Socar

Adviertes -Roriarkas, sea lo que sea que tramáis, terminadlo ya, mi deber está también ahí fuera y no se cuanto más podré velar por vosotros.- Roriarkas asiente -Poco- comenta sin perder la concentración. Fuera, el combate se inicia con la violencia de un martillo y, al mirar hacia allí, descubres a Suscinda, analizando con los ojos muy abiertos, lo que están haciendo Roriarkas y Daebius. Puedes ver en su rostro que lo identifica, lo sabe.

Escuchas el grito de Lythrai -¡Socar, ven aquí! ¡Roriarkas!¡Necesitamos un portal de salida, YA!- Pero el conjuro de Neyderrad resuena con fuerza en la estancia impactando de lleno en Pain mientras adviertes que el compañero de Pain, Krishnarj y Herst ya no se encuentran a la vista.

Esto... Cegada en pleno combate y molesta por que las luces se apaguen en mal momento, llevándose la diestra a los ojos habiendo atacado de manera tardía a un hombre que prevé su torpe movimiento - mal Nickar, mal, estando acostumbrada a estar a oscuras, de crear oscuridad, como puedes dejarte influenciar por un apagón inesperado, ¡despierta! - pensamientos cruzaban por su mente mientras ocurría algo que no había previsto.

El sonido del combate era intenso, y pensó en hacer una buena trastada, pero pensó que a alguien como Comadreja aprovecharía esa jugada, lo último que quería era beneficiar a aquel hombre que amenazaba con dañar a quienes quería vivos. La tiflin cerró los ojos con sus armas en mano, Golem y Colmillo clamaban entrar en juego, pero Nickar tampoco quería muerto a Comadreja - Comadreja ordena un alto el fuego, no quisiera que murieras.

Sabiendo que su ataque podría no ser preciso, procuró distraer a Comadreja, para que fuera Hazir quien golpeara, esperaba que el tipo recapacitara y depusiera las armas - la habilidad de Ascario creo que era más molesta de lo que imaginaba - decía intentándole distraer debidamente, y si era posible convencerle de detenerse.

Mientras procuraba que su voz llegara a comadreja, intentaba evitar que pudiera esquivar a su compañero, sin saber si sería capaz de crear una distracción aceptable que beneficiara a quien daba prioridad, Hazir.

Si el caos absoluto fuera un enorme pozo de mierda, ellos estarían cubiertos hasta el cuello. ¿Pero qué demonios había pasado? Lo que se había iniciado como una amistosa discusión acerca del siguiente apso a dar había acabado con un asesinato que había desatado la locura absoluta. Virming había perdido a un padre al morir Ascario y ahora iba a encargarse de matar a los responsables del parricidio.

¿Y él? ¿Y Serge Leblanc, el ladrón que había decidido seguir a Comadreja pero que tenía amigos en todos los bandos? Tenía demasiado en lo que pensar. En cuanto Virming había dado la orden a Pain de que nadie saliera del Gorsero, él se había sentado en una de las mesas, alejado de la puerta. Sí, quería ayudar a sus amigos, pero también sabía que su fuerza no era importante y que poco podría lograr metiéndose en una batalla en la que realmente no sabía qué partido tomar. Porque la amistad estaba muy bien, pero sus intereses estaban con Comadreja y con Comadreja seguían, por mucho que le retorciera las entrañas. ¿Por qué diantres habían tenido que matar a Ascario en primer lugar? ¡Había sido una completa estupidez! Habían perdido a un vidente y encima habían atraído la ira de Virming sobre ellos. No sabía cuántos caerían, pero sí que podía sentir las puertas de la morada del Rey Muerto abriéndose para sus compañeros.

 -Bon sang…

Estar allí sentado le consumía, pero, ¿qué más podía hacer? No podía salir por razones evidentes, la primera era Pain, la segunda que no quería desobedecer a Comadreja. Pero si se quedaba allí sentado mucho más sin hacer nada… Acabaría por volverse loco. De hecho, el alto al fuego que voceaba Nickar le estaba pareciendo una opción excelente, ¡y hablábamos de Nickar, la tiefling que estaba poniendo patas arriba la jerarquía de la prisión para coronarse reina de la misma!

Serge respiró hondamente, mientras se devanaba los sesos, pensando qué hacer a continuación.

Podía oler la deliciosa sangre de Yzlin cayendo al suelo en el exterior del grosero. Maldita sea, ¡era un maldito desperdicio! Con lo que había ansiado él morder su suave piel y beber el exquisito icor que corría por sus venas. Y ahora por culpa de un acto impulsivo y estúpido había perdido esa oportunidad, quien sabe si para siempre. Claro que si él había vuelto de entre los muertos, igual Yzlin podía regresar también. ¿Estaría Vannegar por allí cerca, observándolo todo? ¿O seguiría curándose las heridas que Pain le había provocado? Lo que le recordaba que tendría que contactar con él tarde o temprano, aunque fuera solamente para asegurarse de que estaba bien.

Lo que sí tenía claro era que los intereses de la Aguja coincidían con los de Virming y si el Comadreja moría, sería un golpe importante a sus planes. Sus amigos… Maldita sea, le fastidiaba mucho que murieran, pero a veces había que dejar ciertas cosas atrás, por mucho que dolieran.

Respiró hondo y se concentró, intentando contactar mentalmente con Vannegar.

 -Vannegar, tu vas bien? Aquí las cosas están saliéndose de madre a pasos agigantados. ¿Quieres que te haga un resumen o estás contemplándolo desde un lugar seguro?

Turno nulo

Pain se había interpuesto entre los demás y los que estabamos dentro, lo cual era un problema. Yo no deseaba enfrentarme ni a el ni a Comadreja, quizá golpearía a Yzlin o a Hazir, pero los demás no habían hecho nada en contra mía.

Pero de repente el Drow, lanzó un poderoso conjuro contra el seguidor del dolor, dejándole disfrutar aquello que tanto amaba y vi su gesto, pidiendome que me uniera a el para darle muerte... No era mi intención, pero ahora era mi deber. Tomé una decisión en su momento en unirme a Hernst y su gente, y ahora debía pagarlo.

Concentré mi magia en mi cuerpo, para poder ver cual sería la reacción de Pain, y rápidamente vi en mi mente hacia donde se movería para esquivar mi golpe, con lo cual fue fácil impactar en ese lugar. Le miré a los ojos mientras descargaba el hechizo contenido en la espada, una mirada sin odio, sin una real intención de matar, más que el deber para un hombre que debía cumplir con su misión.

Cuando te enfrentas a un hechicero, o a alguien que usa objetos mágicos y no tienes tu propia magia para contrarrestarlo, tu única opción es cargar de frente y rezar porque tus ataques acaben con él deprisa, antes de que te convierta en un charco o en un bonito árbol. Era algo que sabía bien Hazir, lo había aprendido con sangre y dolor en las arenas de combate, y en muchas ocasiones le había salvado la vida. 

Aquella no fue distinto. Antes terminar de dar la corta instrucción a la mercenaria, Hazir ya estaba a medio camino de Comadreja, lanzado a esa carrera rápida como una flecha que todos habían visto ya más de una vez. Su alfanjón salió de la funda entonando un silbido agudo que sonó como la canción del acero, y cortó el aire hacia su objetivo. A su alrededor, estallaba la batalla, y todos comenzaban a apuntarse a ella. No había tiempo para la duda ni para la negociación, ese tiempo había pasado en el momento en el que el cuchillo perforó el vientre de Yzlin. Ahora solo quedaba el acero. 

Los fractales facetados del acero de arena que le daban su aspecto mate de gema pulida reflejaron la luz del fuego de la hoja de Comadreja, volviéndose rojos por un instante, y Hazir comprendió que no había sido lo suficientemente rápido: Comadreja echó el brazo hacia atrás preparado para lanzarle el arma. Hazir supo que no iba a llegar a tiempo de impedirlo, pese a que ya estaba casi ahí, casi delante de él, a menos de un paso, una zancada...

El mundo parecía afilado y ralentizado cuando el cuchillo abandonó su mano, directo hacia él. Hazir notó cómo se clavaba, cómo desgarraba su carne y cómo su quemadura mordía la piel. Se retorció sin detener su carrera, esquivando a medias la explosión de calor que le dejó una amplia marca en el hombro, y llegó por fin hasta su oponente, proyectando el alfanjón hacia delante. Sin embargo, su maniobra para esquivar la explosión hizo que se quedara corto, y la punta del arma silbó en el aire a centímetros de su hombro. 

Notó el arma dando un doloroso tirón y se desencajó de la herida, volando de nuevo a la mano de Comadreja. De inmediato la sangre salió en chorro de su herida, y Hazir notó el dolor recorriéndole como un relámpago. La imagen de Yzlin tirada mientras se desangraba se sucedía vívida en su mente, y la batalla estallaba a su alrededor. Hazir fundió todas esas sensaciones con el dolor físico y las lanzó a un horno como si fueran combustible. Notó la ira de la sharkandir despertar, y aunque hubiera querido, no habría podido resistirse a ella. Se dejo llevar por la ira, la abrazó como a un viejo amigo, y notó que las heridas se cerraban, que la hemorragia se cortaba. Los ojos de un depredador bestial asomaron a sus pupilas, y, en el mismo instante en el que Comadreja recuperaba su arma, Hazir atacó. Sin piedad, sin pausa, sin contención. 

El encantamiento colisionador zumbó en sus manos al activarse, y el arma multiplicó su masa sin cambiar de tamaño un segundo antes de que su filo abriera un gran surco rojo sobre la clavícula de Comadreja, emitiendo un terrible chirrido al arañar y fisurar el hueso bajo la carne. En el mismo y fluido movimiento, sin dar ni un segundo para que se recompusiera, giró el arma y atacó de nuevo, un golpe salvaje en el que volcó todo su peso y su fuerza aumentada. Comadreja saltó hacia atrás, pues estaba claro que había estado en muchas peleas de bares y callejones, y pretendía esquivarle a la vez que le dejaba desequilibrado al no acertar su objetivo. Era una buena táctica contra rivales que blandían dagas, cuchillos, estoques o espadas cortas. 

Pero lo que Hazir tenía en sus manos, vibrando por la magia y silbando al cortar el aire, no era ni un estoque ni una daga. El gran alfanjón, más largo que su brazo extendido, tenía demasiado alcance como para que Comadreja pudiera ponerse fuera de peligro con su salto, y comprendió su error un segundo antes de que la hoja impactara sobre el pecho con la fuerza de un ariete. El filo mordió la carne y la cortó como seda, cruzando el pecho del hombre de parte a parte y haciendo saltar dos, tres cuatro, cinco costillas como ramitas secas, lanzadas al aire hechas pedazos de hueso blanco. El arma había entrado bajo la axila y salió casi por la cadera, abriendo una brutal herida que dejó expuesto, blanco y brillante, el esternón fracturado. 

Comadreja cayó en el acto, lanzando sangre al aire en un arco amplio mientras caía de espaldas con el pecho abierto y destrozado, y el alfanjón de Hazir pareció brillar de júbilo ante la sangre que le recorría. 

Tan importante era para ella salvar a Yzlin que dejó de prestar atención al campo de batalla. Craso error, porque no vio venir a Caracuero. De una patada en todo el casco Lythrai fue empujada hacia atrás por uno de los secuaces de Comadreja. Un tal Caracuero, cuyo nombre solo conocía de oídas. El aviso fue suficiente para que la Fonn'Aster, ahora sí, observase rápidamente con ojos despiertos todo el campo de batalla. La mercenaria estaba acostumbrada a batallas con muchos combatientes a la vez, pero usualmente su pelotón asignado tenía más efectivos. Pero quizás no estuviera todo perdido: las buenas migas y posibles aliados que habían tratado de hacer y tener darían sus frutos. 

No recordaba haber tenido problemas con Amok. El ogro vino de de Matadero junto a los demás, y entre los de Matadero quizás todavía hubiera algunas rencillas, pero no realmente con Gohozor, Yzlin, Lisa y Lythrai. Recordaba aquella primera vez que llegaron a esta taberna, donde estos mismos despojos quisieron provocarles para tener excusa para cargarse a Yzlin y Amok, por la marca de haber muerto camino a Arokham. Lythrai casi estuvo a punto de ceder a la provocación ella misma, igual que Amok, pero Yzlin calmó al ogro y la Fonn'Aster se calmó a sí misma. Sí, Yzlin había tratado bien al ogro, y le sonaba que Nickar también. La Fonn'Aster imaginaba que la criatura lo recordaba bien. Al parecer, también lo recordaban los secuaces de Comadreja. O quizás Zargkok se había lanzado contra el ogro por rencillas personales. Fuera como fuera, quizás podría contar a Amok entre sus aliados, aunque enzarzado ya contra uno no podría ayudar mucho más, todavía.

Más prometedores eran los pequeños Cisco y Lisa. El primero era buen amigo de Hazir y Nickar, mientras que la segunda era buena amiga de Yzlin y Lythrai. Quizás la gnoma aún conservase esa daga drow que Lythrai le había prestado, y pudiera usarla. Por su parte recordaba que Cisco había aprendido unos cuantos trucos en las alcantarillas. Y contaba con Socar, de quien no dudaba les ayudaría por lealtad. Si no había venido todavía debía ser porque estaba protegiendo a Roriarkas y Daebius, a quienes no veía desde fuera del Grosero.

Sí, la situación estaba muy chunga. Pero quizás pudieran sobrevivir. Ella, de momento, tenía a Caracuero encima, y Hologor se acercaba peligrosamente también. "¡Caraculo te llamabas ¿no?!" le provocó Lyth hablando a través del casco, mientras sin alejarse de él caminaba en circulos a su alrededor. La mercenaria movía los dedos con expectación y nervios, y el gesto le inspiró una táctica. Sin dejar de mirar al trol comenzó a conjurar un gélido hechizo. "¿Es porque tienes la cara blanda, o por tu aliento, o...?" Solo necesitaba tocar a la criatura, ni siquiera tenía que golpearla. Desmoralizaría al trol poco a poco, con la ayudita de la magia, hasta inutilizarlo por completo.

    Socar sostuvo su mirada impasible ante el caos desatado, sabía que aún no había llegado su momento, pero pronto lo haría. El drow había cometido la osadía de atacar al asesino sin la potencia necesaria como para abatirlo y si no recibía la ayuda de su compañero a tiempo, seguramente el conjuro significase su sentencia de muerte, sobretodo considerando que el secuaz de Pain se había esfumado y contaba con que aquello no fuese una retirada. Sin perder el curso de la lucha se dirigió al kobold y a Suscinda.

    -Grook, apártate de la salida ¡Ahora! Si queréis salir con vida uníos a nosotros hasta que esto acabe.- No necesitaba decir más. Su mano giró en torno a la pértiga de su lanza y dio un paso al lateral para quedar directamente enfocado hacia la salida.