Partida Rol por web

El ritmo que imponía Harding era intenso, pero gracias al entrenamiento que había sufrido en los últimos años, todo aquello era pan comido. Además, me dolía el brazo, pero había algo que sentía desde que había aterrizado, que me estaba dando fuerzas y me empujaba a seguir corriendo hacia adelante. Me sentía fuerte, todo lo contrario que los últimos meses. 

El ritmo era bueno, pero la edad no perdonaba. Vi que mis dos soldados estaban manteniendo el ritmo, pero a mi me faltaba el aire. Levanté la mano para que los dos se pararan un poco. Puse las manos sobre mis rodillas, me dejé caer un poco y respiré profundamente. Luego, levanté una mano para indicar que todo estaba bien.

- Necesito descansar. No consigo respirar bien este ambiente tan húmedo y cerrado. Descansemos unos minutos.

El repelente de insectos suministrado por Harding no parece surgir efecto. Vuestras ropas comienzan a empaparse por el sudor, y el continuo zumbido de los insectos a vuestro alrededor, a parte de las picaduras, os pone cada vez más tensos. Vuestro cuerpo parece que pesa el doble de lo que de costumbre. No habéis atravesado caminos ni sendas en el primer trayecto recorrido. Sólo habéis encontrado árboles y barro. A pesar del fuerte ritmo impuesto os habéis desplazado muy lentamente, y parece improbable que alcancéis el objetivo de diez kilómetros diarios impuestos por Harding. 

El repelente de insectos suministrado por Harding no parece surgir efecto. Vuestras ropas comienzan a empaparse por el sudor, y el continuo zumbido de los insectos a vuestro alrededor, a parte de las picaduras, os pone cada vez más tensos. Vuestro cuerpo parece que pesa el doble de lo que de costumbre. No habéis atravesado caminos ni sendas en el primer trayecto recorrido. Sólo habéis encontrado árboles y barro. A pesar del fuerte ritmo impuesto os habéis desplazado muy lentamente, y parece improbable que alcancéis el objetivo de diez kilómetros diarios impuestos por Harding. 

Cuando se sienta, ya que el jefe se había quedado "tirado" piensa para si. - Correr en este ambiente, con esta vegetación, sólo hará que nos fatiguemos, embarremos, y no sepamos si hay algo alrededor. No va a conseguir adelantar más, ya que en lugar de patear 8 ó 10 horas, correremos, como mucho una, y en todo el día. Estaba decepcionado. - Como se nota que no ha sido desplegado antes, o por lo menos no en terrenos complicados.

Durante el trayecto recorrido te das cuenta de que la fauna existente, es diferente al resto del Anillo de Fuego. Al menos en lo que has estudiado en los libros sobre Venus.

Recupero un poco la compostura. El ritmo que estaba imponiendo es difícil de llevar hasta que nos acostumbremos al clima. Respiro hondo varias veces y sacudo mi pantalón con mis manos para coger fuerza. Me incorporo y estiro mi cuerpo mirando al cielo, o más bien a las ramas de los árboles, que nos tapan por completo la luz del sol. Esos árboles pueden llegar a medir más de 20 metros de altura. Nunca había estado en Venus, y todo lo que había oído se quedaba corto. Este sitio es precioso. Pero me siento en alerta. Es como si no estamos en el Anillo de Fuego de Venus. La flora y la fauna no se corresponde.  Miro hacia los lados extrañado. Eso me tiene mosqueado, pero por ahora no podemos hacer nada.

- Continuemos un poco más lentos, tenemos que alcanzar a Leiser y Lyona antes de que les pase algo. 

Era extraño todo aquello. Miro a Harding y a Murray y parece que ellos también se han dado cuenta de que no hemos visto Gatos Diablo ni Monos Saqueadores, cuando el terreno que pisamos es su territorio natural. Cuando Murray se incorpora de nuevo me muevo nerviosa. Estaba ansiosa por seguir el camino. 

- ¿Alguien sabe de zoología? Preguntó inocente.

- Esperaba ver ciertos bichos, y no he podido descubrir ni uno de los que siempre hemos estudiado. Estaba algo cansado, y por suerte, su armadura adaptada, estaba dando los resultados óptimos. Lo mejor era alcanzar a los compañeros. Entonces se dio cuenta. Si ellos estaban avanzando delante, habrían ido dejando señales en el camino a su paso. Si no las estaban encontrando, es que no seguían sus pasos. - ¿Estamos siguiendo el mismo camino que el Soldado Leiser y la mercenaria?

Señalo hacia uno de los troncos de los enormes árboles que nos rodea. En él hay una cámara instalada. 

- Están dejando cámaras a su paso. - Giro mi mochila para ponerla delante de mí y enciendo el monitor. - Y los puedo ver desde aquí. Están descansando. Parece que la calor les está pasando factura. Pero no corren peligro. - Vuelvo a guardar el monitor y apagarlo. No sabía cuanto tiempo tendrían que estar aquí y por lo tanto, la duración de la batería era de total importancia. - Continuemos lo más rápido que podamos para alcanzarlos.

Y decir lo más rápido que se pudiera era algo muy ostentoso. Estaba realmente cansado y no podía ir más rápido de un paso ligero.

- Yo me he dado cuenta. Hay ciertos animales que deberían de estar molestándonos, o al menos huyendo de nosotros. Pero no hay ni rastro. - Y tengo una sensación extraña, me dije para mi. - Quizás los veamos más adelante.

Seguís caminando a paso lento, pero seguro. Harding respira con bocanadas de aire, intentando llenar los pulmones de oxígeno. Se le nota cansado y abrumado, mientras que Raquel, a pesar de mostrar síntomas de cansancio, no lo demostraba, tenía una fuerza inusual. Y un ímpetu por avanzar que muchas veces rozaba lo extraño. 

Por el camino no se encontraron ningún animal peligroso y continuaban viendo las cámaras colocadas en los árboles por Leiser y Lyona, por lo que estaban yendo por buen camino.

Pocas horas después, cuando estaba anocheciendo, alcanzaron a ver a los dos adelantados. Descansando su espalda sobre un árbol y el trasero en el suelo. Se les notaba agotados, sudorosos y con la nube de insectos molestos a su alrededor.

Después de varias horas descansando e incapaces de seguir un paso más, veis aparecer a Harding, Murray y Raquel. Se les nota agotados, menos a Raquel, que parece que está entusiasmada. 

Ya no era cosa sólo de él. - Si en su hábitat natural, no están, es que algo los ha apartado. Se le ocurrían varias versiones, como cazadores, cambio climático y por tanto las condiciones en las que viven, o un poder lo suficientemente grande como para que los espante ... o eso o su comida ya no está por aquí, y entonces empezaba el ciclo de lo que pensaba.

Hizo un gesto al oficial, asintiendo su orden, para unirse con los otros lo antes posible, y juntos poder enfrentar cualquier problema mejor que lo hacían en solitario.

Cuando empiezan a andar comenta. - Igual el soldado y la mercenaria ya los han espantado. Intentó traquilizar, pero pasaba algo. Ya temía por la subteniente, y su conexión con el lado oscuro. Ahora le pasaba justo lo contrario de lo que recordaba haber visto, y eso le extrañaba más aún que las primeras veces. Estaba preocupado, y por su cabeza empezaba a pensar que cuando explotaría su cuerpo o se convertiría en un bicho raro.

- Sea lo que sea, da igual. El caso es que no están. Y solo deseo estar aquí demasiado poco tiempo como para no descubrir que ha sucedido. 

Señaló hacia delante, donde creía que estaba Liona y Leiser: - Mi alférez, creo que los veo.

Asiento con la cabeza y acelero el paso para encontrarme con ellos. Cuando llego a su altura comento:

- ¿Como ha ido la expedición?

Con su permiso señor, está selva es una puta mierda, estamos asfixiados, y comidos por los bichos. Por lo demás todo despejado.

Tal vez un relevo nos vendría bien, la subteniente parece fresca como una lechuga.

Eso es lo que más le extrañaba. Que esa compañera permaneciera tan fresca. Tenía razón, pero lo que estaba haciendo el soldado, en estos momentos, rallaba la insubordinación, y si esto fuera una misión de combate, ahora mismo tendría ya el informe, para que al llegar se le hiciera un Consejo de Guerra.

- Caña leñe. Le ordenó taxativa y desagradablemente. Esperaba que con eso, fuera suficiente, como para salvar al muchacho del destino que se acababa de ganar por bocazas. Entonces se ofreció. - Ahora iré yo delante. Y para desatender más la atención sobre el soldado, ofreció a la subteniente, con un amable gesto de mano: - ¿Le gustaría ser mi punto, mientras avanzamos?

Nada más dar un par de pasos miró al Leiser con unos ojos que indicaban: - Me la estoy jugando por ti, gilipollas.

No di tiempo de respuesta. A pesar de mi cansancio, en cuerpo me tiraba hacia adelante. 

- ¡Vamos!