Partida Rol por web

    Caminaba lento, tras Theodd y Greta, aunque mis pasos eran pesados, ahora siempre lo eran, provocando que empezase a quedarme rezagado, mejor aquello que enfrentar la humillación de poder caer por el exceso de peso en una superficie como aquella. Y entonces uno de los presos realizó la estupidez que temí que pudiera suceder, provocar a las bestias, aquellas criaturas consideraron el gesto como una amenaza, sus lenguas comenzaron a chasquear como la de la víbora justo antes de lanzar su mordisco contra el ratón, y seguido de ello un sonoro crepitar.

    Ni si quiera hubo tiempo para maldecir a las fieras salvajes, un poderoso fulgor azulado se lo llevó todo. Sentí algo que creía perdido, mis extremidades aullaron, chillaban como si hubieran adquirido vida propia, agitándose con la amenaza de separarse de mi cuerpo por voluntad propia. Sentía fuertes corrientes arremolinarse en torno a mis piernas atenazándolas como una poderosa serpiente. Estaba inmovilizado mientras todo mi ser vibraba de manera totalmente descontrolada ¿Era eso el dolor? ¿El regreso iba a durar tan poco?

    No, no podía permitirme caer allí, considerar semejante humillación no era aceptable, no había retornado del frío abismo de la muerte para morir por un puñado de animales salvajes bañado en heces. La visión retornó, al principio como algo borroso, luego ya más nítida. Unos pocos habían logrado cruzar la charca hasta llegar a la zona seca, contemplaban en su mayor parte con preocupación lo acontecido a mis espaldas, ahora eso no importaba, solo recobrar las fuerzas necesarias para apoyar un pie seguido por el otro. Nunca antes había sentido semejante peso sobre mi, pero no iba a dejar que eso me frenara, una nueva descarga recorrió mi cuerpo ante mi orden imperiosa de caminar, solo que esta vez era distinto, surgía de mi interior y me ayudó a recobrar el control. Un pie y luego otro.

Lo noto al segundo. Veo la mirada de odio de aquél lagarto, escucho el chasquido que hace al preparar la descarga, siento la amenaza que flota en el ambiente. He pasado años siendo una presa y muchos otros siendo el cazador. Conozco las dos caras de la moneda, se lo que tengo que hacer.

En cuanto la primera chispa ilumina la penumbra con un destello azul, mi cuerpo, todo a mi alrededor, se cubre de sombras una vez más. El brillo índigo de la estancia se mezcla con la negra oscuridad que emana de mi. El creciente calor del lugar se diluye con el frío que me cubre. Noto un escalofrío... Y entonces ya no estoy ahí.

Ya no siento el agua corriendo entre mis piernas ni el suelo irregular y resbaladizo bajo mis suelas. La dura roca me soporta. La segura piedra es lo único en lo que poso lo pies. Abro los ojos y miro tras de mi. Una larga sonrisa curva mis labios, aunque no hay cambio alguno en mi rostro. Bajo la máscara, la única prueba de que aquello me diviertea es la luz en mis ojos, un fulgor oscuro y terrible. Delicioso. Casi todos han caído en la trampa y ahora se retuercen presas de una descarga tras otra. No puedo parar de mirar, es abrumador. A un lado, Greta  observa y escucha, preparada para algo que viene. Al otro, Yzlin me hace un gesto.

Con un gruñido me obligo a girar y dejar de ver aquella carnicería. Los reptiles ya no son mi problema, y allí vienen otros. Más problemás. Rápidamente me oculto, agazapado entre los pilares. Agudizo el oído, escucho a los que vienen... y espero. Más diversión.

Nickar y Serge

El arco de electricidad llega hasta vosotros y sentís la sacudida. Vuestros músculos se bloquean allá por donde pasa la corriente y la temperatura sube. Un vaho blanco asciende desde el agua y todo se vuelve oscuridad. No hay dolor, no hay electricidad, tan sólo calma.

Socar y Hazir

La sacudida, violenta o desmedida, no ha acabado con vosotros. Una niebla blanca se alza del agua que pisáis. Junto a Hazir yace el cuerpo sin vida de Serge, boca abajo en el agua. Su piel está ennegrecida pues, a diferencia de él, no ha conseguido saltar a tiempo para evitar el voltaje. Socar aturdido, percibe cómo algo cae delante de él, el cuerpo en carne viva de Nickar, con sus magníficas alas carcomidas por la electricidad y su pelo enmarañado. Los ojos muy abiertos mirando al vacío, a la oscuridad eterna.

Ambos cuerpos se hunden en las aguas. NO, no se hunden, se están fundiendo, convirtiéndose en una mancha negra que se filtra entre las hebras de esta dimensión de regreso a Arokhan. Su papel en esta empresa ha finalizado, pero aún quedan dos cuerpos en el agua que no desaparecen. Cerca de Hazir, el pequeño Grook aún respira y, al lado de Socar, Theod yace boca arriba inconsciente.

Los cuatros sois los únicos que quedáis en la cueva de los lagartos electrizantes. Al fondo, vuestros compañeros están a salvo, bajo la arcada que indica la verdadera entrada a las alcantarillas bajo la ciudad.

Pain, Lythrai e Yzlin

Lythrai aparece junto a Yzlin, Greta y Pain cayendo sobre el suelo seco con el cuerpo humeando a través de la armadura. La mercenaria ha conseguido superar la barrera eléctrica a tiempo para evitar mayor daño. Pero el resto del grupo... el vapor que se alza bloquea la visión. Desconocéis el estado de vuestros compañeros aunque algunas sombras revelan que hay supervivientes aún bajo la amenaza de los lagartos.

Pain e Yzlin se giran, al igual que Greta, hacia la nueva gruta al percibir aullidos y gritos -ladridos, quizá- que trae el eco desde la lejanía y acercándose. -Son los cuidadores de los lagartos- comenta Greta identificando a aquellos que susurraban. -No tardarán en llegar- apunta antes de lanzar una mirada a la mortal laguna y a Lythrai que se recupera con velocidad. El vapor evitará que los lagartos identifiquen al enemigo. Quizá, con suerte, tengan que recargar y eso les de una oportunidad a los que quedan para llegar a la orilla. Pero dudáis que lo hagan antes de que los que gritan lleguen a vosotros.

El camino por el que aparecerán es una recta que termina en un recodo desde vuestro punto de vista. En cuanto den la curva estaréis bajo su campo de visión. Es imposible esconderos, ocultaros donde estáis supone volver a la laguna y usar los pilares o las paredes laterales mientras que avanzar hasta el recodo mantendrá el factor sorpresa pero, tras que aparezca el enemigo, no habrá donde esconderse. El combate comenzará rápido e igual de rápido debe terminar.

-¿Qué haceis?-

La sacudida te estremece. Pierdes el control de tu cuerpo pero tienes la suerte de caer boca arriba. La oscuridad te inunda aunque tus oídos permanecen atentos. Sientes alguien a tu lado, aliado, quizá aún haya una oportunidad, quizá ambos consigáis salir de aquella laguna mortal y Theod pueda curarte.

Sabes que no todos han sobrevivido y es una certeza que si los que aún permanecéis en la laguna recibís una descarga, vuestra misión habrá acabado y todo quedará en manos de los que hayan sobrevivido. Arkham reclamará vuestros cuerpos sin vida y apareceréis en Necrópolis, la ciudad de los muertos, en perfecto estado. Listos para afrontar la prueba del Rey Muerto antes de regresar a la prisión.

El olor de la carne quemada, los aliados caídos y el dolor que te inunda el cuerpo... lo sientes dentro de ti, tomando el control, abrasando tu interior con ansia asesina.

Pues toca esperar. Sólo comentar el detalle de la RD por Resistencia contra energías y que me como 20pg, pues con 30 me quedaría en negativo y no recupero la consciencia en 3 asaltos -_-U

"¡Huumpmf! ¡Joder!" se estampó contra el suelo no muy heróicamente que digamos. Chamuscada, dolorida, habiendo mordido literalmente el polvo... pero intacta, a fin de cuentas. Se levantó y sacudió, molesta tanto por haber subestimado a los lagartos soberanamente, como por tropezarse antes. Al menos no había caído de lleno en el agua de las narices. Como fuera, sus compañeros habían corrido peor suerte que ella. Escuchó gritos y el cómo Arokham reclamaba sus cuerpos, ¡y gracias a los dioses que así fue! De lo contrario, si no fueran presos de Arkhania, si fueran personas libres... Negó con la cabeza alejando esos pensamientos de muerte de su mente.

Aún había un peligro inminente, como así Greta lo hizo saber. "Del fuego a la sartén ¿eh?... Isbila, ponte detrás nuestra." le pidió, poniéndose delante de ella. "Se acercan. Tratemos de mantener la línea mientras nuestros aliados salen de la laguna. Que no pasen." les dijo a los tres, Greta, Yzlin y Pain. "Isbila, si tienes algún conjuro ofensivo que pueda alcanzarlos nada más asomarse..." le dijo a Yzlin "...ve preparándolo."

Lanzó sobre sí misma el conjuro que desde el Despeñapresos venía usando únicamente sobre Hazir. No curó sus heridas exactamente, pero serviría hasta que Theod pudiera curarlos a todos. Lo último que quería era perecer en esa misión, quizá la más importante para ella como Fonn'Aster. Ya habían perdido a varios aliados, y ni siquiera sabía todavía a quienes.

¡Ja! Una de aquellas sombras rompe el humo. La mercenaria aparece de entre la niebla, humeando, herida, con vida. Se derrumba a mis pies y una sonrisa se dibuja en mis ojos. Los labios también se me curvan hacia un lado y hacia arriba, pero nadie puede verlo. Mi rostro, ahora, es siempre igual. Siempre lo mismo. Para todos. Lo último que ven mis enemigos, la imagen de la muerte, una máscara de cuero y metal negro.

La Fonn'Aster se pone en pie y en seguida está en guardia, por delante de Yzlin. Greta, a su lado, también está preparada. A lo lejos se escucha el murmullo de alguien que se acerca. Pronto estarán allí, pronto nos verán, no hay dónde esconderse. Así que no lo hago. Y escupo al suelo, asqueado. No será ella quien me de órdenes.

– Apartad. –Hablo en un susurro sibilante, casi el siseo de una serpiente. Sé que es inútil quedarse a esa distancia, nos verán de lejos, y entonces o tendrán tiempo de prepararse, o huirán para dar la alarma. Además, no es propio de mi permanecer atrás. Me gusta saborear el miedo de una presa que sabe que la acechan, pero si no queda otro remedio, prefiero que miren a su final a la cara, de cerca. Su último error.

Mientras camino hacia la curva que hace el pasillo, no me preocupo por que me vean o no cuando giren. Al contrario, voy por el medio, bien a la vista. Quiero que toda su atención se centre en mi, en cuanto puedan hacerlo. Mis pasos son apenas el roce del algodón sobre la piel. Danzo sobre la superficie rocosa con zancadas lentas pero precisas, sin un solo ruido. No me oirán. Un espectro salido de lo más profundo del infierno. Sorpresa. Y ya será demasiado tarde.

    Ahora volvía a ver, estaba casi seguro de la dirección que debía tomar, pero el ataque de las bestias había ocultado toda posibilidad de orientarse más allá del lago por la niebla que habían provocado. Podía notar mis extremidades más laxas de la cuenta, como si se tratara de una armadura en la que las correas no hubieran sido ajustadas como debieran. Ahora eso daba igual, debía de salir de allí y reparar lo mejor que pudiera mi cuerpo, fracasar no era una opción.

    Iniciada la marcha sentí algo abalanzándose sobre mí desde las alturas, dí un paso atrás y puse la lanza en ristre mientras me protegía con el escudo, poco tarde en descubrir que mi supuesto atacante no podría haberme causado daño alguno por mucho que lo deseara. Era aquella diablesa con ínfulas de reina, al parecer una de nuestras primeras bajas, de haber podido abría sonreído, aunque todo aquello dejaba un regusto totalmente amargo, el cuerpo destrozado y sin vida de Nickar se había estrellado de bruces contra la superficie del agua muy próxima al cuerpo inconsciente de otro de los miembros de nuestro equipo "Desde luego tenéis un sentido del humor de lo más macabro y cruel, Dama Fortuna", pensé para mis adentros. Desde el principio sabía que de haber compartido mis intenciones con el grupo, incluso de haber reducido la confesión únicamente a los hombres que había llegado a la misión por parte de Roriarkas, sin duda Nickar hubiese sido con quien más problemas hubiera tenido, del mismo modo que con Serge o ese sicario sombrío con el sobrenombre de Pain. Ahora sus restos se disolvían sobre una poza de aguas inmundas a la espera de ser resucitada, por si fuera poco el cuerpo de al lado era el de Theod. Morir ahogado con los pulmones inundados de excrecencias sería un final bien merecido para alguien de su ralea, aquel idiota ni si quiera debía de saber que su sentencia de muerte llevaba firmada desde el momento en el que se le asigno la misión, aunque tenía mis dudas sobre si los caballeros no dispondrían de una protección similar a la nuestra en caso de fallecer.

    Desde luego era un cruel sentido del humor, quitar de en medio a rivales dejándome mediomuerto y con la vida de uno de los verdugos de mi pueblo en mis manos. Me aproximé a el y me aseguré de aferrarlo con fuerza por la toga justo detrás de la nuca usando la mano del escudo, podría arrastrarlo hasta fuera de la charca y una vez allí tratar de reanimarlo. Mire al rededor en busca de supervivientes, una figura se movía entre la niebla, tal vez otro superviviente. Examiné con cautela hasta que creí saber de quien se trataba, tal vez aún quedase alguna oportunidad de salir de aquella. Hable levantando la voz lo justo para que llegara hasta él, tampoco quería provocar un segundo ataque fortuito de aquellas cosas.

    -¿Hazir? Soy Socar, parece que somos los únicos que quedamos por aquí.- Mientras observaba creí ver un segundo cuerpo flotando, tal vez otro superviviente. -Tomad a ese otro que está con vos y salgamos de la charca con cuidado antes de que decidan lanzar un segundo ataque.- Y sin más seguí avanzando, en principio el camino debería ser en linea recta, pese a lo pesado de mis pasos juraría haber visto a Greta salir fuera de aquel sitio justo antes de la descarga.

-Has conseguido salir, los lagartos quedan atrás- escucho decir en mi mente como una voz ajena. -Salir de la zona de los lagartos ¡No! Te perderás la experiencia.- Ahora, mientras algunos de nuestros compañeros aún se debaten entre la vida y la muerte tras nosotros, continuamos adelante

-Debes volver a por tus compañeros-

-No puedes volver Yzlin, no puedes. Son míos. Yo los protejo.-

-Mira hacia delante, ahí, mira hacia delante. Jajaja.-

Ahora, mi atención está al frente. Las voces en mi mente hablan, las reconozco como si siempre hubieran estado ahí. Latentes. Locura. Lythrai se pone delante mía, escucho su voz entremezclándose con las mías -Más- le digo -Más. Avancemos, a una distancia de 30'- le sugiero emocionada por el combate. Cuando Lyth me mira le sonrío -Esta vez será muy diferente a lo que viví en el Despeñapresos- comento alzando el puño que tiembla de energía contenida. El pelo algo alborotado por la atmósfera electrificada me cae en la cara, pero no importa, inclino la cabeza como para escuchar a alguien, me parece divertido, desde que "volví" a ser yo la realidad no es la misma.

-Sí, muy diferente. Abrasa a tus enemigos, mata, mata ¡MATA Y DISFRUTA!-

-Cambia la opinión, cambia la esencia, mata sólo cuando sea necesario-

-Acaba con tus enemigos, que no se levanten, pero no mates-

-¡Vive!-

-¡Lucha!-

-¡Disfruta!-

-Siento la magia agitarse en mi interior Lyth, está ansiosa por salir.- Tanto o más excitada que ella siento el poder en la palma de mi mano derecha, lo concentro ahí sin poder evitar que deje de temblar. Pero con la sangre fría como para desenvainar la varita con la mano libre.

La cara se me descompone en una mueca maníaca mientras susurro -Salid a jugar, salid a jugar conmigo y puede que os dispare en la cara. Vamos, vamos, salid. Aún podéis hacerlo mejor-

Todo pasó demasiado rápido. La luz azul, el fuego, el dolor que le recorría cada músculo del cuerpo, la humedad del agua bajo ellos, cargada de electricidad. Se levantó del suelo, notando los músculos agarrotados al momento de hacerlo: a su alrededor, el mundo se había convertido en un infierno azul cubierto de vapor. Los rayos recorrían el aire como látigos azulados, y algunos se deslizaban por el agua como perezosas serpientes marinas. A su alrededor, sus compañeros caían y morían, chapoteando en el agua tras la brutal explosión de vapor que se levantó por el ataque. Serge cayó, su piel ennegrecida había recibido el impacto completo de la explosión, el vapor arrancaba nubes de su sangre al caer. Hacía mucho, mucho tiempo que Hazir no veía morir frente a él a un compañero, que no olía la carne quemada. Alona se había precipitado al vacío en el Despeñapresos, pero no la había visto morir, y las arpías la habían recogido, por lo que aún estaba viva cuando la dejaron. Pero allí, no: no hacía falta tener los conocimientos de sanación de su hermana para ver que estaba muerto, más allá del punto en el que la magia sanadora podía ayudarle. En todo caso, hubiera dado igual: Theod, el único curandero, caía al agua también, con su antes orgulloso y prepotente rostro transido de dolor. No estaba muerto, sino que presentaba la típica inmovilidad de quien ha perdido el conocimiento, al igual que Grook, el kóbold. Este último mostraba una mirada perdida antes de hundirse, como si no entendiera lo que le había pasado. Además, Nickar, la orgullosa Nickar, cayó también, como un pájaro al que le han cortado las alas, describiendo una espiral, muerta antes de tocar el agua. Su magnífico porte estaba arruinado como sus alas, sustituido por el dolor y la agonía de la muerte. Dio un paso hacia ella, notaba todo el cuerpo agarrotado, parecía mareado, enajenado. La traicionera superficie hizo resbalar su pie, cayó hacia delante, sobre los brazos, quedando de rodillas sobre el agua como los suplicantes del templo de Zoser. Recuerdos desagradables se agolparon en la mente de Hazir y pugnaron por salir antes de que alzara la vista y viera su esencia, su alma, desprendiéndose de su cuerpo. No morían, claro: volvían a la prisión, volvían a la jaula. No sabía si eso era mejor o peor que el alivio del abrazo de los planos. 

Cuando Socar le habló, encontró su rostro cambiado, parecía transido de dolor, como si tuviera alguna herida en el vientre, y en sus ojos había algo que podía ser ira, locura, enajenación, un fondo oscuro y bestial. Sus pupilas habían comenzado a rasgarse en las de un depredador, como si la sharkandir, la furia bárbara, estuviera a punto de llevársele en sus alas de fuego.

Por fin, la visión se le aclaró, y pareció comprender de pronto las palabras de Socar. 

-Ve-le dijo, con voz decidida, aún algo enajenada-Asegúrate de que Lythrai está bien. Ahora te sigo. 

Se levantó de nuevo, notando los músculos desentumecerse por fin, y miró a su alrededor para localizar a los lagartos. 

Hacía demasiado que Hazir no recibía una descarga así, demasiado. Habían pasado años, desde aquellos hechiceros que tan bien dominaban la magia de rayo. La explosión había sido súbita, repentina, demasiado para prepararse. ¿Quién había pensado que unos bichos tan pequeños podrían generar semejante campo de electricidad? Ni siquiera aquellos hechiceros habían podido potenciar tanto sus conjuros. A su alrededor, el aire crepitaba, gemía como si lo rasgaran, el agua abrasaba la piel. El vapor explotaba hacia fuera como si huyera de la electricidad, y los compañeros caían. Uno, dos, tres, los amigos aterrizaban sobre el agua, destrozados; el olor de la carne quemada inundaba el ambiente. ¿Cuánto había pasado desde que viera a un amigo caer así? ¿Cuánto desde que se arrodillara, vencido por el dolor, en medio de un lago hirviente, rodeado de sus camaradas caídos?

Demasiado. Lo notó despertar, rugir mientras se desenvolvía: el dolor no hacía sino azuzarlo, la ira era su combustible, la mente de Hazir se inundaba de hambre, de sed, de ansia brutal y primaria. De muerte y carne, de garras de hueso manchando el acero que perforaban. Mucho tiempo llevaba dormido, mucho más del que era habitual, y ahora, como un oso a la llegada de la primavera, como un dragón tras su sueño de siglos, se desperezaba, pero no lentamente, sino súbitamente. Pudo notarlo físicamente, rasgándole el estómago, hiriéndole por dentro, su visión se tornó roja, pero no de ira: él lo veía todo así. De pronto, el agua parecía suave y acogedora bajo él, un lugar donde esconderse, donde acechar, y su visión se tornó afilada y brutal, tan nítida que dolía. El calor de los cuerpos resaltaba como una tea, los olores se intensificaban aún más de lo habitual. Salió de su sueño como un látigo que se despliega, y sus escamas le hirieron la piel desde dentro, luchando por salir. Notó cómo las uñas le crecían, prestas a convertirse en garras, y aunque mantuvo la boca cerrada, los dientes apretados, notaba como se afilaban sus colmillos, como se ensanchaban sus maxilares. Luchó, luchó con todas sus fuerzas contra el otro, le doblegó, le aplastó contra el interior de su estómago, los abdominales tan tensos que dolían como si fueran a rasgarse. Le golpeó una y otra vez, expulsó sus instintos de su mente, le sometió como a un toro bravo, y el rojo fue retirándose, con una lentitud dolorosa, de su visión. El hambre brutal volvió al interior de su estómago, y dejó de notar el sabor de la sangre en la boca. 

No sabía en qué momento había caído al suelo, pero allí estaba arrodillado cuando la voz de Socar terminó de devolverle a su yo verdadero. El otro volvió a su sueño a regañadientes, enroscándose de nuevo y empequeñeciéndose al fin. 

    Miré al noble en cuanto se decidió a aproximarse a donde nos encontrábamos. Sus palabras apenas me dieron información pero la manera en que las dijo sumadas a un rostro marcado por la rabia y la frustración me aportaron todo lo que no quiso pronunciar en voz alta. No tenía intención de ponerme a discutir, pero tampoco iba a dejarle hacer tamaña estupidez, como la que suspuse que pretendía llevar a cabo, alegremente.

    -Hazir,- Susurré en tono bajo, la cercanía me premitió usar un tono más ajustado.-si pretendéis volveros a acabar con esas bestias os diría que renunciarais a esa idea ya. No encontraréis gratificación de ningún tipo en matarlas y además son demasiadas, demasiadas incluso cuando estábamos todos. En el mejor de los casos bañaréis vuestro filo en la sangre de unas pocas justa antes de que el resto lance un nuevo ataque ¿Y entonces qué? Moriréis y arrastraréis con vos al resto de los que queden dentro de la charca, que no estamos seguros de cuantos podrían ser. Yo no estoy al mando de esta unidad, así que no puedo deteneros, ni tengo intención de hacerlo, solo os pido que recapacitéis sobre que ganáis tomando una decisión u otra, a vuestras espaldas hay otro compañero inconsciente con el que no puedo cargar, pero vos podríais salvarlo. Si sentís furia, guardad ese fuego para más adelante y desatadlo contra los Scahrossar o quienes nos mandaron al interior de este pozo de aguas negras, los auténticos responsables de vuestras cicatrices y de sus muertes.- Señalé los restos flotantes de Nickar y lo que parecía quedar del pícaro enigmático. -Vuestra es la decisión, pero si queréis sobrevivir aquí y especialmente al lugar al que nos mandarán de vuelta cuando terminemos, mejor será que sepáis distinguir que batallas deben ser luchadas con pasión y cuales con razón.- 

    Apenas conocía a aquel hombre, su aspecto era el de un noble, o al menos lo había sido hasta aquel momento, pero ahora parte de sus facciones se encontraban desencajadas por la ira y sabía que en batalla era alguna clase de guerrero en trance, por ello no tenía mucha fe en que las palabras de un desconocido llegasen a calar hondo en su ser, especialmente si se tomaba parte de ellas como una ofensa. Dejarse arrastrar por la rabia sin pensar en las consecuencias me habría llevado a dejar al hombre que sostenía con la zurda a ahogarse en las aguas fecales pero sabía que eso era algo que no podía permitirme. Tal vez Hazir lograse entender una parte mínima de aquello y de ese modo entrar en razón.

Hazir

Respiras con dificultad a causa del esfuerzo al que has sido sometido. El olor te satura las fosas nasales: a quemado, aguas residuales, reptil y perro... -¿perro?- no, perro no, es otra cosa, no son ratas, no son... desde el lugar de la arcada que conecta con las alcantarillas te llega el eco de gruñidos, ladridos y alaridos que te resultan familiares, al igual que esas briznas de aroma exótico -gnols-. Estas criaturas eran sacadas de una selva al otro lado del desierto y entretenían al populacho en la arena sirviendo como una guinda a un combate sangriento.

En tu mano queda coger a Grook y dirigirte hacia allí para recibir combate. Delante tuya está Socar, que ha asido a Theod y camina con pasos pesados en la dirección de la arcada, siendo engullido por el vaho que poco a poco se va reduciendo. Cuando diriges tu mirada de nuevo al pequeño Kobold adviertes que su cuerpo se ha ido escurriendo y despierta tras el último resbalón en que su cabeza ha quedado sumergida en el agua.