Partida Rol por web

Cadena Alimentaria

Terror en la Novena

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20/10/2021, 12:01
Mackenzie Valenti

Mackenzie Valenti confiaba en su hermano. Siempre lo había hecho. Vincent siempre había cuidado de ella. Con él a su lado sabía que tenía la espalda cubierta. Sin embargo, a punto estuvo de volarle los sesos a Jared Whitten en cuanto apareció por la puerta. Porque la visión de aquel tipo que apenas había podido vivir lo suficiente para que le rompieran el corazón un par de veces le puso los pelos de punta e hizo que el miedo activara sus instintos más atávicos de supervivencia. Su cuerpo parecía contener a duras penas una fuerza destructiva e incontrolable que se asomaba a sus ojos como una bestia deseando escapar de su jaula. La voz de su hermano frenó a tiempo su dedo que ya acariciaba el gatillo. La descarga apenas fue perceptible, pero su efecto fue inmediato. Jared cayó al suelo retorciéndose de dolor. Puede que nunca llegara a saber lo cerca que había estado de morir aquella noche y lo mucho que tenía que agradecerle a Vincent. 

Mackenzie se lanzó sobre su hermano y le estampó un sonoro beso en la cabeza. - ¡Joder, lo has conseguido! ¡Eres un digno sucesor de John McClane, hermanito! - Para ella La jungla de cristal era la mejor película navideña de la historia. La había visto montones de veces. Por lo que una imagen de Karl, aquel alemán alto y despiadado, surgiendo de la nada dispuesto a acabar con el héroe cruzó inevitablemente por su mente. Mackenzie se aproximó a Jared con la pistola aun preparada. Era consciente de que había cientos de testigos, pero no dudaría en quitarlo de en medio si por un casual suponía alguna amenaza. Tenía que asegurarse...

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20/10/2021, 12:01
Director

Un largo silencio sucedió a la actuación de Vincent para dejar fuera de combate a Whitten. Fue como si por unos instantes, la gente contuviera el aliento mientras esperaba la explosión que mandara todo al garete. Pues de alguna manera se había filtrado a la prensa algo de información sobre el secuestrador y ya se hablaba en las principales cadenas de que tenía la capacidad de autodetonarse. El rumor también había circulado entre los presentes, pero nadie se había movido de allí a pesar de ello. La gente más conocida que ostentaba ese poder explotaba como una granada a lo sumo, aunque se sabía que había casos capaces de estallar como un kilo de cloratita. Y también los había capaces de más, los había capaces de estallar como una bomba atómica. De qué tipo era Jared era algo que por fortuna no necesitaron comprobar, pues la explosión no llegó, Whitten se retorcía en el suelo con las manos en la cabeza y Mackenzie llegó para plantarle la reglamentaria frente al careto y recordarle que una bala era más rápida que la cuenta atrás de su autodetonación. Aún así, Whitten ni siquiera le prestó atención, su cerebro se estrujaba y se retorcía como un pulpo atrapado en una botella.

Tras el largo silencio, llegaron los aplausos. La muchedumbre allí congregada comenzó a aplaudir la actuación de los agentes de la UDIM. Algunos incluso silbaban y gritaban para mostrar su apoyo, haciéndole un flaco favor a quienes tuvieran que soportar a partir de entonces el ego desmesurado que se subiría a la cabeza de Vincent. Lauryn Pritchard miraba la escena desde la puerta del puesto de mando, recolocándose el cabello rebelde y suspirando profundamente. Cuando Vincent miró hacia ella alzó un pulgar para felicitarle por el buen trabajo. El teniente Swailes no se encontraba por allí cerca, pero Vincent podía imaginarle alzando milimétricamente los labios para expresar su satisfacción por la excelente intervención de la UDIM. Probablemente esto último sólo ocurriera en la mente extasiada y cargada de fantasías autocomplacientes del negociador.

A pesar de que el clímax de aquella aventura matutina ya había quedado atrás, los curiosos congregados por decenas y la prensa no se movieron de aquella intersección hasta que el furgón especial de la UDIM para sujetos tan especiales como Jared Whitten abandonó en lugar con el sospechoso esposado en la parte de atrás. Dos agentes de la UDIM ataviados con trajes NBQ de máxima protección se encargaron de conducir el vehículo, y en cuanto éste abandonó el lugar, la multitud comenzó a hacer lo propio.

Ahora solo quedaba el puñetero papeleo.