Partida Rol por web

Una vez en la casa, ordenó que trajeran unas copas de vino, y prepararan la comida para tres. También que asearan y vistiesen más límpia a Drusilla.

Mientras hacían eso, guió a Atia al cuidado jardín.

-No te separaré de tu señora, tranquila. Pero ahora ve con mis siervos.- dijo a la esclava.

-Disculpadme, Atia, pero no imaginé que tendría una invitada. No he encargado que compren nada especial en el mercado.-

Cuando llegaron al que sería, en principio, su nuevo hogar, Drusilla fue conducida a las estancias de los sirvientes para poder asearse y cambiar sus harapos por ropas más decentes. Después, y para su extrañeza, la esperaban para comer junto a su nuevo señor y Atia.

Mirando aquí  y allá maravillada

- Oh Marco... tu casa es realmente espléndida, ¡ qué jardín tan bonito! - al ver a Drusilla irse - ve con ellos Drusilla, tiempo habrá para todo. - restándose importancia - no sufras Marco, eres un anfitrión maravilloso aunque tuvieras la casa vacía- dice adulándole- si no es mucha indescrección, podría preguntarte ... ¿a qué te dedicas exactamente?

Sentandose e invitando a Atia a hacer lo mismo, ya sea en la otra silla o en el diván, Marco juntó los dedos ante si, con los codos apoyados.

-Oh, disculpadme. Pensé que sabíais quién soy...tonto de mi, no me enorgullece admitir que en ocasiones tiendo a pensar que soy más importante y conocido de lo que en realidad soy, mi señora. Soy senador.-

-Confieso que el haberos traido a mi casa, tiene un segundo propósito, secundario y menor, que el de vuestra agradable compañía y el de conoceros mejor.-

-Veréis, en la reunión del senado de hoy, se ha hablado de ciertos temas...y vuestro nombre ha sido mencionado, como aderezo al tema principal...teme que no me ha gustado como ha sido resuelto, dicho sea de paso. Pensaba mantenerme al margen, hasta que os vi en el mercado.-

-Disculpad mi osadía, mi señora. Sois muy hermosa y no os deseo mal alguno, todo lo contrario. Quiero ayudaros si me es posible. Tanto con lo que posiblemente ocurra, como con lo que ya os ha ocurrido.-

Con un gesto, ordenó que sirvieran el vino.

- ¡¿El Senado?! ¿mi nombre? pero... - dice pensativa - ¿qué relación puedo tener yo con el Senado? además he caído en desgracia y ahora menos que nunca soy trascendente o importante para nadie y mucho menos para el Senado... - dice intrigada mientras se atusa el pelo coqueta - ¿podéis contarme algo más ? - pregunta impaciente sin poder dar crédito a las palabras de Marco.

-Tiene que ver con cierto senador...desaparecido hace ya un año.-

La estudió con la mirada, pero no acusadoramente.

-Y con el legado Bruto. Han llegado ciertas noticias...inesperadas, que han causado más revuelo del que merecen, a mi parecer. Y....se os menciona.-

- Ah... es eso... claro, claro. Lógico. Tened en cuenta que Bruto era mi esposo... hasta que me repudió - prefirió omitir otro tipo de detalles escabrosos - pero no veo que tiene que ver mi nombre con Bruto al margen de lo obvio.

-Bruto ha mandado un pergamino al cónsul, que nos ha leido en el senado. En ella admite haber asesinado al senador Tiberio con su gladius, y haberlo quemado en su patio. El motivo era que Tiberio era un hombre sin honor...lo justificaba diciendo que vendía secretos del imperio a sus enemigos y...aprovechando las ausencias de soldados fieles para visitar a sus mujeres. Creo recordar que esas fueron sus palabras exactas.-

La miró unos instantes.

-Yo no os acuso ni os juzgaré, sean o no ciertas, os he ofrecido mi ayuda, si os puede servir de algo. No obstante me gustaría saber la verdad de todo esto, Bruto es un gran soldado, y es necesario en estos tiempos, así mismo si Tiberio informaba al enemigo...quizá otros lo hagan, sería bueno tirar de ese hilo.-

Suavizó sus palabras añadiendoles un leve piropo.

-Sin duda Bruto era un gran soldado, en la guerra y aquí...pues os ganó a vos.-

- No cabe duda de que Bruto es un gran soldado, aunque sus métodos en lo que a mí y a su vida privada se respecta no sean los más loables ni adecuados. Y sí, estaba informada respecto a Tiberio, desgraciadamente - dice con un brillo triste en la mirada -es todo verdad. Tiberio era un espía y Marco un salvaje... esa es la única verdad y la más elevada verdad.

-¿Queréis hablar de ello?-

Ofreció, interesado, pero educado.

Negando con la cabeza y con un aire melancólico en la mirada

- Si no os importa Marco, preferiría no hacerlo. Estamos teniendo una mañana agradable y no me gustaría que se viera ensombrecida por los delirios de una mujer madura triste. Habladme de vos Marco, ¡contadme cosas!

-¿Os sonsiderais una mujer madura?- sonrió -No sé dónde me coloca eso a mi, pero sin duda muy cercano a viejo me temo.-

-No sé que contaros mi señora...la vida de un senador es tan aburrida como parece desde fuera. Preguntad, y trataré de responderos.- ofreció.

-Drusilla no debe tardar mucho más, como tampoco la comida.-

- Para nada Marco, eres un hombre interesante... muy interesante. Pero contadme, ¿es cierto que las cosas se complican? ¿he oído rumores sobre la corrupción imperante en el Senado? ¿es cierto? se dice que en el interior del Senado hay varias facciones que pugnan por el control, además he oído rumores sobre traiciones e incluso atentados contra la vida de varios senadores, ¿es todo cierto? - pregunta emocionada - ¡en verdad creo que la vida de un senador es de todo menos aburrida!.

-Si, todo eso es cierto, sin lugar a dudas...pero, tal vez no cuando te intentan asesinar, supongo...a mi no me ha pasado. Menos en esos casos...el senado se vuelve tedioso, las mismas puyas una y otra vez entre los mismos senadores...peleandose para unir a este o aquel senador a su causa...y cuando varios nos unimos por un frente común, aún así cada uno tira para su lado...es inevitable.-

-Somos una panda de viejos detestables.- rió.

-Siempre hay rumores de corrupción. ¿Son más que eso? Probablemente si, pero quién sabe. Nadie lo admitirá, y sin pruebas concluyentes...Al menos la elección a cónsul, que se celebrará dentro de poco, es más o menos libre.-

-Contadme vos ¿Qué soléis hacer?-

Escucha con interés todo cuanto es contado por Marco, en verdad aquel hombre era modesto. Eso a Atia le gustaba bastante, era todo lo contrario que Bruto o Tiberio, hombres que se tenían así mismos en muy alta estima, seguramente demasiado.

- Bueno a decir verdad ahora poca cosa hago... cuando nos encontramos me disponía a vender a mi esclavo, ando algo excasa de fondos últimamente, es lo que tiene vivir sola en esta ciudad. No hay manera honrada de ganarse la vida- dice melancólica mirándose las pocas joyas que le quedan.

-Si debeis vender a vuestro esclavo, quizá os he impuesto una carga al regalaros a Drusilla...Decidme...¿Por qué vivis sola? No creo posible que una mujer tan hermosa como vos, si me permitís la osadía, no se vea asediada por pretendientes.-

Se acomodó en la silla, mirando un momento hacia la casa, ya olía a comida. O quizá era su imaginación, ya que estaba hambriento. Volvió a mirarla a ella, sonriendo.

Dos esclavas acompañan a Drusilla a la sala ya cambiada y aseada. 

Después de tanto tiempo, sentir el agua resbalando por su piel era una bendición de los dioses. Poder vestir ropas limpias, cepillar y trenzar su pelo, eran pequeños detalles comunes que pensó que ya no volvería a realizar nunca más.

Cuando la acompañaron de vuelta a la sala, comprobó que su antigua señora se encontraba inmersa en una conversación con su nuevo amo. Entró en silencio y agachó la cabeza servilmente esperando un momento de pausa en la charla.

- Amo Marco, mi señora Atia... si necesitan cualquier cosa estaré aquí.