Partida Rol por web

Astérope

Entreacto

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17/02/2021, 23:28
Bediviere Lafayette

Lo observó, con curiosidad, mientras se terminaba de secar y se colocaba los audífonos. Se encontró a si misma, preguntándose una vez más, cómo sería vivir en un silencio tan denso como aquel en el que vivía Nikita, sin aquellos aparatos. 

Recordó su cara, su abrazo ansioso, cuando habían dejado de funcionarle, tras la ola, y la escuchó hablando. ¿Cómo se hubiese sentido ella con respecto a él, si su voz fuese lo único que pudiese escuchar? Pensó, sobrecogida. 

Lo vio sentarse de nuevo, y prestó atención a sus palabras. El cigarrillo aún daba vueltas, entre sus dedos, cuando entrecerró ligeramente los párpados, contemplando aquel dibujo en su brazo, pensativa. Luego lo escuchó mencionar el porro, y le dedicó una mirada de soslayo- La marihuana es una planta. Digo yo que no estaremos ofendiendo la idiosincrasia de este sitio... Si nos permitimos un pequeño capricho como ese.-dijo, encogiéndose de hombros, también- ¿Por qué no lo traes?-preguntó. 

Y esperó paciente, a tener el porro entre los dedos, para colocárselo entre los labios y encender el zippo, dando una profunda calada que le supo a puro alivio- Lo mio es grave.-profirió, en tono resignado, mientras se daba la vuelta y colocaba una mano bajo la cabeza, tumbándose boca arriba. Exhalaba, con parsimonia y le tendía el cigarro encendido. 

¿A qué te refieres con tropezar?- preguntó, de pronto- Ya sabes que no tienes que responderme obligatoriamente. 

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17/02/2021, 23:33
Nikita Pontecorvo

Un poco de todo, supongo —respondió a su última pregunta mientras le cogía el porro de la mano. Se la veía realmente cómoda allí tumbada desnuda junto a él y aquello le encantaba—. Desde cosas que te pueden acabar llevando a la cárcel hasta gilipolleces que haces con los colegas. No es sencillo ser de mi familia y mantenerse al mismo tiempo al margen de todo. O trabajar en el puerto y que no te enmarronen con algo —dio una calada profunda. Le resultaba más fácil hablar con ella de lo que hubiera pensado aunque no quisiera entrar en detalles—. Pero cuando digo ahora "mi familia" no me refiero a mis padres —aclaró. No quería que se llevara una idea equivocada sobre ellos—. Aunque mi padre haya tragado más sapos en su vida de los que yo me pueda ni imaginar. Pero lo admiro porque él sí ha sabido acabar encontrando ese equilibrio. Más o menos. Y siempre ha querido que nosotros no sufriéramos por ello —añadió—. Yo aspiro a alejarme más. Pero vamos, no me parece que nuestros sapos sean menos gordos, solo están hechos de otra materia —dijo a la chica mirándola mientras alzaba las cejas en un gesto de resignación. Strigas, hadas, muertos que vuelven a la vida, ladrones de tesoros atlantes. Se podría decir que en la F.E.E. no estaba exactamente huyendo de los problemas.

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18/02/2021, 01:04
Bediviere Lafayette

Lo observó, mientras hablaba. No parecía escandalizada, aunque frunciese un tanto el ceño- Ya, el puerto...-dijo, tomando de nuevo el cigarro entre los dedos, para libar de él el humo lechoso, tendiéndole de nuevo el porro, para liberar la mano y acariciar su espalda, despacio, al mismo tiempo que exhalaba- Oye, todos hacemos gilipolleces, alguna vez en nuestra vida. Y el contexto marca qué tipo de gilipolleces hacemos. Lo importante, al final, es que no sean lo suficientemente jodidas como para truncarnos el futuro. Y que sepamos ver que eran eso. Gilipolleces.-apuntó, suspirando- Lo de tragar sapos es otro asunto. Por lo que dices, a tu padre no le ha quedado elección. Y a nosotros, tampoco. Él ha sabido encontrar un equilibrio y oye, a lo mejor, un día... Nosotros también lo encontramos, ¿quién sabe?- dijo, encogiéndose de hombros, antes de quedarse mirando hacia el cielo azul. 

Yo también me he tropezado bastante. No de la misma manera que tú, supongo. Pero lo he hecho. Y no sólo por lo que ya sabes de mí.-explicó- Mi adolescencia fue una fase bastante autodestructiva de mi vida. Me liaba con tipos de pinta dura y oscura que me sacaban no sé ni cuántos años, me montaba en cualquier coche, me fumaba cualquier cosa, me tomaba lo que me diesen... Como si todo me diera igual.- confesó, inspirando, despacio, por la nariz- Y como ya te dije en su momento, eso volvió a ocurrir en cierta medida, durante un tiempo, cuando todo volvió a importarme una mierda. 

- Creo que si no fuese por mi abuela, que luchaba conmigo y contra mí día a día, me habría pasado lo mismo que a Sabine, y ni siquiera estaría aquí.  -dijo, mirándolo de nuevo- Sabine era la hija de nuestra vecina. Éramos amigas. Frecuentábamos la misma gente. Los mismos sitios. -indicó, aún acariciando su espalda- La vi, hace unos años. Me pidió dinero en la calle, y no me reconoció. Tenía toda la pinta de estar dándole al caballo. 

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18/02/2021, 08:21
Nikita Pontecorvo

El ceño de Bediviere se frunció mientras Nikita se explicaba, pero no le pareció que aquel fuera un gesto de juicio. Sus palabras le reconfortaron. Mucho. Parecía entender bien cómo las circunstancias lo habían arrastrado toda su vida, aunque siempre había tenido la voluntad, el tino y la suerte de haberse podido manejar con todo aquello sin separarse de los suyos y sin terminar mucho más implicado en ciertas cosas de lo que habría querido. El apoyo de su familia más cercana había sido muy importante y la proximidad de un amigo como Sharif, tan alejado de lo que era ser un Pontecorvo, había sido un bálsamo siempre para él. O su prima Ariadna, tan distinta del resto, incólume de alguna forma y que parecía tener el secreto para mantenerse por encima de todo.

Cuando la chica le habló de su adolescencia el gesto de Nikita se tiñó de angustia. Solo imaginarla con la edad de Vera o Branwen haciendo cuanto decía lo ponía nervioso y dio gracias mentalmente de que hubiera salido de aquello sin que ocurriera nada irreversible.

Adoro a tu abuela —confesó al escucharla contar cómo su empeño podía haberla salvado.

Pensar que la muerte de Bryan la hubiera arrastrado a aquello otra vez le encogió el corazón. Nikita estiró la mano para tomar la suya. Dio una profunda calada a aquel porro que, al igual que ellos, se había librado del apocalipsis y mientras exhalaba con una parsimonia que comenzaba a estar ya algo intoxicada, volvió a pasárselo a la chica.

Gracias por comprenderlo —le dijo mirándola con cariño. Tal vez no sabía hasta qué punto aquello era importante para él.

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18/02/2021, 11:07
Elizabeth J. Coffen

—Trabajamos en infraestructuras estratégicas, como las centrales nucleares. El Estado es uno de nuestros jefes y eso implica tener pegados como una lapa a los del Servicio de Seguridad del Ministerio del Interior de turno.

El padre, que divertido con el comentario que sobre su relación con Frida había hecho su hija le había levantado las cejas en un gesto de expectación cómplice, comentó por lo bajini que desde hace años que el MI5 registraba incluso su basura.

Elizabeth siguió hablando tras encogerse de hombros mostrando una casi indiferente resignación.

—Y en Astérope están más avanzados en esa materia. Los papás de Frida están asimilados a un rango elevado en el organigrama militar y seguro que tendrán un protocolo de seguridad en caso de ataques nucleares y cosas por el estilo.

»Hasta hoy consideraba esas cosas impedimentos de la burocracia, escalones molestos por los que hay que pasar para disponer de recursos que cuestan miles de millones y necesitan una pequeña central nuclear para alimentarse de energía. Pero, mira por donde, ese refugio salvó la vida de mi hija.

Era la primera vez desde que había ocurrido el desastre que su madre la tanteaba, por si Bryony quería o necesitaba contar algún detalle sobre lo sucedido.

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18/02/2021, 11:09
Director

El hombre se encendió su pipa mientras Ingvild despotricaba sobre la figura de Wilson, sin inmutarse incluso cuando ella se volvió para hablar con su amiga sin darle ocasión a réplica.

Luego les dirigió unas palabras al grupo de turistas y se oyeron unas risas y unos aplausos. Parecía que el guía le había dado valor al comentario de la noruega —porque también le aplaudían a ella. Se quitó el sombrero dedicándole una reverencia para diversión de su público.

Normalmente Ingvild se habría colado con su carnet profesional pero al ser persona non grata tuvieron que hacer cola para entrar en el museo. Entre unas cosas y otras —no hubo otra que dejar la maleta en el guardarropa— tardaron una hora en llegar a la exposición.

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18/02/2021, 12:37
Bediviere Lafayette

- Yo también, no te imaginas cuanto.-dijo, con una sonrisa franca, al oírlo decir que adoraba a su abuela Claudine- Creo que le habrías caído bien. -añadió, incorporándose, para sentarse, cruzando las piernas- Me habría dicho algo así como “Bedivette, ese chico tiene un buen corazón, no seas mezquina”.- declaró, mientras agarraba el cigarro, apretando su mano, al notar que se la agarraba.

Lo contempló, de nuevo de cerca, escuchando cómo agradecía que lo comprendiese. De nuevo, intuía algo hermoso en su gesto, algo que la hacía suspirar y que la llevaba a acariciar su mejilla, en una caricia suave y enlentecida, para acabar posando un beso de labios llenos en su comisura.

Miraba de nuevo hacia adelante, y daba otra calada. Quedaba en silencio, pensativa, mientras el humo se escapaba de su boca, ascendiendo, lechoso. Aquel porro sabía igual que sus besos, pensó. O más bien sabía a volver a nacer. No estaba segura. En cualquier caso recordar aquella noche le encogía el estómago. Y le recordaba una multitud de situaciones dispares, y sin lugar a dudas intensas. Capaces de robarle el aliento.

No podía evitar, sin embargo, que hubiese una nota disonante, en el horizonte de sus pensamientos, cada vez que recordaba aquel momento dilatado en el tiempo. Lo volvía a mirar, y suspiraba largamente- ¿Cuál es tu historia con esa chica? Con la chica del teléfono. -se atrevió a preguntar, finalmente.

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18/02/2021, 13:05
Director

En la recepción del hotel les dieron un plano y les insistieron en que no perdieran el tiempo en un centro comercial: estaban muy cerca de Misartra, un barrio famoso por su variedad de tiendas.

Era casi la hora de comer de un día de un azul intenso y el tranvía —que parecía de los años cuarenta y era rojo y con el interior de madera— recorrió cuatro paradas por una avenida de arquitectura racionalista dejándoles en una parada que se llamaba como el barrio. Tres minutos caminando les adentró en una zona modernista, muy colorida, llena de calles peatonales abarrotadas de comercios y pastelerías.

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18/02/2021, 14:02
Nikita Pontecorvo

Una amplia sonrisa se dibujó en sus labios cuando oyó a Bediviere hablar como lo habría hecho su abuela. Nikita pensó que tal vez habría tenido una buena aliada. Una abuelita criolla encantadora, cantante de góspel y todo un carácter… Vaya que si le habría gustado conocerla.

Sus ojos se cerraron cuando sintió la caricia de Bediviere y también uno de esos besos en la comisura de los labios que le dejaban cosquilleando el rostro y el alma. Los abrió después para encontrarla pensativa, con la mirada perdida hacia el frente. Pensó que tal vez recordaba aún a su abuela pero en todo caso se había quedado seria y meditativa, y Nikita guardó silencio mientras la observaba sentada ahora, fumando con esa elegancia suya. Le retiró el pelo mojado del hombro, embelesado con el perfil de su rostro y su pecho, y aquella mirada momentáneamente ausente.

Ella se giró entonces como si volviera de algún sitio lejano, suspiró profundamente y le preguntó por Katerina.

¿Cuál era su historia con Katya? Nikita suspiró igualmente. No esperaba aquella pregunta en ese momento, pero mentiría si dijera que no la esperaba en alguno. Recordaba con angustia todavía el instante en que la había encontrado en la sala del DJ, más aún si pensaba en la expresión de Bediviere y aquella mirada suya que le había asustado y que no querría volver a ver nunca más.

Tomó el porro de entre los dedos de la chica y dio una nueva calada antes de contestar.

Conocí a Katerina cuando tenía diecisiete años —comenzó esperando tontamente que, de algún modo, aquello ya explicara mucho—. Y desde entonces estuvimos juntos, con algún que otro desencuentro, hasta finales del año pasado. Hemos crecido juntos, supongo. Al menos hasta cierto momento —dijo encogiéndose levemente de hombros—. Desde entonces no la he visto mucho, la verdad. Ella lleva dos cursos ya estudiando en la Universidad de Atlaneva pero aún nos encontrábamos los fines de semana o en vacaciones. Y… Bueno… —dudó un instante pensativo—. La cosa en realidad es tan sencilla como que se enamoró de alguien allí, de aquel chico que iba con ella. No sé si somos amigos —comentó de pronto con cierto dolor en su tono—. Imagino que sí y no. No lo sé —se daba cuenta que empezaba a enredarse demasiado y paró de hablar un momento mientras le cedía de nuevo el porro a Bediviere—. En todo caso esa es la historia. Cuando me dejó me sentí como una mierda. Ese tipo de cosas te hace dudar de todo, de qué clase de persona eres, si no vales la pena. Hace que nada parezca tener sentido. Ella era muy importante para mí y le habría agradecido que no me evitara. Pero bueno, tal vez fuera lo mejor o al menos lo que ella necesitara, así que vale —volvió a tomar aire—. Cuando la encontramos en casa de Bry hacía meses que no la había visto y con todo lo que estaba pasando me angustié mucho pensando que también ella estaba allí. Después de eso respondió a mi mensaje para decirme que habían salido ilesos y ya no he vuelto a saber nada más.

Había procurado no evitar en ningún momento la mirada de Bediviere, pero en aquel instante buscó sus pupilas con intensidad.

Durante un tiempo fue la persona a la que más quise. Pero todo aquello ya pasó.

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18/02/2021, 17:27
Bediviere Lafayette

Lo escuchó, atenta y con el ceño ligeramente fruncido, abrazándose, lentalente, las rodillas, y apoyando la mejilla sobre las mismas, contemplándolo.

Era consciente de que no era simple. Una parte de ella, se sentía culpable por obligarlo, sin quererlo, a responder una pregunta como aquella, precísamente en un momento así. Otra, le decía que aquel era un mal necesario, si quería acallar más de una idea peregrina. Iba a leer aquel nombre, innumerables veces, en su brazo. Y no podía permitirse dudar, cavilar y temer cada vez que lo viera.

Y luego estaba la noche de la fiesta. Su propia confesión impregnada en miedo y MDMA, en la que mencionaba su temor a que aquella chica volviera a llamarlo, sin que Nikita la disuadiese de pensar algo así. Y aquel encuentro en la sala del DJ, en el que ni siquiera le había hecho falta preguntar quién era aquella chica para poder comprenderlo. Los subtítulos, en la mirada de Nikita, habían parpadeado escritos en mayúsculas.

La historia era diferente a la que ella se imaginaba. Escuchar cómo Katerina le había roto el corazón la hizo sentir un sinsabor amargo, al saberse desconocedora de lo que significaba realmente una suplantación como esa y al pensar en el dolor y la inseguridad que podía causar un hecho así.

Por supuesto que a ella no la habían querido como a le habría gustado, más de una vez. Pero siempre había sido consciente de que no había nada que ganar, y mucho que perder, cuando eso había ocurrido en su vida.

Lo miraba, encontrándose con sus pupilas cuando aseguraba que ya no la quería de aquella forma intensa. Y no creyó que mintiera, absoluto. Pero sí que una parte inconsciente de él quería decirle lo que quería escuchar, quizá obviando por el camino varios detalles, en un descuido apasionado.

Puede que se sintiera culpable.-dijo, apoyando la cabeza sobre su hombro- O que fuera doloroso lidiar con alguien que sentía por ella algo que ya no era capaz de encontrar en su pecho.-comentó, agarrando el cigarro, libando de nuevo de él.

- En cualquier caso, yo no pretendo que me digas lo que quiero escuchar, Nikita. No pretendo que me asegures que no la quieres, porque vi tu cara en la fiesta. Y en las clases, cuando leías sus mensajes. La quieres. De alguna manera. Y no me disuadiste cuando la mencioné en tu coche, mentando que pudiera llamarte y llevarte lejos. -le recordó, resoplando, suavemente, por la nariz, enarcando ligeramente una ceja.

- Sólo… Sólo quiero entender una parte importante de tu vida para dejar de buscarle claroscuros que quizá no tiene. -explicó, apretando los labios, durante un instante- El pasado no puede borrarse. Tú vas a seguir teniendo ese tatuaje, y vas a seguir acordándote de ella, alguna que otra vez, de un modo u otro. E igualmente yo seguiré teniendo la foto de Bryan en la cartera, y me acordaré de él día sí, y día también. No quiero borrar a Katerina de tu vida. Jamás te pediría algo así, porque yo misma sería incapaz de cumplirlo. Pero necesito saber cuál es el suelo que piso cuando de verdad me planteo… Caminar contigo.
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18/02/2021, 18:25
Adam Dyer

Igual decir que aquel día fue el más feliz de su vida sonaría a principio (o quizá final) de película, pero lo era... o, como poco, de los cinco más felices.

Adam y Branwen pasearon de la mano por las calles peatonales. Se probaron ropa que compraron y otra también que no hubiesen comprado jamás... solo por el mero hecho de probársela. De reírse del mundo. Se hicieron varias docenas de selfies en los lugares más emblemáticos de Misartra y allá adónde les viniese en gana compartir un buen morreo con quien estuviese al otro lado de las redes sociales. Comieron en una terraza de lo más pintoresca, degustando un entrante compartido a base de tomates, pepinos, pimientos y queso feta con un aliño de vinagre balsámico al más puro estilo griego. Pidieron sendos platos de pasta con deliciosas salsas que viajaron del tenedor de uno a la boca del contrario, ida y vuelta. Y acabaron con un café corto pero intenso y un postre parecido a la baklavá.  Era como ir a un restaurante italiano, griego y turco, todo a la vez. Las bolsas llenas de cosas les acompañaban a dónde iban; vaqueros, un chandal, camisetas y ropa interior (de la que gusta poner y quitar)... elementos de aseo como champú, gel y desodorante. La caja de condones (sin saborizantes aunque, eso sí, extra finos) más grande que encontraron... ¿tendrían bastantes? Ah... y una lámpara de lava. A Adam se le había encaprichado una que pudo ver en el escaparate de una tienda de souvenirs. Menos esto último, que el chico entendió que pertenecía a su espectro más personal, el resto fue al cargo de las tarjetas de crédito que Massimo les había dado. Desconocían si tenía algún tipo de límite... era de entender que sí, pero era algo que no les preocupaba.

Ese quizá fue el ingrediente secreto de aquel día: la despreocupación. La pantalla mental que ambos habían hecho al horror de lo vivido seguía incólume. Prácticamente imperturbable a lo largo de todo el día si no hubiese sido por aquel televisor enorme de pantalla plana que puso las imágenes de la devastación en riguroso directo desde Sassaneva, mientras los dos compartían una copa exageradamente grande de delicioso helado a media tarde. Las noticias se cebaban con escenas particularmente esperpénticas. Adam buscó contacto que lo anclase a la vida y Branwen respondió. Caray... Branwen siempre respondía.

De regreso en la habitación de Branwen dónde, por nada en concreto, parecía que se iban a acabar instalando, y tras comprobar las bondades de los nuevos profilácticos (mucho mejores que aquellos otros impregnados de potingues aromáticos), ambos amantes reposaban en la cama de un día pluscuamperfecto recuperando el resuello al unísono. La recién estrenada lámpara de lava arrojaba sombras y luces de color violáceo sobre sus cuerpos henchidos de gozo. El móvil de Adam acompañaba con un poco de música...Good Night Moon.

Este se había enroscado y besaba con delicadeza el costado y la cadera de la que ya consideraba "su chica". Probablemente haría falta una conversación aclaratoria para dejarlo oficializado... o quizá no. Si dependía del instinto y la empatía de Bran, seguro que no. Acariciaba su vientre con sus dedos temblorosos y jugaba a hacer círculos alrededor del ombligo de esta.

Y todo esto, ¿sólo por espantar a unos ibis? —mencionó capcioso haciendo referencia a "haberse llevado a la chica" tras una hazaña tan poco heroica. Adam rio su propio chiste, pero este encerraba una pequeña verdad. Se gustaba y gustaba de saberse gustado por Branwen, pero al final él solo era él. 

Una nueva pausa dio lugar a que el chico se incorporase en la cama y quedase sentado sobre sus talones. Depositó un beso en el ombligo al que llevaba rato idolatrando y luego se llevó la mano al suyo. A su no-ombligo. Su voz cambió. Llevaba todo el día hablando con la sonrisa tatuada en la boca y ahora, no es que estuviese triste o decaído, pero sí estaba serio. Había decidido hacer la pregunta y, aunque sabía que la preciosa chica a la que la formulaba no podría tener certeza alguna sobre la respuesta, sí era una opinión necesaria:

¿Crees que soy un hada?

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18/02/2021, 19:08
Nikita Pontecorvo

Cuando la chica dijo que no quería que le dijera lo que quería escuchar, Nikita se sintió una opresión en el pecho que solo aumentó cuando le achacó que no la hubiera disuadido de aquella idea de que correría hacia Katerina si decidía llamarle. Notó como su piel se erizaba y el rubor subía a sus mejillas como había ocurrido aquella mañana en el coche, y por un momento se sintió incómodo de encontrarse desnudo.

Sin embargo no la interrumpió. Necesitaba escuchar todo lo que tenía que decir para comprender cuál era la intención de todo aquello. Y era que necesitaba saber qué suelo pisaba. Sí, lo comprendía, desde luego. Tenía todo el derecho. Y sin embargo no pudo evitar sentirse mal y tardó unos instantes en responder procurando que disminuyera su azoramiento.

No te digo lo que quieres oír. Ni hablo por hablar —comentó con voz calma pero visiblemente dolido—. Por eso, cuando en el coche te dije que quería estar contigo pensé que te había quitado de la cabeza esa idea de que me iría con ella cuando me llamara, porque eso es lo que quería decir, Bediviere. Si quiero estar contigo es porque quiero estarlo, y no quiero que ella ni nadie me llame ni marcharme a ninguna parte —suspiró y calló un momento. Estaba nervioso pero no enfadado y temía que pudiera malinterpretarlo— Y sí, claro que la quiero, no me imagino no queriéndola de alguna manera. Pero lo que quería decirte es que no es como entonces ni quiero estar con ella, quiero estar contigo. Aunque mañana cambies de opinión.

Porque ese era al fin y al cabo el suelo que a él le había dejado para pisar y lo había aceptado así.

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18/02/2021, 21:45
Bediviere Lafayette

Y ahí estaba de nuevo. Su sombra larga, retorciéndolo todo. Reduciendo un momento precioso a un reproche. Reduciendo la entrega de un hombre de corazón noble al miedo. Escupiendo inseguridades por su boca, pensó, mientras contemplaba el gesto dolido de Nikita. 

Se daba cuenta de que había temido, sin pararse a pensar de que él también temía. De que su confesión casi había sido una declaración de evacuación. De que no sólo le había dicho que podía marcharse y huir, sino que ya había dado muestras de poder hacerlo, al haber desaparecido de su piso de aquella manera. Le había dado argumentos de peso, y ella sólo se basaba en los susurros de una sombra. 

Perdóname.-dijo, con el gesto contraído, agarrándose a su brazo, aún con la cabeza sobre su hombro- Ya te dije que a veces soy un poco idiota. -añadió, notando cómo la voz se le quebraba- Todo esto me asusta.-confesó- Todo ha pasado muy rápido. Y siento que todas las... Cicatrices, me duelen. Como cuando cambia el tiempo y me arden las muñecas. Pero... He vuelto. Me he ido y he vuelto. No me iba a molestar en volver para irme mañana. 

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18/02/2021, 22:32
Nikita Pontecorvo

El rostro le ardía arrepentido de aquella última frase, cuando notó que Bediviere se agarraba a su brazo. Nikita acarició su mejilla con la otra mano, respirando aliviado al escucharla.

También a mí me asusta —confesó sin dejar de acariciarla—. Y ha pasado todo muy rápido, es verdad. Pero siento como si fuera una vida nueva que se me ha dado y en ella solo estás tú. No te preocupes por Katerina, por favor. ¿Sabes? —tomó la barbilla de la chica para hacerle levantar el rostro con delicadeza y poder volver a mirarla a los ojos—. Cuando llegué a Sassaneva aún pensaba en encontrarla y… ¡Bah!, no sé muy bien, estar con ella de alguna forma. Pero luego entraste tú y todo cambió. No es el haberme ido de casa a buscar mi camino, o ni siquiera haber sobrevivido a un maremoto. Eres tú. Tú eres mi vida nueva. Y no sé cómo pedirte que no me tengas miedo si luego te hablo así —sonrió medio azorado medio burlándose de sí mismo—. Gracias por haber vuelto, moya dorogaya Bediochka1 —dijo sintiendo gratitud verdadera.

Y la atrajo hacia sí para abrazarla.

Notas de juego

1. "Mi querida Bediochka" en ruso transliterado.

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18/02/2021, 22:34
Bryony J. White

Bry abrió más los ojos al escuchar todo eso del Servicio de Seguridad que, al parecer, tenía a sus padres vigilados. O protegidos. Lo que fuese. No tenía ni idea de nada de eso, lo cual no era tampoco tan raro teniendo en cuenta que ella hacía su vida en el SoHo y solo veía a sus padres de visita. 

—¿Vosotros también tenéis un bunker en casa? —preguntó, mirando alrededor. Luego se metió el resto del taquito de queso en la boca y lo masticó antes de hablar otra vez—.  Joder, yo me alegro un montón de que hubiera uno en casa de Frida. Nos quedamos casi hasta el final evacuando y casi nos pilla la ola —reconoció, frunciendo los labios en una pequeña mueca. 

Había estado días enteros evitando pensar en aquello, evadiéndose con sus amigos, ignorando lo que había pasado, como si no hubiera pasado nada. Pero sabía que había cosas que tenía que indagar antes de regresar y eso abría la puerta que había cerrado de un portazo a esos recuerdos y emociones. 

Envaró un poquito la espalda y bebió un sorbo de su copa. Se obligó a sí misma a dejar de pensar en esa noche y enfocar su mente en lo que tenía entre manos en ese momento. 

—Oye, mamá, ¿y alguna vez has oído algo de una Sociedad en la sombra? —preguntó, con tono casual, como quien habla de lo bueno que está el vino—. ¿O sabes algo de unos anillos con un ojo?

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18/02/2021, 23:27
Bediviere Lafayette

Estás loco.-dijo, medio sonriendo y medio entre lágrimas, mirándolo a los ojos, enternecida y sobrecogida a la vez, antes de dejarse arrastrar hacia sus brazos, escuchando una vez más aquellas palabras en ruso que no entendía pero que sonaban tremendamente dulces, en sus oídos. Cerraba los ojos y aspiraba su aroma, mientras lo rodeaba también con los brazos. El olor puro y natural de su piel, pensó, complacida. 

Y pensar en la pinta de chico macarra que tienes... Si al final iba a tener yo razón. Tienes más de blandito que de mafioso.-dijo, contra su pecho- Y me vas a tener que explicar qué significa todo eso que me dices en ruso... Eso de ahora. Y lo que me dijiste en la fiesta. apuntó, separándose despacio, pasándose los pulgares por las mejillas. 

Joder. Ahora sí que tengo hambre. -dijo, riéndose. 

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18/02/2021, 23:31
Ingvild Hoem

Al escuchar los vítores Ingvild se volvió y, quitándose un gorro imaginario, correspondió al saludo del marinero. Aún hay esperanza, pensó con ojos soñadores. Esperanza de tirar abajo buena parte de los monumentos de la ciudad.

Escuchó con atención todo lo que le contaba Bryony, asintiendo enfáticamente a su primera observación. Era verdad, se había comportado como una idiota. Procuró dañar a la chica con la única intención de que espabilara ante una supuesta amenaza, pero había ido demasiado lejos, y la excusa de las drogas y el alcohol no era más que eso: una excusa. Pero había sido perdonada o al menos estaba bajo periodo de prueba.

—Qué pasada, ya quiero que me lo enseñes —exclamó entusiasmada. Tenía muchísima curiosidad por ver en lo que andaba la chica— Yo también quiero mostrarte algo... —añadió, pensando que la exposición de Vermeer sería un punto de partida inmejorable para explicarse y, tal vez, ganar una compañera de trabajo.

Comenzaron a caminar por la explanada hasta llegar a una larga cola que se demoraba aún más por los chequeos de seguridad.

—Yo estoy bien, aún flipo con lo que pasó —reconoció con voz queda, mirando de reojo a la chica. No sabía hasta qué punto ella querría hablar del tema— Pero bien, normal —se encogió de hombros, intentando quitar hierro al asunto, aunque resuelta a llevar ésas mismas gafas de sol a la primera clase tras el receso. Estaba segura de que lloraría al ver los bancos vacíos.

Si quieres, cuando regresemos a Astérope te puedes quedar en casa por unos días... —propuso— Hasta que consigas un lugar más cómodo —añadió rápidamente.

La disciplinada fila londinense avanzaba a paso tortuga. Ingvild intercambiaba el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, impaciente, sin cesar de mirar a Bry como quien sospecha una enfermedad oculta.

—¡Adoro esto, será genial! —dijo al comprobar que se iban acercando a la entrada, pero luego cambió abruptamente de tema—¿Qué sabes de Ashley?

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19/02/2021, 00:45
Ingvild Hoem

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19/02/2021, 01:24
Director

Por una calle empedrada -toda construcción allí era de piedra junto a piedra, sin asfalto ni hormigón- llegaron a una minúscula placita, adornada con multitud de macetas, en la que había lo que parecía el único bar del pueblo.

No tenía nombre, solo ponía "Bar" y estaba construido con grandes piedras viejísimas que la hacían parecer una construcción ciclópea, sin argamasa.

Cuando entraron tuvieron que esperar como cinco minutos a que les atendiera alguien. Olía muy bien, a "cuscusó", el cuscús asteropés a base de sémola, verduras, garbanzos y pescado. Se parecía mucho al cuscús siciliano solo que el cuscús se hacía a la manera tradicional, poco a poco, con el vapor que desprendía el estofado de pescado.

Lo que parecía una enorme trucha yacía como un trofeo en una de las paredes y frente a ella, tras la barra —toda de madera, un tanto hosca— colgaba una enorme bandera arcoíris con la palabra PACE.

Primero llegó un gato grande y obeso y les maulló para segur su camino. Luego apareció un chico con una camiseta negra, pelo largo y un delantal blanco.

Se acercó como a dos palmos de Nikita y le sonrió afirmando con la cabeza. A cualquiera que no fuera asteropés le parecería que ese desconocido tenía que ser íntimo. Luego miró a Bediviere sin cambiar el gesto y les habló señalándoles una de las cinco mesas del local.

—¡Hola! ¿Queréis unas latas y unas cervezas para ir haciendo hambre?

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19/02/2021, 10:55
Nikita Pontecorvo

El camino de vuelta se le hizo ligero a Nikita. Caminar con ella por aquel paraje, comentando esto o lo otro después de la intensidad de lo que habían vivido, le daba la sensación de encontrarse en una especie de nube similar a lo que se siente en un día de primavera cuando la astenia en lugar de cansancio nos otorga una grata sensación flotante similar a la ebriedad. La marihuana de Bry había hecho también su función, por no hablar del sexo y el baño de agua helada, y se sentía relajado a la par de totalmente hambriento, del mismo modo que se había confesado la chica.

Al llegar al pueblo solo tuvieron que preguntar a alguien y luego seguir el olor del cuscusó que en ese momento le pareció que le apetecía más que ninguna otra comida en el mundo.

El bar era un lugar hermoso. Tal vez fuera una de las casas más antiguas del pueblo, quién sabe si fue la taberna o algún tipo de posada desde siempre. El gesto de Nikita debía ser tan beatífico cuando entró que no le extrañó que el chico que atendía allí le mirara con aquella sonrisa, como si fuera un colega y entendiera muy bien lo que acababa de pasar allí. Tanto fue así que a Nikita le sonrió de la misma manera y se le escapó una leve risilla apenas un bufido, antes siquiera de poder contestar sí a todo y buscar con la mirada el mejor lugar para sentarse.

Este tipo de cuscús está buenísimo. Aunque igual lo has probado ya con Sento —comentó a Bediviere—. ¿Qué me dices? ¿Te apetece?