Partida Rol por web

Rafa siguió a Azara, Erika y Eduardo puertas afuera. Una vez en la calle, los tres veteranos se miraron entre ellos. 

"¿Corremos?" Sonó la voz de la Malkavian en las cabezas de todos. 

Erika y su compañero Ravnos asintieron con la cabeza, ella incluso esbozó una sesgada sonrisa. Rafa no tenía mucha idea de qué querían decir con "corremos" pero pronto lo averiguó. La voz de Azara volvió a sonar en su cabeza, pidiéndoles que les siguiera el ritmo, y de pronto los tres desaparecieron rápidamente por un callejón lateral. El muchacho tuvo que seguirlos rápidamente para no perderlos de vista. 

De pronto, en el callejón, la cainita que iba al frente dio un salto. Un gran salto. Un salto que le permitió aferrarse con fuerza al alféizar de un segundo piso. Se aupó, como si nada, y continuó trepando por la pared hasta llegar al tejado de aquel bloque de pisos. Los otros dos la siguieron sin problemas y Rafa, que quería demostrar que él también podía, lo intentó. 

Cuál no fue su sorpresa, cuando vio que, no sólo llegaba sin problemas a esa ventana de un salto, sino que era capaz de seguir escalando por la pared del edificio con bastante menos dificultad de la que lo habría hecho siendo humano. Y no sólo eso. Los vástagos corrieron por los tejados, saltando de bloque en bloque, trepando, descolgándose por los cables y los tendidos, sin disminuir su velocidad en lo más mínimo y él les pudo seguir. 

Finalmente descendieron de nuevo a nivel de calle. Era bien entrada la madrugada y no quedaba mucha gente en aquel callejón, así que pudieron bajar sin problemas. 

-Bueno, te toca, neonato -le dijo Erika, mirándolo fijamente con sus brillantes ojos aceituna- decías que conocías la zona, ¿no? ¿Por dónde empezamos?

Entonces, Rafa miró alrededor y se dio cuenta al fin de ´donde estaban: habían llegado a Fuencarral. 

Rafa guió a Azara por varias tiendas que él conocía. Ninguno de sus conocidos supo darle información relevante sobre el tatuaje. Sabían qué era, qué representaba, habían hecho varios parecidos... pero ninguno había dibujado ese exactamente.

Hasta que llegaron al último: un hombre mayor, que llevaba casi cuarenta años dibujando tatuajes, con una pericia increíble.

Cuando llegaron a su tienda, un hombre salía de allí por tercera vez en una semana. Se tapaba con la manga de la camisa un hombro recién tatuado, ya definitivamente curado. Sólo cuando había terminado de atender por completo a aquel hombre, al que llamó Víctor, los atendió.

Él sí reconoció el dibujo. Hasta el punto de que abrió un armario cerrado con llave, sacó casi una quincena de álbumes y cogió uno de los que se encontraban más al fondo. Levantó la tapa y comenzó a pasar hojas. Una tras otras, miles de fotos y dibujos de bocetos de tatuajes fueron pasando ante sus ojos. Él no olvidaba ninguno. Nunca. Jamás. Sabía y recordaba todo lo que había dibujado. Y entonces, al volver una hoja, lo encontró: un Uróboros idéntico al del dibujo de Maeve. El hombre recordaba habérselo hecho en el hombro a varias personas, todas miembros del mismo grupo; algún tipo de banda o así. Recuerda haberle llamado mucho la atención pues casi todos tenían la piel fría al comenzar a tatuarlos, cuando normalmente suele calenterse y enrojecerse. Y sólo en algunos dejó de ser pálida y se enrojeció ligeramente, pero todos ellos sanaron mucho más rápido que cualquier otra persona normal. Al parecer, la explicación que le dieron fue que eran sujetos de estudio de un experimento para una nueva crema anestésica. La prueba del tatuaje había sido la prueba definitiva para sacar el producto. No recordaba mucho más, salvo que una de ellos, una joven muy amigable, se llamaba Ellie y fue la que más habló con él y la que le explicó aquello del estudio.

Víctor salió de la tienda de tatuajes justo cuando entraban unas personas un tanto extrañas. Pero claro, personas extrañas en aquella zona de Madrid (a su parecer, claro estaba) había siempre. Había un joven vestido con un chándal y una palestina, muy, muy pálido. Lo seguía una joven de pelo negro, liso, con mechas moradas, y ojos azules, que llevaba una funda de shinai a la espalda. Tras ella entraron otra joven muy guapa, de ojos verdes, y un chico, algo más mayor, que miraba a todos lados, curioso. 

Cuando el tatuador, un hombre mayor con una experiencia y una maña increíbles, acabó con él, se dio la vuelta para tenderlos, pero sólo cuando terminó con él. 

Víctor, con un venaje plastificado nuevo en el hombro y el brazo dolorido, se puso la chaqueta y salió a la calle. Ya se había hecho de noche y era viernes, así que la ciudad parecía haber despertado de pronto. 

Víctor...

Que grupo tan curioso... Pienso mientras termino de revisar la lista de los efectos que puede tener el numero 3 tatuado en mi brazo en mi piel. El joven estaba increíblemente pálido, deberían llevarlo a un hospital... ¡claro!, la joven llevaba un shinai, debían de venir de algún entrenamiento de kendo, el pobre habrá subido algún golpe muy fuerte y perdido el conocimiento. Supongo que conocerán al tatuador y le habrán pedido que le deje descansar y algo para ayudarle, de ahí las prisas y urgencia.

Miro el cielo y posteriormente el reloj de pulsera. Mmm, ¿tengo comida para cenar en casa o debería pasar por algún supermercado antes de que cierren y comprar algo?... Pienso mientras me dirijo a la parada de metro por donde vine.

Víctor salió de la tienda, haciendo el recuento de todos los "síntomas" que le producía el recién adquirido tatuaje. Avanzó por la calle, distraído, mirando el reloj, en dirección a la parada de bus. A medio camino se dio cuenta de que no tenía nada para cenar en casa y estaba harto del JustEat ese y de la asquerosa comida para llevar de La Nevera Roja... todo eso eran guarradas, al fin y al cabo. 

Así que decidió dar la vuelta y caminó en dirección al supermercado. 

O eso creía. 

Cuando se quiso dar cuenta, se encontraba en un callejón que no conocía, estrecho y sinuoso, que giraba arriba y abajo y parecía no tener principio ni fin, como si fuera una calle en una ciudad mora. perdido en sus pensamientos, se había vuelto a perder en la ciudad. No le quedaba más remedio que salir de aquel callejón, por arriba o por debajo, qué más daba. Finalmente, pensándolo un poco, decidió que lo mejor era volver por donde había venido. Desandando el camino, podría llegar, al menos, al punto de partida. 

Así que el matemático se dio la vuelta y cuál no fue su sorpresa cuando casi se dio de bruces con un muro de sólido ladrillo, que se encontraba justo tras él... pero aquello no era posible... se había perdido, vale, pero recordaba perfectamente haber venido por ese lado...

Ouch, este muro no estaba aquí antes, pero los muros no cambian de sitio, así que me habré equivocado. Tengo que dejar de ensimismarme en mis pensamientos, al menos mientras no estoy quieto que luego pasa lo que pasa. A ver como salgo de aquí.

Abro la aplicación del Maps en el móvil para saber mi localización y por donde salir de estos callejones. Vale, mejor me doy prisa en salir de aquí, esto me da mala espina, y tengo que ir al supermercado antes de que cierre o me toca cenar mal otra vez.

Tras mirar el resultado de mi localización en el maps compruebo que como pensaba el muro de no tendría que estar ahí. Vaaaleee, según google este muro no debería estar aquí, que yo recuerde el maps suele estar actualizado. Bueno si por este lado no se puede habrá que ir por el otro, que es justo la dirección por la que caminaba, pero ya no se si fiarme, bueno no tengo otra opción así que, adelante. Dando la vuelta me dirijo a abandonar ese lugar justo en la dirección contraria a la que venía.

Y, dicho lo cual, se dio media vuelta...

...sólo para encontrarse con otro muro al otro lado. No, definitivamente eso no estaba ahí antes. Pero claro, esta vez no le dio tiempo a debatirlo consigo mismo, pues un sonido a su espalda llamó su atención. Al darse la vuelta se encontró de frente con un personaje bastante curioso. Se trataba de un hombre, vestido con una gabardina negra y más pálido incluso que el chico de antes, que lo miraba fijamente, ladeando la cabeza. ¡Ah! Y detrás del hombre, ya no había muro, había desaparecido de pronto. Se mantuvo en esa posición unos segundos, observando a Víctor de arriba a abajo. Después sonrió.

Y en su sonrisa aparecieron dos caninos bastante pronunciados, que pusieron los pelos de punta al joven matemático. Y de pronto, las farolas del callejón titilaron y se apagaron, sumiéndolo todo en una caso completa oscuridad, irreal, neblinosa.

Voy a morir, y me va a matar un zumbado disfrazado de vampiro, o esto es una broma pero por si acaso me lo tomo en serio. Tras decidirme, presto atención, intentando localizar en la oscuridad al agresor.

Ahí.. Con es fuerzo consigo ser capaz de percibir al agresor, una forma oscura dentro de la propia oscuridad, se mueve lentamente sin prisa como disfrutando. El callejón no es demasiado estrecho, tal vez pueda encontrar una forma de esquivarle y huir ahora que el muro no esta.

El plan surge en mi cabeza por si solo, no es un plan especialmente complejo, pero lo llevo a cabo, despacio y sin hacer ruido me dirijo hacia el. No parece que me perciba.

Vale unos 2 metros de distancia nos separan, toca pegarse al muro y cuando este practicamente a su lado un sprint, vamos allá. Tras mentalizarme avanzo esos últimos 2 metros.

Víctor creyó atisbar a su atacante en las sombras. Creyó ver su vaga silueta y trató de escabullirse de él. Pero, mientras miraba al hombre delante, una voz tras él dejó escapar una risotada. 

-¿De verdad crees que vas a ser capaz de escapar de mí, humano? -el tono con el que pronunció aquella última palabra le dio escalofríos al matemático, que se quedó helado contra la pared, en el sitio por donde había tratado de escapar. 

De pronto, de la oscuridad surgió una lengua de terciopelo oscuro, una garra de sombras que se arrastró hacia él y se enroscó alrededor de su cuerpo, inmovilizándole los brazos, procedente de la dirección contraria a aquella en la que él creía que estaba el hombre. 

Un escalofrío inmenso me recorre todo el cuerpo. ¿Porque estoy aterrado? ¿Porque no puedo moverme? ¿Que esta pasando?. Pienso mientras el pánico se adueña de mi mente. De pronto siento una presión enorme en ambos brazos, inmovilizándome los brazos, el pánico alcanza puntos críticos.

Tengo que calmarme como sea. Inspiro y expiro un par de veces, el pánico desaparece, mi mente vuelve a estar calmada. El sigilo no funciona, aquí están pasando cosas que no comprendo, piensa piensa... Por suerte mis manos están cerca de mis bolsillos, cojo el móvil y apunto con la pantalla en la dirección en la que venia la voz.

La expresión que veo, como me mira, no veo nada de humano en ella, solo puedo pensar en que es un monstruo. Por suerte no se debía esperar una luz en medio de esta oscuridad ya que lo que fuera que me estuviera inmovilizando los brazos desaparece durante un instante permitiendome recuperar al movilidad. 

Socorro!!!!!!!!!. Grito mientras empiezo a correr en la dirección contraria al agresor, huyendo de el.

Todo eso era, en su cabeza, muy fácil de conseguir. Pero, evidentemente, la realidad no era como el joven Víctor se la imaginaba. Logró calmarse, sí, pero de lo demás sólo fue capaz de realizar la mitad de las acciones que pretendía y sólo a medias... logró sacar el móvil del bolsillo y logró apuntar con él a su agresor, pero las sombras se tragaron la luz de la pantalla como si fueran un agujero negro. La risa gutural volvió a escucharse en el callejón, resonando con potencia. Sin embargo, ni eso ni el grito de socorro del matemático se escucharon fuera de los muros que allí se habían erigido de pronto, hechos de sombra y oscuridad.

-¿Quieres verme? -musitó la grave voz del hombre que se había situado sin que él se diese cuenta tras su espalda, en su oído- bien, seré entonces lo último que veas...

Las luces de las farolas no se encendieron, pero la oscuridad irreal del callejón desapareció y Víctor pudo ver por unos instantes el rostro de su agresor, que lo había dado la vuelta, estaba de nuevo frente a él, y lo inmovilizaba contra la pared, con una fuerza claramente sobrehumana... Entonces su boca se abrió y sus caninos, ya de por sí más afilados de lo normal, crecieron de forma instantánea, tanto que estaba claro que no era una ilusión, ni una visión de su subconsciente... Víctor, en ese momento, comenzó a creer...

Como si estuviera sucediendo a cámara lenta, el hombre se le acercó. Los dientes del atacante se hincaron en su cuello. Y entonces Víctor, durante la fracción de segundo que tardó en perder el control de su mente, descubrió que los vampiros, efectivamente, sí existían...

Luego sintió dolor, pero sólo por unos instantes, porque enseguida su cuerpo experimentó el más puro placer. Fue una sensación eterna, algo como eso que llamaban éxtasis, o Nirvana... Fue el placer más extremo que jamás hubo sentido. 

Pero el placer duró sólo unos instantes. Poco después sintió cómo su consciencia se desvanecia. Se vio caer a un profundo pozo de negrura, sintió que,  sin poder hacer nada para evitarlo, lo rodeaban las sombras, el vacío, la nada...

Y entonces todo fue Oscuridad. 

Todo se oscurece, nada tiene sentido. Entonces son reales, ni era un loco ni una broma, si no real... Con este último pensamiento me mente se desvanece

En ese preciso instante, justo antes de que la oscuridad lo absorbiera por completo, algo pasó veloz a su lado y derribó de un golpe a su agresor. Haciendo acopio de toda la fuerza de voluntad de la que fue capaz, Víctor abrió los ojos y se encontró con un borrón que corría de un lado a otro del callejón, atacando a una velocidad vertiginosa al vampiro, que la esquivaba también con unos reflejos abrumadores. Fijándose mejor, logró atisbar el rostro de la joven que había visto antes en la tienda... la de los ojos azules. De pronto, de la funda del shinai que abrió en apenas unas décimas de segundo, la joven extrajo una katana. Una katana de verdad, de metal, que llevaba oculta en ella. 

Víctor no pudo aguantar más y su consciencia le dijo adiós definitivamente. Se internó en la bruma, en la oscuridad, en la nada. 

...

Podía ver cómo él mismo se alejaba de sí mismo. Podía observar una luz que salía de su pecho, alejándose. Veía cómo su alma, aquel pedacito de él que nunca había tenido claro si existía o no, se escapaba entre sus extendidos dedos y volaba, perdiéndose en la lejanía, marchándose hacia la más lejana y difusa luz... dejándolo perdido. Abandonado. 

Solo.

Pero entonces, algo lo sujetó con fuerza. Notó cómo unas fuertes y frías manos se extendían hacia él. Vio cómo un rostro aparecía en medio de esa oscuridad. Un rostro de mujer. 

"No estás solo" murmuró ese rostro en su mente, en su subconsciente "no estás solo, amigo. Vamos, bebe, bebe un poco, acepta esta segunda oportunidad" un oscuro, denso y gélido líquido mojó sus labios de pronto "bebe... ¡no mueras! ¡bebe, mierda!".

Y Víctor bebió. Bebió como si -literalmente- le fuera la vida en ello. Bebió y notó un sabor metálico en la boca, pero bebió, no pudo contenerse. Un trago, dos... y entonces, al fin, abrió los ojos. Abrió los ojos y se encontró de nuevo en el callejón. No había muerto. 

Y no sólo no había muerto, sino que ya no había rastro de sombras, las farolas volvían a refulgir. Y tampoco había rastro de su atacante, ni de los muros, ni de nada de nada... Sólo estaba la joven de las mechas moradas, inclinada sobre él, con una mano en la que tenía una raja en la palma colocada sobre sus labios. 

-Bien... eso es. Arriba, chiquillo -sí, lo había llamado chiquillo, a pesar de que él seguramente le sacaba un par de decenas-, tranquilo, todo va a salir bien. Tranquilo, estás aquí, estás de vuelta. 

Salieron de la tienda, dándole vueltas a lo que el hombre les había contado. No bien habían dado un par de pasos cuando la joven Malkavian se detuvo un instante, pensando, observando a una calle aledaña, al parecer. 

-Volved al Elíseo -les dijo a los demás-; contadles a Rafael y a los demás lo que hemos averiguado, tengo algo que hacer antes de ir. 

Y, sin previo aviso, desapareció. 

Rafa y los demás decidieron hacerle caso y volver al Elíseo. Al fin y al cabo, no faltaba mucho para el amanecer y la Malkavian tenía su propio refugio por allí cerca. Además, ella sabía sacarse las castañas del fuego solita y, los que la conocían ,estaban acostumbrados a esos arrebatos repentinos. Ella era así, al fin y al cabo, era Malkavian. 

Entonces noto que algo me mueve, me habla pero no lo escucho. ¿Quien es? ¿Que dice? ¿Donde esta la luz que he visto antes? ¿De verdad había luz? No veo nada.

Algo húmedo roza mis labios, no se que es pero tengo sed así que bebo todo lo que puedo. Algo extraño me pasa, me siento diferente como si no fuera del todo yo. "Crash", algo se rompe en mi mente, como una barrera que siempre ha estado ahí rodeado de lógica y ahora ha desaparecido, lo que hubiera ahí inunda mi mente.

Mi mente se aclara y por fin parece que puedo pensar con claridad. Yo..he muerto, si, lo he hecho, pero ahora estoy vivo ¿o no?, es extraño, si es así estoy viviendo una vida que no debería...vaya locura y sin sentido.

Todo se vuelve a iluminar, estoy en el callejón, el monstruo no esta y me tapa la boca con la mano la joven del shinai que vi en la tienda del tatuajes.

 Bien... eso es. Arriba, chiquillo. Me dice. tranquilo, todo va a salir bien. Tranquilo, estás aquí, estás de vuelta. 

Con dificultad la quito la mano de mi boca y la pregunto: ¿Que ha pasado?

La joven esbozó una expresión mezcla de sonrisa sesgada y amarga. 

-Has muerto -dijo llanamente- y has vuelto a nacer. Más fuerte, más longevo... y sin una pizca de vida en tu cuerpo. Bienvenido de nuevo, mi chiquillo, bienvenido al mundo de las tinieblas. 

El tono con el que pronunció aquellas palabras no velaba una amenaza, ni siquiera una advertencia. Simplemente, constataban un hecho. La joven se levantó, envainó a su espalda con un grácil y rápido movimiento y ayudó a Víctor a ponerse también en pie. La cabeza le dio vueltas y de pronto sintió que sus sentidos se habían agudizado. Podía paladear todos y cada uno de los maravillosos aromas que pringaban aquel callejón. Podía ver perfectamente, a pesar de la falta de luz. Podía escuchar cómo caminaba la araña que subía por la pared a su espalda, ajena a todo lo sucedido. 

-Por suerte o por desgracia, ahora eres mi chiquillo y yo soy tu Sire. Tú vendrás conmigo y yo tengo la obligación de guiarte en tus primeros pasos en el mundo de la noche. Y sí, por si te lo estás preguntando: eres un vampiro. Preferimos llamarnos cainitas, porque somos herederos de Caín. ¿Recuerdas la historia de la Biblia? No es cierta. Dios castigó a Caín por matar a Abel haciendo que ni él ni sus descendientes pudiesen morir en paz jamás... y que tuvieran que alimentarse de sangre el resto de sus vidas... hay mucha información que tengo que contarte, pero antes, debes descansar. Tenemos un lugar seguro, un refugio, al que llamamos Elíseo. Me dirijo hacia allá en estos momentos y te convendría venir conmigo porque dudo mucho que tengas un lugar adecuadamente protegido del sol que, por cierto, te mata si te toca el más mínimo rayo, tenlo en cuenta. 

La joven había empezado a hablar muy rápido, casi frenéticamente, saltando de un tema a otro repentinamente, como si se interrumpiera a sí misma. Toda la información que le dio en apenas unos segundos era importante, pero parecía inconexa entre ella. Entonces suspiró, dándose cuenta de la gran afluencia de cosas que estaba diciéndole al pobre Víctor en unos instantes. 

-Perdona, a veces mis siete yos tratan de hablar todos a la vez -comentó, como si fuera lo más normal del mundo-; ya te acostumbrarás. Es lo que tenemos los Malkavian, nunca somos del todo... normales. Tú eres ahora uno de nosotros. Pero a cambio, sabemos más que nadie ¿sabes? ¿Recuerdas la luz, tu alma yendo hacia ella, tú sin poder alcanzarla? ¿Recuerdas la oscuridad posterior? Los demás no lo recuerdan... sólo nosotros lo hacemos. Sólo nosotros recordamos todo nuestro Abrazo. 

Entonces comenzó a caminar, haciéndole un gesto al joven para que la siguiese. 

La joven, tras soltarme todo de golpe, me hace gestos para que la siga. Supongo que no tengo elección alguna por ahora.

Vampiros, cainitas, malkavian, demasiado para mi ahora, mejor lo dejo pendiente para mañana. Pienso mientras dejo que me guie hacia el denominado Elíseo. Las calles, la cuidad, todo es tan..ruidoso, claro, sucio. Voy a tardar en acostumbrarme a esto...ah!. Me doy cuenta que hay ciertas cuestiones que no puedo esperar para preguntar.

Ehh, si no te importa, me gustaría hacerte un par de preguntas. Primero.. ¿como te llamas?, yo soy Victor, encantado. Y segundo, puede que me equivoque pero... ¿yo soy un error?, es decir, mi...transformación, no era nada preparado, ¿verdad?

Por supuesto ya sospecho cual sera la respuesta a la segunda pregunta, pero necesito estar seguro.

La joven suspiró, más por costumbre que porque realmente necesitara respirar. 

-Lo siento -respondió- a veces olvido que los nuevos no me conocéis. Tú vas a tener que acostumbrarte a mis excentricidades -dijo sin rodeos-; al fin y al cabo, eres mi chiquillo.

Lo repetía con un tono casi como de admiración. Parecía como si aún no se lo creyera. Entonces cayó en la cuenta de que llevaba un rato callada mientras caminaban y aún no había contestado al hombre. 

-Perdona Víctor, llámame Azara. Y, bueno... si con "error" te refieres a que no tenía pensado Abrazarte (Y, por cierto, la transformación se llama Abrazo), entonces sí, eres un error. Como yo, mi hermana, mi propio Sire... somos una familia de errores. Curiosas decisiones las de los Malkavian... la verdad.

Pronto llegaron a un edificio antiguo. Entraron con una llave que tenía ella, subieron al ascensor y se elevaron hasta el ático. Una vez allí, ella abrió la puerta de la última planta, que era una casa toda entera, y le dio paso a una casa enorme, con varias habitaciones, todas terminadas en sendas ventanas que se podían cerrar a cal y canto para que no entrara un solo resquicio de luz, ornamentada al estilo victoriano y con muy buen gusto. 

Azara condujo a Víctor hasta una habitación, la de invitados, y le dijo que descansara un poco durante el día, que estaba a punto de salir el sol y que ni se le ocurriera abrir las ventanas hasta que no se hiciera de nuevo de noche, o moriría. 

Víctor tampoco tuvo mucho donde decidir. Sin darse cuenta y sin poder él evitarlo, un intenso Sopor comenzó a hacerse dueño de su cuerpo. Los párpados le pesaron demasiado como para soportarlos y, finalmente, tumbándose en la mullida cama sin siquiera desvestirse, el joven matemático se durmió. 

De pronto algo agitó sus sueños. Víctor se despertó de golpe y se encontró con una Azara de rostro serio, preparada para salir corriendo, katana a la espalda y con ropa nueva. 

-Están atacando el Elíseo, el Sabbat ha adelantado sus planes y ha pillado por sorpresa a... -comenzó; sin embargo, al ver que Víctor, aún medio dormido, no se estaba enterando de nada, cambió de tercio y aclaró-: Nosotros somos una facción. El vástago que te atacó es de la otra. Esa otra se llama Sabbat y ahora mismo estamos en guerra. Acaban de atacar el refugio central, la sede de nuestra facción. Mi Sire está ahí, y su Sire, y mi hermana y todos los demás. Y necesitan ayuda. ¡Vamos! ¿Sabes utilizar algún arma? ¿Sabes pelear?

Terminó, apremiándolo para que se levantara rápidamente y la siguiera. 

Despierto de golpe, confundido ¿Ha sido todo un sueño o ha sido real?. Me encuentro a Azara, con la katana desenvainada. No, sigue siendo real.

Tras decirme que nos están están atacando me pregunta por mis habilidades de combate.

¿Pelear? No, no se, no soy una persona violenta, pero tampoco se que puedo hacer en este nuevo estado. En cuanto a armas...se me da bien el calculo rápido y siempre he tenido buena puntería, si me das algún tipo de projectil que pueda dañar vampiros tal vez pueda ser de alguna ayuda, pero no esperes demasiado.

Tras decir esto me levanto y la sigo.