca del tipo que había gritado detrás nuestro.

- Deje que la ayude señora - hice un gesto con la cabeza a la chica que andaba con los viejos y crucé mi brazo por debajo del de la abuela para ayudarla a caminar.

El sonido de la radio te despierta y analizas la situación en la que te encuentras, una reacción fruto de años de entrenamiento. Te has dejado la linterna encendida, revelando su luz una espesa nube de polvo que te rodea, provocada seguramente por las explosiones. Tienes la garganta seca y te cuesta respirar. Puede que el crepitar de la radio te haya salvado la vida pues unas horas más en el lugar te habrían acabado asfixiando, aunque aún no estás a salvo.

Nuevamente la radio se pone en funcionamiento, dejándote escuchar la voz entrecortada de una mujer -Repito, aquí -sin duda alguna las explosiones y el lugar en que te encuentras afectan a la radio, provocando graves interferencias que cortan el mensaje -ha caído. No tenemos efectivos para salvar -una nueva interferencia te deja sin saber de que habla la mujer -en los túneles del metro.

Anastazy menea la cabeza, entrando en razón y agarra la radio con un movimiento torpo.

A...Aqui Kilo 2-1.. Hay.. Interferencias..

Se lleva la mano a la cabeza, esta mareado, no se siente bien.

Repita... Por favor.. Repita las ordenes.

Se coloca el pinganillo de la radio y recoge su linterna y su rifle, que se cuelga del hombro para luego dirigir la luz al tunel y adentrarse con cuidado, y una pizca de miedo en el.

Trago saliva, el panorama afuera parece más grave de lo que esperaba, me urge salir a buscar a los mío y el tipo a cargo no parece que vaya a colaborar en lo más mínimo.

- Voy a comprobarlo por mi cuenta, claro, después de todo aquí cada uno se salva a sí mismo, si puede. Así ha sido siempre y así será. Sólo necesito que me enseñen el camino afuera…

Miré a Mendes sin sonreír, por suerte estoy seguro que mi rostro está tan cubierto de mugre que es imposible saber si estoy enfadado o no. No le dije nada, si el tipo quería ir adelante por mi bien, eso demostraba que no tenía miedo y la verdad que era algo que hacia falta en esos momentos. 

Justo cuando comenzábamos a avanzar, detrás nuestro alguien nos llamaba, no eramos los únicos afortunados que habían sobrevivido. Un sujeto comenzó a balbucear algo sobre unos ancianos y a los pocos segundos un par de tenues luces surgieron de donde había aparecido. Un mujer joven, un sujeto de pelo largo y dos ancianos. No tienen buena pinta y apenas pueden caminar. No me extraña que el tipo de las gafas haya perdido la paciencia y se largara. Mi parte practica al instante pensó que nos atrasarían, que no tenían muchas posibilidades de sobrevivir. Soy un tipo que ve las cosas como son y esos ancianos la tenian asegurada. Pero también tengo mi parte de "servidor de la comunidad", así que salí detrás de Mendes (el tipo volvió a sorprenderme con ese acto de caridad) para ayudarles. Saqué un pañuelo de mi bolsillo, el cual había tenido mejores momentos, pero que al menos estaba limpio.

-Ten, ponlo sobre su nariz y boca, filtrará un poco el polvo- le dije a la mujer mientras le ayudaba a mover al anciano-. ¿Queda alguien mas allí atrás?

Bufé por lo bajo. Estaba claro que, en todo grupo que se precie, tenía que haber el típico graciosillo, y aquel chaval con pintas de pandillero parecía ser el candidato ideal. Sin molestarme siquiera en contestar su comentario, me dispuse a seguir caminando cuando escuché las voces que nos llamaban. Y lo mismo que pensaba que siempre tenía que haber un graciosillo, también tenía que haber un cretino. Y ahí estaba el nuestro, recién llegado.

Con una mirada que, por fortuna, seguro que ni siquiera vio en aquella oscuridad, pasé del tal José María para ir a ayudar a la chica y a los ancianos. Para mi sorpresa, el prototipo de pandillero me sorprendió gratamente, demostrándome una vez más que no era bueno juzgar sin conocer.

-¿Podrán caminar? Aquí no nos podemos quedar. Tenemos que seguir avanzando, ¿podrán hacerlo?

Si llevábamos a cada anciano sujeto entre dos personas, seguro que avanzaríamos un poco más rápido, así que, tal y como lo había pensado, cogí del brazo al anciano.