Partida Rol por web

En cuanto vio al grupo de recién llegados. El Bruce Willis irlandés de aspecto desmejorado se acercó a la zona más despejada de la barra y la limpió con un trapo. Les había calado al momento, solo con un vistazo. Sabía que eran polis, que eran mutantes, y que su visita no se debía a la necesidad de saciar la sed en el gaznate. Aún así, como buen cantinero preguntó.

-¿Qué desean, muchachos? 

-¿Qué quieren? - Cortó el ex oficial los cumplidos de Mackenzie. -Normalmente cuando me alaban tanto es para pedirme algo, y la mitad de las veces ni siquiera me la chupan decentemente.

La mirada que les echó era dura y desconfiada, si no fuera porque sabía que eran policías los habría echado a la calle de inmediato, pero el antiguo agente todavía conservaba algo de camaradería con los suyos, aunque fueran mutantes. Vince puso tres jarras sobre la mesa, le importaba poco que el resto de ellos no hubiera pedido nada, las fue llenando de espumosa cerveza ambarina de una en una y se las colocó frente a cada uno.

-El 24 fue un año de mierda. Sin duda ese puto verano me quitó varios años de encima y un montón de pelo. Ya me dieron una medalla por eso, pero dudo mucho de que nadie allí me considere leyenda.

Cuando Umbridge pidió un zumo de piña inmediatamente las miradas se clavaron en ella. No solo la de Vincent, sino también las de los parroquianos con los que Vince Wood había estado hablando antes de la llegada de los agentes. Vince compuso un gesto de extrañeza en su rostro, mirando a Umbridge como si le hubiera pedido una bebida completamente desconocida para él. Incluso dejó de escanciar la cerveza mientras la miraba de hito en hito. Durante un segundo pareció reinar el silencio en el bar, luego Wood negó con la cabeza y reemprendió la tarea de llenar las jarras. Llenó las tres igualmente, las dejó frente a ellos y rebuscó bajo la barra hasta que sacó una botellita de zumo de piña de esas que apenas daban para un trago y costaban más que el barril entero de cerveza.

Vinnie logró captar la atención de Wood. Sin duda las palabras del telépata habían tenido el empaque suficiente para hacerlo. El barman cogió la cerveza que había servido para Umbridge y le dio un trago sin dejar de mirar a Vincent, una mirada que haría cantar por bulerías a cualquier sospechoso en la sala de interrogatorios.

-Querrás decir que hay un imitador. - Dijo a continuación para corregir al agente de la UDIM.

Wood asintió levemente con la cabeza de modo inconsciente cuando vio a  Mackenzie darle un trago digno a la jarra de cerveza que le había servido, como si se sintiera aliviado de que todavía quedaran en el cuerpo mujeres dignas de llevar esa placa, ya que el susto del zumo de piña de Adele le había hecho creer que las academias se estaban empezando a ablandar con respecto a quién terminaban aprobando. Y es que él era uno de esos que aceptaban que hubiera mujeres llevando el uniforme azul siempre y cuando superaran las mismas marcas físicas que los hombres. Y como si engullirse entre pecho y espalda un litro de cerveza demostrara la cualificación que pudiera tener una agente de policía o no, el ex-policía reconvertido en regente de un bar irlandés, se mostró satisfecho.

-Realmente todo lo que encontramos está en los informes. Pero le diré algo. Tiene razón cuando dice que hay cosas que no se detallan en los informes. Joder, es imposible detallar lo que vimos allí. No creo que nadie tenga las palabras adecuadas para ello. - Wood hundió su mirada en el fondo de la jarra que había servido para Umbridge y que había terminado quedándose y le dio un buen trago. -La choza de Maclagan estaba llena de mierda horrible que todavía ahora me revuelve el estómago. Y les aseguro que no soy ninguna nenaza en lo referente a esas cosas. No, no me cabe duda de que Maclagan lo hizo. Y todo hacía indicar que lo hacía él solo. - Alzó la vista hacia Mackenzie de nuevo. - También estoy seguro de que fue él quien mató a Painter, Black y Leichtner, a pesar de nunca pudimos probarlo. Todas las desapariciones tuvieron lugar en el terreno de caza de Maclagan durante la ola de asesinatos y además... en las entrevistas hacía un gesto curioso cuando se mencionaban sus nombres.

La intervención de Umbridge volvió a provocar que el rostro de Vince Wood se turbara. No parecía caerle bien desde que había mencionado lo del zumo de piña, y algo en sus últimas palabras le produjo el mismo rechazo hacia la agente. Wood la miró de reojo y después contestó hacía Mackenzie como si encontrara complicidad con ella.

-Por aquel entonces no había ningún puñetero telépata en el cuerpo. - Dijo ajeno a que había uno allí mismo y que además era hermano de Mackenzie. -Todo eso de la Unidad de Delitos de Mejorados o como se llame vino luego. Así que no. - Miró a Umbridge directamente por fin, y lo hizo con el mismo encanto que había mostrado hacia ella hasta el momento. - Si lo que me pregunta es si se le sometió al protocolo... ¿Cómo lo llaman? ¿EMAT? Pues no, no se sometió a ningún EMAT, ya que no existía en aquellos días.

Wood vació lo que le quedaba de jarra de un trago y la dejó en el fregadero, pasó el trapo que llevaba al hombro por la barra para quitar el surco producido por el agua de la condensación de las jarras. Meditó la pregunta que Vincent acababa de hacerle durante unos segundos, torció los labios y se encogió de hombros.

-¿Sinceramente? El mundo está mejor sin alguien así. - Contestó. - Aunque se fue demasiado rápido. Por aquí hay tíos que piensan que se debería implantar de nuevo la pena de muerte, pero yo estoy en contra. Si eres un hijo de puta te toca pagar, amigo mío. A la trena. Y no crean que estoy a favor de la reinserción social y esas gilipolleces que no sirven para nada. Cadena perpetua. Los encerraría en el peor calabozo del país y tiraría la llave. Que pasen sufriendo lo que les queda de existencia. Pero bueno, ya saben, estas cosas pasan. El recluso que lo apuñaló, Lennard, no lo hizo porque odiara a Maclagan, no se crean eso, lo hizo por colgarse de su puta fama. Tendrían que conocer al tipo... Menudo indeseable.

-Por supuesto, marchando. - Dijo devolviéndole la sonrisa con un gesto de satisfacción al mismo tiempo que cogía otra jarra limpia y la llenaba del ambarino líquido para servírsela a Mackenzie. La agente de la UDIM le había caído especialmente bien al viejo policía retirado. Después miró a Vincent e hizo un comentario señalando a Mackenzie con el pulgar. -Ella sí es una agente de policía. Yo que tú no la dejaría escapar. ¿Y tú qué? ¿Otro zumo? - Añadió levantando una ceja hacia Umbridge ignorando los posibles cortocircuitos que podía haber causado en el cerebro de Vincent con aquel comentario.

-Cuando le mencionábamos uno de esos nombres, - dijo volviendo al tema, - pestañeaba varias veces seguidas. Así muy rápido y durante varios segundos. Y solo lo hacía cuando le hablábamos de las víctimas. Pero claro, ni siquiera Perry Mason lograría colarle esa al juez. Así que nos tuvimos que conformar con lo que teníamos, que ya era suficiente para meterle la perpetua, todo sea dicho.

A pesar de que Wood admiraba el hígado que mostraba Mackenzie, no pretendía quedarse atrás y apuró su jarra de un trago y se sirvió otra para acompañar a los agentes.

-Miren, Maclagan empezó negando todo, las pintadas también, y luego terminó cantando como un pajarito en cuanto le enseñamos las pruebas forenses. Cuando empezaron a sacar... - Suspiró un momento tras recordar el circo de los horrores que había en aquella casa. -Perdón. Cuando se desenterraron los cuerpos en su propiedad no pudo seguir mintiendo y se vino abajo. Confesó todo lo que podíamos relacionar con él.

Wood paró para dar un buen trago a la cerveza recién servida e hidratarse la garganta. Después chasqueó los labios y continuó hablando.

-Sobre el chivatazo... He de serles sincero. Hasta que no llamó ese bendito hombre no teníamos ni pajolera idea de dónde buscar. Sí, teníamos el retrato robot hecho con la descripción de la guardaespaldas del doctor Quade, pero ya saben como funcionan esas mierdas. Era como buscar una aguja en un pajar. En el puto pajar más grande del mundo, de hecho. Una vez se publicó el retrato recibimos cientos de llamadas, teníamos que comprobarlas todas y la mayoría solo era mierda. No les recomiendo verse en una así.  Y lo peor de todo es que era lo único que teníamos para tirar del hilo. Pero oye, la fortuna nos sonrió por una vez. Nunca supe quién fue el que llamó pero no me importaría besarle el culo, diablos.

Uno de los tipos que bebían con Wood cuando el grupo había llegado al lugar le preguntó a viva voz cuando se daría cuenta de que no iba a conseguir ligar con la rubia y volvía con ellos para servirles otra ronda.

-¡Qué te jodan, Kenzie! Mi cerveza es para los auténticos bebedores, y a esta rubia no le aguanta el ritmo ningún paleto de Dublín como tú.  - Wood volvió a mirar al grupo con una sonrisa que contrastaba con la seriedad de sus ojos. - Bueno muchachos, si no desean nada más, mis fieles y educados parroquianos me reclaman. Cuídense, y... escuchen. Si de verdad hay un imitador... ándense con ojo. Esa clase de bazofia es la que acaba con tu carrera policial.

Vince Wood ya se iba cuando Vincent hizo saber que aún tenía alguna pregunta más en la recámara preparada para disparar contra el barman que, harto de revivir las peores experiencias de su carrera policial, soltó un profundo suspiro, puso los ojos en blanco y se frotó las sienes suavemente con los dedos. Todo por el cuerpo. Joder, ya había dado más de lo que se podía esperar de él por aquel puto cuerpo que solo se lo había agradecido con una pensión de mierda. Había hecho un buen trabajo policial, había encerrado a un asesino múltiple y aunque no había sido un super policía  de la hostia, joder, aquello tenía que contar algo, ¿no? Wood no pedía una docena de medallas, pero sí que le dejaran disfrutar de la tranquilidad de su bar, sirviendo pintas de cerveza a los parroquianos habituales y echando las culpas de todos los males del mundo a los jodidos protestantes. Pero a pesar de todas las reticencias, Wood se giró a escuchar las cuestiones que Vincent tenía preparadas para dispararle de una en una.

-Joder, chaval... menos mal que solo era alguna pregunta. - Se quejó el antiguo policía al tiempo que miraba con anhelo a sus parroquianos favoritos discutir de alguno de esos temas controvertidos de los que un buen irlandés no podía pasar sin soltar su opinión.

-Sí, lo miraron algunos loqueros que la fiscalía y su abogado trajeron antes del juicio. Efectivamente es el procedimiento estándar, pero ahí era ya cosa de los picapleitos. Nosotros ya hicimos nuestra parte poniéndolo en manos de la justicia, a partir de ahí los chupasangres esos hacen sus mierdas para meterlo al trullo y que no se diga que el sistema no funciona. Supongo que habrá algún informe en el dossier del caso. - Efectivamente alguno había, pero solo se mencionaba que Maclagan estaba en pleno dominio de sus facultades y que no había sufrido ningún episodio mental extraño cuando cometió los crímenes por lo que procedía juzgarle con todas las de la ley. -Al final le cayó la perpetúa por lo que los informes psiquiátricos no revelarían nada raro. Digo yo.

La insinuación de Vincent de que pudiera existir un segundo asesino no le sentó muy bien a Wood, que entendió que estaban insinuando que no había realizado un trabajo completo al no explorar todas las opciones. Vince Wood achinó los ojos para mirar con cierto odio a Vincent, lo que le dio un parecido a Bruce Willis mayor todavía. Vincent no podía descartar que el irlandés sacar el rifle de debajo de la barra y le pegara un tiro después de un Yippie-Ki-Yay como Dios manda.

-Mira, chaval, no soy un puto aficionado. No había ningún jodido segundo asesino. Solo ese cabrón de Maclagan. No había más huellas en los escenarios, todos los indicios en los cadáveres apuntaban a él, los restos del uso de su poder de rayo aplastador estaban en varias escenas del crimen, el circo de los horrores estaba en su puta casa y... ¿Quieres saber lo más importante de todo? Lo confeso todo, joder. Sí, está bien, luego se retractó en nosequé programa de mierda, pero ¿no es eso lo que hacen todos? Maldita sea, el puto Ted Bundy siempre negó sus crímenes y nadie pone en duda de que actuó solo y que mató a todas esas chicas.

Vince Wood miró hacia su grupo habitual de parroquianos, que ante la larga espera por el tabernero habían decidido asaltar el grifo de cerveza sin piedad alguna.

-Sí, yo vi el vídeo del asesinato de Bard... - Nuevamente los terribles recuerdos de aquello hicieron que el ex-policía tragara saliva. -Y no me cabe la menor duda de que fue él. La constitución del tipo que aparece en el vídeo matando a Kika Bard coincidía con la de Maclagan. Iba enmascarado como en los otros vídeos, pero una vez lo atrapamos pudimos comprobar que su complexión era la misma. Así que sí, nunca tuve dudas de que el cabrón que aparecía en el vídeo era Maclagan. - La pregunta de si recordaba cómo murió Kika Bard le había jodido especialmente. - Uno nunca olvida algo así. No se la comió en el vídeo, si es lo que pregunta. Pero le aseguro que eso no lo hacía más agradable. - La voz de Wood sonaba apagada y hueca, con una monotonía impropia en él. -Todavía oigo la voz de esa mujer en sueños, ¿sabe?

Wood se restregó la manga de la camisa por la nariz y sorbió con fuerza, después golpeó la barra de madera del bar y sin apenas mirarles a los ojos se despidió de ellos con un tono que no daba lugar a una negociación posible.

-Espero que tengan suerte con su caso. No se preocupen por las consumiciones, invita la casa. Que tengan un buen día.- Ya sin volver la vista hacia ellos, ni girarse aunque le llamaran regresó con sus colegas, que discutían sobre el resultado del próximo e inminente combate de boxeo, y simuló que todo iba perfectamente, como si aquellos tres no le hubieran hecho sacar la mierda que llevaba tiempo intentando mantener en las profundidades de su psique.

-Flynn como te vuelva a ver amorrado a mi grifo de cerveza te incrusto los dientes en la barra, capullo de mierda. ¿A ti qué cojones te importa quiénes son esos? Kelly, te digo que ese negro de Colleman es incapaz de ganar a doce asaltos a la Roca O´Brian, por mucha superfuerza de los cojones que tenga. ¿Alargar extremidades? Escucha, cabezahueca, sangre irlandesa, ese sí que es un superpoder.

Salieron del bar irlandés tras haber exprimido todo lo que podían a preguntas a Vince Wood sin que este sacara la recortada que escondía bajo el mostrador y les exigiera amablemente que abandonaran el tugurio. Lo cual podría haber hecho justificadamente después de que Umbridge tuviera la indecencia de pedirle un zumo de piña en aquel santuario dedicado a la cerveza.

Hablar con el ex-policia les había proporcionado más información de primera mano sobre lo ocurrido seis años atrás, pero nada de lo que les había dicho cuadraba con las teorías que habían planteado sobre el caso. O al menos el ex-oficial Wood se negaba a creer que el que había sido el caso más importante y traumático de su vida estaba todavía sin resolver, y cualquier insinuación de los agentes a reabrir el caso no había sido bien recibida por él.

Ya era de noche cuando el frescor de la calle les despejó del embriagante olor a alcohol y sudor cien por cien irlandés del interior del garito. Tenían varios frentes abiertos en ese momento en la investigación, podían acudir al registro que el Gobierno tenía para mutantes con las habilidades de Whitten, o podían seguir tirando del hilo de Maclagan, tal vez realizando una visita al compañero de celda que se había cobrado su vida, el tal Lennard. Pero hicieran lo que hicieran tendría que ser al día siguiente, porque aquel día ya respiraba sus últimas bocanadas y a esas horas no estaban abiertos más que los restaurantes y los tugurios más indeseables de la ciudad.

Un puto zumo de piña en una taberna irlandesa... Menudos ovarios, compañera-.

Umbridge se encogió de hombros, pero su tono de voz advertía que no había pasado un buen rato precisamente.

—Es por la medicación. Al menos puedo tomar café. Pero estoy de acuerdo, parece que hay demasiados cabos sueltos como para cerrar el asunto definitivamente. Mañana deberíamos revisar todo el material que podamos antes de que Nina nos pille y vuelva a enterrarnos en papeleo.

Había esperado poder relajarse un poco, pero había terminado recibiendo miradas amenazantes en un ambiente hostil. Al menos el apoyo de sus compañeros le resultaba reconfortante. Tal vez su psiquiatra tenía razón.

-Eh, Umbridge. ¿Coges con nosotros el metro para volver a tu kely?-.

—Claro.

Aunque no lo admitiese en voz alta, le daba cierto pavor regresar sola a casa. Pese a sus poderes —o precisamente debido a ellos—, no soportaba la idea de pedir un taxi o de atajar por callejones vagamente iluminados. Las parpadeantes luces de las farolas tenían la mala costumbre de permitir que la oscuridad engullese de forma intermitente las calles.