Partida Rol por web

-Un Malkavian antitribu... -La Príncipe abrió la boca por primera vez en toda la conversación- eso es muy peligroso...

Su gesto era de concentración y sus brazos se cruzaban sobre el pecho, en una postura reflexiva.

-Y dices que lo mataste, ¿estás segura? ¿le cortaste la cabeza? -cuando la joven asintió con fruición, Helena asintió también y dirigió su mirada a Ángela- ¿has inspeccionado su aura? -de nuevo un asentimiento rotundo- Tu chiquillo nunca se equivoca en estas cosas... por eso es tan buen Justicar. ¿Cómo puede un neonato cometer la Diablerie de esa manera? ¿Cómo es posible? Debería estar muerto... y no por la ley de la Camarilla, no debería haber sido capaz, potencialmente hablando...

Isaac empezaba a comprender... Diablerie... su memoria fotográfica le daba toda la información. ¿John? ¿Cómo había podido?

Isaac era incapaz de controlar sus pensamientos, y se notaba.

-Pues lo ha logrado... -respondió el Senescal- y ahora me toca explicarles a estos tres exactamente lo que ha sucedido... Nadia, ve a avisar a Lola. Supongo que Rafael querrá hablar con ella. Príncipe, márchate a descansar, está a punto de amanecer. Y vosotros -se dirigió hacia los tres neonatos que esperaban sus respuestas- venga, vamos, os explicaré algunas cosas...

El hombre se acercó a una de las mesas laterales de la sala y se sentó en ella, invitando a Isaac, Patrick y Jack a que se sentaran también. 

-Muy bien, sé que alguno de vosotros estuvo indagando sobre su nueva condición aquí, en nuestra Biblioteca. ¿Alguno sabe decirme qué es la Diablerie? O Amaranto... como lo llaman los Antiguos -inquirió, con la paciencia de quien alecciona a unos niños pequeños. 

Efectivamente, Isaac recordaba haber leído esa palabra. Ambas, en realidad, aunque eran dos formas de llamar a una misma cosa. Lo recordaba todo. No sólo de la Biblioteca, sino del libro de los Assamitas también. Al parecer este clan estaba dividido en cuanto a su opinión sobre esa Tradición en particular pues muchos de ellos seguían considerando digno practicarla, pero otros preferían acatar las leyes.

Isaac asintió.

- Lo leí en la biblioteca además de en algún otro lugar. De alguna manera consiste en absorber el alma de un vampiro, lo que te da el efecto equivalente a absorber parte de su poder e incluso retroceder alguna generación en la pureza de la sangre. El problema es que el vampiro absorbido puede quedar latente en el que ha realizado la Diablerie e incluso en ocasiones manipular sus actos.

Isaac había resumido un poco lo que había leído, pero estaba muy nervioso.

- ¿John ha hecho eso? ¿Ha... podido? - Se sentía incómodo - Algunos clanes incluso no lo ven mal...o lo permiten... ¿lo vais a matar?

Torcí el gesto con las explicaciones dadas. Cuando Isaac ofreció su versión de lo que es eso de la diablerie o amaranto, no pude reprimirme y hablé.

- ¿Absorber el alma? Pero ¿cómo? ¿No será mediante la sangre? - Fruncí el entrecejo. - Un vampiro alimentándose de otro vampiro... ¿eso no sería como canibalismo? - Luego recordé el instante mágico de mi abrazo y el sabor maravilloso de la sangre de mi sire. Pero aquello fue algo íntimo, personal y tan cercano al amor como puede estar el corazón muerto de un no-muerto, no algo que apetecería hacer con un enemigo. Por lo menos así lo sentía en ese momento.

Sacudí la cabeza para quitarme aquellas consideraciones de la sesera. - Creo que lo comprendo, como creo comprender que la condena de Lola debe obedecer a que John sería su chiquillo y es en parte responsable de sus actos. ¿Estoy en lo cierto?

Isaac asintió ante Jack.

- Sí, se hace bebiendo la sangre de otro vampiro. El problema principal es que no solo la sangre es lo que absorbes. Si el otro vampiro es muy poderoso puede llegar a dominarte.

Se volvió hacia el Senescal.

- Comprendo que ha cometido un grave error y que debe pagar por ello, pero deberían tener en cuenta algún atenuante. Creo que John no ha leído casi nada de la biblioteca y no se si nadie le previno. A mi nadie me he prevenido al respecto, me enteré por lo que he leído aquí.

Otro tema preocubada a Isaac

- No debe quedar mucho para amanecer y debería llegar antes al refugio. Me gustaría también dejar a Lucy en casa. Si se hace muy tarde ¿podría pasar aquí el día? Lucy podría irse en taxi.

El Justicar condujo a John por unos pasillos por los que no había estado antes el joven político. Bajaron unas escaleras de piedra, de apariencia muy antigua, sin hablar. Las escaleras desembocaban en un pasillo flanqueado por varias puertaas de verja metálica. 

Rafael abrió una de ellas y miró a John, sin decir una sola palabra. El neonato entendió perfectamente y caminó hacia lo que por el momento sería su cárcel, sabiendo que si protestaba las cosas se pondrían mucho más feas para él de lo que ya estaban. Pero, de pronto, en ese momento, algo sucedió en su interior. No era el rugido que había sentido antes y logrado controlar, no era la bestia que había dentro de él desde que lo abrazaron y que, al parecer, estaba dentro de todos también... no. Era algo diferente, nuevo, extraño. Ese "algo" estaba intentando resistirse, no entrar en la celda, pegarle un puñetazo a Rafael... estaba intentando tomar el control de su cuerpo. 

Pero John no se lo permitió. Ya había tenido bastante, se resistió, se debatió consigo mismo y, al final, logró aplacar aquella extraña fuerza. Entró en la celda rápidamente, como temiendo no poder controlarlo mucho tiempo. Rafael cerró tras él, dejó las espadas de Zaina, que ahora eran de John, en un estante del pasillo fuera de su alcance, y se volvió hacia él.

-Eso que te acaba de suceder es una de las consecuencias de lo que has hecho. Pero ¿qué has hecho exactamente, John? Cuéntamelo todo -le dijo a través de las rejas- y no te dejes nada ni te inventes nada, porque lo sabré -terminó, con una mezcla entre tristeza y enfado reflejada en su rostro. 

John se dedico a bajar por aquellos pasillos que le eran desconocidos, jamás en vida se vio a su mismo en una situación semejante y por mucho estaba lejos de lo que había imaginado podría vivir para contar. Al momento que Rafael abrió la puerta, algo se debatió en su interior, algo dentro de él, que no era precisamente él, una especie de instinto ajeno de todas las formas posibles a la forma de ser de John, algo, impropio de él.

Pudo mantener el control, pero sin duda era algo muy extraño. Tras entrar a la celda ve como Rafael coloca las espadas en un estante, fuera del alcance de este, y escucha la pregunta, a lo cual responde mirandolo: No lo se...! en su cara había algo de tristeza y decepción acerca de sí mismo, es decir, ciertamente sabemos lo que hice, más no sabía que ello iba a ponernos a todos es esta situación, yo solo quería acabar con el enemigo, John en ese momento recordó a Lola y las consecuencias que esta tendría que pagar por su acto.

La situación fue tensa Rafael, al menos al principio, sin embargo, estabamos empezando a cabalgar bien la ola Zaina peleo muy bien, en ese instante miro hacía las espadas, recordando lo valiente que esta fue durante la batalla, luego regreso su mirada a Rafael, Evan por su parte bueno de él no se que tipo de batalla estaba teniendo con su contrincante el cual era terriblemente fuerte pero si recuerdo haber visto que mordía sus labios y sus ojos estaban blancos, blancos como papel, yo por mi parte, bueno mi enemigo era más fuerte que yo, de hecho creo todos nuestros enemigos lo eran, sin embargo, logre colocarlo en una situación de desventaja y me valí de ese momento pues se que en una batalla todo puede cambiar en un segundo y en efecto así paso, 3 segundos más tarde Zaina y Evan eran polvo. 

John baja la cabeza un segundo cortando el contacto visual con Rafael un instante para luego retomarlo, mira yo realmente no se si tome la mejor de las decisiones, pero al menos por ese momento me funcionó, y pienso es lo importante, esos sujetos son una molestia, la expresión en ese momento de John cambió, reflejaba molestía, el "Relaciones Públicas", que sujeto tan molesto y fuerte, en ese momento John recordó la tarjeta y sin mirar metió la mano dentro del bolsillo donde la había guardado y sin pensarlo, le dijo a Rafael, esto pertenecía al sujeto más fuerte de ellos, quien mato a Zaina y Evan, no se si te sirva, y tras darle la tarjeta continua regresando la mirada a Rafael, mira yo no se si hice bien o mal pues eso es tan sencillo como que es un punto de vista, en este momento el semblante de John se torna serio en este momento estoy aquí contigo y tomando en cuenta que podría ser polvo pues personas más fuertes que yo cayeron eso estar aquí en pie para mi no es tan malo, pero por otro lado para ustedes parece ser malo pues elimine a un enemigo antes de que este me eliminase a mi, ciertamente no fue la manera más idonea lo se, pero para ese momento era lo que tenía a la mano, y así cerro su boca.

John en ningún momento mintió, en su rostro se reflejaba la seriedad que todo este asunto necesitaba tener, ahora solo esperaba la opinión de Rafael.

Rafael escuchó en silencio todas las respuestas del joven, atento a todas sus explicaciones, paciente. 

-Zaina siempre ha peleado muy bien. Y Evan -respondió al final, cuando John terminó todo-; por eso estaban en el grupo de caza. Tienes mucha suerte, John. Mucha suerte de seguir vivo y... 

Rafael inspiró hondo, más por costumbre que porque realmente necesitara respirar, para calmarse. Soltó todo el aire y comenzó:

-Lo que has hecho, es uno de los peores crímenes que se pueden cometer estando en la Camarilla. Tenemos una suerte de leyes, llamadas Tradiciones. Es tu Sire quien se tiene que encargar de cumplirlas pero entiendo que Lola no lo ha hecho. Ya sea porque está muy ocupada o por lo que sea, se le ha permitido mantener a un chiquillo no permitido porque te abrazó en un momento de necesidad y porque ha sido de gran ayuda para la Camarilla desde que llegó con nosotros. Pero es su obligación enseñarte esto, tenga la cabeza donde la tenga, por eso ella también es culpable. La Cuarta Tradición dice que aquellos a los que creas son tus propios chiquillos. Hasta que los liberes, estarán a tus órdenes en todo y sus pecados serán tu carga. Por eso Lola es tan culpable como tú. Y la Sexta Tradición dice: Tienes prohibido destruir a otro de tu especie. El derecho de inmolación corresponde sólo a tu antiguo. Sólo los más antiguos pueden declarar la Caza De Sangre. Y las Cazas de Sangre -terminó de aclarar- como la que se ha declarado ahora mismo, se refieren a matar. No a diabolizar. Lo que tú has hecho es beberte, literalmente, el alma de otro cainita, condenándolo a vagar para toda la eternidad en la oscuridad. 

El Justicar, que había mantenido un tono sereno y tranquilo durante toda su explicación, lo miró con expresión grave.

-Se había declarado una Caza de Sangre, sí -terminó-; y eso es un atenuante. Por eso sigues no-vivo. Pero existen otras formas de eliminar. Y, por lo que creo, tardaste tanto que Zaina y Evan, que habrían necesitado tu ayuda, no la tuvieron.

Entonces se acercó y cogió la tarjeta que John le tendía. 

-Puede ser un comienzo, sí -aceptó-, gracias, lo investigaré. Y en cuanto a tu caso, mañana será otra noche. Está a punto de amanecer y todos debemos descansar pues el Sopor no perdona a nadie. Mañana  tendremos en cuenta todas las circunstancias y sopesaremos.

Parecía que se iba a marchar, cuando se dio la vuelta y decidió explicarle a John algo más. 

-Lo que viste de Evan y el otro hombre eran sus sombras en este mundo. Habían viajado a la Umbra, el mundo de los espíritus. Yo también lo he hecho alguna vez, pelear allí es... diferente. Evan debió de perder allí. Él debió de matarlo en la Umbra, por eso viste lo que viste. 

Y dicho lo cual, el Malkavian se dio la vuelta y se marchó de aquel lugar, dejando al joven político solo con sus pensamientos. El Amanecer estaba a punto de llegar. Los párpados le pesaban ya demasiado...

En ese momento se abrió la puerta y Rafael apareció con una expresión adusta en el rostro. Se acercó a ellos y comenzó a responder a sus dudas una a una, como si las hubiera escuchado todas. 

-John ha hecho eso, sí -le dijo a Isaac-, no sé ni cómo, pero lo ha hecho. Y ahora está pagando las consecuencias de sus actos. Los clanes que no lo ven mal están fuera de la Camarilla. Supongo que te refieres a los Assamitas, el que haya algunos de ellos con nosotros, no significa que el clan como tal no sea independiente. Desde luego las leyes fuera de la Camarilla no son como dentro. Aquí tenemos una cosa denominada Tradiciones, haríais bien en echarles un vistazos. En la Biblioteca tenemos muchos tratados sobre ellas. 

Entonces se sentó en la mesa, junto a ellos. 

-No sé si lo mataremos o no, mañana habrá un juicio y se decidirá su suerte según todas las circunstancias. Ya me ha contado su versión, luego interrogaré a Nadia, es la única de todos ellos que queda con vida, aparte de John. 

Entonces se volvió hacia Jack.

Efectivamente, como dice Isaac, la Diablerie no es sólo beber su sangre, sino su alma también y sí, es algo así como el canibalismo para los mortales. O peor... Y sí, como bien dices, es Lola la responsable de John. Todos somos responsables de nuestros chiquillos hasta que les permitimos ir por su cuenta y para eso, quedan aún unos años. Ella no le previno y es también en parte culpa suya que esto haya sucedido. No obstante, tendremos también en cuenta sus circunstancias personales. 

Finalmente los miró a los tres. 

Os aconsejo que volváis a vuestros refugios y descanséis. Mañana será otra noche y habrá mucho que hacer, independientemente de este incidente... Voy a averiguar qué ha pasado con Azara, Rafa y los demás -le dijo entonces a Álex.

Se levantó, se despidió de todos ellos educadamente y se marchó. 

-Podéis iros a vuestros refugios, sí -respondió entonces el Senescal, después de despedir al Justicar con un asentimiento de cabeza-, todos deberíais hacerlo. Ya sabéis que si no tenéis un lugar, podéis pasar aquí el día. Aunque creo que todos lo tenéis, ¿no? -después añadió- Queda una hora para que empiece a amanecer. Os da tiempo a marcharos. Mira, incluso puede que te dé tiempo a acercar a Lucy. 

En ese momento la mujer salía por la puerta por la que se había ido con la niña, pero al salir iba sola. Cuando vio a Isaac sonrió, pero se mantuvo a distancia, esperando a que terminaran todos de hablar. No quería interrumpir. 

El Senescal se levantó, se despidió también de ellos y se marchó en dirección a otra de las puertas. 

Isaac estaba muy preocupado por lo que le pudiera pasar a John, pero apenas quedaba tiempo para poder llevar a Lucy a su casa y luego llegar él mismo a su refugio, además quería hablar con ella en el coche.

- Lucy, tenemos que irnos - Le dijo con una sonrisa - Te acerco a casa con el coche y luego voy a mi apartamento antes de que amanezca.

Isaac apenas se despidió del resto de los allí presentes y salió con Lucy a la calle, llegando a donde tenía el coche en apenas unos minutos. Una vez en el coche rápidamente circulaba hacia casa de Lucy.

- Escuchame, hoy has visto y han pasado muchas cosas. No se si has dormido algo, si te encuentras mal manda alguna excusa y no vayas a trabajar. Olvidate de espiar a Roberto, todo llegará con el tiempo. No quiero que te expongas a nada peligroso.

El trayecto apenas había durado unos minutos e Isaac aún tenía margen para llegar a su apartamento. Tomó las manos de Lucy entre las suyas.

- Cuidate, eres lo más importante. Cuando se ponga el sol si quieres pásate por el apartamento.

Isaac apenas hizo un vago gesto hacia los demás antes de tomar a Lucy por el brazo. Al instante ambos salieron de Elíseo.

Lucy le sonrió abiertamente y sujetó sus manos.

-Isaac, relájate, tranquilo. Estoy bien, puedo ir a trabajar... ni que fuera la primera noche que no duermo -bromeó, mirándolo significativamente- y no te preocupes por Roberto, yo me encargo. 

Dicho eso, se acercó un poco a él y, tras dudar una décima de segundo, le dio un beso en la mejilla. Después salió del coche, sonrió una última vez, y se dirigió al portal de su apartamento. Tras verla desaparecer por él, el empresario condujo rápidamente hasta su propia casa. 

Patrick valoró lo que había presenciado en silencio. Contaba con dos nuevos datos, a su parecer muy relevantes: la existencia de una ley que rige esa sociedad, y la posibilidad de ganar más poder a partir de otros. Claro que si identificaban aquella ley con una Tradición, probablemente sería muy inflexible, y por otro lado aquel poder tenía un precio, y resultaba difícil de controlar. Confiaba en que John saliera bien librado de aquello; no es que le tuviese especial simpatía, pero no le parecía justo que fuera juzgado por algo que desconocía.
Patrick mismo sentía instintos y poderes que eran nuevos para él, que aún no podía dominar. Quería creer que incluso entre aquellas criaturas podrían comprender que un recién nacido no es capaz de andar sin el tiempo y la ayuda suficiente.

Finalmente abandonó también la sala, prometiendose visitar más adelante la biblioteca, para evitar futuros malentendidos, y quién sabe, quizá descubrir algunos secretos.

John se despide de Rafael, entendiendo un poco más la gravedad de sus actos.

Pensó un poco hasta que se durmió. 

Rápidamente, de pronto Jack estaba solo en aquel lugar. 

Quedaban pocos cainitas por allí, la mayoría se habían ido a sus refugios ya y de los que quedaban, no conocía a ninguno. 

En ese momento una puerta se abrió y Lola salió por ella, corriendo en dirección a otra, sin siquiera dirigirle una mirada a nadie. Unos minutos después volvió y su presencia había cambiado por completo. Sus hombros estaban caídos y en su rostro se notaban, a pesar de ser vampiro, signos de un gran cansancio y de una profunda tristeza. Se quedó unos segundos mirando la mesa donde habían estado los tres y al joven que aún quedaba en ella, sosteniéndole la mirada. Lo recordaba de aquel pub. Se acercó, finalmente, y se dejó caer pesadamente en la silla. Apoyó los codos en la mesa y hundió el rostro entre las manos, abatida. 

-Se han ido todos ya, ¿no? -preguntó, sin levantar la vista- ¿no tienes un refugio? deberías descansar...

Miré a Lola. Creí entender el porqué de su abatimiento, aunque no iba a encontrar compasión en mi mirada, por lo menos no compasión sincera. Aunque tampoco creí que fuera de aquellas personas que les gustase ir por ahí levantando sentimientos de lástima, así que no me esforcé en parecer compasivo. Decidí ignorar el tema.

- Sí. Se han ido todos. - Le dije, y asentí cuando dijo que debía descansar. - No estoy seguro si mi casa será segura como refugio, creo que mañana viene la asistenta a limpiar y no quiero arriesgarme a que abra las cortinas de golpe... ni matarla de un susto por encontrar un ataúd en el salón. - Mi tono era jocoso. - Supongo que tengo que adaptar mis cosas a mi nueva vida... o no-vida, como he oído que se le llama.

La observé con atención. Mis ojos la desnudaron con candor. A pesar del cansancio seguía pareciéndome tan hermosa como cuando la vi en el pub, en compañía de las demás.

- ¿Tienes tu refugio cerca? - Le pregunté, cambiando mi postura para acercarme a ella, mirándola más de cerca, colocándome en aquella pose que sabía que hacía irresistible mi mirada... al tiempo que me preguntaba a mí mismo si los vampiros se complacían de mantener relaciones íntimas entre sí. Por lo menos, mirando a Lola, no me habría importado compartir el lecho con ella. Eso podría significar dos cosas, o que los vampiros también tenían necesidad de ser amantes, o que yo aún era demasiado humano. Si era lo primero, podía ofrecerle a Lola la distracción que necesitaba para olvidar lo sucedido, por lo menos hasta la siguiente noche. - Quizá me podrías permitir quedarme, por este día.