Partida Rol por web

Al parecer tenían magia de adivinación algo inexacta pero suficientemente precisa para representar un problema -no realmente, pero tenían entre ellos dos conjuradores arcanos bastante competentes y un clérigo, y sabemos lo poderosa que puede ser la magia divina- de hecho, también sentía curiosidad sobre como lo habían logrado

-¿Un clérigo? No, no había clérigos entre ellos... ¿no te referirás a Theod?- El clérigo de la Orden de Unrir que le asignamos es un completo incompetente. Un cobarde. Y no reclutamos a presos clérigos que puedan fortalecer a los dioses encerrados en los niveles inferiores.

-Puede que ese clérigo no. Pero recuerda que la reina Irvina es hija de un deva astral. Los ángeles pueden ser un problema inesperado con el que no has contado. ¿Verdad?- Crom enmudeció pero no se amilanó.

Me levanto del asiento. -Bueno, respecto a este asunto sólo nos queda esperar para saber. Si me disculpáis.- Y salí de la estancia en el más solemne silencio.

Crom retiró el gran asiento aún con la mirada puesta en la esfera de adivinación. No dijo nada más y con un gesto de la mano te indicó que podías retirarte. Pero antes de que pudieras marcharte dijo -Ese gnoll es tu responsabilidad. Si hace algo mal, la culpa recaerá sobre ti-

Saliste por el pasillo, seguido de La Hiena, y comenzaste a caminar cuando un sonido bajo te alertó de cierto peligro. Era un gruñido parecido al que hacían tus lobos cuando había una amenaza cerca. Seguiste el sonido que tus agudos oídos percibían hasta la puerta de los portales y advertiste que un charco salía de debajo de ella. Un charco de un icor rojo y espeso -sangre-. Al otro lado de la puerta reina el más absoluto silencio.

Miré el charco. El olor era inconfundible -Es sangre- comenté. Cerca había un perro de guardia gruñendo hacia la puerta o, más bien, al otro lado de la puerta. -Ahradiel, es la sala del portal- Caí en ese mismo instante en que habíamos entrado por ahí. Las vueltas por este lugar hicieron perderme, pero reconocí la puerta en cuanto alcé la vista.

Sin duda, sangre, algo no andaba bien, debía tener cuidado, me acerqué al charco, y comencé a olerlo, a sentirlo, no estaba seguro de cuanto tiempo había pasado, pero sin duda lo que dejó el rastro estaba cerca, al menos estábamos preparados y en superioridad -Listo para una cacería compañero?- dije mientras descolgaba el arco y comenzaba a seguir el rastro de sangre

No ha pasado más de una hora desde que salisteis de esa sala. El charco de sangre está emergiendo, cada vez más grande, desde el otro lado de la puerta que se mantiene cerrada. Mientras rastreas la sangres escuchas un crujido y, tras unos segundos, algo está masticando al otro lado.

La Hiena duda. La tensión del día, el hambre y el cansancio le están pasando factura. -No deberíamos avisar a alguien- te susurra con firmeza. No hay miedo en su voz, pero sí la firme decisión de no ser quienes abran esa puerta, al menos no solos.

La cerradura no ofrece ninguna abertura, como tampoco hay rendijas ni barrotes por los que asomarse. La abertura inferior está obstaculizada por el charco de sangre pero pides ayuda a La Hiena para auparte y mirar por la abertura superior. Al alzarte, lo primero que percibes es el intenso olor de la sangre. Al mirar un portal que se abre en su interior te ciega. Tras los segundos que tardas en acostumbrarte a la luz ves los cuerpos de los guardias descuartizados, esparcidos por la estancia sobre enormes charcos de su propia sangre. Adviertes que, manipulando el portal, hay una criatura que no pertenece a Arkhania.

Es alta y descarnada, con un alargado esqueleto recubierto por fibrosos músculos y una dura piel negra. La parte trasera de su cráneo presenta un único cuerpo que se retuerce de forma curva. Su dura carne está recubierta por una espesa sustancia rojiza que segrega por sus poros nauseabundos. Tiene orejas puntiagudas y una boca llena de dientes desiguales.

Posee inteligencia pues está manipulando un portal por el que ves emerger una criatura igual a ésta y, tras ella, una tercera. Abriendo la puerta puedes bloquear el portal disparando una única flecha para romper el cristal corrupto que se ha colocado en su vértice superior, pero hacerlo te expondrá a los dos monstruos que ya están allí. Por otro lado, podrías buscar ayuda, pero para cuando la encuentre quien sabe cuantos más habrán atravesado el portal.

-Corre por ayuda, busca a Elvurith, los lobos te guiarán- dije a la hiena al tiempo que descolgaba mi arco y mandaba a Triella y a Nimue a buscar a mi cuñada, no podía dejar que aquellas cosas siguieran saliendo, posiblemente un 1 vs 2 podría aguantarlo si me mantenía combatiendo a la defensiva hasta que llegasen refuerzos y el ruido atraería a más guardias, pero ese cristal debía romperse, no podía permitir que más criaturas como esas invadieran la ciudad

El proyectil destroza el cristal y el portal se cierra partiendo en dos a la criatura que lo cruzaba. Los dos demonios restantes se giran para observarte entre gruñidos amenazantes. Ese es el momento en que conectas sus rasgos y los identificas: Babaus. Poderosos asesinos que atacan con repentina ferocidad. Son taimados y cuidadosos, preparando estudiados planes antes de entrar en batalla, y siempre asegurándose de que no van a meterse en una lucha justa. Prácticamente todos los señores demoníacos tienen un grupo de babaus que emplean como espías y asesinos. A veces trabajan junto con súcubos.

Toda esta información llega a tu mente en un torrente. Las criaturas se abalanzan, pero no sobre ti. Ambos te miran con malicia, sientes su poder¹.

Sin embargo, se desvanecen² sin oponer resistencia.

Al fondo, un cuerpo ensangrentado se mueve. -¡Hay un superviviente!-

Cuando te acercas al superviviente lo identificas. Se trata de Theod, el clérigo que os acompañó en la misión. Tiene heridas en todo su cuerpo, dos de ellas son tajos profundos en el torso y el abdomen. Necesita cuidados médicos con urgencia.

Theod, un clérigo, justo lo que necesitaba, estaba vivo, y aún podía salvarlo, avancé hasta su posición, sabía que aquellos demonios no atacarían de manera justa y estaba seguro de que no se habían ido, debían asegurarse de que los testigos de su aparición muriesen, solo debía resistir, y afortunadamente ahora tendría ayuda.

Una vez estabilizadas las heridas del clérigo me coloqué de espaldas contra la pared para evitar el flanqueo -hay 2 demonios cerca, no pelean limpio y se teleportaron no se a donde, pero no deben estar muy lejos, así que curaos y ayúdame con esto- sabía que si se habían teleportado no podría seguir su rastro, pues no había rastro que seguir... pero si estaban suficientemente cerca, quizá... quizá podría escucharles, sus pasos... sus respiraciones... incluso su corazón... lo que sea podría darme una ventaja, una que ellos no esperarían, y si tenía la ventaja, les podría derrotar, y si lograba derribarles, les podría interrogar, por lo que comencé a quitar la punta de mis flechas, no quería matarlos... al menos no aún.

Me alzo tras la restauración del elfo -¿Dos? No sabes lo que ha ocurrido en la misión. ¡Necesito ver a tu superior! ¡Tiene que darme audiencia con el rey!- insisto visiblemente alarmado. -¡Me han usado para venir hasta aquí!- comento mostrando el colgante con el que, seguramente, él también ha venido. -¡El arma es él!-

Corro hasta la puerta con el arco largo compuesto tenso, analizo la situación y frunzo el ceño. Recurro a mis dotes divinas y un aura se expande en torno a mí inundando la sala.

-AAaagh... ¡Eeelfooos!- grito con desprecio intentando enfocar la mirada y llevándome las manos a la cabeza.

-¡Apártate de él!-le grito a Ahradiel al tiempo que disparo a la criatura que se hace pasar por el clérigo. Sorprendéntemente, desvía la flecha con el brazo sin recibir ni un rasguño. -¡¡¡Apártate Ya!!!- le repito siendo consciente de que éste no es un enemigo normal. -¡¡¡Guardias a mí!!!- lanzo la orden al pasillo mientras La Hiena, a mi lado, se aprieta contra la pared opuesta de la entrada visiblemente sorprendido.

-El arma...- repito conectando las piezas -El arma es el Sumo Inquisidor- lo señalo -¡Es él!- parpadeo asombrado -Lo ha conseguido. Ha llegado hasta aquí-

Escuchas la aparición de los Babau no muy lejos por la diferencia de sus pasos con la de los soldados. Pero no te da tiempo a avisar cuando toda la escena da un vuelco.

Logro escuchar la advertencia de Elvurith a tiempo para poder alejarme, aquel ser con el rostro de theod era el enemigo, lo comprendí en cuanto quedó aturdido por las tácticas de mi cuñada, debo admitir que Uritharn siempre tuvo buenos gustos... pero no era el momento, descolgué mi arco ya proveché la confusión del momento para disparar una ráfaga de flechas, las cuales impactaron apenas de forma contundente e mi objetivo, al menos, ahora también conocía la ubicación de ambos babaus, no me tomarían desprevenido, pero sería un combate brutal

El falso Theod cruza la estancia corriendo a una velocidad desmedida hacia Elvurith, aquella que representa la mayor amenaza. Intenta atravesar el cuerpo de la elfa con una mano convertida en espada pero sólo consigue herirla en un costado, un feo corte que empeora cuando el miembro transformado estalla en llamas.

La Hiena intenta dar a Theod al pasar a su lado, sin éxito. Como tampoco consigue atravesar su dura piel en un segundo intento. Sin embargo, tus flechas sí aciertan a clavarse en su espalda.

Crom llega hasta la contienda con la mirada completamente trastornada. Adviertes, quizá demasiado tarde, que no es el Crom con el que has hablado segundos antes. Lanza una bola de fuego contra Theod sin importar que Elvurith se encuentre en el alcance.

Al tiempo, los soldados llegan arremetiendo en tropel contra "Theod" que lo apartan del objetivo de este ataque: la cazadora de demonios. Los Babau aprovechan para aparecer y atacar con sus garras a la elfa que recibe los golpes con dolorosa violencia a tus ojos. La conciencia abandona a Elvurith que cae de rodillas.

Theod, aún apresado, transforma su cuerpo para liberar la mano izquierda transformándola en un látigo que sale proyectado hacia ella. En el rostro del demonio transformado en humano se extiende la mueca de placer, ignorando por completo el dolor sufrido por los golpes de los soldados. El látigo se queda enroscado en su cuerpo inconsciente.

El hacha de La Hiena choca rebotando contra la protuberancia y rebota proyectando al gnoll hacia atrás pues se está enfrentando a un rival superior a él.

Los Babau la franquean. Corm, poseído se acerca. Los soldados apenas pueden contener al falso Theod que se va transformando (para el horror de los hombres) en el demonio que es, rodeado de llamas que abrasan la carne.