Partida Rol por web

-¡Estoy bien! ¡Y no dejaré que te hagan daño!- respondió gritando más de lo debido a causa del miedo que le infundia el kami y el terror de pensar que podría hacer verdadero daño a su madre. Lo cierto es que su padre también corría peligro de muerte pero dado que no podía verle se esforzaba por pensar que seguía sano y salvo.

Así pues, correteó hasta las brasas del centro de la habitación haciendo acopio de valor y encendió los carbones y troncos que todavía quedaban, esperando a que las llamas hicieran acto de presencia antes de lanzar uno de los troncos encendidos hasta el cuerpo del monje.

Con la tela de la antorcha improvisada ardiendo, prendió fuego a la cabeza que había envuelto en su kimono.

La criatura parecía retorcerse y agitarse, intentando liberarse del saco ar¡diente. Pero Kisho no se quedó a observar el dantesco espectáculo.

Con el hacha hecha antorcha, corrió al interior de la casa. Las fuerzas le fallaban, la herida del hombro le dolía cada vez más. Pero tenía que correr al auxilio de su familia.

La simple imagen de su mujer e hija muertas entre los colmillos de aquellos seres, helaba el corazón de Kisho. El miedo y la desesperación luchaban por apoderarse de su corazón. Solo el amor a su familia le mantenía en pie.

Mitsuko empezo a extender el fuego rapidamente  por el cuerpo del monje, las ropas empezaron ha arder y el fuego se propago rapidamente por la seca carne brillando en la oscuridad de la sala.

La cabeza del monje emitio un alarido y cayó al suelo pero alli siguio agitandose y babeando. Derrpenete las demas cabezas aparecieron por la puerta. Miraron a las mujeres y con un chillido de rabia y odio se lanzaron a por ellas, mordiendolas en los brazos y las piernas. Incluso la cabeza que hace unos momentos se retorcia por el suelo las miraba con odio y de nuevo se avalanzo contra ellas.

Las mujeres gritaban, Ryoko no habia conseguido sacar la katana del cuerpo e la mujer y se defendia con los brazos igual que su hija.

-Vais a pagar por esto, estaremos toda la noche torturandoos-les gritaban mientras las mordian.

En ese momento Kisho entró en la sala, justo cuando orto cuerpo empezaba a arder junto al primero. Estaba desnudo, solo tapado por su fundoshi, y en la mano llevaba su ropa ardiendo alrededor del hacha. Esta, la tela, se movia hacia los lados de manera violenta y kisho notaba el calor en su brazo. Un regero de sangre que brotaba desde el hombro le llegaba a la rodilla y empezaba a sentirse realmente cansado.

-Dejadlas demonios-les grito con furia-Ryoko,Mitsuko venid rapido.

Emepzó a agitar el hacha en direción a las cabezas.

Los gritos de Mitsuko empezaron a resonar por toda la casa mientras pataleaba y braceaba intentando apartar las cabezas para que le dieran una oportunidad de apartarse de ellas rodando por el suelo para intentar alcanzar a su padre.

El fuego parecía que les hacía daño pero tampoco parecía destruirles del todo y pro desgracia no se le ocurría nada más para detenerles... pero quizá cuando se quemaran todos sus fuerzas empezaran a flaquear. No le quedaba mucha esperanza a la que aferrarse.

Ryoko intenta correr hacia su marido pero las cabezas le están mordiendo y le duele. Intenta golpearlas con los brazos, pero son rápidas. En un arrebato fugaz mira hacia su hija, no parece estar mejor que ella.

-¡Kisho! ¡Kisho! ¡Mitsuko!-lograba articular a través de las lágrimas que invadían su rostro.

"Es imposible... moriré yo, pero que ellos vivan"

Sigue con su afán de coger la katana pues piensa que si vuelve a clavarla en algún cuerpo las cabezas sólo irán a por ella.

"¿Y por qué sólo vienen a por nosotras?"

Sigue luchando inútilmente con las cabezas que muerden su piel.

Las cabezas se giraron cuando vieron llegar al hombre. Gritaban y aullaban llenas de odio. La sangre goteaba de sus colmillos. El fuego empezaba a extenderse no solo por los cadaveres si no por la madera tambien. Los tres recibian los golpes y dentelladas de aquellos demonios y pese a qeu los golpeaban sin cesar las criaturas los seguian atacando mientras gritaban.

Morireis todos

No vereis amanecer

Morid

Intentando dar golpes a esas cabezas voladoras Ryoko va huyendo de la sala. Echa un vistazo a su hija tirada en el suelo.

-¡Mitsuko, salgamos de aquí!- le chilla a su hija que está igual que ella.

Ryoko sale de la sala con als cabezas aún mordiéndole la piel, dándolas manotazos para quitárselas de encima.

-¡Salgamos de la casa!-chilla.

Kisho se tambaleó amenazando a las cabezas flotantes que hostigaban a Mitsuko.

- Tenemos que salir de aquí! Intentando coger a su hija por un brazo y arrastrarla hacia fuera de la habitación.

Apelando a las pocas fuerzas que le quedaban, lanzó la antorcha contra uno de los cuerpos decapitados de la estancia. Parecía que aquello distraía a las cabezas unos segundos.

- Ryoko, corre!! Hay que salir antes que toda la casa se queme y se venga abajo!!

La sala ardia. La madera crepitaba y los cuerpos se iban calcinando poco a poco. Los tres notaban el calor abrasante, el sudor corria por sus frentes y las heridas les ardian en la piel como marcas hechas al rojo. Los oidos taponados por los chillidos de aquellos seres que los seguian mordiendo y desgarrando su piel. Los brazos, las piernas...los cuerpos de los tres tenian numerosas heridas y cortes. Se defendian como podian intentando salir de aquel infierno en que se habia convertido la casa. 

Apenas podian pensar, no entendian nada de todo aquellos. Siplemente se defendian y luchaban por sobrevivir.

Ryoko intentó correr hacia la puerta ignorando las mordeduras de esos seres.

"Tener un hijo duele más que esto, tener un hijo duele más que esto" piensa para superar el dolor.

Coge a su marido del brazo y ria de él que tiene agarrada a Mitsuko hacia la puerta de la calle. Que puede ver que está abierta. Corre tirándo de ellos hasta que llegan fuera.

Cojeando y medio arrastrada por sus padres, Mitsuko corrió todo lo posible por salir de la horrible casa en llamas a pesar del dolor y las heridas, pues la subida de adrenalina y la amenaza de nuevas mordeduras eran lo suficientemente altas como para otorgarle un último empujón de energía.

-Ya estamos fuera, ya estamos fuera...- musitó la joven con un tono algo desesperado al notar el aire frío de la noche.
Después miró el agua oscura y pensó en el fuego que conseguía dañar a los kamis.

-Quizá dentro del agua no puedan alcanzarnos- era arriesgado pero seguir corriendo también lo era... Aunque los espíritus acostumbraban a estar ligados a un objeto o lugar y quizá si conseguían llegar al bosque la pesadilla terminara.

Kisho avanzó tan rápido como sus cansadas piernas le permitían. Al cruzar la puerta y alcanzar el exterior, giró sobre si mismo y cerró la puerta tan rápido como le fue posible. 

Tenía la esperanza que el fuego se extendiera por toda la casa, y atrapase a esos monstruos dentro.

-  Hay que esconderse... He hizo una pausa intentando recuperar el aliento. -¿En el agua? Respondiendo a la sugerencia de Mitsuko - Por que no... Pero no os paréis... no os paréis. Instigando con sus gestos a Ryoko y Mitsuko para que continuaran hacia el bosque.

Kisho, portando solo su fundoshi, se miró el feo aspecto de la herida del hombro. Observó también las manchas de sangre que oscurecían la ropa de su mujer e hija. - Cariño... Tenemos que hacer algo con estas heridas. Le susurró a Ryoko mientras empezaba a caminar. - Escondamonos en el cobertizo de la leña, allí podrás vendarnos. Rápido... antes que logren salir de la casa.

Salieron de la casa, el viento cada vez era mas frio.Las ramas de los arboles se agitaban mas violentamente que antes y el fuego de la casa iluminaba el lago y los primeros arboles del bosque. La familia asustada intentó esconderse pero apenas pudo dar dos pasos hacia el cobertizo cuando de nuevo los colmillos se les volvieron a clavar en la carne. Alli estaban las cinco cabezas, goteando la sangre de la familia, con aquellas sonrrisas malvadas y esas miradas de odio.

-No escapareis de nosotros!

Seguian corriendo hacia el bosque, esquivando los troncos de bambú. Las cabezas les pisaban los talones, pues e movian mas lentamente entre los arboles. Pero aun asi podian oirlas detras suya a pocos metros riendose y haciendo esa especie de gorgoteo incesante,

Kisho apenas era capaz de pensar con fluidez a juzgar por lo contradictorio de sus palabras y sus acciones pero desde luego Mitsuko no iba a culparle por ello, era difícil concentrarse en algo más que no fuera el incesante dolor de los terribles mordiscos y el cansancio que cada vez agarrotaba más a sus delgadas piernas.

La joven siguió corriendo con todas sus fuerzas pero poco a poco y entre llantos se empezaba a dar cuenta de que no aguantaría mucho más ese ritmo. No con esas heridas recorriéndole todo el cuerpo.

Ryoko estaba dispuesta a curar las heridas de su marido y de su hija, pero als cabezas salieron demasiado pronto de la casa y no puedo más que seguir corriendo.

-Kisho no... puedo... más....-dice mientras el ritmo de su carrera se frena.

La duele todo el cuerpo que tiene ensangrentado a causa de los mordiscos. Rompe a llorar ante la repentina sensación de saber que va a morir mientras agta sus últimas fuerzas en una última carrera.

"Al menos si se entretienen en comerme a mí, se salvaran Kisho y Mitsuko".

Piensa para sí pensando en detenerse, pues su cuerpo no aguanta más el ritmo.

Kisho corría con todo lo que le quedaba de fuerzas. Y la verdad, no eran muchas.

- No, no, no... Ahora no Ryoko, no te rindas amor mio. Con la voz quebrada y las mejillas mojadas por las lágrimas de impotencia. - Apóyate en mi... vamos, vamos. Cogió el brazo de su mujer y se lo paso por detrás del cuello, mientras la cogía por la cintura.

- Vamos Mitsuko, un poco más, tenemos que despistar a esos monstruos. Intentando darle ánimos desesperados a su querida hija. - No te rindas... vamos cariño, vamos.

Si seguía aun de pié era solo por la determinación de salvar a las personas que más quería en el mundo.

Avanzaban penosamente, con las oni acercándose cada vez más. Kisho sostenía como podía a Ryoko, mientras Mitsuko corría a su lado entre lagrimas de miedo y dolor.

- Intentemos atraparlas... La voz de Kisho sonaba entrecortada y fatigada. - Yo utilicé mi kimono... Cacemos a esas cosas, antes que lo hagan ellas. En los ojos del hombre brillaba un destello de determinación.