Partida Rol por web

Fray Juan se encoge de hombros y muestra las palmas de las manos hacia arriba.

—Como quieran vuestras mercedes —acaba diciendo—, mas ándense con ojo si no desean advertir pues si llega alguien a sospechar de que están metiendo las narices en algún asunto que no puedan justificar...

Deja la frase en el aire y rápidamente cambia de conversación.

—Yo tengo cosas que hacer esta mañana así que confío en el buen hacer de vuestras mercedes. Les veré a la hora de comer. ¡Qué Dios les bendiga!

Acabada la frase se gira y se encamina a la escalera hasta desaparecer de vuestra vista.

Bajáis al comedor y esta vez tiene algo más de ambiente que el día anterior. La mañana ha despertado temprano y muchos parroquianos ya toman el desayuno que Evaristo y su hija, una bella joven de abultado escote, sirven con buen humor.

El rumor es constante. Es normal que la gente charle entre sí pero hoy quizá el ambiente está más concurrido.

Quizá el mentidero ese que buscáis esté más cerca de lo que pensáis.

Andémonos con cuidado- comento por lo bajo a mis compañeros, mientras estamos de pie buscando con la mirada una mesa que nos convenga - No me complace precisamente el tono del amigo fraile..., creo que ha querido decir que si los asuntos se enrevesan lo más que hará por nosotros es rezar por el eterno descanso de nuestras almas..., posiblemente desde un lugar situado lo más lejos que pueda, vaya con el frailecillo!

Ahí veo un hueco, al lado de esa hermosa muestra de orografía local - añado, señalando significativamente a la camarera pegada a dos protuberancias delanteras - Sentémonos y desayunemos, las fuerzas nos harán falta...

La mesa está casi en el centro de la estancia, conveniente para escuchar con disimulo las conversaciones de los que están alrededor.

"Bellísima", si fuera usted tan amable de atendernos... - llamo a la muchacha con aire jovial - por nuestra parte estaríamos encantados de complaceros en lo que desearais...

- Os juro que con más cuidado no pude andar en la ocasión anterior.- alego mientras me siento admirando, como mi compadre, la belleza de la fauna local - Pero procuraré esta vez ser quizás algo más rápido a la hora de usar mi espada. Pinchar primero, preguntar después. Todavía me duelen las últimas heridas, no tanto en el pecho como en el orgullo.

Pido una buen tentempié que me temple el día y satisfaga mi apetito. Luego me vuelvo hacia don Rodrigo:

- Sabiendo que nuestro mozo aquí presente conoce la ciudad ¿por dónde empezamos? Me han contado maravillas de Salamanca y estas cuatro paredes ya me resultan un tanto vistas.

- Sabría muy bien por donde empezar- comenta con lascivia en la mirada el muchacho, pese a guardar las formas dentro de lo correcto.- Ay, Rodrigo ¿quién os manda profesar mi amistad y al tiempo buscar mujer? Pues de muy buen ver está el asunto en que pretendía enredaros el tabernero. Andaos con cuidado, que el tipo de fruta que buscáis querréis paladearla de por vida, y los problemas amargan esos sabores. Más el primer mordisco bien le sabría a cualquiera.- con un forzado suspiro, dispuesto a acometer el desayuno que Ambrosio ha tenido la cortesía de encargar, el joven Emilio se esfuerza en atender los asuntos que a su tierra le han traido.

- Pues a saber don Álvaro, que de tabernas Salamanca llena, y tanto allí como donde estudian galena podremos empaparnos de vino y rumores, que más que mentidero la plaza de la universidad es un hervidero. Queda junta a la catedral, pasada la casa de las conchas. Tras dar cuenta de manjares menores aquí, que al parecer también corren las lenguas podríamos acercarnos. Si hay hijos de nobles en el lugar, lo más probable será que los hagan cultivar a cada uno en su campo. Tal vez así acabemos encontrandoos esposa de buena cuna, eh Rodrigo?- termina en amistoso codazo a su compañero.- hagamos que merezca el arreglo de vuestro persona, pues hoy se os nota más engalanado.

- Dudo yo que por muy engalanado que esté no se note de donde vengo pero ¡que no quede por intentarlo!- le rio la broma al compadre - Y que demonios... Me place la idea de visitar la universidad. Así podré presumir cuando lleguemos a la Villa de que me he cultivado y soy hombre de mundo, que incluso estuve en la Universidad de Salamanca. E igual con estar por allí la piso más que algún pretendido estudiante. ¡Brindemos por mi paso por la universidad!- digo alzando mi copa de vino.

Salvo que mis compañeros dispongan de otra cosa creo que lo mejor es dejarnos caer por la universidad. Parece un buen sitio para empezar a preguntar por libros.

No es que busque esposa por ganas de mujer, que de eso también hay por supuesto, sino porque ahora mismo soy el último de mi desdichada familia, y no estaría bien morirse sin dejar descendencia.

Miro a la hermosa joven, su abultado escote y sus ropas. Después retomo la conversación con mis compañeros.

La mujer que encuentre no basta con que sea hermosa, debe ser de noble cuna, pues lo que el honor me exige, en mi caso más que una cuestión de honor es una necesidad, así pues observaré la nobleza del lugar mientras llevamos a cabo nuestro cometido.

Que tampoco es cuestión de distraerse con las mujeres mientras alguien invoca al Diablo o a sus seguidores.

La buena moza acude a vuestra llamada y os sirve un buen desayuno acompañado de un sugerente movimiento del escote.

Apuráis el desayuno antes de decidiros a salir al patio frente a la universidad.

Don Emilio todavía conoce la ciudad no tenéis mucho problema en hallar la entrada al recinto universitario en la calle Libreros —con las enormes estructuras de la catedral antigua del siglo XII y la más reciente de nueva construcción al alcance de la vista—, porque además montones de curiosos y ociosos se agolpan a sus puertas intercambiando chismes y bulos.

Parece que hoy todo el mundo está un poco exaltado. Llegáis a enteraros que la revolución del día de hoy tiene que ver con algo que ha hecho que la corchetería cierre la puerta principal de la universidad.

Repaso distraído mi vestimenta, llegando a la conclusión de que, si bien no está a la altura del muy arreglado Rodrigo, la camisa de ancho cuello gris aparenta suficiente dignidad bajo mis habituales vestiduras negras para dar el pego.

También yo conozco un poco de la hermosa Salamanca, incluso en una época llegué a engrosar el número de estudiantes de esta regia universidad - comento a mis compañeros, volviendo la vista hacia el familiar bullicio - Allí veo a alguno que por su aspecto pícaro podría ser tuno, me acercaré a intercambiar unas palabras a ver si algo sacáramos de todo esto... - añado, comenzando a moverme entre el gentío con "La Paca" bien visible a mis espaldas.

Buenas nos de Dios - saludo al grupillo, inconfundible por las cintas que adornan sus capas. Me dirijo en especial al que lleva una pandereta, que tiene todo el aspecto de ser el gallo del corral - Mi nombre es Ambrosio, y fui hace tiempo miembro de este juntamiento fecho de escolares al que ustedes parecen pertenecer..., gloriosos tiempos - añado con una sonrisa melancólica -  "... para haber mantenencia e correr las tierras sirviendo a las dueñas de ellas con cortesanía...." - cito con soltura para limar desconfianzas.

El hecho, pues no quiero aburrirles con batallas de viejo, es que a mi regreso a la ciudad me he encontrado con este batiburrillo, al parecer obra y gracia de la corchetería, que al parecer en su sabiduría han decidido impedir el paso a la universidad. Y me gustaría saber, si es que ustedes tienen noticia, a qué puede ser debido... - pregunto, tratando de no parecer más que casualmente interesado.

- Ah, los tunantes trovadores, siempre provocando algarabía, manteniendo el oído entretenido mientras el ojo que se distrae de igual manera no sabe si cuidar de bolsa o mujer.- Emilio recuerda bien, no ha mucho tiempo cuando escapa con la tuna por las noches, festejando y cortejando los placeres de la noche.

Acercándose saluda, tras cerciorarse de no haber conocido antes a mozo alguno. Pese a no hacer mucho que se llegó a la Villa la gente viene y va diligente en estos lares incluso en el correr de un par de años.

- Bienaventuradas sus mercedes, espero que mi amigo no les esté importunando. Parece que hubo algazara aquí hace poco y el buen hombre anda preocupado, si me entienden. Siempre es bueno saber en que andan los corchetes cuando uno sale de juerga, no vaya a terminarse en casa del alguacil. Ni siquiera un Salvatierra debería hacer oidos sordos de abandonar el recinto de la universidad.

Uno de los miembros de grupillo se acerca a don Ambrosio y le habla con él en voz baja y tapándose un tercio la boca.

—Pues verá, cuentan que el mismisimo diablo ha dado cuenta de un pobre criado de una noble familia local y que este yace en el patio de los patios interiores.

En ese mismo momento don Emilio entra en escena y la gente se sorprende un tanto por sus palabras.

—¿Cómo conoce vuestra merced a esa familia? —acaba diciendo uno un tanto extrañado.

Así pues el Diablo ha llegado hasta el mundo terrenal, y el Todopoderoso aún no se ha presentado, sin duda quiere que seamos los hombres piadosos quienes nos enfrentemos a él y a sus lacayos, ardua y peligrosa tarea es esa, espero que al menos el arcángel Gabriel nos ayude.

¿Qué opináis don Álvaro de lo que están averiguando nuestros doctos compañeros? ¿No creéis que tal vez...? ¡Pardiez, don Álvaro! ¿Habéis visto cómo reaccionan ante las palabras de Emilio?

Esa famiia, por lo que veo, ha de tener cierto carácter especial, más allá de ser noble su estirpe. Tal vez un caballero como yo debiera inmiscuirse en este tumulto, si eso es favorable a la Religión.

Asiento ante las últimas palabras de Don Rodrigo, contestando en un susurro:

- Pues sí, sí que es curioso como se alarman ante las preguntas... ¿Quizás sea el lacayo de dicha familia? Mas... ¿por qué ha de ser extraño que conozcamos el nombre de unos nobles? Creo que ahora se van a acelerar las cosas como viene siendo habitual para nosotros...

Añado esto último poniendo la mano sobre la guarda de mi espada. Dudo que unos estudiantes nos vayan a causar problemas con los corchetes tan cerca, pero a estas alturas vive Dios que desconfío de mi propia sombra. Y hablando de los corchetes mi mirada se dirige hacia la puerta cerrada y supuestamente vigilada. ¿Hay algo quizás que llame la atención? ¿Alguna personalidad ilustre?

Diriges la mirada hacia la puerta de la universidad que permanece abierta bajo la atenta vigilancia de un par de corchetes.

Ves como continuamente salen y entran corchetes por esa puerta y que algún pisaverdes intenta asomar la cabeza sin éxito. Uno de los corchetes, poseedor de una poblada barba, parece tener el mando. Va de aquí para allá hablando con tal y cual, entrando y saliendo del claustro.

La apurada réplica del estudiante que se dirigía a Ambrosio sorprende a Emilio, que sin embargo reacciona con escasas dudas al comentario:

- Perdonad, por vuestras palabras diriase que habiéndonos llegado recientemente poseo dotes de adivino.- Con talante calmado, procede a dar una explicación alzando las palmas frente a su interlocutor para calmarle, y gesticulando con ellas al tiempo que habla- Procedo de estas tierras, aunque partí a buscar fortuna no a mucho a la Villa, con escasa suerte todo sea dicho. He regresado con estos amigos ante la oportunidad de viajar acompañado para evitar los peligros del camino. Y poco conozco de los Salvatierra salvo su existencia y el renombre que se les concedía en las historias que de mi tierra contaba mi difunta madre, que una vez, viajando desde la ciudad del apostol Santiago donde la conociera mi padre en peregrinación, recibiera hospicio por los sirvientes de dicha familia.

Tras esta breve explicación, dicha con premura y de corrido, Emilio toma aliento mientras observa con disimulo el efecto de sus palabras en su audiencia.

- ¿Entonces según se comenta alguien perdió la vida en el patio? Que la noche es lugar de frecuentes reyertas entre bravucones borrachos de ofensa fácil y bandidos que prefieren cortar gargantas a cinturones para coger bolsas. Mucho han de exagerar los rumores para mentar al diablo como autor.- termina Emilio, retomando el tema que a él y los suyos interesa, procurando bajar la voz para ser oido tan solo por el grupo.

Pardiez! - exclamo a las palabras del de Vizuete, tratando de aparentar sorpresa - No sabía que compartía el camino con alguien relacionado tan estrechamente con la nobleza, jajaja.... Qué gran tunante hubierais sido, contando tan brillantes historias...!

Tras la chanza, hecha para distraer la atención y ganarme a los chavales, trato de permanecer atento a la respuesta que recibe la pregunta del jovenzuelo Emilio.

Algunos gestos se tornan en sorpresas tras las palabras de Don Emilio y el que parece tener la voz cantante arrima los labios a la oreja del joven para soltarle lo que quiere oír en clave algo más íntima.

—Pues verá, vuestra merced, que por lo que se ha caído de las charlas de los corchetes es un sirviente de la tal familia quien resultó muerto de puertas para adentro. Ya es casualidad que vuestras mercedes vengan ahora preguntando por tales —, dice con cierto aire de sorna.

La ronda sigue guardando la puerta. Uno de ellos, al parecer el de más rango de todos, entra y sale sin parar dando algunas indicaciones a los dos que guardan la puerta. A cada salida los alguaciles hacen por retirar al tumulto de la puerta de la universidad.

- Vaya. Será mejor que dejemos hacer su trabajo a la justicia compadres. Aquí sólo estorbamos.

Con esta disculpa intento retirar a mis compañeros del lado de los muchachos para hablarles con un poco de intimidad, la que se pueda tener en un plaza llena de gente:

- ¿Habremos metido la pata nada más llegar? ¿Quizás no debimos mentar tan rápido a los Salvaterra sin enterarnos algo más de lo sucedido? ¡Sólo nos faltaba que alguien pensase que tuvimos algo que ver con esta muerte!

- Tal vez haya hablado de ellos con demasiada premura, amigos míos. ¿Pero no habría sido peor la idea de acercarse a mirar junto a la turba? Además, los corchetes del alguacil no parecen andarse con descuido a la hora de evitar que los curiosos echen un ojo. Que por cierto, deberíamos evitar, ya que rondaran al Salvatierra en algún momento y no es conveniente que nos relacionen por andar muy cerca de sus asuntos.- Emilio sugiere un rincón más discreto, señalando callejuela arriba- Mejor discurramos que hacer por aquí al lado, frente a la catedral nueva, que queda cerca y es buen mentidero para escuchar lo que sepa la gente sobre lo ocurrido.

- Totalmente de acuerdo con vos, joven Emilio. Y quede patente que no era reproche el tono que había en mis palabras, sino tan solo advertencia. De acuerdo estamos en que en esta escena poco más podemos hacer sin llamar la atención.

Dicho lo cual camino en pos del goliardo por la calle que señala.