Miyamoto se paró para saborear el frescor de la noche, disfrutando de aquel aire que tanto se parecía al de su aldea natal. Había días que maldecía la monótona rutina que reinaba en su zona, pero lo cierto es que se alegraba de haber sido asignado allí; aquel pequeño pueblo era su premio por estar entre los trescientos mejores de la Quinta División, un sitio apartado y tranquilo, sin las preocupaciones de las grandes urbes.
Un suave rasguido quebró el silencio que le rodeaba. Lo había escuchado demasiadas veces como para no saber lo que vendría a continuación, así que se limitó a suspirar mientras desenvainaba su zanpakutô, girándose hacia la grieta que ya empezaba a abrirse. Era considerablemente grande, incluso para la monstruosidad que con toda seguridad saldría de ella, y se alzaba a varios palmos del suelo.
El shinigami levantó su espada, preparándose para eliminar al enemigo en cuanto apareciese, pero algo paralizó sus músculos. Aquel sonido se había repetido, más fuerte que antes, a su espalda... por encima de él... a su izquierda... Sus ojos observaron horrorizados como las Puertas empezaban a crearse en todas direcciones, cubriendo el mundo con su negrura insondable.
Un escalofriante chillido le hizo mirar de nuevo a la primera, y lo que vio destruyó las pocas esperanzas que pudieran quedarle: una descomunal máscara blanca, de casi veinte metros de altura, luchaba por colarse en aquel plano. Incapaz de hacer otra cosa, Miyamoto cargó hacia su fin con un poderoso grito de guerra.
Y así, durante un instante, el cielo se tiñó de rojo.
Shieru abrió los ojos sobresaltada. Aquel sueño... había sido demasiado real...
Miró a su alrededor para confirmar que todo seguía sin novedades. Le resultaba casi increíble que se pudiera haber quedado adormilada en un momento como ese, pero no era para menos teniendo en cuenta el aburrido trabajo.
Los nuevos shinigamis se habían ido congregando a la entrada del cuartel desde primeras horas de la mañana. No eran muchos los que este año optaban por entrar a la décimo segunda división, y hacía ya un par de horas que les habían hecho entrar a todos a una pequeña sala de trabajo.
Como podía esperarse de quienes tenían tanta relación con el Departamento de Investigación, aquel cubículo poco tenía que ver con el arte de la espada: no había espaciosas zonas de entrenamiento, zonas de combate delimitadas en el suelo ni atriles con armas de madera. En vez de eso, una amplia mesa -tan larga que podían sentarse los cuatro nuevos reclutas sin problemas- ocupaba el fondo de la habitación, acaparando cada brizna de luz que pudiese colarse por la pequeña ventana de madera.
Las paredes -si es que había alguna detrás de las abarrotadas estanterías- estaban forradas de libros hasta el techo, de todos los colores y tamaños posibles, amontonados en inestables montañas, tirados en los rincones junto con multitud de carpetas antiguas y documentos de aspecto científico.
Y precisamente aquel desastre iba a ser su trabajo, les había informado con poca delicadeza una mujer que no parecía tener tiempo para tratar con los molestos novatos. Llevaba el pelo de un extravagante color morado, y por lo que les dijo se llamaba Aiko Matsuyama, su superior directa a partir de ese momento. Apenas les había dedicado un par de palabras más antes de marcharse, pero quedó bien claro que no saldrían de allí hasta haber limpiado, clasificado y archivado todos los documentos de la habitación.
Pues ya empiezas ^^ Contando contigo sois cuatro los que habéis solicitado entrar en la 12ª división este año (a los demás les conoces al menos de vista de la Academia, y si te esfuerzas un poco puedes recordar sus nombres).
Shieru suspiró silenciosamente, bastante decepcionada de momento. Había tenido alguna espectativa mas sobre las actividades de esa sección. No tenía ganas de pasar el día dentro tampoco ahí adentro, y se notaba que no tenía el menor interés en socializar. Le parecía conocer los nombres de algún presente, pero procuró comenzar a escudriñar por donde ordenar en silencio. No venía a buscar amigos, eso estaba claro.
Tras unos minutos pareció evidente que ninguno de los allí presentes tenía mucho interés en entablar conversación con el resto, y los cuatro se pusieron a trabajar dejando una considerable distancia entre ellos. Era una tarea relativamente fácil, pero aburrida y monótona hasta límites insospechados.
Quizás fue por eso que, cuando un par de horas más tarde -y mucho polvo acumulado en sus ropas- escucharon de nuevo la autoritaria voz de su superiora, casi hasta se alegraron- ¡Novatos, venid aquí! -les llegó su grito desde fuera de la habitación.
Esta zorra solo ha hablado dos veces y empiezo a odiarla...
Shieru dejó el archivero que estaba acomodando con el entusiasmo de una marcha funebre, para acudir al llamado.
Mientras salía detrás de uno de sus compañeros -un joven alto y con gafas- al pasillo que hacía de vestíbulo principal, Shieru pudo ver que un grupo de casi veinte shinigamis había entrado en el edificio y discutía con su superiora. O más bien regateaba, pues Aiko parecía decidida a librarse de sus incómodos aprendices a cualquier precio.
Sigue en la escena de la "6ª División" ^^