Partida Rol por web

- Disculpa.

Isaac se mueve hacia donde está Linda y Rodrigo, el primogénito de los Tremere.

Isaac se mueve discretamente hacia donde está Linda mientras el resto de los presentes va dando su opinión acerca del grupo en el que quiere participar.

Llega hasta donde está Linda junto con Rodrigo, primogénito de los Tremere.

- Señor. - Saludo respetuosamente a Rodrigo.

Inmediatamente mi atención se vuelve hacia Linda. - ¿Cómo te encuentras? ¿Y tu hermana? - Pregunto conteniendo la voz intentando ser lo más discreto posible.

Algunos cainitas estallaron en murmullos nada más escuchar el plan. Conversaban entre ellos de manera frenética o discutían acaloradamente. Unos cuantos, entre ellos los nuevos, expusieron en voz alta sus intenciones y comenzaron a organizarse; todos se conocían allí, pero nadie era amigo de nadie. La mayoría iría a cazar, por supuesto, pero nadie tenía la más mínima intención de acabar en un grupo de diez en el que no se fiara de que le cubriesen las espaldas y con magos y hombres lobo en los grupos, mejor era rodearse de vástagos de confianza en la medida de lo posible.

En ese momento, Álex se retiró del grupo con el que estaba conversando y se acercó al borde del estrado. Barrió la habitación con la mirada y todos los presentes sintieron como si los estuviese llamando una fuerza invisible. Algo les decía que tenían que callarse y mirar al Senescal, a la espera de sus palabras. Incluso los Magos y el Garou le prestaron su atención.

—Bien —comenzó—, ahora que el plan está expuesto y la mayoría os habéis decidido, no hay tiempo que perder. ¿Alguien quiere hacer una última observación, pregunta o sugerencia?

El silencio que siguió a las palabras del cainita no duró demasiado. Enseguida Dane, el garou, se reclinó en el banco de la pared y preguntó:

—¿Cómo vais a gestionar nuestra ayuda? —y acto seguido, añadió—: no me refiero sólo a dónde vais a mandar a los que nos unamos a vuestra lucha, que también, sino más bien a qué ganamos nosotros a cambio…

Briggitt, la maga, asintió ante estas palabras, corroborando la pregunta. Para ellos era más fácil, vivían en la ciudad y el problema los estaba afectando casi tanto como a los vampiros. Pero los hombres lobo… la mayoría vivían en los alrededores despoblados, sólo unos pocos se habían adaptado al cristal y al hormigón, pero a ellos no les afectaba en demasía; si querían que participaran, deberían ofrecerles algo más a cambio.

—Bastante con que se limpiarán los bosques con esta caza de sangre —Álex no pudo responder, porque Miguel había respondido con rapidez con su mordaz lengua; algunos dieron un respingo, estaba hablando con un garou y su tono había sido algo impertinente— ¿o es que no queréis volver a vivir en paz?

Todo el mundo que sabía lo que acababa de suceder contuvo el aliento, expectante. Pero Dane, sin levantarse de su asiento y demostrando un aplomo bastante inusual en su raza, respiró hondo notablemente y soltó el aire despacio, muy despacio.

—Vosotros, chupasangres —respondió con la mayor educación que se había visto jamás a un lupino—, ensuciáis muchísimo más de lo que limpiáis con vuestra mera presencia… da igual la facción a la que pertenezcáis, en la mayoría de vosotros puedo ver el mal, sois lo opuesto a la Madre, el contrario de la luz, la no-vida… apestáis a Wyrm.

Para un garou eso era uno de los peores insultos que se podían recibir, por sus connotaciones implícitas, pero no todos los cainitas entendían su significado y, por suerte, la Arpía no lo comprendía. Helena mandó callar a Miguel, sin embargo, éste hizo caso omiso y, no contento con haber tentado a la suerte una vez, arremetió de nuevo:

—¿La Madre? —se burló— menuda estupidez. No todos tenemos la suerte de poder soportar la luz del sol cuando somos maldecidos, ¿sabes… perro?

La Príncipe dio un respingo, apenas perceptible. Como gangrel, ella era la única razón por la que los garou habían accedido a enviar a un “diplomático” que hablara por todos y aquel imbécil acababa de ofenderlo varias veces seguidas de forma grave en una sola frase. En una milésima de segundo Rafael, siempre el primero en reaccionar, saltó del estrado y se acercó al garou, justo antes de que éste se levantase, pero Dane lo miró y levantó una mano para detenerlo, demostrando que estaba calmado. En el mismo instante, Aarón había hecho un gesto a sus hombres y los assamitas se habían puesto en alerta, vigilando todos al hombre lobo.

Pero Dane no hizo ademán de enfadarse. Al contrario, esbozó esa una expresión de calma y clavó sus oscuros ojos en el cainita que lo había ofendido. Sin embargo, sorprendentemente, su respiración continuaba calmada y no mostraba el más mínimo rasgo de enfado. Dio un lento paso, luego otro, pensativo. No era idiota, era uno y los cainitas muchos y además había varios assamitas por ahí. Se acercó otro paso más, con expresión seria, cogió aire y abrió la boca, dispuesto a responder de nuevo.

Lo siguiente pasó tan rápido que los nuevos “reclutas” sólo alcanzaron a procesarlo unos segundos después de que ya hubiese ocurrido:

—¡Mierda! —sólo se había escuchado la maldición de Rafael tras el lupino, era el único que se había percatado de lo que estaba a punto de suceder milésimas de segundo antes de que ocurriera.

La expresión del garou había cambiado de pronto a su característicamente lobuna sonrisa sesgada, una que, a decir verdad, daba bastante miedo. El hombre lobo había saltado, se había transformado en el aire en unas décimas de segundo, y había caído sobre la Arpía sin que nadie tuviera tiempo de darse cuenta, salvo Rafael y, muy poco después, Aarón, a los que, sin embargo, no les había dado tiempo a reaccionar, aunque se percataran. Las garras del animal —pues ahora ya era un lobo en toda regla, gigante, con los ojos brillantes y el pelaje negro con brillos rojizos— se clavaron en el pecho del vástago haciendo un profundo agujero y sus colmillos desgarraron su yugular*. 

En aquel momento fue cuando los chiquillos se dieron cuenta de que había sucedido todo eso y fue también cuando alguien reaccionó al fin: Azara, quien con un rápido movimiento desenvainó la katana y se lanzó sobre el lobo. Atacó directamente sobre el pecho, pero el animal se percató de su movimiento y, con una agilidad digna de mención, se retorció esquivando la hoja; a causa de esos rápidos movimientos, ambos chocaron y rodaron por el suelo, separándose del ensangrentado cainita. Se despegaron rápidamente y quedaron los dos agachados, uno enfrente del otro, en el interior de un círculo que, inconscientemente, se había formado en el centro del salón. En aquel momento se armó un gran revuelo, los más antiguos supieron controlarse ante el olor de tanta sangre, pero no todos los más jóvenes lo lograron y muchos tuvieron que ser reducidos por sus propios compañeros, sires o simplemente por quien tenían al lado. Helena echó un vistazo rápidamente hacia la puerta de la Biblioteca y Lola, que estaba allí, cerró rápidamente y echó la llave, sabiendo que las dos humanas estarían más seguras encerradas por unos minutos. Después, una sombra sinuosa apareció de la nada a su lado, tomó la llave y desapareció.

Belén y Carlos corrieron rápidamente a donde estaba Miguel, tendido en el suelo. Con la magnitud de aquellas heridas, quizá lograra sanarse, con el tiempo, pero le iba a costar varias semanas —o incluso meses— de que le alimentaran para que fuera capaz de cerrar sus heridas por sí solo, así que debían sacarlo de ahí. Azara volvió a la carga, con un nuevo ataque con la katana, veloz y sutil, dirigido directamente al cuello del garou. Sin embargo él, con la misma agilidad que había evitado antes el ataque, esquivó la estocada de la joven espadachina; entonces, en su rostro de lobo apareció lo que sólo se puede definir como una sonrisa y, con un brillo inteligente en su mirada, le dio un zarpazo a la joven en el costado que había dejado desprotegido y Azara salió volando varios metros en el aire, sin soltar su espada, sin embargo.

Ese fue el momento en el que todos los assamitas de la sala saltaron sobre el lobo, todos al tiempo, sistemática y metódicamente. A pesar de su velocidad y su técnica, Dane esquivó a seis de ellos. Los otros cuatro cayeron sobre él, cada uno tratando de asestarle un golpe mortal. El lobo se revolvió de nuevo contra ellos, Aarón logró esquivarlo y rozar una de sus patas, pero no le hizo más que un rasguño superficial. Los otros tres salieron volando en diferentes direcciones, exactamente igual a como lo había hecho Azara previamente. El lobo se libraba de ellos con una facilidad pasmosa, pero entonces Rafael se plantó frente a él. Sin arma alguna y sin hacer ademán de moverse, su voz resonó en toda la sala, aunque no despegó los labios.

“Basta” dijo, con voz autoritaria pero serena. En ese momento el lobo se detuvo… por unos instantes. Su animal interior se revolvió entonces, tomando el control casi por completo, sobrepasando la parte racional que le había hecho no hacer daño a nadie salvo a quien lo había ofendido. Y se revolvió contra aquella presencia exterior que trataba de ayudar a calmarse a su parte racional.

El lobo, entonces, salió corriendo en la dirección en que Rafael lo esperaba sin mover un dedo, tensando los músculos pero sin amilanarse lo más mínimo ante el animal que se le echaba encima. Justo cuando estaba a punto de intentar otra cosa, otra voz resonó en la estancia, mucho más suave y sutil, pero desprendiendo un poder incluso superior al del Justicar.

“Deteneos todos ahora mismo” dijo la voz en la mente de todos los presentes “ésta es mi casa y aquí se cumplen mis reglas”.

Ángela se había colocado al lado de Rafael, mirando directamente a los ojos al lobo también, a pesar de haberse dirigido a toda la sala. El garou frenó entonces, derrapó, en el último momento, y se quedó de pie frente a ambos malkavian, a pocos centímetros de ellos, haciendo que su pelo volase hacia atrás cada vez que él respiraba. Su hocico quedaba a la altura del rostro de Rafael y a la quinceañera le sacaba un par de cabezas, pero ninguno de los dos se amilanó ni retrocedió lo más mínimo. Al contrario, sire y chiquillo, Guardiana y Justicar, ambos continuaron mirando fijamente a Dane, como si estuvieran librando con él una batalla mental, en otro mundo, una pelea que nadie podía presenciar. Todo el mundo permaneció expectante, incluso la Príncipe.

Entonces, cuando parecía que los segundos se volvían minutos y los minutos, horas, El lobo comenzó a moverse, lentamente, bajó la cabeza poco a poco. Después su forma empezó a cambiar de nuevo, desapareciendo el pelaje, reduciéndose su tamaño y su hocico, hasta que volvió a tener una figura humanoide, agachada sobre sí misma. Dane, con una rodilla y las manos apoyados en el suelo, respiraba pesadamente, serenándose con la ayuda de Ángela y Rafael. Su cuerpo resaltaba por la desarrollada musculatura y el tono broncíneo de su piel.  Entonces Rafael se quitó la larga gabardina de cuero que llevaba y se la tendió al garou, quien, tras dudar un segundo, la cogió y se la colocó alrededor antes de levantarse, agradeciéndoselo con un asentimiento de cabeza.

—Gracias —aquello iba dirigido a ambos; entonces se giró hacia Helena—; disculpa mi comportamiento, Príncipe. Pero he venido aquí de forma voluntaria para ofrecer nuestra ayuda. No puedo tolerar una ofensa de ese tipo hacia…

—Silencio —la voz de Helena fue lo suficientemente autoritaria como para hacerlo callar ahora que estaba más calmado—; sé perfectamente por qué lo has hecho y además sigo requiriendo vuestra ayuda para peinar los campos y los bosques; dado que no ha habido más damnificados que el culpable de todo esto, no habrá represalias, por el momento, pero no toleraré otro descontrol como este, ¿entendido?

El garou, tras pensárselo unos instantes, asintió conforme. Había una amenaza velada en aquellas palabras, pero se esperaba algo mucho peor, así que lo dejó pasar.

—Y en cuanto a él —señaló con la cabeza en la dirección en la que Belén y Carlos se habían llevado al toreador— lo quiero en una celda. El ataque gratuito a un invitado mío y su desacato a una orden directa son insubordinación y no toleraré ese tipo de comportamiento aquí, en este Elíseo. Todos los que estáis aquí lo estáis porque yo os he sacado de las calles uno por uno. Os he traído y os he cuidado cuando no erais más que unos críos, carnaza para el Sabbat. ¡Entendedlo todos! Tanto los Magos como los Garou van a colaborar con nosotros en este asunto que se nos escapa a todos de las manos. Queráis o no, todos los que están en esta sala son nuestros aliados ahora. Si queréis que la Camarilla gobierne Madrid, tendréis que aceptarlo ¿entendido?

Nadie más pronunció una sola palabra, alguno incluso contuvo la respiración para no hacer el más mínimo ruido.

—En respuesta a tu pregunta —continuó entonces la gangrel, mirando al lupino—, cuando todo esto acabe, estoy dispuesta a hacer un pacto. Si logramos recuperar Madrid, tanto con los lobos como con los magos haré un tratado; estableceremos límites que nos convengan a los tres colectivos y decidiremos dónde puede y no puede actuar cada uno, de triple acuerdo.

El garou, sorprendido, alzó la cabeza y clavó su mirada en la de ella. Parecía sopesar posibilidades, barajar opciones, como si no estuviese seguro de que ella decía la verdad.

—Nosotros aceptamos —Briggitt se adelantó a Dane, respondiendo por los magos, mientras Schröedinger asentía con la cabeza—; por nuestra parte, Príncipe, hay trato. Los magos enviarán cincuenta efectivos, más los voluntarios que quieran unirse a la causa.

Entonces Dane se decidió al fin.

—Bien, de acuerdo también —terminó corroborando— los lobos lucharemos… aunque no tengo ni la más remota idea de cuántos acudirán —finalizó con la sonrisa sesgada de nuevo reflejada en su rostro.

—Decidido, entonces —terminó el Senescal, mientras la Príncipe asentía con la cabeza, conforme—. Pongámonos manos a la obra. Esta noche salid, haced lo que sea necesario, hablad con quien sea pertinente, pertrechaos, alimentaos. Mañana volved aquí, a la misma hora. Y entonces comenzará la Caza de Sangre. 

Isaac contempló la escena con estupor. No pensaba que se iba a permitir un nivel así de violencia dentro del elíseo.

Al principio de la lucha contempló como Helena y Lola se preocupaban de mantener a las humanas fuera del altercado. Eso para Isaac era lo más importante. Par su tranquilidad pudo comprobar que el trato hacia ellas era excelente y protector, no dudaría nunca más de sus compañeros.

Isaac no intervino en absoluto, de hecho ni se movía. En el momento del ataque hubo una gran cantidad de sangre desparramada por el suelo, pero Isaac estaba bien alimentado y no tuvo la más mínima reacción ante la misma.

Visto lo visto, lo mejor era dejarse llevar. Rafael había demostrado parte de su verdadero poder e Isaac había quedado impresionado. Ya qeu iba a estar a sus órdenes, lo mejor era obedecerle en todo y aprender de un gran maestro.

Miró a Linda y Rodrigo.

- Si no teneis más cosas que decirme, me retiro para presentarme ante Rafael y que nos imparta las órdenes oportunas.

Verónica estaba expectante, había decidido apuntarse al equipo de Rafael y quería empezar la acción. Estaba escuchando el discurso de Alex, un discurso que imaginaba que sería rutinario cuando el ambiente empezó a tensarse de repente. Sin que ella se diera cuenta vio al lobo saltar y todo pasó de repente, Verónica sólo veía sangre. Por suerte la sangre no le produjo el efecto que vio en otros. Cuando se calma el ambiente ve como Isaac se dirige hacia Rafael. Voy contigo Isaac

En un primer momento vio cómo la escena se desarrollaba con tensión, con un insulto de por medio y de repente una maraña de pelo rodando sobre sí misma y luego rodeada de figuras que se movían a una velocidad pasmosa. En realidad no pudo verlo con claridad y más bien coligió por el contexto y por lo que aconteció después, que el garou se había transformado de forma imperceptible y había casi acabado con un vampiro de fuerza y velocidad sobrehumana y había podido hacerlo con algunos más de haberle dejado antes de haber sucumbido. Tembló de miedo al pensar en tener un adversario como aquel, todo le pillaba de nuevas en realidad, pero se alegraba de que al menos los lobos estuviesen de su parte.

Parecía estar claro que por las cifras que se estaban dando, la amenaza a la que se enfrentarían era mayúscula y por lo tanto, habría muchas bajas. En un rápido calculó pensó que como en todas las guerras los primeros sacrificados son los más prescindibles y eso le hizo estremecerse. Los nuevos serían los primeros en morir. ¿Cómo iba él a poder defenderse de criaturas como aquellas?

Rafael y Azara se acercaron, junto con Aarón, a la Príncipe, Ángela y el Senescal. Mientras "los mayores" hablaban, John, Isaac, Verónica, Patrick y Rafa echaron un vistazo a su alrededor y se dieron cuenta de que Zoe, la gemela de Linda, había vuelto. Estaba al fondo de la sala, como si acabara de llegar, junto con Eileen y un joven al que veían por primera vez. Nadie se había dado cuenta de la entrada de los tres hasta ese momento.

Había quedado atónito por lo sucedido. La escena me sobrepasaba, el olor de la sangre asaltó mis fosas nasales. ¡Y qué olor! Aquella sensación era nueva para mí, pues la primera vez aun estaba aturdido y no sabía lo que hacía ni lo que me esperaba, pero entonces una especie de bestia se revolvió en mi interior y tomó el control.

Zoe se dio cuenta de lo que pasaba. Es más, parecía esperar que yo pudiera reaccionar así, pues cuando intenté lanzarme en pos de la sangre, ella ya me había tomado por el cuello y, con una fuerza que haría palidecer la firmeza del mejor acero, me mantuvo controlado contra el suelo.

Cuando todo pasó, recobré la compostura. Poco a poco. Vi entonces que la reunión parecía haber acabado. En efecto, parecía haber llegado en un momento convulso. Mi cabeza era un hervidero.

Miré nuevamente a Zoe, le susurré preguntas al oído.

- ¿Qué me ha pasado? - Era más la necesidad de liberar la frustración por lo que me había ocurrido que una necesidad de respuesta, lo que me empujó a preguntarle algo así. Igualmente aguardé respuesta, aunque esta no fuera más que una mirada de aquiescencia.

Luego, pasé al tema importante.

- Por lo que veo, debemos tomar partido en todo esto y debemos posicionarnos. Si algo creo saber es que posicionarse es siempre una forma de compromiso. Siendo nuevo en esto, haré lo que tú me aconsejes. Estoy en tus manos, sire.

-Lo que te ha pasado es lo que te pasará cada vez que vayas a perder el control -le respondió Zoe, una vez hubo logrado detenerlo-; he podido pararte porque ahora mismo no eres ni una centésima parte de poderoso de lo que lo soy yo, acabas de despertar a esta vida... pero, a medida que tu poder crezca, cada vez me costará más, y cada vez tendrás tú que aprender a controlarte solo. En cuanto a lo de qué hacer... Has de elegirlo tú... Personalmente, me gusta más investigar que pelear físicamente, no obstante, tú decides tu vida, no yo. Yo estoy aquí para ayudarte y mientras tus decisiones estén dentro de lo permitido, adelante, tienes mi beneplácito. Eso sí... -añadió al final- lo primero de todo es presentarte ante la Príncipe y nuestro Primogénito. Son los dos que han hablado al principio, los que están allí al fondo. Ven conmigo. Cuando te de pie, preséntate educadamente ante la Príncipe y después ante el Senescal, que es nuestro Primogénito... y mi Sire.  

Zoe comenzó a caminar elegantemente entre la multitud, con la cabeza alta y saludando a algunos conocidos por el camino. Al llegar frente a la tarima se detuvo y esperó respetuosamente. Cuando ambos terminaron de hablar con el grupo en el que estaban, se dieron la vuelta. El Senescal, Álex, sonrió abiertamente y saludó a Zoe con un cálido abrazo. Luego ambos se quedaron mirando, expectantes. 

-Senescal, Príncipe. Siento el retraso. Os presento a mi nuevo chiquillo -en ese momento hizo un gesto con la mano señalando a Jack; tenía altas expectativas de él. 

Poco después, Zoe avanzó por la habitación seguida del nuevo joven, hasta llegar frente a la tarima donde se habían reunido todos. CUando el grupo se disolvió, Álex y Helena se quedaron a hablar con ellos y el resto se dispersó por la sala. Eileen, nadie la había visto moverse, se encontraba hablando en la puerta de la Biblioteca con Lola, donde acudió también Azara. No oyeron desde donde estaban lo que se decían, pero vieron que Lola asentía con la cabeza y volvía a desaparecer por la puerta, para entrar donde estaban Lucy y Victoria. Ángela marchó por una de las puertas, seguida de los magos y el garou y Rafael se adelantó entonces y habló a toda la sala:

-Bien, los que vayan a venir conmigo, que me sigan. El resto, quedaos aquí, ahora os hablará Aarón. 

Dicho lo cual, bajó de un ágil salto y se encaminó hacia una sala lateral, la que se encontraba justo frente a la Biblioteca. Mantuvo la puerta abierta, a la espera de que lo siguiesen los que fueran a participar en aquella búsqueda. Eileen y Azara fueron las primeras en entrar, por supuesto. Las siguieron Carlos y Yamir y, tras ellos, dos del grupo de Mabui, Erika y uno de sus Ravnos. Entonces, Rafael miró a los nuevos, esperando pacientemente. 

Por su parte, Rodrigo asintió ante las palabras de Isaac, pero lo detuvo con la mano antes de dejarlo marchar. Miró fijamente a Patrick y a él y les dijo con rostro serio: 

-Ahora representáis a mi clan. No nos defraudéis y quizá, cuando todo esto acabe, tanto la Príncipe como yo os aceptemos...

Isaac saludó con un gesto de la cabeza a Rodrigo.

- Es para mi un honor. Llevaré mi clan con orgullo.

Después miró con dulzura a Linda - Cuidate - y se despidió de ambos, dirigiéndose a donde Rafael ya los estaba esperando, no quería llegar el último.

Antes de llegar a dónde estaba Rafael miró como Lola como desaparecía por la puerta de la Biblioteca. Tenía que confiar en que ella cuidaría de Lucy y Victoria, él tenía otros deberes.

Me arreglé algo la ropa mientras ella me explicaba. - Siempre he preferido usar métodos distintos de la confrontación directa. - Le dije a Zoe antes de acercarnos a la Príncipe y al Primogénito. - Aunque si hay que hacer uso de ella, no la rehuyo, pero los métodos más sutiles son siempre más eficaces. - Sentencié mientras nos abríamos paso.

Zoe me introdujo ante ellos, así que era mi turno. Con una sonrisa de confianza en mi cara, sin atisbo de insubordinación, pero mostrando la clase y elegancia que me habían abierto muchas puertas en la sociedad mortal, me presenté:

- Príncipe, Senescal, mi nombre es Jack Cassidy y es un placer para mí estar a vuestro servicio y contribuir con mis actos a que la Camarilla gobierne Madrid, como siempre debió ser.

Dudé si mis ropas, que habían quedado algo arrugadas*, me restarían empaque, así que me empleé a fondo para causar una buena impresión, pues son estas primeras impresiones las más importantes.

De reojo observé que el tal Rafael se ponía en marcha y, si no andaba equivocado, era con él con el que debía ir. Pero esperé pacientemente a que la Príncipe y el Senescal dieran por concluida mi presentación antes de moverme de allí.

Asintió a su homónimo y por un momento se giró hacia el resto para sonreirles como diciendo "... yo me las piro con Rafael en busca de gloria ahí os quedáis" y caminó muy despacio, solemnemente casi, hasta la puerta abierta para hacer una reverencia al llegar a la altura de Rafael y decir simplemente

- allá vamos -y meterse dentro del cuarto.
 

-Supongo que debería decir el placer es mío -sonrió la Príncipe, al escuchar el saludo de Jack- pero no puedo decirlo pues no has llegado en el mejor momento que digamos.

Aquello no era una pulla, era claramente una sencilla exposición de su preocupación ante los hechos. Sin embargo, el joven que se mantenía en pie frente a ella no sólo era un neonato más del que preocuparse, sino que también era una cabeza más para engrosar sus filas y poder poner fin al problema. Helena podía ser gangrel, pero era, con mucho, la más inteligente de su clan. Por eso había llegado a donde estaba. Así que sonrió. 

-Bienvenido de todas formas -añadió- muéstrame lo que sabes y, cuando todo esto acabe, si has sobrevivido, quizá puedas pasar a formar parte reconocida de esta Camarilla. Y ahora ve al grupo en el que quieras estar, no perdamos más tiempo. 

Acto seguido, se dio la vuelta y continuó hablando con Álex, en susurros, mientras miraban a la puerta de la biblioteca de vez en cuando.