Partida Rol por web

En cuanto el árbitro que Françoise ha escogido entre sus hombres da la señal, ste se lanza en una veloz estocada que te pilla casi por sorpresa. Dirige la espada directamente a tu mano, con la clara intención de desarmarte lo más rápido posible.

En sus ojos ves un brillo casi animal, en instinto de un auténtico asesino acostumbrado a ver la muerte muy de cerca.

Con un movimiento no muy brillante, notas como Françoise engancha la punta de su arma en la montura de la tuya, haciendo que salga despedida por el aire. Sus hombres y el público que os rodean lo aplauden enfervorecidos. Se agacha para coger la espada del suelo y se acerca para devolvértela, en un amable gesto.

-Y esta es mi mano mala.- te susurra mientras se inclina para devolverte la espada.

Tienes la impresión de que, con este juego, tu rival ha hecho una declaración de intenciones, avisándote de que es alquien que debe ser tenido en cuenta.

-Yo no soy un espadachín- señalo mi arco -sino un arquero, permito a los más dotados sacrificarse por mi en la vanguardia.- le devuelvo la pulla.

-¿Crees poder vencerme en todo lo marcial? ¿O en un duelo dialéctico? ¿O seduciendo a una dama?-

-Si quieres lo volvemos una competición.- río.

Françoise te mira con los ojos entrecerrados.

-Si, podríamos jugar a algo así. Creo que me inclino por una dama. Escojamos una, el que primero la seduzca, gana.- propone sonriendo -Conoces los placeres de Montaigne, ninguna dama podría negarse.-dice hablando mucho más bajo.

El público os mira con expectación, sin lograr escuchar lo que decís.

-Los placeres de Montaigne, se refinaron con mi llegada al país.- le hago una reverencia. -Me has vencido justamente, hoy a medianoche acaba el plazo. elegiremos una dama para el contrario, que debe ser soltera y en edad de merecer. El que tarde menos en..."conocerla", y tener la prueba de ello, vencerá. Si aún así quedamos empate, lo decidimos con el arco.

Estrecho su mano y recojo mis cosas.

Cuando sales del campo de juego, ves una cara que mira triunfante la escana de tu humillación, gozosa de presenciarlo.

Isabella, tu Isabella. Está mas bella que nunca, vestida aún de luto. El negro y los años le dan un aire sofisticado que antes no tenía. Sus rasgos han perdido la redondez adolescente anterior y el embarazo no parece haber afectado a perfección de sus curvas. Sabías que, tarde o temprano, os íbais a encontrar, pero hacerlo después de una humillación pública frente a un montaignes hiere tu orgullo mucho más. habías rezado para que perdiese su atractivo, para que te ignorase, pero nada de eso ha pasado.

Se gira, dándote la espalda, después de dedicarte una sonrisa cruel. Una sonrisa que es una promesa de venganza. Se aleja acompañada de sus doncellas.

Meneo la cabeza, ahora si herido.

-Debería superarlo de una vez...-

Busco a Taylor tras dejar mis cosas.

Cuando sales por la puerta para ir a por Taylor, te la encuentras de frente. Trae una jarra con vino.

-Las noticias corren veloces, quiere que le ayude de relajarse, mi señor.- dice con la misma mirada pícara, con esa reverencia que muestra parte de sus pechos.

Entra en el cuarto y, en solo una hora, ya hace que te sientas mucho mejor.

Tras hacerle el amor con la misma ansia con la que me lo pide, le hablo.

-¿Estás dispuesta a hacer tu primer trabajo? Tenemos una pequeña competición, Françoise y yo. Se trata de cual de los dos logrará seducir a una dama de la elección del otro, el que lo haga antes ganará. No, no quiero proponerte, no pienses mal de mi, solo quiero que me digas, o averigües, quien sería la más indicada para Françoise. Una mujer noble, joven, o no demasaido madura, sin compromisos, pero que no se rinda a los encantos de un hombre a la primera. Yo aré mis averiguaciones, y compararemos. ¿De acuerdo?-

La beso. Con ternura y pasión a partes iguales, antes de que le de tiempo a pensar en nada, para turbar sus pensamientos.

**

Antes de dejarla marchar, vulevo a hacerle el amor, de forma más necesitada, como si no pudiera soportar el no hacerselo.

-Haces que un pobre hombre pierda la cabeza por ti, bella dama.-

Su mirada es turbia, excitada por tus besos. Su muerde sensualmente el labio, antes de contestar.

-Buscaré dos o tres para que escojas.- murmura antes de avalanzarse sobre ti.

Se marcha de tu cuarto, exausta pero satisfecha.

-Haceis del arte de amar una tortura, mi señor.- dice despidiéndose con una reverencia.

-Solo para quién sabe apreciarlo de verdad, preciosa.- le robo un último beso antes de dejarla ir.

Tras vestirme acudo al salón de baile para buscar a la candidata con las condiciones que describí a Taylor. No quiero jugar sucio eligiendo una imposible, pero tampoco hay que poner las cosas fáciles.

En el salón, hay varios grupos de mujeres. Cerca del ventanal que da a los jardines, hay una grupo de ella bordando, aprovechando la luz diurna. Otro pequeño grupo, de chicas más jóvenes, están jugando a algo que no conoces, acompañadas de unos jóvenes con ropas nobles avalonesas.  Lady Anna está al otro lado del salón, observando algo por la ventana.

Solo tienes que acercarte y escoger la víctima propicia.

Me acerco silenciosamente a Lady Anna, para obserbar que es lo que mira sin que ella me vea.

Cuando lo haya hecho, susurro a su oído, con la intención de asustarla:

-No os asustéis, mi señora.-

Lady Anna está observando una competición de saltos de caballos que  hay en los jardines. Da un pequeño brinco cuando la sorprendes por detrás.

-Oh, Sir John, sois cruel, asustando a una dama por la espalda.- dice con gesto divertido -cosas como estas hacen que piense que su fama con las mujeres es justificada.-

Despliega un elegante abanico, moviéndolo con elegancia.

-Mi fama con las mujeres? Iluminadme mi señora ¿Qué fama es esa?-

Sonrío sin apartar la vista de sus ojos.

-Venía a pediros consejo, pero iluminadme primero, por favor.-

Empieza a caminar, rodeándote con sus pasos, obligándote a que la sigas con la mirada. El vestido hace un ligero ruído al caminar.

-Sir Jhon Agathon. Tiene usted fama de ser tan apasionado en la cama, con sus amantes, como frío e implacable a la hora de deshacerse de ellas. Un conquistador, un seductor nato al que, una mujer que desee mantener su pureza, debe mantener lejos de si. Un hombre incapaz de ser fiel o comprometerse con una sola mujer. ¿Es justificada esa fama?.- dice sonriendo con su mirada gatuna.

-Solo en parte, mi señora.- admito -Mi destreza y pasión en la cama, puedo garantizaros que si es cierta, o me han mentido demasiadas mujeres. Sin embargo tan cierto como eso, también lo es que nunca declaro mi amor, sino mi deseo. O, por lo general, son ellas las que me lo confiesan a mi. Solo una vez declaré mi amor- mi expresión se torna algo dolida, se ensombrece un poco -Y, creo poder afirmar, que jamás lo haré de nuevo.- El recordar a Isabella me amarga, por l oque me despido.

-Disculpadme señora, pero no deseo estropearos el humor. Disfrute de la mañana.-

Comienzo a alejarme camino del jardín.

Dejas a Lady Anna un poco confusa por la forma de marcharte y por tus palabras. Cuando sales al jardín, ves a Ossian con un niño de unos cinco años. Ossian está hablando, agachado sosteniendo un poco de tierra. Conoces esa lección, es una de las primeras que te dió a ti. La conexión de la tierra con el glamour, y su importancia en Avalon. Su alumno atiende con un gesto serio poco común entre los niños de su edad.

Dejo a Ossian con su lección, adentrandome en el laberinto sumido en mis pensamientos.

Uno de ellos es los pocos niños que he visto desde que he vuelto. Cuando era pequeño solia estar jugando en ese mismo laberinto, la de veces que rompi el columpio...

Me tumbo a la sombra del árbol del centro.