Partida Rol por web

- Joder... - nos quedamos paralizados. No lo esperábamos. De repente, la furia por mi compañero caído me llena. - ¡Maldita zorra hija de puta! - Miro a mis hombres - ¡No os echéis atrás! ¡Matadla!

Sacamos todos nuestras pistolas, quitamos el seguro y apuntamos. 

Bajo el paraguas, con total calma. A pesar de que me estaban apuntando con sus armas.

- Haced lo que queráis o lo que podáis. 

Fuego.

Quería ahorrar munición, ya que no sabía cuando podría reponerla, pero era el momento ideal.

Era una arma automática de gran potencia, pero él la solía usar en tiros cortos. Ráfagas cortitas que intentaban ir bien dirigidas. De todas maneras, ni estaban lejos, ni había gran peligro. Todo el mundo estaba escurriendo el bulto, y sujetando el arma, no había peligro de herir a "inocentes".

El que tenía que presentarse, no parecía muy dispuesto a actuar, así que lo haría él. Presionó el disparador, apuntando con poca delicadeza. Tango sangre como esquirlas de huesos saltaban ante el envite de unos proyectiles que no solo destrozaban a los intrusos, sino que además modificaban el decorado, en un aspaviento inverosímil, que no dejaba de tener una palabra para describirlo. Destrucción.

- La munición se la pediré a la tipa disfrazada de "asistenta".

Frank pensó rápido. Sin vía de escape, tenían dos opciones: meterse en el fregao o esperar a que todo pasase. Pero teniendo en cuenta que la entrega era para los hombres de Mazinaleda y que la mujer estaba allí para rescatar al muchacho, no había mucho que pensar.

-Será mejor ayudar a los matones de Mazinaleda-dijo Frank-Parece que la chacha del muchacho es demasiado para ellos. Yo no tengo armas, así que os toca a vosotros. Yo mantendré bajo custodia al muchacho.

Los disparos comenzaron a llover por el local. Armas cortas y de potencia moderada, abrían agujeros en las paredes, mesas, sillas y algún desgraciado que no se había puesto a cubierto a tiempo. Lo curioso es que no sólo eramos nosotros los que estábamos disparando, detrás de nosotros también comenzaron a disparar. En ese momento, vimos a la friki abrir el paraguas y rebotar nuestras balas en él.

- ¿Que está pasando? ¡¡Mierda!! ¡Tiene un paraguas antibalas!

Poco a poco íbamos cayendo muertos al suelo, pero aún no acabarían con nosotros.

Nos cubrimos detrás de la mesa, esperando que las balas procedentes de la criada no nos alcance. Por suerte para nosotros, los disparos iban en otra dirección. La orden de Frank me hace sonreír, sobretodo, viendo la reacción que había tenido el nuevo.

- Podríamos estar en la playa descansando. Odio un tiroteo cuando no estoy de servicio. 

-¿Pero qué haces, desgraciado?-dijo Frank a la que se intentaba arrebatarle el arma de las manos al recién llegado-¡Detened a este imbécil!

- Joder, dime a quién hay que parar. Comentó agarrando una granada que ya tenía lista para lanzar cuando terminó de pronunciar sus palabras.

-¡Joder, a la tipa!-contestó Frank-Viene a por nosotros. Los gangsters no sé ni donde salen, pero ahora mismo están de nuestro lado. Y vosotros dos, ¿a qué esperáis?

La lluvia de disparos continuaban, y ahora eramos nosotros los que estamos en peligro. Los disparos parecían que iban en un principio dirigidos a la niñera, pero no, estaban alcanzándonos. 

- ¡Es imposible, jefe!

- ¡Llama a Escobar!

- ¡Matadla!

Los gritos de los supervivientes se sucedían sin que nadie prestase atención. 

Sigo agachada mientras veo el destrozo que está haciendo el nuevo. La orden de Frank no la veo tan clara.

- Dejemos al niño. - Le grito para imponer mi voz por encima de los disparos. - No quiero ir por ahí con una bomba pegada al culo. - Le añado gestos a mis palabras por si el sonido no le llega a Frank.

A cuatro patas, intento pasar por delante del nuevo para buscar un lugar donde disparar mejor, acercándome a la barra del bar lo máximo posible.

Toco el hombro del niño con mi mano derecha. Está muy asustado por el tiroteo que tenemos encima.

- Escúchame. No te muevas de aquí hasta que terminen los disparos.

El cuerpo me tiembla involuntariamente. El pánico hace que se me salten las lágrimas, sin sollozos, sin darme cuenta de ello. 

- Yo...  yo... no sabía que Roberta era así... que mataba a la gente.. no...

Había entrado en pánico y no escuchaba a nadie, no oía los disparos, y ni siquiera notaba la mano de Threshum en mi hombro.

Intento que no me de ninguna bala. Tengo que salir de aquí, esto ya mismo se caerá en pedazos. Me arromo al borde de la barra, agachado, para ver por donde puedo huir. Y cuál es mi sorpresa, que veo a Lyona a cuatro patas, atravesando el bar.

- Lyo... - mi cabreo va en aumento. - ¡Lyona! Tus amigos me están...

Y en ese momento, veo volar una granada...

Sin dejar de dispara con una mano, cosa que hacía que el fuego fuera más ... "esparcido" de lo necesario, rompiendo más cosas de lo que cabría esperar, rebotando incluso proyectiles contra el techo y aumentando los destrozos de manera exponencial a la pérdida de precisión que se hacía cada instante más patente, lanzó la granada. Esta arma estallaría al poco de tocar el lugar de impacto. Ya procuró él esperar el tiempo justo: - Y si no la "neutraliza", la lanzará, imposibilitándola y permitiendo que me acerque a terminar el trabajo.

Me paro en seco. Ya no puedo estar más cabreada al oír la voz de Nin'niku. Levanto el puño mientras grito.

- ¡Te digo que no son mis amigos, Nin'niku! ¡No los conozco, invécil!

De repente, todos los disparos se detienen al oír mi voz. Los del cártel de Mazinaleda me miran.

Veo a Lyona y también al niño, pero... también veo una granada venir hacia nosotros. Miro a todos mis compañeros con los ojos abierto. Mi mirada lo dice todo. Todos corremos a ponernos a cubierto antes de que la granada explote. 

La granada explota dentro del bar. La fuerte explosión nos deja sordos y con cierto mareo. Gracias a que he podido ponerme a cubierto detrás de varias mesas volcadas por el tiroteo y la gente que ha salido huyendo. Levanto la cabeza y veo que todos mis compañeros han muerto. Sólo que do yo. 

Busco con la mirada a Lyona.

- ¿Lyona? ¿Que haces aquí? ¿Que has hecho con el niño que te encomendé? 

Cuando la explosión pasa, me asomo desde detrás de la barra del bar, que me había ofrecido cobertura. Busco con la mirada a Lábrez García. Cuando lo encuentro, nuestras miradas se cruzan.

- Señorito... Estaba aquí. Debía de estar usted preocupado. 

Agacho la cabeza.

- Es lógico que tenga miedo. Se lo explicaré más tarde. Todavía tengo cosas que hacer. Espere un momento. 

Pero algo me llama la atención. El señorito está rodeado de dos hombres agachados y otro armado hasta los dientes.

- ¿Y ellos? - Le pregunto mientras les apunto con la maleta.

Con lágrimas en los ojos y sangre en las orejas, miro a Roberta.

- Ro... Roberta.

Cuando veo que apunta a mis captores con la  maleta, me pongo de pie.

- ¡Roberta! ¡Espera!