Descendiste hasta el primer piso, era la misma estancia de recepción de siempre, solo que plagada de algunas cabezas que reconociste como algunos conocidos y otros "rivales". Había un hombre de piel oscura que había tomado algunas telas largas y las estaba amarrando a los ojos de algunos novatos.
Cuando te vio llegar, te hizo alinearte pero no te colocó ninguna venda en los ojos. Hubo un incómodo momento de silencio y algunos carraspeos, hasta que sintieron sus cuerpos ser halados hacia abajo por la gravedad, como si se derritieran de alguna forma, de pronto del mismo modo sintieron sus cuerpos ser halados hacia arriba, seguida de una sensación desagradable del estómago.
Magia de sangre... podías pensar.
De pronto oyeron una voz, los aprendices eran llevados a otra sala y a ti te guiaron a una especie de estancia adornada
Frente a ti se hallaba un hombre alto, posiblemente rondara el 1.80, de constitución media. Su cabello era rojizo oscuro y sus ojos tenían un brillo de genialidad y astucia. Su postura, sin embargo, era muy relajada. No parecía que le preocupara nada y su rostro era bastante amistoso.
- Bienvenida - agregó metiendo sus manos a unos desgastados vaqueros azules- Era Maxwell Ldescu, Primogen Tremere de Berlín Occidental y Regente absoluto de la Capilla de Berlín. Chiquillo de Karl Schrekt, el poderoso Justicar tremere que sirve a la camarilla, rumores dicen que tiene una cuenta que saldar con el Príncipe de Oriente.
¿Para qué te habría llamado?
Las últimas noches en la capilla habían sido algo movidas. Las políticas humanas parece que separaran por momentos a la casa y el clan. Sin embargo, no entiendo como los miembros tremere de pleno derecho se enzarzan en esas tonterías olvidando por momentos sus obligaciones para con la pirámide.
Maxwell sonrie de oreja a oreja, de hecho siempre se le veía despreocupado y amistoso. A pesar de las sendas ojeras que a veces traía, como esta noche, una ligera sombra gris surcaba sus párpados inferiores.
- Pues a mi me reconforta tu puntualidad Evelyn -respondió con las manos aún metidas en los desgastados vaqueros. Su cabello rojizo estaba limpio y brillante, pero despeinado- Supongo que has visto a la turba de afuera, no se si oíste que estaba buscando un protegido -se quedo mirando la pared de al frente, luego el techo, hizo una mueca llevando los labios a un lado como si pensara algo- Acabo de enviar a Diogenes Pendergast, como látigo del clan en la Primogenitura de Berlín Oriental. Seguro te preguntas que tiene que ver contigo -empezó a caminar despacio, estirando sus brazos dentro de los bolsillo del vaquero- Voy a ser franco, la situación de la ciudad es apenas controlable y no sólo hablo de un principado. Sino de ambos. Ya no tengo tiempo de seguir encubriendo todas las reyertas que se bombardean a menudo. No es, secreto de que si no se pone orden, la Camarilla intervendrá y resolverá la disputa a su modo.-te dedicó una mirada a ver si lo seguías- Entonces, ya que tienes el panorama claro. Aquí viene el motivo por el cual te he convocado.
Caminaba de un lado a otro mientras te observaba.
- Soy el primogen de Occidente, por ese lado tengo el control y puedo apagar cualquier incidente que este ocurriendo. El problema, es que he tenido que encargarme también en muchas ocasiones de la zona oriental.-hizo una mueca de disgusto. A lo mejor era por eso que tenía ojeras en el rostro.- El objetivo de Diógenes será recabar para mi, información crucial de cada acontecimiento caótico que azote berlín y apoyar a mi chiquillo, quien asegura estar tomando las medidas necesarias para finiquitar este asunto, aunque ahora mismo no veo ninguna mejora.
A todas voces se sabía que Heinrich Himmler, ex-nazi, era chiquillo de Maxwell y este a su vez del Justicar Karl Schrekt.
- Temo que Himmler sea más astuto y descubra a Diogenes. Es por ello que desde ahora, serás la sombra del nuevo látigo del clan en oriente. Tu participación será crucial para el futuro de Berlín. -se acercó a ti mirandote fijamente- Me traerás reportes minuciosos de cualquier cosa que te parezca sospechosa. No debes hablar de esto con nadie ¿entendido? Y sólo me debes lealtad a mi. No volveremos a platicar con tanta frecuencia y calma luego. Asi que por más estúpida que te parezca alguna pregunta, dímela ahora.
Evelyn es burócrata. Por eso la insistencia en los protocolos de cada caso. La improvisación no es parte de ella. xD
El gesto de Maxwell fue difícil de leer en cuanto hablaste de Diógenes, se quedó mirando un manojo de libros que se encontraban detrás sobre un escritorio. Empezó a balancearse sobre su propio sitio aún con las manos en los bolsillos, alzó la vista al techo y finalmente dejó que un pie avanzara y luego el otro. Llevo la cabeza hacia atrás y se estiró sin decir absolutamente nada, mientras tú hablabas y hablabas como una locomotora.
- Confío en que lo harás bien, pues claro que no olvidarías que el látigo es Diógenes. De como operes depende de ti. Se que eres especialmente ingeniosa, por eso te llamé. -puso una mano en tu hombro y sonrió de oreja a oreja hasta que al costado de sus ojos nacían unas curiosas patas de gallo- ¡No habrá comunicación claro! Al menos no como la esperarías -dijo con un tono fresco y relajado- Eso de silenciar, no estoy muy seguro de lo que insinuas ¡vaya que si estoy seguro...! - sacó la otra mano de sus bolsillos- no puedes ejecutar a nadie del clan. Me darás su nombre y yo me encargo si es TAN necesario. Estoy contando con que seas discreta... -cerró los ojos e hizo un gesto de desgano- En cuanto a los ajenos al clan... no te sigo. Puede que no tengas claro la clase de vástago que es Gustav. Respeta las tradiciones y se astuta, no es un hombre que perdone. Si necesitas comunicarte conmigo, seguro que un simple rito bastará ¿no es así?
Te dio la espalda, se fue hasta frente una mesita y lo viste abrir una botella transparente con un líquido carmesí, sacó dos copas y pareció que vertiera el líquido dentro de ambas. Luego se volvió y dio un sorbo de una de ellas y te ofreció la otra - ¡A tu salud! -dijo y te ofreció la otra copa.
La sonrisa de Maxwell era relajante, extraña pero relajante. No es mucho lo que he interactuado con las cadenas superiores del clan, pero imaginaba un actuar algo mas... ¿Serio? en el jefe de mi capilla.
-Diogenes es el látigo, no lo olvido ni lo haré. Ademas en cuanto llegue me aseguraré que mi presencia sea lo menos notoria posible. La discreción es una de mis cualidades.- Ahora sonrío yo, obtuve lo que necesitaba para mi misión al menos a grandes rasgos ahora puedo relajarme un poco mientras termino de conseguir el equipo necesario.
-Nunca necesite comunicarme con nadie por lo que ese rito no lo aprendí. Aunque supongo ha de ser algo muy simple. Me gustaría aprenderlo antes de partir si es posible.-
Luego recibo la copa y que brinde a mi salud me deja un poco descolocada. No estoy en absoluto acostumbrada a ser atendida de forma alguna. Con algo de incomodidad ( y si tuviera pulso con las mejillas levemente enrojecidas) levanto mi copa y brindo con él. -Por la casa, el clan, mi misión y la capilla de berlín.- Dije y tome un trago del líquido carmesí. -Usaré esta noche para dejar mis cosas ordenadas, mañana partiré a la capilla oriental. Ejecutaré vuestro mandato tal cual queréis y con la mayor diligencia.- Era claro que confiaba en mi y yo soy muy meticulosa.
Con la reunión terminada y a punto de despedirme una curiosidad asalta mi mente.
-Mi señor me genera curiosidad... ¿Que es eso del protegido?-
Su sonrisa de satisfacción se amplió inclusive más de oreja a oreja.- Es el queso que el ratón busca, por supuesto -Tu comentario del rito, lo hizo reír. Su risa fue contagiosa y logró cautivarte por unos segundos sus dedos largos y finos se posaron en tu espalda, subieron suavemente hasta tu nuca y te instaron a andar- Toma esta carta y entrégasela a Heinrich, por favor Evelyn, actúa a la altura con ese encanto. -volvió a sonreír y te instó a caminar unos pasos más- Hasta luego -levantó una mano y fue tarde cuando notaste que estabas dentro de un círculo y que empezabas a desvanecerte y desaparecer de la vista de Maxwell.
Apareciste en un cuarto de servicio, una escoba casi te cae en la cabeza. El cuarto era pequeño, por lo que inevitablemente hiciste ruido apenas te moviste unos centímetros. Tus manos giraron el pomo de la puerta y al otro lado, sentado en un escritorio de caoba, te esperaba un hombre de mediana edad, lleva el pelo canoso y unos ojos marrones claro. Su postura es la de un mariscal, perfectamente recto, tanto que parecía una estatua inmortal de piedra, de esas que vigilan desde lo alto de alguna saliente.
Se le veía calmo y continuaba escribiendo algo como si nada lo hubiera perturbado. Tenía un modesto traje marrón oscuro puesto. Ni siquiera te miró- El tiempo es valioso Señorita... -lo dijo como si se tratara de alguna nimiedad que no representara mayor inconveniente. Sus ojos pequeños por fin miraron los tuyos sin ningún atisbo de fastidio o molestia.
Si la historia era cierta, había sido un mortal con una humanidad prácticamente inexistente, cruel, frío y distante. Sin embargo, aquel hombre que veías... no parecía serlo en lo absoluto.
Por el contrario, aquel vástago se veía calmo y paciente.
-Pero mi señor.- No tuve tiempo de decir ni hacer nada cuando ya me encontraba en un circulo taumaturgico. Veía como la magia de la sangre lo cerraba y todo se distanciaba. -Transportación- Murmure mientras me dejaba llevar por el poder conocedora que nada que dijera o hiciera cambiaría mi situación actual.
Levantó el rostro otra vez y su mirada inteligente te atravesó como lo haría una jabalina cuando se clava en la tierra. - Ya veo -te miró largamente durante algunos segundos que te parecieron eternos y luego bajo la vista a lo que fuere que estuviese escribiendo antes de tu interrupción. - Busca a mi nuevo látigo, Diógenes Pendergast -volvió a poner su atención en ti, su rostro era relajado pero algo en el te inquietaba- Seguro que has oído de él, acaba de llegar de Berlín Occidental también -dijo esto mirandote a los ojos- Él te mostrará ya lo que debas saber. Se encuentra en el piso de arriba del elíseo. Puede que esté en una reunión con el Príncipe de Berlín Oriental -se quedo callado y se concentro nuevamente en la tarea que realizaba.
Ya no te prestaba atencion o te miraba, por lo menos eso era lo que creias.
Al salir de la habitacion pudiste notar una pintura de una doncella que cercenaba la cabeza de un hombre. Y en la estantería, algunos tomos sobre la historia de Berlín, incluso aquellas que trataban del nazismo.
Sabía que este hombre era… Particular, pero no sabía que podía ser tan intimidante. Al mirarme pareciera que me atravesara. ¿Acaso alguna especia de taumaturgia que no conozca?
No me gusta ser estudiada como una pintura pero no tengo más remedio que esperar a que termine su examen ocular en mí. Trato de mantenerme tan rígida como me es posible. Después de tantos años es relativamente fácil evitar que tu cuerpo delate tus pensamientos. Ser una estatua de mármol es una de las ventajas de la maldición.
–Por supuesto, he oído de él. Le buscaré y si está ocupado esperaré.- Hago un gesto de cabeza. –Me despido.- Mientras lo hacía noté la curiosa colección de información que tenía. ¿Nazismo? Parece que a este le gusta la historia. Observaba la pintura y algo en ella me parecía demasiado particular. ¿Qué será?
Si más demora salí de su oficina y comencé a caminar por los pasillos de la capilla. No soy una experta ni mucho menos en esta estructura pero la indicación era bastante clara. Además al ir caminando voy pensando en esa curiosa pintura.
Motivo: Encontrar info en la pintura (persep + invest) (Especialidad)
Dificultad: 6
Tirada (7 dados): 9, 9, 3, 5, 7, 8, 4
Éxitos: 4
El ex-nazi otrora mano derecha del Fuhrer, ni siquiera levantó la mirada cuando te marchaste. Sus dedos sostuvieron la pluma mientras escribía con una profunda concentración sobre aquellos papeles que no parecían ser otra cosa que una pila de documentos administrativos.
Al levantar la vista te encontraste con una pieza de arte sumamente interesante, había una firma con iniciales abajo en el borde inferior derecho, pero parecía que tendrías que meditar para recordar cuáles eran. La imagen se quedó grabada en tu mente, a medida que avanzabas ibas hilando y analizando cada centímetro de la misma. Como si estuvieras tirando de un ovillo de lana y comprendiendo que quizás la pintura fue seleccionada personalmente por el mismo Himmler. Casi lo viste observarla, tasarla, dando ordenes para colgarla contra la pared en donde estaba perfectamente colocada.
Tus conocimientos de arte son limitados, pero pudiste determinar dos cosas: la primera era que el tremere quería dar un mensaje con ella a quienquiera que entrara a su despacho y para saber cual era quizás tuvieras que tomarte la molestia de buscar a un conocedor de arte o investigar por tu cuenta. La segunda, era que la posibilidad de que un brujo como el la tuviera solo de adorno era remota. Llegaste al Hall solo para observar una especie de reunión social donde circulaban la mayoría de los vástagos de aquella parte de Berlín. Los depravados parecían, como era costumbre, haber organizado alguna especie de exhibición de arte de obras propias como de sus protegidos humanos. Eran pocos los mortales que tenían el honor de encontrarse presentes, todos principalmente artistas y personal del elíseo.
Un hombre alto, delgado y de cabello rubio levantó la mano en saludo y se aproximó a ti "nadando" entre la multitud.
— ¡Evelyn! — te llamó mirándote con detenimiento y extendiendo su mano hacia ti. Su apretón fue firme y corto. No se te hacía familiar— Debes ser Evelyn, coincides con la descripción que Himmler ha dado de ti. Soy Andrei Finnegan, acompáñame, te llevaré ante el Puño de Hierro de Berlín —el tremere extendió su mano con cortesía, sus ojos reflejaban inteligencia. Al acercarse frente a una gran puerta, por el rabillo del ojo detectaste aquella cabellera rojiza y los ojos claros de quien era ahora el látigo del clan en la ciudad. Diógenes estaba escoltado por dos gigantes rubios de poderosa constitución y un perfectamente trajeado hombre apuesto, que caminaba con suma seguridad y temple. Desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, avanzando con prisa hacia el exterior. Tu mente atrajo la memoria del significado de las palabras de Andrei: El Puño de Hierro, no era otro sino Gustav Breidenstein.
El auténtico príncipe de Berlín.
¿Deja el cuarto de las escobas para la comunicación con la capilla pero deja una pintura claramente costosa como adorno de la pared? Claro que no. Esa pintura deja claro un mensaje, es orden, es estructura, es poder. Ya buscaré alguien que sepa sobre arte que me pueda esclarecer.
Camino hacia el hall y lo que veo me deja indignada. Cuanto CAOS. ¿Desde cuanto se permiten estas ligerezas en la capilla? Entonces recordé que no estaba en la capilla sino en el Eliseo o eso creo. Esos depravados gustosos del arte no deben ser tremeres… Por su propio bien mejor que no lo sean. Y si lo son perdesgas y yo vamos a tener una conversación.
Miro con extrañeza las pinturas y por un segundo pienso que tal vez la persona que necesite para esclarecer ese pequeño detalle esté más cerca de lo previsto. Sin embargo, antes de poder hacer o pensar en nada más un hombre alto me da un fuerte apretón de manos.
-Encantada Andrei.- Conteste como pude ya que el emprendió el camino. Veo por el rabillo del ojo a Diogenes pero este escoltado como estaba no sintió ninguna curiosidad por mi persona y se alejó. Parece que la conversación se demorará un poco más. Entonces reaccioné. El puño de hierro no era otro que Gustav Breidenstein lo que significa que voy a ver el príncipe de oriente. O como el aún se denomina el príncipe de Berlín.
No esperaba hacerlo tan pronto, pero el protocolo lo exigía y debía cumplirse. Me giro a mi acompañante y le pregunto. –Entonces señor Andrei, ¿puedo preguntar la razón por la que fue elegido para presentarme ante el príncipe de berlin?- Tenia curiosidad, además debía comenzar a entender la estructura del poder del lugar y el organigrama por llamarle de algún modo.
Una de sus comisuras se elevó a un lado, mientras te miraba de reojo.
— No lo sé. Supongo que es el premio consuelo por haber perdido mi oportunidad para convertirme en el látigo del clan— su rostro se mantuvo relajado, pero parecía que aunque le había dolido, todavía tenía tiempo de lanzar comentarios de ese tipo — Himmler, me envió para presentarte ante Gustav, porque es la tradición que te presentes dentro del primer día. Pero supongo que mientras antes te presentes ante el príncipe será mejor ¿no? Y luego te llevaré con Diógenes -su tono al mencionar el nombre del látigo revelaba un poco de resentimiento.
El brujo continuó avanzando sorteando a las personas en el derredor, hasta que se detuvo ante una gran puerta — Antes de entrar, me da curiosidad saber como una magi como tú ha terminado acudiendo a Oriente, pero ya sabes que nuestro Príncipe preguntará el tiempo de tu estadía y el motivo por el cual nos visitas, asi que dado que no está el Primogen ni el Látigo ¿Como debo de presentarte, Evelyn? -apoyó la mano en la puerta mientras te prestaba atención.
Rivalidad, frustración… Pero que delicioso coctel me acabo de encontrar sin apenas pensarlo. Siempre es bueno tener un respaldo en caso que el látigo del clan resulte ser… Ineficiente como temen en casa.
-Es verdad, lo dictan las tradiciones y debe realizarse con celeridad.- Contestaba a su comentario sobre mi presentación ante el príncipe. –Vengo en labor académica.- Contesté a su peculiar manera de sacarme información. –Hace muchas décadas que no salía de mi laboratorio y no encuentro claras las costumbres actuales. Trato de entender un poco mejor estos tiempos modernos que corren.-
Luego miro un poco mejor a mi interlocutor. –Me gustaría que me mostraras la capilla más tarde. De seguro alguien como vos quien aguarda por ser látigo puede mostrarme el funcionamiento el lugar mejor de lo que lo haría el actual.- Digo con una sonrisa que deja ver mis colmillos. El crio parece saber quién soy, necesito ojos en el lugar y parece ser justo el indicado.
Te observó como si tratara discernir algo, aunque al final desvió la mirada hacia la sala.
— Para nuestro Príncipe las tradiciones siguen siendo las mismas que fueron instauradas por los 1400 —abrió la puerta y se encontró con los ojos de otra joven que murmuró algo e ingresó dentro de la oscuridad de la sala — Te mostraré el lugar otra noche —respondió escuetamente antes de entrar — Bueno, aquí vamos.
Dos ghouls abrieron las enormes puertas.
En el interior, las paredes eran de madera lustrosa, a cada lado había dos hileras de asientos y delante de las mismas un pequeño cerco circular de madera. Tal y como si fuera una habitación donde discutía un consejo... y de hecho lo era.
En el medio había un enorme sillón color vino, de fino tallado en madera y cuidadosos bordados en oro. Dos leones tallados miraban en cada brazo de apoyo, rugiendo con sus enormes fauces hambrientas. El sitio estaba vacío, en cambio algunos lugares laterales, se encontraban ocupados por algunos rostros que conformaran la primogenitura.
Andrei se postró ante la dura faz que se encontraba sentado en el gran sillón del centro de la Sala. La postura de Gustav era expectante, se encontraba con una de las piernas cruzadas y las manos tomadas en el regazo.
— Mi Príncipe, heme aquí por cuenta del Primogénito de mi Clan y por su mano derecha. Ambos se encuentran en labores encomendadas por su Excelencia. — extendió una mano a un lado haciéndote el ademán de que te acercases. Notaste que la mirada de Andrei no iba dirigida hacia Gustav sino a un lado de él, quizás solo estuviera viendo sus zapatos. — Por lo que recae en mí la responsabilidad de traer ante su Excelencia, un miembro de mi Clan que ha sido trasladada para servir a la Capilla que se encuentra en vuestros dominios y que espera ser acogida por vuestra hospitalidad- tras terminar de hablar, el cuarto se llenó un profundo vacío incómodo. No había ni respiraciones, ni sonidos de impaciencia, ni siquiera tan solo algún resoplido. Pero podías sentir las miradas claramente presentes y atentas a cada uno de tus movimientos.
Si levantabas un poco la mirada, podías notar en Gustav una figura de porte aristocrático que cortaba el mismo aire con una seguridad abrumadora. Era alto y robusto, posiblemente entrado en la treintena aunque por algunos momentos su rostro hubiera parecido más joven de lo que se veía. Su cabello es oscuro con tiznes plata y sus ojos son del color del acero, con la misma dureza alarmante al mirar. A pesar de sus agradables o bien parecidas facciones sus rasgos se ven brutales, como un hermosísimo mármol hermoso, pero sin hacerte olvida que también es frío y duro.
No había un ápice de gesto suave u amistoso sobre su faz.
Andrei seguía hincado sobre una de sus rodillas y ni por un momento miró directamente al Príncipe mientras hablaba. Se decía que Gustav era un riguroso amante de las tradiciones de la Camarilla y también de las viejas costumbres de presentación y esto parecía comprobarlo.
— ¿Progenie de quién eres y cuáles son los intereses que te traen a mis dominios? —inquirió el Príncipe mientras sentías su mirada sobre tu cabeza.
De pronto sus pasos parecían acercarse a ti.
No me pasaba desapercibida la mira inquisidora y luego su forma de hablar. Así que piensa que puede despacharme…
Ingresamos en el salón y me dedico a contemplar la exquisitez del decorado. Leones… Parece que le dedican mucho esfuerzo al arte en este lado de la ciudad, existiendo tantas cosas más importantes deciden... En fin, este vampiro es conocido por ser un férreo defensor de las tradiciones y eso me gusta.
Inclino mi cuerpo tomando pliegues de mi falda con ambas manos y extendiendo un poco los brazos en mis laterales al tiempo que doblo un poco las piernas en una perfecta inclinación femenina.
-Annemarie Nolte, es el nombre de mi sire. Y los interés que me traen a vuestros dominios no son otros que los puramente académicos mi señor.- Me enderezo pues no quiero permanecer en esa postura y al verlo acercarse continuo. -Hace muchas décadas que no salía de mi laboratorio y recientemente unas curiosas taumaturgias están surgiendo. He notado que estas vienen influenciadas de la vida mortal. Por lo que deseo aprender un poco de ella, deseo estudiar el comportamiento de los mortales y de los neonatos de mi casa. Después de lo cual espero poder teorizar lo suficiente en la creación de una nueva senda taumatúrgica. –
Espero un momento y digo. –Cumpliré con las tradiciones, aceptaré vuestra órdenes y no haré u orquestaré daño alguno a vuestra posición o vuestra ciudad. Mi estadía en vuestros dominios son pacíficos mi señor.-
La piel encima de su ojo se elevó empujando el arco de su ceja izquierda hacia arriba.
- ¿Y que acaso en Oriente los mortales tienen más, efecto -acentúo la palabra- sobre estas taumaturgias que hablas que en otros lados de Berlín o el mundo? -pareció hacer la mímica de inspirar se dio media vuelta y se sentó en el gran sillón cruzando una de sus piernas contra la otra- No seré yo quien se interponga en medio de un tema académico.
Una mujer de piel morena se acercó al instante. Andrei se quedo quieto en su lugar pero siguió con la mirada la señal del príncipe cuando la invitó a acercarse. Se inclinó hacia ella, mientras estaba se hincaba cerca de su trono y murmuraba algo que era imposible escuchar desde esa distancia.
- Es una de las arpías... -te susurró Finnegan.
- Acércate Evelyn Giesler -bramó la voz de Gustav, mientras la mujer morena seguia acuclillada cargando ahora entre sus manos una pequeña copa de oro y una cuchilla fina y delgada, como un abrecartas.
La mujer extendió una de sus manos hacia ti.
- Es lo que demanda la tradición- murmuró la mujer hacia ti- He oído de ti Evelyn, prometedora entre los tuyos. Su Majestad te acepta en su territorio, sellemos entonces tu permanencia- extendió su mano hacia tu muñeca.
Y desde esa posición pudiste percibir un agradable aroma, sensual, intenso, mezclado con un especiado y profundo amaderado aroma oriental. Tu piel vibró ante la majestad y cercanía de Gustav, como si tu voluntad estuviese siendo sometida ante el por su imponencia y el sedante aroma de su piel. Si existieran dioses en este mundo, quizás el Príncipe auténtico de Berlín fuera uno de ellos.
Es Majestad pura y dura.
Las palabras del príncipe son… Extrañas, el que se interesara en el motivo de mi visita era apenas normal, pero parece que hago muy bien mi papel. No quiso indagar más allá de lo que podía mantener mi apariencia. La advertencia de Finnegan no me pasa desapercibida. Las arpías son vampiros muy peligrosos que pueden dejarme en una mala posición. Debo caminar con pies de plomo y pasar desapercibida para ellos. Quizás así mi tarea sea más sencilla.
La poderosa y profunda vos de Gustav estremeció mi muerto cuerpo como si de una pluma en medio de una torbellino se tratase. Cada hebra de mi ser me pide ir hacia él, cumplir sus deseos, hacer su voluntad…
No soy una experta pero puedo jurar que estos sentimientos no son míos. Debe ser el poder de la sangre de Gustav, pero es tan fuerte que el solo pensar que no es mi deseo me deja exhausta.
-La,la,la,… Lamento decirle que su nombre no me es familiar.- La seducción, el poder de Gustav afectaba mi voz. –Por supuesto, entiendo la medida. Por favor.- Digo extendiendo mi brazo dejando que la arpía lo capture para extraer la sangre que necesite. Mientras tanto siento el delicioso aroma que despide con lo que mi mente se embota aun más. Entre el poder de Gustav y el aroma de esta vampiresa mi fuerza de voluntad se está viendo seriamente atacada.