Partida Rol por web

La estratagema había surtido efecto, pero ahora se enfrentaba a una mole de dorados músculos MUY cabreada. Por su parte, el caballero se encontraba dolorido, cansado, sin apenas armadura y desarmado. La cosa no pintaba nada bien.

Sonrió.

- Hacía tiempo que nadie me lo ponía tan difícil- elogió a su oponente. 

Se movió en círculos, estudiando a su oponente y evaluando sus opciones, que no eran muchas: debía subir de nivel. Con un gesto de su mano derecha invocó de la nada una especie de lanza sin punta mientras se llevaba la mano izquierda al amuleto de su cuello.

- Así sea: Bam Bam, elegido de Bahamut, hasta que esta pelea acabe te trataré como a un enemigo… ¡¡Y TE DEMOSTRARÉ CÓMO ACABA UN CABALLERO DEL ZODIACO CON SUS ENEMIGOS!!- sentenció, poniendo la lanza a su espalda con una floritura y haciendo con la mano izquierda el gesto inequívoco y universal de que lo estaba esperando.

No podía esperar menos de Mikeala que una actitud tan sosegada al descubrir la verdad, bien, no voy a pedir más.

-¿De que vá todo esto?... Estamos en una horrible obra de marionetas, y me molesta de sobremanera no saber quien maneja los hilos. Estoy tratando de recobrar el control de los eventos, para terminar esto y volver a Pallisade.

Me está esquivando la pregunta real y lanzar el pañuelo por la borda también es prueba de ello. 

- Es evidente que no nos encontramos ante una simple misión de rescate, no me refería a eso. Haremos lo que tengamos que hacer, de hecho ha sido eso mismo lo que me ha impulsado a quedarme con vosotros y no a largarme de Pallisade a la mínima de cambio. Mi pregunta implícita era ¿Qué tipo de magia estas gestionando en estos tiempos que corren? y ¿Puede terminar acabando contigo? - Miro por la borda, por donde había caído el pañuelo sucio, mientras escucho la refriega de Efrain y Bam Bam (a veces más lejos y a veces más cerca). Aspiro una profunda calada. - La misión casi que me la trae floja si tenemos que dejarnos la vida en ella. Eso que has sacado por la boca... ni en mis peores dias de fumador. ¿Viene de tu cuerpo o de algun otro plano?

¿Qué tipo de magia estas gestionando en estos tiempos que corren? y ¿Puede terminar acabando contigo?

-¡¡¡Santo dios Hamleen!!!!-La hechicera levantó la voz, toda la cubierta del barco se enteró que ahora Mikeala sabía la verdad sobre la identidad del sr Banjo- Pareces 10 años más viejo de lo que deberías por las substancias que has metido en tu cuerpo, Tina parece que va por el mismo camino si sigue con su apego a las bebidas espirituosas, y nuestro capitán, el bueno de Efraín quizás no llegue a pasar la noche si se sigue dando con B.B de esa manera. Y me preguntas a mi si esto puede acabar conmigo-Un largo suspiro puso una pausa en la conversación. Mikeala ya había visto al dracónido sangrar y ahora parecía que la cosa se ponía aún más seria con Efraín desenfundando la Lanza solar. Desenfundar era una forma de decir, ya que el arma había aparecido en su mano de la nada. Según recordaba Mikeala, la lanza no tenía esa propiedad.

-No Hamleen, no va a acabar conmigo, a menos que el caos haga explotar una bola de fuego sobre mi mientras intente conjurar alguna otra cosa, pero eso ya lo sabes. Ya has visto en Barovia los efectos impredecibles de mi poder. 

¿Viene de tu cuerpo o de algún otro plano?

-Salió de mis pulmones, pero ya lo saque de ahi. Estoy bien, y no es contagioso, así que tampoco va a acabar con uds. No haría nada que nos ponga aún más en peligro de lo que ya estamos. No trato de matarme, trato de sacarnos vivos de esta, porque ya veo que el resto del grupo está más interesado en juergas y peleas de taberna que en la integridad de la misión- Mikeala parecía cada vez más enojada.- Hubiera sido bueno poder decir que fué un gusto reencontrarnos pero la linea que a tomado la conversación me lo impide. Espero haberte tranquilizado así podemos pasar a otra cosa, o al menos relajarnos que en 6 horas tenemos que asaltar una fortaleza de gigantes

La presencia de la lanza solar en manos del caballero no pareció impresionar demasiado a Bam Bam. De hecho, nada parecía generar una reacción en el dracónido, si exceptuamos el desatar un tornado de violencia a su alrededor. 

Con un rugido ensordecedor, el enorme titán dorado cargó contra el paladín y desató una tormenta de golpes que Efrain se afanó en contrarrestar con su consumada técnica de lucha con la lanza, manteniendo distancia y aguardando a que B.B. diese muestras de fatiga. Para su desgracia, el dracónido no sólo parecía inaccesible al desaliento, sino que sus puños, aun desnudos, parecían martillos de oro forjado que hendían el viento con tal brutalidad que el caballero tuvo la completa certeza que, de encajar uno solo de esos puñetazos en el rostro, podría caer inconsciente sobre cubierta.

Necesitado de una estrategia más ofensiva, el Caballero del Zodíaco, un luchador muchísimo más frío tras su regreso de Barovia, emprendió una andanada de golpes con su brillante lanza agitándola en un balanceo continuo, trazando una telaraña de golpes precisos y dolorosos dirigidos casi exclusivamente a la cabeza de B.B.

Efrain estaba impresionado. Por muchos golpes que encajase el hijo de dragones, parecía inmune al dolor. Era, sencillamente, imparable y abrumador. Entonces el paladín comprendió cómo podía lograr la victoria. Y lo hizo porque el propio B.B. le estaba demostrando el camino. Al principio, de una forma sutil. Luego, contemplando su forma de luchar totalmente desapegada a su propia vida, Efrain lo entendió al fin.

Sin sacrificio, no hay victoria.

El caballero aguardó el golpe de la zurda, rezando porque fuese el más débil. El puño de B.B. aplastó el peto de la armadura con un crujido aterrador. Efrain notó el ardor en los pulmones y tragó sangre. Ahora era su momento. El enorme Bam Bam alzó los dos puños unidos, emulando un martillo dispuesto a descargar su furia contra el cráneo del paladín. Pero no tuvo lugar. Y no lo tuvo porque el extremo sin punta de la lanza solar, un arma por derecho propio, se le clavó en la garganta con una hábil maniobra digna de un experto lancero. El dracónido se atragantó, su furia pareció dar paso a una mirada de sincera sorpresa, y Efrain culminó su ataque con un potente barrido contra el pie de apoyo. 

El estruendo hizo bueno el dicho: cuanto más grande, mayor será la caída. Y en verdad fue un trastazo enorme.

Efrain detuvo la punta de la lanza solar justo en el gaznate de Bam Bam y allí quedaron ambos en un tenso silencio un breve instante.

Para sorpresa del paladín, B.B. empezó a reír. Una risa queda, gutural.

-JU, JU... ERES BUENO, HOMBRECILLO... TOS, TOS... HA SIDO UN BUEN GOLPE, JU... LO RECONOZCO... TOS, TOS...

El duelo con Bam Bam había terminado en apenas unos minutos, pero Efrain se sentía agotado y dolorido como si hubiera estando combatiendo durante horas.

- Reconozco el valor, la fuerza y el arrojo en batalla del Elegido de Bahamut- concedió, retirando la lanza del cuello de su oponente caído y llevándola de nuevo con una floritura a su espalda a la vez que la "desconvocaba" en un movimiento del todo mecánico y trabajado que daba la impresión de haber guardado el arma bajo su capa. Después ofreció esa misma mano al dracónido en señal de amistad y para ayudarle a levantarse del suelo (aunque no lo necesitara).

- Aunque tenía claro que no podría ser de otra forma pues, de otro modo, no te habría enviado a mi en tus sueños, ¿no es así? Ahora que por fin nos hemos medido, dime Bam Bam, soldado y elegido del Paladín de Dragones : ¿Vendrás conmigo a liberar a la princesa Megania? No puedo prometerte una batalla contra los gigantes de hielo, pues no sabemos si son nuestros justos enemigos, pero te aseguro que hay alguien detrás de todo esto y a buen seguro estará preparado para nuestro regreso. ¿Lucharás a mi lado, espalda contra espalda, para derrotar a mis enemigos?

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Unos minutos después, un apaleado caballero solo en su camarote se desprendía de los inservibles restos de su apreciada armadura. Los dejó apilados en el interior de un arcón y se dispuso a vendarse las múltiples contusiones y heridas que había sufrido en la batalla. No disponía de mucho tiempo, así que hizo lo básico por curarse y volvió vestirse para estar presentable antes de la reunión que él mismo había convocado. Se acercó a un espejo y vio en el lamentable estado que se encontraba: ¿Cómo iba a infundir valor, coraje o lealtad habiendo quedado en tal mal estado tras un solo combate? Sin embargo, eso tenía una fácil solución.

Malditas, ¿estáis ahí? Haced vuestro trabajo y adecentadme un poco para la reunión

Las voces en la mente de Efrain no respondieron nada coherente pero se removieron en su interior. Instantes después, el espejo le devolvió la imagen de un Efrain completamente recuperado, con un saludable tono de piel y una armadura completamente restaurada. Pareciera que jamás hubiera combatido contra el titán dorado. Sonrió.

- Es una ilusión perfecta- musitó y se retiró del espejo para acercarse a abrir la puerta y permitir la entrada a sus invitados.

El gigante de oro aceptó la mano de Efrain y se puso en pie. Aunque magullado tras la intensa refriega, su respiración era serena y acompasada, para nada irregular. Sus ojos, antes aterradores orbes sin iris ni pupila, habían recuperado el ámbar que lucían habitualmente.

-BAHAMUT ESTABA EN LO CIERTO...-, murmuró con su voz altisonante y abrumadora. -SERÁS UN BUEN JEFE DE MANADA. PUEDE QUE UN GRAN ALFA-. Sonrió con esa hilera de colmillos que helaba la sangre. Estrechó el antebrazo de Efrain con considerable fuerza. No había duda de que aquel coloso tenía un vigor y una energía extraordinaria. -SEAN CUALES SEAN TUS ENEMIGOS... SEAN CUALES SEAN, PERMANECERÉ A TU LADO, COMBATIRÉ HOMBRO CON HOMBRO CONTIGO Y VIGILARÉ TU ESPALDA SIN CONTEMPLAR LA DERROTA-. Con su solemnidad habitual, B.B. asintió despacio, lo que confirió un halo de gravedad a sus palabras. -LO JURO POR BAHAMUT-.

Un denso silencio reinó un instante mientras las miradas de ambos guerreros se entrecruzaban con respeto y sincera admiración.

Bam Bam se quedó en cubierta limpiándose las heridas y riendo tras la experiencia, dejando a Efrain retirarse a su habitación. Al paladín no pasó inadvertida la curiosa circunstancia de que el dracónido no había recurrido a ningún arma durante su enfrentamiento, lo que le llevó a concluir, de un lado, que Bam Bam debía tener una seguridad pasmosa en sí mismo, pero también, y casi más importante, que aquella mole de músculo debía ser un adversario aterrador portando su descomunal hacha.

Aliviado por el desenlace de la contienda y sintiéndose de repente muy cansado, Ser Autumnshield dirigió sus pasos hasta su camarote, donde esperaba contar con unos minutos de paz. El Profesor había instalado la imponente armadura de combate que había adquirido a Stan en el centro de la estancia durante su descenso a Bowerstone. Visto el estado de las hombreras y del peto de su fiel armadura pesada, iba a tener que confiar durante la misión en aquella pieza mitad mágica mitad... errr... ¿sintiente?

Efrain no tuvo demasiado tiempo para acomodarse, pues la puerta del camarote sonó con varios golpes. Una voz femenina preguntó al otro lado del umbral.

-¿Ser Autumnshield? ¿Puedo pasar?-.

Era Laureena. La Leona Roja.

La puerta se entreabrió lentamente y la luz del camarote se reflejó en uno de sus ojos glaucos, dando la impresión de que era un pedazo de cielo despejado esculpido en una esfera perfecta.

-Perdone que le moleste, creo que he llegado algo antes de lo previsto. ¿Puedo pasar? He advertido golpes en cubierta y he ido a investigar. Al parecer, Bam Bam estaba herido. He tratado de dialogar con él para averiguar qué había ocurrido. ¡Parecía que había estado implicado en una pelea! Lo desconcertante es que cuando le he preguntado, ha dicho muy sonriente... "He perdido. Deberías ver cómo ha quedado el otro".

Se rascó la nuca, agitando sus cabellos negros como la brea.

-Tengo que reconocer que no termino de entenderle...-. Posó la mirada directamente en Efrain y tragó saliva. -¿Se encuentra bien, Ser? Me dio la sensación de que al salir del Salón de Guerra estaba... No sabría explicarlo. ¿Preocupado? ¿Hay algo de lo que quiera hablar?

Con su uniforme de gala, Laureena era una mujer con una apostura tan imponente como profesional. Quizás fuese el miembro del equipo más preparado para la guerra desde un punto de vista académico. Bam Bam, desde luego, tenía sobrada práctica en la materia; pero Laureena era hija de una casa cuyos integrantes eran, sin excepción, soldados de carrera. Llevaba la guerra en la sangre.

Como buena militar, hacía esfuerzos por acercarse a su oficial al mando y hacerse valer. Y evidenciando un intelecto femenino sutil y ágil, su aproximación a Efrain siempre había sido cautelosa. Ahora, con su puntual presencia en el camarote del paladín, dejaba claro que quería ofrecer su hombro y sus oídos para ser depositaria de la confianza del Caballero del Zodíaco.

Una figura solitaria emergió en cubierta cruzándose con Ser Autumnshield cuando éste se retiró a su camarote tras el combate con Bam Bam. 

La joven Comadreja había notado algo raro en el rostro magullado del caballero, pero fue el estado de su armadura la que le confirmó que lo que Bam Bam había querido discutir con él requería de argumentos manuales. 

-Eh... ¿Cap...? ¿Capitán? ¿Se encuentra... bien?-. Su voz era débil por la impresión y el paladín arrastraba los pies de tal modo que parecía agotado, así que no hubo réplica para su pregunta. -Mierda, B.B... ¿Qué le has hecho?-, pensó para sí misma.

El aire fresco inundó sus fosas nasales a pisar la tarima y observó a la sacerdotisa en actitud contemplativa frente a Bam Bam, que parecía reír con ganas con algo que le hacía mucha gracia. Los ojos de águila de Comadreja le advirtieron de que el coloso estaba herido, lo que la sorprendió considerablemente.

-Vaya... El Capitán no se corta...-, barruntó al tiempo que sacudía la cabeza. -B.B. quería comprobar si tenía madera de alfa. Tiene sentido.

Reparó entonces en Billy y en Lady Edevane, ambos situados en la popa de la Serendipia, murmurando en lo que parecía una conversación algo tensa. ¿Qué tenían que hablar esos dos? Parecían polos opuestos, antagonistas de manual. El músico ambulante y la aristócrata amante de las intrigas. Poco tiempo había pasado con la mujer, pero le había bastado para intuir algo muy turbio a su alrededor. ¿Qué pintaba Billy con esa?

Entornó los ojos y caminó silenciosa por la cubierta, buscando una posición idónea para hacerse la ausente. Agudizó los oídos. Tenía buenos oídos la rastreadora tras una vida en la naturaleza. Y fue por eso que escuchó fragmentos, trocitos de la conversación. Y un nombre. Hamleen.

A Comadreja le dio un vuelco el corazón.

-No puede ser... Chafee tenía razón. Su loca teoría sobre el pasado de Billy... Tenía razón.

- Sí, por favor pase señorita Laureena. Llega usted perfectamente a tiempo, como siempre.

Cita:

¿Funcionará también a la inversa esa profecía?, pensó súbitamente Efrain. La joven Leona no solo era un activo valioso, sino también alguien de confianza. No se le escapaba que, durante el interrogatorio del entonces todavía señor Banjo en la celda de la prisión de Stedman, Laureena había sido casi con toda probabilidad testigo de lo allí ocurrido: ella sabía desde el mismo tiempo que él quién era Billy en realidad pero no había dicho nada a nadie… al menos aún. ¿Sería realmente la persona de confianza que el caballero suponía o estaría de alguna manera relacionada con su oculto enemigo y cualquier dato que conociera estaría en peligro? 

¿Cómo era el dicho? Mantén a tus amigos cerca…. Se encogió mentalmente de hombros. Si era una enemiga, sería bueno tenerla cerca. Si no lo era, sería aún mejor.

- Disculpe si los ruidos de pelea la han incomodado. El señor Bam Bam necesitaba hablar y, si bien puede ser bastante bueno con las palabras, hay cosas que solo pueden transmitirse con… digamos lenguaje no verbal. 

Laureena había entrado justo después de que Efrain se ajustara el aspecto mágicamente ante el espejo, así que no parecía que hubiera estado a punto de morir varias veces durante los últimos diez minutos. Sin embargo, aún estaba condolido y cansado y ese mismo lenguaje no verbal del que hablaba era como leer un libro abierto para alguien tan versado en batallas como lo era la hija del General. Donde todos los demás verían a un Efrain ligeramente cansado por lo largo de la jornada y tal vez algo magullado por el enfrentamiento con Bam Bam, ella debía estar viendo a un combatiente cansado y herido tras una dura batalla que simplemente se había limpiado las heridas y cambiado la ropa ensangrentada. Para colmo de males, Efrain pilló a la joven mirando fijamente el arcón donde había guardado su destrozada armadura. Por un descuido, el caballero lo había dejado abierto al despojarse de ella. Con un gesto cansado, se acercó al arcón sin disimulo y lo cerró.

- El señor Bam Bam es un ser creado para la batalla. Mi intención es evitarla a toda costa para no poneros en peligro innecesario, pero él estaba comenzando a impacientarse y, de no intervenir, habría supuesto un problema a mi autoridad y, por tanto, a vuestra seguridad.- Suspiró, cansado.

- Por favor, siéntate- invitó, haciendo él lo propio a su lado.- Sí, estoy preocupado. Por muchas cosas en realidad. Algunas las trataremos ahora, en la reunión. Pero hay otras… ¿Serás capaz de guardar completo silencio sobre ellas?

Esperó un momento para ver, más que escuchar, la confirmación en los ojos de la joven.

- Mikeala. Nunca fue adivina. ¿Cómo ha obtenido esa información y cuánto de ella le ha costado? Por otra parte y como seguramente ya te habrás enterado, Billy es en realidad Hamleen el héroe de Barovia. Fue tan responsable como Celestina, Mikeala o yo mismo de la muerte de Strahd. Llevaba desaparecido mucho tiempo y nuestro último encuentro no fue agradable para ninguno de los dos. ¿No te parece extraño que nos hayan juntado "casualmente" a todos los héroes de Barovia para esta misión? Sin embargo, Celestina siempre anda cocida de alcohol, la magia de Mikeala puede acabar con ella y Hamleen…- calló en ese momento. ¿Exdrogadicto? ¿Quién era él para revelar esa información?

- Tengo miedo, Laureena. Miedo de no poder terminar esta misión. ¿A cuántos perderemos en el camino? Bam Bam, tú y yo podemos defendernos bastante bien, puede que incluso Zevran pero ¿quién protegerá al resto? Chafee, Comadreja, Mikeala, Celestina, Hamleen… ¡No deberían haber venido! Y ahora están tan metidos en esto como el que más…

...Tina parece que va por el mismo camino si sigue con su apego a las bebidas espirituosas...

- Ehh, eso también me preocupa y alguien debería hablar con ella. - Su modo defensivo de coraza linguistica ya no me afecta como antes. Se que quiere hacerse la dura, probablemente porque las fuerzas mágicas que maneja actualmente sean todavia más peligrosas que antes. Pero reconocer que está en peligro constante es mostrar demasiada debilidad en poco rato, no lo permitirá.

- Estoy bien, y no es contagioso, así que tampoco va a acabar con uds. No haría nada que nos ponga aún más en peligro de lo que ya estamos. No trato de matarme, trato de sacarnos vivos de esta, porque ya veo que el resto del grupo está más interesado en juergas y peleas de taberna que en la integridad de la misión...

- No me preocupa que sea contagioso para los demas, me preocupaba que fuese corrosivo para ti, y que el éxito de la misión implicase el sacrificio de demasiados, entre ellos tu. Pero veo que estas totalmente volcada en esto, no se qué tipo de papeles firmaste con Stedman antes de partir, ni se que sera de nosotro una vez volvamos, con éxito o sin. Quería asegurarme de que almenos llegásemos de una pieza. - Calada profunda que hace que mi cigarrillo se apure hasta el final y tiro la colilla por la borda, desapareciendo a través del humo.

- Hubiera sido bueno poder decir que fué un gusto reencontrarnos pero la linea que a tomado la conversación me lo impide. Espero haberte tranquilizado así podemos pasar a otra cosa, o al menos relajarnos que en 6 horas tenemos que asaltar una fortaleza de gigantes

- No te confundas querida, para mí ha sido un placer volver a discutir contigo. Siempre lo disfruto como si caminara por un acantilado con los ojos vendados. Tengo la adrenalina por las nubes. Sabes que te suelo apoyar en tus planes, suelen salir bien, lo que te pido es que no des más de ti misma de lo que esa mierda de país de estirados se merece. - La miro a los ojos. Y le tomo la mano suavemente, desviando la mirada del dorso de la mano a los ojos de nuevo -... Durante estos años... he aprendido a no depender de tu atención, he aprendido a vivir sabiendo que lo que sentía y siento nunca será correspondido en la misma medida. Y eso está bien, más que bien. Me lo enesñasteis por la vía dificil, tu y Sir Escudo de Otoño. Ahora lo entiendo y lo acepto, la amistad es otra forma de amar y puede formar vínculos eternos. Así que gracias.

Suelto la mano y me giro sin atender a ningun tipo de respuesta que ella me quiera dar. Ahora mismo tengo suficiente, siento como que he dicho lo que llevaba años tratando de decirle, siguiéndola allá donde fuese para encontrar la oportunidad. Mientras ando alejándome de ella y me pongo el sombrero, es probable que Mikeala vaya atando cabos, de esa misteriosa figura que la ha etado siguiendo durante años allá donde fuese, el mismo tipo de vagabundo que parecía medrar por donde pasaba. Y solo talvez, entenderá parte de lo que estoy sintiendo en este momento.

Salgo caminando rápido en busca de Comadreja, antes de volver a la reunion quiero acabar de explicarselo todo. Talvez así ella tenga la confianza de explicarme su historia. Miro hacia todos lados por la cubierta con la esperanza de encontrarla, sino bajaría a los camarotes.

Mikeala guardó silencio, no tenía más nada que responder, ni tampoco quería hacerlo. Ya demasiado la habían cuestionado estas últimas horas. Quería los últimos detalles de la incursión y nada mas. Esperó un momento mirando a B.B. herido y a Hamleen yendo a buscar a comadreja.

"Todavía no hemos enfrentado a ningún enemigo y ya uno de nosotros está borracho y otros dos malheridos. Mejor ni pensar como estarán Zevran, Chafee y el Profesor mañana. Esto no pinta bien."

Esperó unos minutos más, para dejar que Efraín hable a solas con Laureena, y luego se dirigió al despacho. Parece que habría otra reunión, pero esta vez solo quería escuchar, Ya estaba cansada de hablar.

@Efrain: - Por favor, siéntate- invitó, haciendo él lo propio a su lado.- Sí, estoy preocupado. Por muchas cosas en realidad. Algunas las trataremos ahora, en la reunión. Pero hay otras… ¿Serás capaz de guardar completo silencio sobre ellas?

Laureena frunció el ceño y su rostro nacarado adoptó de modo súbito un halo a medio camino entre la solemnidad marcial y la ofensa personal.

-Ser, estoy a vuestras órdenes. Sólo respondo ante vos. No revelaré nada de lo que me digáis. Lo juro por mi honor y por mi nombre.

Sólo le faltó cuadrarse y saludar al rango. Era a buen seguro leal e íntegra, no había duda.

- Mikeala. Nunca fue adivina. ¿Cómo ha obtenido esa información y cuánto de ella le ha costado? Por otra parte y como seguramente ya te habrás enterado, Billy es en realidad Hamleen el héroe de Barovia. Fue tan responsable como Celestina, Mikeala o yo mismo de la muerte de Strahd. Llevaba desaparecido mucho tiempo y nuestro último encuentro no fue agradable para ninguno de los dos. ¿No te parece extraño que nos hayan juntado "casualmente" a todos los héroes de Barovia para esta misión? Sin embargo, Celestina siempre anda cocida de alcohol, la magia de Mikeala puede acabar con ella y Hamleen…-

>> - Tengo miedo, Laureena. Miedo de no poder terminar esta misión. ¿A cuántos perderemos en el camino? Bam Bam, tú y yo podemos defendernos bastante bien, puede que incluso Zevran pero ¿quién protegerá al resto? Chafee, Comadreja, Mikeala, Celestina, Hamleen… ¡No deberían haber venido! Y ahora están tan metidos en esto como el que más…

Laureena guardó un largo silencio mientras Efrain exponía sus pensamientos y temores. Agachó la cabeza hacia el final de la exposición del caballero. La guerrera había confirmado la intuición que le había asaltado desde que escuchó hablar de él y que, al verle, había sentido vibrar en su corazón. No sólo era un héroe de leyenda. También era un gran hombre.

-Ser... No temáis. No os dejéis anegar por las dudas. He guardado silencio hasta ahora pues mi padre, hombre sabio, me ha instruido en el arte de guardar silencio cuando no se dispone de toda la información con la que valorar un problema. Ahora sé quién sois vos y conozco al grupo que os acompaña. Y si hay algo que os puedo asegurar es que lograremos culminar nuestra misión con éxito. Stedman se aseguró de contar con los mejores... Yo habría hecho lo mismo.

Sus ojos glaucos brillaban de emoción. Estaban clavados en Efrain.

-Lady Edevane es una mujer tan inteligente como misteriosa. Percibo sombras entorno a ella, pero también advierto que os...-. Laureena se ruborizó. -Diría que sois alguien importante para ella. Sus sacrificios lo son por vos, Ser. Estoy segura.

Recobró la compostura con rapidez, como haría un soldado nato. No ahondó en la cuestión. Creía que no era necesario.

-Sobre Hamleen... Billy, por mantener su mascarada. No le delataré al resto a menos que vos lo deseéis-. No implicó a Hamleen, sólo mencionó a Efrain. Era su forma de remarcar que no respondía ante nadie, salvo el caballero. -A decir verdad, no me preocupa, Ser. Creo que tiene sus propios fantasmas, pero intuyo una gran nobleza en su corazón. Que no se haya marchado aún quiere decir algo.

Fue una forma inteligente de decir "sé todo lo que os traíais entre manos pero no era de mi incumbencia".

De repente, su mirada se ensombreció.

-La sacerdotisa, para seros honesta, me preocupa bastante. No parece... cuerda. Esperaba una mujer piadosa, temerosa de los dioses y un alma cándida... Craso error el mío. La encuentro impredecible y siniestra. Su adicción al alcohol podría resultar problemática durante la misión. No comprendo cómo Stedman pudo reclutarla... A menos que considere que la integridad del grupo de los héroes de Barovia sea esencial. Lo que me lleva a otra pregunta-. Laureena carraspeó, valorando si hacer la pregunta o batirse en retirada. Al final, le pudo la curiosidad. -¿Qué fue del quinto integrante? Escuché que fueron cinco los valientes que vencieron a Stradh...

Un renovado Hamleen anduvo un rato por cubierta tras separarse de Mikeala. El bardo había madurado. Era un hombre más profundo, menos dicharachero, pero sus fantasmas, si bien le habían hundido en las tinieblas durante un largo tiempo, también le habían enseñado una valiosa lección. Y es que lo que no te mata, te hace más fuerte. Y Hamleen había sobrevivido a un amor sincero y no correspondido.

-Eh, tú, chico de la chistera. Aquí arriba-.

La voz jovial e inconfundible de Comadreja resonó en las alturas. Estaba subida sobre el trinquete. Desde luego, su habilidad para trepar era comparable con la de Chafee.

-¿Listo para una nueva escalada?-, inquirió con un tono ligeramente desafiante mientras una sonrisa pícara afloraba en su rostro.

Bam Bam pasó al lado de Billy y le dedicó una de sus inexpresivas miradas de esas que deben dedicar los dioses de la guerra a los civiles de una población que se ha rendido. Vaya, una mirada de insignificancia. O así las tomaba Billy hasta ahora. Sólo que en aquel instante, el dracónido sonrió y apoyó su manaza en el hombro del bardo. 

-APROVECHA TU ÚLTIMA NOCHE, BILLY...-, dijo con un atronador susurro de los suyos. -PUES MAÑANA... OH, MAÑANA... MAÑANA CENAREMOS EN EL INFIERNO-.

El dracónido estalló en una escalofriante carcajada y se largó al otro extremo de la embarcación, quien sabe si por dejar intimidad a Billy y a Comadreja o porque quería entrenar las dominadas en la mesana.

-No estoy totalmente segura de lo que voy a decir, pero... Me alegro de que esa auténtica mole de músculos esté de nuestro lado. Si quieres subir, tengo una ayudita para ti, Mr. Banjo-. Dejó caer una cuerda hasta cubierta, algo que facilitaría mucho el ascenso al bardo.

Ya sobre el trinquete, Comadreja, sin disimular una astuta sonrisa, lanzó su órdago mientras contemplaba la luna.

-¿Sabes? Hace ya bastante tiempo que sospechaba que Billy Banjo era algo más que un lamentable nombre artístico-. Deslizó sus ojos pardos en una simpática mirada de soslayo. -Sin ánimo de ofender, conste. Sabía que eras un tipo con un pasado...-. Rió de algún pensamiento que le resultó muy gracioso. Fue una risa fugaz. -Por eso nos llevamos bien... Hamleen.

Clavó sus ojos animales en el bardo y no dijo una palabra en un instante en el que la suave brisa nocturna meció sus cabellos con su fría caricia.

-Es un nombre bastante más bonito, si me preguntas. Pero eh, es sólo mi opinión...-.

Hacía tiempo que el bardo no la veía sonreír así, con esa serenidad. Con esa seguridad.

Una sonrisa tímida responde a la bella sonrisa de la joven, sus palabras suenan como miel sobre queso fresco. Aunque hay cosas que todavía no entiende, veo que ha hecho los deberes y se ha enterado de lo que debía contarle.

- Te estaba buscando para contarte exactamente esto, veo que has sido más rápida. Pero, no te confundas, no soy el mismo Hamleen que narra la historia de la batalla contra el Vampiro. Una parte de mí se fué con mi gaita, mi instrumento original; después, otra parte de ese bardo se perdió entre tugurios, apuestas y drogas. Esa es la parte que poco a poco está volviendo con esta misión y este reencuentro.

Miro hacia el horizonte mientras me lío un nuevo cigarro a la velocidad del rayo. En menos de 10 segundos ya lo estoy encendiendo con mi pequeña lámpara de aceite, accionando la rueda de pedernal que produce la chispa que ataca la pequeña mecha. Una brebe llama ilumina mi cara para luego convertirse en brasa y ceniza, mientras el humo se introduce en mi cuerpo. Al soltar el humo, me vuelvo a girar hacia ella, que me observa.

- Bueno, parece que de un modo u otro, he cumplido mi parte del trato. ¿Qué hay de ti? De momento solo tengo retales, trazos difuminados de lo que és tu auténtica historia. Y, sobretodo, todavía no me has contado porqué terminaste en aquella prisión.

El combate entre Efrain y Bam Bam había terminado, al igual que el licor que Celestina había degustado durante el enfrentamiento tras birlarlo del mueble bar del Salón de la Guerra. Había sido un buen aditivo al espectáculo que le habían regalado el caballero y el dracónido en mitad de la cubierta de la Serendipia.

Celestina recordaba al paladín y le había visto luchar en Barovia, pero ahora había sido diferente. Algo en él había cambiado. Era incluso más decidido y su técnica había mejorado, por imposible que pareciese. Bam Bam parecía un martillo, brutal e imparable. Efrain, en cambio, era un cuchillo de precisión. 

Su favoritismo por uno u otro era irrelevante. Celestina quería violencia desatada y la tuvo con creces. A buen seguro, el paladín necesitaría cuidados tras aquella pelea que parecía haberle dejado la armadura inútil para la misión. Así que, cuando la sacerdotisa se hubo dispuesto a dirigirse al camarote de Efrain, notó que a su alrededor todo cambiaba.

La noche pareció perder la luz de la luna y la cubierta de la Serendipia le resultó de repente gelatinosa y viscosa, absorbiendo sus tobillos con un húmedo movimiento que la hizo sentir inmóvil y vulnerable. Su rostro se cubrió por un mar de sudor que rápidamente bañó su túnica y sus pupilas se dilataron al contemplar la figura espectral que se erigía ante ella, componiéndose con una madeja de niebla, como si de una visión fantasmal se tratase.

La risa maquiavélica de aquel abyecto y reconocible ser hizo temblar de terror a una inmovilizada Celestina.

El conde Stradh Von Zarovich. De nuevo ante ella.

-Tu Miedo tiene forma... Tu Miedo soy yo...-. El vampiro avanzó despacio hacia Celestina, el tintineo de su espada larga golpeando contra la cubierta de la Serendipia. Nadie parecía oírle ni a él ni a ella. De hecho, ni siquiera parecía que surgiera voz alguna de su garganta, aun cuando la sacerdotisa creía estar gritando pidiendo auxilio. ¿Qué estaba pasando?

-Hay una forma de acabar con tu sufrimiento... Hay una forma de poner fin a tu miserable existencia.

Cuando el Conde se situó al lado de Celestina y señaló el vacío bajo las nubes que rozaban el casco de la nave voladora, Celestina lo comprendió.

Sólo tenía que dejarse caer.