Partida Rol por web

-Creoq ue deberíamos irnos a la habitación otra vez... o llamar a la señora que nso abrió, pero deberíamos hacer algo. Si se giran y nos ven husmeando...-opina Ryoko cada evz más tensa con lo cual sus uñas cada vez se unden más en al piel de su marido.

No puede apartar la vista de ellos.

"Parecen estar dormidos de pie... o rezando... esto es muy raro"

Ryoko miró a su hija para ver la expresión de su rostro, sin pararse a pensar que al suya propia era horrible.

 La luz de la cerilla iluminó la estancia. Alli estaban los cinco, las cinco personas que habían hablado a la tarde con ellos se encontraban sentados de la misma manera que antes. Podian verles con las rodillas en el suelo, las manos sobre las piernas totalmente inmoviles. Pero faltaba algo. ¡Aquellas personas no tenían cabezas! Rapidamente la familia empezóa mirar a todos los rincones. Algo debía haberlos matado. Pero...un momento. Alli no había sangre, ni signos de pelea. Era como si las cabezas, simplemente hubieran desaparecido. 

La sensación de que algo los observaba se acrecentó. Y derrepente la familia sintió una sensacion sobrecojedora.

-Kisho......las máscaras..... ¿cuántas máscaras ahí en la habitación? -añade Ryoko casi sin aliento.

"No tienen cabezas... pero no hay sangre... ¿qué demonios está pasndo aquí?"

Ryoko no deja que su hija mire dentro de la habitación, la mantiene sujeta detrás suyo y sus uñas cada vez están más clavadas en el brazo de su amrido, se da cuenta a tiempo y le suelta.

-Kisho.... ¿qué.... qué hacemos? ¿No sientes eso?

"Qué sensación tan desagradable"

Kisho quedó petrificado. Aquellos cuerpos no tenían cabeza. Habían estado ablando y tomando té con ellos hacía escasa horas, ahora estaban ¿muertos?

Kisho noto como la cabeza le empezaba a dar vueltas, y las piernas empezaban a flojear bajo su peso. - Esto está muy mal, algo va pero que muy mal...

La voz de Ryoko le hizo volver ante la puerta de la estancia. Por un momento temió caer desmallado.

- ¿Las mascaras?... No, no recuerdo... Aun estaba luchando contra sus propias dudad y miedos.

Los ojos asustados de Mitsuko le infundieron el valor suficiente para pensar con claridad. Su familia le necesitaba, y no podía derrumbarse.

- Será mejor que salgamos de esta habitación, cariño. Cojamos nuestras cosas y salgamos de aquí.

En ese momento Kisho notó una sensación sobrecojedora. Algo que lo observaba.

- ¿Has notado eso Ryoko? Mientras la cerillas que tenía en su mano, se consumía por completo, y cogía con fuerza la mano se su mujer.

-¡Claro que lo he notado! ¡Lo llevo notando desde que me he despertado!-dice Ryoko algo alterada-. Y si mi sensación no falla... no vamos a poder salir... Kisho, volvamos a la habitación, hablemos alli, no quiero que Mitsuko vea esto-dice mientras tira de la manga de su marido.

Vuelve a echar la vista a la habitación donde se encuentran los hombres sin cabeza.

"Pero, ¿por qué no hay sangre? ¿Los han decapitado y han tenido el detalle de limpiar?"

Mira a su hija intentando ocultar su miedo.

-Hija, vamos a la habitación-la indica mientras tira de su marido.

"Allí hablaremos más tranquiloa y quiero ver cuántas máscaras hay en la habitación.... aunque ese dibujo...."

 La casa aun parecia mas temible ahora. Oscura, silenciosa. Algo sobrenatural habitaba alli. Ryoko miró a la pared nada mas entrar en la habitación. Miró hacia las mascaras, como si ellas fueran las culpables de todo aquello. Pero alli seguian, inpeturbables, con esas miradas perdidas y esas sonrrisas retorcidas. 

-Horribles-susurra casi apra sí mientras las mira.

"Demasiadas... no me cuadra, allí hay cinco..."  dice mientras mira als innumerables máscaras de las paredes.

Se acerca al dibujo sperándo encontrar algo en él... pero sigue pareciéndole tan horrible como siempre.

-Kisho, ¿qué está pasando aquí?-dice casi sin aliento.

Se acerca a las máscaras.

"Es como si nos miraran..."

Busca de nuevo a su hija, pero no sabe cómo interepretar la expresión de su rostro.

- No... no lo se cariño. Aquella habitación le daba escalofríos, y más sabiendo lo que había en la otra estancia.

- La señora Maru... Dijo Kisho sobresaltado. Miro a su mujer y a su hija mientras recogía la vela de la habitación.

- Tenemos que encontrar a alguien...alguien que nos de una respuesta. Murmuró con voz sombría.

Y se dispuso a abandonar la estancia cogido de la mano de su mujer. - Mitsuko... No sueltes a tu madre, pase lo que pase. Dijo mirando a la joven.

Mitsuko abrió los ojos como platos al ver a los cinco hombres sin cabeza y sin pdoer evitarlo soltó a su madre y empezó a gritar estridentemente mientras retrocedía torpemente, trastabillando en un par de ocasiones hasta caer al suelo temblando de pies a cabeza.

Tan pálida como la cera permaneció señalando los cuerpos inmóviles con un dedo tembloroso hasta que sus padres la recogieron del suelo y la llevaron a rastras hasta la habitación.

-Esto no puede estar pasando, ¡dejad de mirarnos!- espetó algo fuera de si acercándose a las máscaras una por una para descolgarlas y romperlas contra el suelo.
-Yo no me fío de nadie, vámonos sin más- pidió con mirada suplicante a sus padres.

Ryoko sujetó a su hija de un brazo.

-Mitsuko-la dice mientrasla gira para ponerla de freten ahcia ella-manten la calma. Encontraremos qué hacer.

Luego la suelta.

-Igual tuvimos suerte y fue un asaltante que se coló. A lo mejor queda alguien en la casa... en la sala estaban los que estuvieron cuando llegamos... Incluyendo a la propia señora de la casa-explica pues oye a su marido mencionarla pues igual el shock no le ha dejado ver que también estaba allí-. A lo mejor hay más gente...-añade intentando darle un punto de cordura a esa situación.

Mira las máscaras con asco y desprecio como mirarías a una persona a la que odias.

"Espero encontrarle una solución lógica, sino voy a volverme loca"

- Mitsuko cálmate, no queremos enfadar más a los kami. ¿Verdad? Le dice severamente a su hija para que reaccione.

- Tal vez tengas razón Ryoko... Pero... ¿Y la sangre, donde estaba la sangre?

- Será mejor que registremos el resto de la casa. Dice Kisho mientras busca con la mirada algo que poder utilizar como arma contundente.

La vela crepita en la mano de Kisho, iluminando vagamente al estancia. Arrojando alargadas y oscuras sombras.

-¿A-a-a los ka...mi?- tartamudeó Mitsuko reprimiendo las ganas de volver a gritar sólo de pensar en esa posibilidad pero por suerte la mirada de su padre consiguió contenerla. Al menos por el momento.

Ella no estaba segura de que seguir investigando la casa aportara algo bueno pero sus padres eran los que mandaban y no le harían caso por mucho que le estubieran temblando las piernas así que con resignación y un gemido ahogado siguió a su madre clavándole los dedos en las mangas del kimono como si tmiera ser arrastrada lejos de ellos en cualquier momento.

Kisho recordaba varias puertas cerradas en el pasillo. Así que cuidadosamente se dirigió a la más cercana.

La luz mortecina de la vela a duras penas iluminaba el oscuro pasillo. El silencio era tal que podía oír los latidos de su corazón.

el pasillo se extendia a los lados siniestramente. Kisho, seguido por las dos mujeres se adelanto hacia la puerta de enfrente y la abrio despacio.

Nada, en aquella habitacion no parecía haber nada. Un futon estaba enrrolado a un lado de la habitacion junto a la pared. El estampado de las paredes, de un colro amarillo apagado apenas se distinguia pues la habitacion estaba casi toda en penumbra. Un candelabro se erguia en la esquina opuesta y una puerta cerrada conectaba con la habitación contigua.
Por un pequeño tragaluz en la parte alta de la pared entaba una brisa fresca qeu hacia titilar la vela que portaban. La cubrian con la mano pero no parecía que fuera a durar mucho tiempo encendida pues la cera estaba casi toda derretida.
Las mujeres miraban el pasillo atemorizadas, imaginando que algo aparecería de golpe mirandolas con ojos de demonio. Pero alli no había nada solo oscuridad y sombras. 

-Kisho, la vela se está apagando. Podríamos coger alguna de aquel candelabro-añade Ryoko mientras señala el candelabro de dentro de la habitación.

Siente su corazón latir aceleradamente. Oye la respiración de Kisho también alterada. Su hija se mantiene detrás de ella. Ryoko se gira y la mira, lamente hacerlo pues la expresión de su hija no la gusta nada.

"Esto nos está sacando de quicio a los tres"

Vuelve su vista hacia la oscura habitación decidida a entrar a por una vela si su marido no dice algo pronto.

-Cógelas mamá, no quiero que nos quedemos a oscuras...- le dijo con tono suplicante mientras su mirada temblorosa pasaba de la vela casi agotada que llevaba su padre en las manos al candelabro con posibles repuestos. Aunque de todas formas no parecía que fueran a alargar mucho el tiempo de luz del que disponían.

-Quizá esta sea una de esas casas malditas a las que se atrae ingenuos para alimentarse de sus almas. Deberíamos irnos cuanto antes- la verdad es que se acababa de inventar esa posibilidad pero teniendo en cuenta las leyendas sobre kamis que acostumbraban a contar por ahí tampoco le extrañaría demasiado que así fuera y tras decirlo no pudo evitar volver a mirar a su alrededor con los ojos abiertos de par en par.

Notais como una sombra pasa detras vuestra, se nota al verla pasar fugazmente por las paredes de la habitación.
Ningun ruido, ni pasos, ni alguien hablando.
Nada. 

Ryoko se gira rápido escondiendo a su hija detrás de ella misma, por lo consiguiente crean una ventisca que termina por apagar la vela.

-¿Lo...lo habéis visto? Decirme que lo habéis visto-dice con voz temblorosa.

"Tenemos que salir de aquí o acabaremos como los de la sala...sin cabeza"

No sabe por qué, pero ese pensamiento la sorprende en su cabeza.

El corazón de Kisho palpitaba en su pecho. Casi había podido notar la sombra deslizándose por la pared.

El movimiento nervioso de Ryoko acabó por extinguir la ya consumida vela. Parecía que todos habían visto aquella coas moviéndose. Por un momento Kisho penso que se estaba volviendo loco. La oscuridad cubrió toda la casa, y una sombra maligna rondaba cerca de su familia.

- Salgamos fuera. Salgamos rápido antes que sea demasiado tarde. La luna brillaba en el cielo, y les proporcionaría algo de luz. Si más no, estarían lejos de aquellos cuerpos decapitados.

Cogió de la mano a su mujer. - Rioko, coge fuerte a Mitsuko, y no os soltéis.  Y entre la oscuridad y el miedo intentó encontrar la salida al jardín.