Partida Rol por web

Escuchar la conversación ahora que la mayoría de los presos se habían marchado resultaba mucho más fácil -mira que es bruto, te ha dejado hecho polvo, creo que tu le conoces mejor que yo, aunque parece que yo estoy destinada a ir con el a la otra prisión,... come con calma ¿vale?- decía Nickar con amabilidad -si no te duele en demasía la mandíbula, ¿me dirás lo que deba saber de él? Puntos fuertes, osas a tener en cuenta, debilidades, ya sabes, todo lo que alguien deba saber estando a su lado...- su amable conversación, buscaba saber el modo más fácil de manipularlo.

Tras ello habló Pain -Buenos días- Escuchaste el sonido de una silla, seguramente Pain la arrastró para sentarse cerca mientras continuaba hablando -Tu antiguo jefe nos ha comentado algo que le dijiste mientras, ya sabes, mientras te pegaba, y, ¿puedo yo?- Preguntó, justo después lo escuchaste llevarse algo a la boca ¿Le habría quitado un trozo de pan al tullido? Seguramente... -Gracias. ¿Qué iba diciendo? ¡Ah! Si, eso, ¿qué querías decirle mientras te machacaba? Parece que Amok tiene interés en saberlo, a lo mejor nos lo puedes contar a nosotros si.

El reo tenia la cara bastante mal. El hinchazón le imposibilitaba ver por un ojo y la rojez provocaba que sus ojos fueran mucho más expresivos. Rebosaban miedo, un miedo que pareció atenuarse con la llegada y la amabilidad de Nickar pero que regresó al ver a Pain. Siguió con la mirada el trozo de pan que fue engullido por el recién llegado emitiendo un sollozo lastimero. Afortunadamente, el trozo que poseía Nickar estaba a salvo y parecía que si cumplía, la recién llegada le daría de comer.

Miró a Pain, ambos venían juntos y si hablar provocaba que el humano no le quitara más pan, lo haría con mucho gusto -Nuestra banda es de analfabetos como Amok, pero él es muy fuerte- decía mientras se tocaba la hinchazón -no sé qué decir sobre sus puntos débiles. Alguien astuto podría beneficiarse de su estup...- se calló temeroso mirando por encima del hombro -es fácil de engañar- corrigió. Comió el pan que Nickar le ofrecía con gratitud en sus ojos -Los guardias- dijo tras tragar -Vengo de la cárcel de Eiverlín. Hace dos años también llegaron allí aquellos que os van a trasladar. Me encontraba en mi celda, tranquilamente, cuando comenzaron los rumores. Se llevaron a los peores. El alguacil decidió que un grupo de cuatro guardias se aseguraran de que llegaran a su destino. Nadie volvió a ver a los guardias y, hasta donde sé, jamás regresaron.- Dijo con un tono que incitaba la curiosidad -Eso es lo que le quería decir a Amok antes de que me pegara, pero no pude. No dejaba de zurrarme... la culpa es mía. Debí habérselo dicho antes.

Poco después de tragar no sin dificultad un trozo de pan blando, el reo magullado habló -Nuestra banda es de analfabetos como Amok, pero él es muy fuerte. No sé qué decir sobre sus puntos débiles. Alguien astuto podría beneficiarse de su estup...- se calló temeroso mirando por encima del hombro -es fácil de engañar- corrigió. Comió el pan que Nickar le ofrecía con gratitud en sus ojos -Los guardias...- dijo tras volver a tragar -Vengo de la cárcel de Eiverlín. Hace dos años también llegaron allí aquellos que os van a trasladar. Me encontraba en mi celda, tranquilamente, cuando comenzaron los rumores. Se llevaron a los peores. El alguacil decidió que un grupo de cuatro guardias se aseguraran de que llegaran a su destino. Nadie volvió a ver a los guardias y, hasta donde sé, jamás regresaron.- Dijo con un tono que incitaba la curiosidad -Eso es lo que le quería decir a Amok antes de que me pegara, pero no pude. No dejaba de zurrarme... la culpa es mía. Debí habérselo dicho antes.

Miro con admiración al humano -¡Cisco!- digo pronunciando cómo me llaman, mientras poso una mano en mi pecho. Luego me sorprendo al escuchar las palabras del trasgo hablando sobre la imponente mujer rubia. -¡Uoh!- Exclamo. Pero mi entusiasmo se ensombrece al recordar lo que debo hacer para viajar con esta gente formidable. -¡¡Soy Cisco de la Lanza Negra!!- Dije en voz alta -La Lanza Negra es mi tribu. Éramos tres Kovolds y un semigigante de las colinas llamado Bronkos. Jaalask era nuestro líder. Fueron seleccionados como vosotros, lo llevaron junto a Bronkos a esa prisión peligrosa y fui el único que no pudo seguirlos, no pude hacer méritos para ir.- Dije recordando el amargo momento al tiempo que mi temor aumentaba -Dentro de cuatro días me llevarán a un espectáculo donde me matarán para disfrute del público- dije abrazándome y temblando por la inminente llegada de la sentencia.

-Si embarco con vosotros al menos tendré alguna posibilidad- Expliqué.

Por si pudiera ocultar algo más, Nickar le fue preparando otro pedazo de pan, era bueno mantener a los informadores contentos, tendían a hablar más, y sin duda contra más se sabia, mejor se podía actuar - ¿y que me dices del otro? Parece bastante perspicaz,... - mientras decía aquello miraba de reojo al pan, para que Pain no le quitara más, estaba claro que era la primera comida aceptable tras días de viaje, pero la mezcla de chica buena y tipo malo, debía mantenerse a raya, no tenía nada en contra o a favor con ese tipo, pero ciertamente como par, permitía a Nickar parecer más buena, de lo que claramente, no era.

Si bien era cierto que prefería no dañar a inocentes "gratuitamente", esos inocentes a menudo eran trampolines perfectos para dañar a quienes se ponía en la mira. Además dañar a insectos no daba orgullo alguno, muy diferente a cuando jugaba con quienes poseían más poder.

El preso comió gustoso hasta terminar con el pan que Nickar le ofrecía. Giró la cabeza para mirar al hobgoblin -Ese, traicionaría a su madre por cumplir sus objetivos. Amok es todo lo contrario, grande, fuerte y sobre todo, predecible. Krishnarj no tiene amigos. Creo que por eso está aquí. No sé la historia completa pero creo que traicionó a los suyos en más de una ocasión hasta que éstos lo entregaron a las autoridades... algo así.

- ¿y que me dices del otro? Parece bastante perspicaz,... - le preguntó Nickar al reo refiriéndose al hobgoblin -Ese, traicionaría a su madre por cumplir sus objetivos. Amok es todo lo contrario, grande, fuerte y sobre todo, predecible. Krishnarj, impredecible, no tiene amigos. Creo que por eso está aquí. No sé la historia completa pero creo que traicionó a los suyos en más de una ocasión hasta que lo entregaron a las autoridades... algo así.

Habiendo terminado de comer, el preso magullado se levantó del asiento -Quiero agradecerle su ayuda- le dijo a Nickar y se agachó para darle un beso en la mejilla.

Acto seguido se dirigió cogeando a la salida.

Se acercó para lo que parecía darte un beso, pero entre presos ese cariño, esa consideración tan necesaria. Es muy difícil que se dé. No hubo beso pero sí un susurro apenas perceptible -os marcharéis en barco- te confió antes de separarse y caminar hacia la salida. Pero sus palabras no tenían sentido. Matadero no estaba cerca de ninguna masa de agua o río que poder navegar.

Tal y como sospechaba Hazir, había más en aquel kóbold de lo que se veía a primera vista. Tenía una tribu, y a juzgar por sus descripciones no eran pequeños y asustadizos como él, sino más bien astutos y listos, y el semigigante probablemente fuera tan fuerte y grande como Amok, tal vez más. Los motivos de Cisko habían quedado claros, una ejecución pública de kóbolds era un espectáculo que gustaba a todo el mundo, y una buena manera de que los granjeros se sintieran seguros, aunque fuera sin razón. 

Así que las opciones del kóbold eran, o morir intentando matar a Amok, o morir en la picota. No parecía un panorama muy halagüeño. 

-Encantado de conocerte, Cisko de la Lanza Negra. Creo que podremos salvarte de la picota, aunque no sé si te han informado de que el plan que se baraja aquí es el de fugarse en el traslado, es decir, que no llegarás allí donde está tu tribu. En todo caso es un mejor plan que quedarte aquí a morir. 

Verás, no sé cuáles son tus habilidades, pero a menos que ocultes algo realmente impresionante no creo que seas capaz de matar a Amok en combate directo. 

Hazir dio una palmada en el hombro del kóbold y se volvió hacia el trasgoide. 

-Krishnarj. Tal y como ha dicho mi amigo Leblanc, no nos viene mal una distracción para que Tizoc se cuele. Y que nuestro nuevo amigo intente matar a Amok sería una distracción más bien breve, lo que tardara el semiogro en aplastarle. Eso, además de ser una pena, no nos beneficia en nada, porque Amok hará una exhibición de fuerza que puede que le restaure algo del prestigio perdido. ¿Qué tal si pensamos en otra cosa para que Cisko pueda unirse? 

Por el rabillo del ojo vio al preso besando la mejilla de Nickar, algo que podía significar muchas cosas, ninguna de ellas buena. No quitó el ojo de encima de la mujer, ya que le daba muy mala espina desde que la conoció. 

Se llevó la mano a la barbilla, sin saber bien como manejar toda la información recibida, si bien parte de ella era interesante, la más curiosa no tenía tanto sentido. Sin duda necesitaba sus armas, si dicha información fuera verdad, sería relativamente fácil huir... por el momento lo asintió agradeciendo la información.

Se mantuvo callado mientras el otro preso hablaba. Parecía que no iba a ser necesario hacerle nada, y el miedo que había visto en sus ojos al mirarle había sido suficientemente dulce por ahora. Además, parecía que Nickar seguía otro método de acción, y no quería enfrentarse a ella por una simple tontería; torturar a ese débil y hundido hombre no le habría reportado más que una diversión pasajera, no merecía la pena.

Cuando el otro preso finalmente terminó y se levantó, despidiéndose de su compañera de una manera tan..., singular, él mismo miró a la chica y ladeó la cabeza. 

- ¿Que opinas? Nos ha dicho que Amok es un estúpido, pero no creo que lo sea tanto - sonrió -, la fuerza sola no vale para mantener el control de un sitio como este. Es un bruto, y tiene pinta de actuar más que pensar, pero no podemos confiarnos. - Miró entonces al hobgoblin. El ogro era un problema, pero aquél monstruito lo era más. - ¿Y qué me dices de ese? Krishnarj ¿eh? - Preguntó, bajando la voz por si alguno estaba escuchando.

Pensativo, hablando con Nickar, parecía estar mirando con calma al hobgoblin y el resto de los que permanecían con él. Era difícil distinguir que pasaba por su cabeza, pero a simple vista no parecía tener más intención que, simplemente, observar. En realidad bien podía estar mirando a Alona como a Krishnarj, o puede que a ninguno. Su cara era una máscara, carente de intenciones. 

Nickar miró al tal Pain - también me ha dicho que nos llevaran en barco,... a pesar de que no hay ni charcos cerca de aquí... - esa información susurrada le desconcertaba ligeramente...

- ¿En barco? - No recordaba que hubiera dicho eso, pero suponía que esa información se la había susurrado al darle el beso en la mejilla. Muy hábil. Tanto que se estaba replanteando el si merecía darle un escarmiento. Se encogió de hombros, decidió que no, y siguió mirando hacia los demás. 

No sabía que hacer con esa información, pero era bueno tenerla. Siempre era bueno ir un paso por delante. Sólo que ahora, surgían dos nuevas preguntas.

- Ahora que sabemos esto, dime, ¿crees que lo sabrá alguien más? ¿Y deberíamos informar a Amok, o a los otros?

No había pasado mucho rato hasta que finalmente apartó la mirada y se giró de nuevo a Nickar. Se apoyó sobre la mesa, acercándose a ella y hablando en voz baja con una sonrisa de medio lado.

Nickar respondió directa y clara - No creo que lo sepa mucha gente, e igual no se que hacer con esa información, solo sería relevante, para irme, pero sin mis armas no voy a fugarme,...

Asintió. Si les iban a llevar en barco, tendrían que llevarles hasta el navío, y era la oportunidad para escapar. Una vez embarcaran, se reducirían al mínimo sus posibilidades, pues fugarse de una prisión flotante sería una misión suicida. Cuando llegaran a su destino, esas pocas opciones se esfumarían y quedarían reducidas a cenizas. Aquello de los guardias le hacía pensar. ¿Por qué no habían regresado tampoco? O algo había pasado en la travesía..., o no había vuelta posible del agujero donde les tiraran. Para nadie. 

Si quería escapar, tendría que ser a la mañana siguiente, y necesitaría ayuda. Por mucho que pensara que era más fuerte que muchos de los allí presentes, sólo no lograría ganarse la libertad, igual que no había logrado mantenerla cuando le habían traicionado. Nickar había demostrado su valía, su utilidad, pero por supuesto, quería algo. 

Armas... Rumió aquellas palabras, el mismo pensamiento ,mientras cerraba los ojos un instante. A él no le gustaban las afiladas espadas, ni los pesados martillos ni nada por el estilo. Las únicas herramientas que usaba eran aquellas que servían para la tortura, para infligir un dolor lento y agónico. Pequeños cuchillos que al clavarse dejaba correr la sangre por sus dedos eran lo más parecido a un instrumento de muerte que había utilizado. Cuando se trataba de acabar con alguien, si debía ser rápido, prefería sentir en sus manos como su enemigo expiraba su último aliento. 

Pero sabía que otros no eran así. Preferían refugiarse tras el acero. La chica, al parecer, era de esas personas. Podía entenderlo, y podía ayudarla.

- ¿Dónde crees que están tus armas?

Donde estaban sus armas, la pregunta más fácil de la historia - ¿viaste el arcón con el que llegamos no? Un guardia osó profanar su magnífica belleza escupiendo en ellas - a diferenca de ella, el tipo parecía preocupado por lo del barco, mientras que ella veía una oportunidad de oro, aun y así, si lograra sus armas, no le importaría procurar ayudar a su huida antes de ese momento, acarició su capa sonriente, aunque estaba claro que estaba nerviosa, llevaba con aquel, cuatro días sin tocar su flauta.

- en caso de recuperarlas, será mi estilete colmillo, mi maza ligera golem y mi flauta sílfide... - el resto de sus cosas noble importaban tanto, solo sus siempre fieles compañeros de viaje. Los únicos que jamás le habían traicionado.

Colmillo, gólem y sílfide. Ha puesto nombres a sus herramientas, a simples objetos... Tal vez deberían haberla encerrado en un manicomio. Sonrió ante lo que pasaba por su cabeza, pero no dijo nada de eso en voz alta. Si lo hubiera hecho, seguramente la habría ofendido. Habrían tenido problemas, y era posible que hubiera tenido que matarla. Lo más sabio, lo más inteligente, era quedarse callado en lo que a esas ideas respectaba. 

- Recuerdo el cofre. - Dijo con calma, para después encogerse de hombros. - Pero no sé dónde lo habrán metido, y sólo tenemos esta noche para recuperarlo. ¿Tan importante es para tí?