Partida Rol por web

-Por supuesto, no hay problema, y tampoco me preocupa la discrección, solo es un día de campo con una buena amiga. No os preocupéis, os enseñaré a disparar, seguro que lo hacéis bien.-

Me levanto, haciéndo una reverencia ante ella, besando nuevamente su mano.

-Pues si no tenéis inconveniente, lo prepararé para mañana. Si no tenéis caballo auí, habrá uno para vos. Ya que viene alguien de vustro séquito, encargadle a él la comida que deseéis, seguro lo hará con mayor diligencia que uno de la corte.-

Marcho al patio de armas del castillo, tras cambiarme y coger mi espada.

-Necesito entrenar mi fuerza y mi destreza con la espada. Espero haya algún maestro de esgrima dispuesto a entrenarme.-

Recuerdas que, en el ala de la armería, hay una sala en la que se suelen entrenar los caballeros. En ella encuentras a un par de maestros entrenando entre sí. En cuanto les hablas de tus intenciones, uno de ellos, comienza a luchar contigo, explicándote tus fallo.

Usa el estilo de lucha avalones, con una espada corta y una larga, mostrándote todas las ventajas. Te asegura que, si quieres aprender más estilos, habrá maestros a tu disposicion.

-Me conformo, de momento, con profundizar en este, pulir mis fallos y mejorar mi técnica. Pero todo llegará.-

Me despido con una reverencia tras la agotadora sesión, para ir a tomar un baño. Ordeno a los criados que me lo preparen y me avisen cuando esté preparado.

Los criados te han preparado un baño espumoso, con agua caliente que templa tus músculos.Además, por el olor, le han echado unas hierbas apropiadas para estas circunstancias. Cosa de Ossian, seguramente.

Afuera escuchas como cae una terrible tormenta que hace que todo se oscurezca demasiado pronto. El cuarto en el que estás queda iluminado sólo por la luz de la chimenea. Escuchas ruído que proviene de tu cuarto.

-Quizá sea Taylor.-

Salgo del baño, envolviéndome para secarme, cogiendo el puñal que yace entre mis ropas, por si acaso. No lo dejo a la vista, pero lo mantengo fácil de coger mientras abro la puerta que da a mi cuarto.

En tu cama hay alguien sentado y, por desgracia, no es una bella cortesana. Es Ossian, que mira el cuarto a través de un curioso cristal en forma triangula, moviendo los muebles de sitio.

-¿Qué tal las hierbas? En el castillo se habla mucho de tu triunfo sobre el montaignes. Entre el bando avalones empiezas a cobrar cierta fama. No entre todos los miembros,desde luego, pero si entre muchos de ellos.-

-Eso es bueno, y mi intención desde un principio. El siguiente paso es sembrar la duda entre los siervos de Françoise. Ya veré como. Ven Oss, no me has dejado acabar mi baño, el agua aú nestá caliente.-

Dejo la puerta del baño abierta para que me siga, metiendome de nuevo en el agua.

-Gran olor, lo de la hierbas. ¿Qué es ese cristal?-

-El cristal no es nada, sólo estaba comprobando algo.- dice quitándole hierro al asunto.

Se sienta en una silla con gesto serio.

-John, tendrás que ser más discreto a partir de ahora. Vencer a un montaignes, te salva la reputación, sin duda. Pero deberías calmarte con el tema de las mujeres. ¿No has pensado en tomar una esposa?.- te sugiere, una vez más.

-Si, lo hice una vez, bien que lo sabes. Pero jamás lo haré de nuevo. Y no insistas viejo amigo, no quiero que me amargues el día.-

Miro al techo.

-Ossian, nunca haces nada a al ligera. ¿Para qué es ese cristal?-

Sonríe ante tu perspicacia, ya son demasiados años juntos.

-Muestra restos de glamour o, al menos, eso hacía en un principio. Ahora le da un color diferente al glamour de cada persona. Es decir, podría saber si alguien ha usado glamour en tu cuarto, y quien lo ha hecho.- dice en tono alegre. Al viejo druída le encantan los cachivaches.

-Y bien, ¿Alguien lo ha usado?-

Salgo finalmente del baño, el agua empieza a enfriarse.

-¿Solo has venido por lo de que busque una mujer? Algo más tendrás en mente, seguro. Siempre lo tiens.-

Te mira con aire decepcionado unos instantes.

-No, me temo que nadie lo ha hecho. Tendré que buscar otro cuarto. El color de mi discípulo ya lo tengo muy visto, por eso quería otro.-

Te das cuenta de que, mas que preocupado por tu seguridad, el druida lo que queria era probar su juguete nuevo.

-Lo siento John, no tengo noticias para tí. A parte de las que ya sabes. Hazme caso, y búscate una buena esposa. No te preocupes, no te insistiré más. Solo ten en cuenta mis palabras.-

Suspiro.

-Viejo verde...¿Qué es para ti una buena esposa?-

-Probad eso con Lady Alileen, tal vez os sirva, no estoy seguro.-

-Lady Alileen es un ser extraño y excéntrico, me gustará ver su color. Pero no es muy dada a desperdiciar el glamour. No como otros- te reporcha.

Algo de lo que habies hablado parece haber despertado una especie de extraña melancolia en el.

-Debo irme, no me esperes para cenar, tengo cosas que hacer.-

-Me vienes con monsergas de una buenas esposa...y te marchas sin decirme qué lo es para ti....tan críptico como siempre. En fin, cuidate viejo amigo.-

Dejo todo apunto, añadiendo un arco de menor tamaña por si el mío es excesivo para Lady Anna, y bajo a la corte, tras vestirme y perfumarme adecuadamente.

Observo el panorama al llegar al salón de baile.

La mitad del salón se gira para mirarte en cuanto entras, algo que te encanta. Tanto en mujeres como en hombres ves una sombra de admiración. Sir Françoise es un rival a tener en cuenta, uno al que has vencido. Y es montaignes. Eso hace que te pongan inmediatamente en el lado de los avaloneses, algo que contradice las órdenes de tu jefe. John quería que te familiarizases con los montaigneses, y tu, con su subidón de ego, has conseguido alejarlos.

Acallo esa molesta voz de mi consciencia, todo va perfectamente, puedes una rama en un árbol ya crecido y esperar que germine, o bien hacerlo en un árbol joven y esperar que madure, con mucha más probabilidad de éxito.

-Eso hago, solo debo seguir moviendo fichas.-

Pero esta noche, ni Avalon ni Montaigne. Castilla. Que el rey de castilla aparezca en mis sueños, me inquieta. Sospecho que Lady Merced es la clave.

La busco con la mirada, una vez la veo, me acerco con disimulo, n de inmediato, si no tras saludar a todo aquel que se me acerque.

Cuando llegue a su lado, beso su mano.

-Mi señora.-

Lady Merced se inclina antes vos, mirándoos a los ojos.

-Sir John, felicidades por vuestra victoria.- te dice con una sonrisa que parece sincera - espero que la disfruteis, pues parece que Sir Françcoise no parece dispuesto a conderosla durante mucho tiempo.-

Con una ligera inclinación de cabeza, hace que todos sus criados se alejen creandoos un poco de intimidad en medio del salón.

Sin soltar su mano un instante, le ofrezco mi brazo para salir a las terrazas.

-Gracias mi señora, no fue una victoria fácil. De la cual solo me entristeció una cosa. No ver vuestro crucifijo en vuestro cuello. Pensaba pediroslo como bendición para la carrera a nado. Lo vi en las manos de Sir Françoise mientras desayunábamos, pero no lo relacioné con vos. Yo pensé...más soy un iluso. Todos mis planes para el día se derrumbaron entonces, pues ya no tenía sentido. Quería pediros que me explicáseis los preceptos de vuestra religión, más si habéis otrorgado tal prueba de vuestra fe a un hombre, no puede sino ser un gesto de amor. Y en conciencia no puedo pediros que paséis las horas conmigo, iluminándome en la fe, para conocerla y poder rechazarla con un conocimiento verdadero de ella, o abrazarla. Pues podría hacer que vuestro enamorado os mirara con malos ojos.-

Suspiro apesadumbrado.

-Os ruego me perdonéis el atrevimiento de hablaros ahora a solas, pues puede provocar lo que trato de evitar, mi señora.-

Beso su mano antes de dejarla, para adentrarme en el laberinto con un lento y apenado caminar.

Lady Merced cae en tus intencioces... a medias.Te sigue por el laberinto, contestandote en tono serio.

-Lo lamento Sir John, pero parece que la cinta del pelo de Lady Anna le ayudó en su victoria más que mi fe. Y no de que me hablais respecto a Sir Françoise, me pidió el crucifijo como muestra de la amistad que nos une, y yo se lo entregué. Si deseais conocer mi fe, os invito a venir a misa conmigo.El sacerdote estará encantado de atenderos y guiaros en la senda del vaticano.-