Partida Rol por web

Llevas más de una hora bebiendo sin parar junto a Ade. El sitio elegido es el altar de la iglesia. Está vacía, no hay feligreses, y vosotros habéis puesto unas botellas, hielo y un par de vasos para beber. Ambos estáis muy tocados.

Mientras, Lyona se recupera en la enfermería de la iglesia.

- ¿Cuál es el arma del Cardenal?

Mi silla la tengo apoyada solo sobre sus patas traseras, mientras que mi cuerpo está volcado hacia atrás y una de mis piernas encima de la mesa. Mi cara mira hacia el techo de la iglesia, mientras intento mantener una conversación coherente con Frank.

- El Salmo 23, Versículo 4, habla de un hombre que pasa por un valle tenebroso. Y yo te pregunto que qué tenía el Cardenal. 

Frank apuró su tercer Whisky con hielo. Miró la botella, a la que le quedaba a lo sumo un tercio. Estaba muy pasado. 

Tanto que se había acercado a Ade. Demasiado. La monja soltaba sus letanías mientras Frank estiraba una mano hacia ella, tanteando el terreno. 

-¿Q...qué?¿EL cardenal? No...no sé. Siempre pensé que ese rollo religioso de la Hermana Yolanda era más una tapadera que otra cosa. 

- ¡Y lo es Frank! ¡Y lo es! A ver...

Dejé que Frank acercara su mano. No tenía ni fuerzas ni ganas de nada.

- ¿Y tú que arma tiene? A mi esta me va de perlas.

Digo mientras señalo la que tengo en mi cartuchera. 

Lo de Ade parecía toda una invitación, así que Frank se acercó más de forma que su mano la agarró por la cadera y sus labios se acercaron a los de ella torpemente. Estaba borracho como un piojo.

-¿De verdad quieres saberlo?-dijo sonriendo-.

Fue lo más ingenioso que alcanzó a decir. Y entonces intentó besarla. 
 

Dejé que me besara. Cuando terminamos de un largo o corto beso, no sabría decirlo, le dije. - Te manejas bien con los besos, para ser un mono. - Me reí de mi propia estupidez. - Qué calor. Si llego a saber que no funcionaba el aire acondicionado, no habría venido a trabajar. - Pegué un largo trago a la copa. - Ah, por cierto, ¿qué tal por tu barrio?

Ade más se dejaba que otra cosa; sin pasión ni interés de ningún tipo. Así no tenía gracia. Frank rodó y se dejó caer hacia atrás. 

-¿Un mono?-dijo-Joder...ya te vale, pingüino. Por mi barrio...una mierda. No sé qué cojones había en esos papeles que le diste a Langley y a decir verdad, no me importa. Pero lo cambiaron todo. Glec se las arregló para desestabilizar todo el crimen organizado allí y favorecer al Hotel. Dejó fuera de juego al Kosakai y a Washimine. Una pasada. Bueno...ya sabes como es Glec. Ambiciosa y despiadada...de las que no perdona. Era mi mejor clienta, pero ahora...ahora ya no trabajo para ella. Nunca más...joder, no hay quien entienda a esos putos Yakuza. No...no puedo beber tanto ¿Y tú?¿Qué has estado haciendo a parte de rezar y curar enfermos?

- ¿Quién te ha preguntado nada de eso? No te las des de inocente ahora, estuviste con ella todo el tiempo, ¿no? Me refiero a Lyona, ¿te la cepillaste, o no?

-Me preguntaste por mi barrio y así me fue-dijo Frank encogiéndose de hombros-Con Lyona bien. Fue una sorpresa reencontrarme con ella después de tanto tiempo. Pensé que sería raro trabajar juntos, pero al contrario. Fue como si no hubiese pasado el tiempo. Todo como la seda. Y nos liamos, sí ¿Por?¿Estás celosa de un mono?

- Venga tío, no me jodas, Frank. 

De pronto unos fuertes golpes en la puerta de la iglesia os alertan. Una voz femenina del otro lado grita desesperada.

- ¡Hooola! ¡hooola! ¡¿Hay alguien?! ¡Me persiguen, ayúdeme!

-¿No?...bueno...-Frank iba a soltar una de las suyas cuando la llamada de la puerta le interrumpió-.

Frank se puso en pie pensando en abrir, pero giró la vista hacia Ade. Estaban en su iglesia, así que debía ser ella la que tomase la decisión sobre qué hacer al respecto. 

Me incorporé con mal genio mientras moví el brazo en el aire.

- No estamos abiertos.

La voz tras la puerta seguía gritando.

- Qué lata. Será capulla. 

Me levanto sin mucho ánimo y me dirijo hacia la puerta de la iglesia, por el pasillo que dejan los bancos mientras sigo escuchando la estridente voz del otro lado. Cuando abro la puerta observo a una joven.

- ¿Sabes lo que dijo Toth en el Capítulo Quinto del evangelio? ¡No me traigas tus problemas zorra!

Me quedo de piedras cuando la monja me habla de esa manera y  no se que responder.

- Uh, pero esto es una iglesia, ¿no?

Frank se quedó espectante. De cualquier persona y más de una monja, se esperaba algo de empatía con alguien que corre a su puerta pidiendo ayuda. Pero la empatía no era buena para negocios como el de la Hermana Yolanda. Las obras benéficas salían caras. Así que dejó que Ade se despachara como mejor le pareciese con la muchacha.

Luego quizá saliese a echar un vistazo a ver qué pasaba. 
 

- ¿Y? El Cardenal no está. Ha ido a Venus de vacaciones. 

Contesté de malas maneras. El alcohol que tenía en el cuerpo, junto a la calor que hacía, me tenía el cuerpo cansado y sin ganas de nada. Y mucho menos ayudar a una estúpida.

Frank esperó a que Ade se despidiera de la mujer. No quería entrometerse. Y cuando cerró la puerta se levantó. 

-Venga, no cuesta nada echar un vistazo, a ver qué pasa. No querrás que maten a alguien a la puerta de la iglesia. 

Mi sorpresa es mayúscula cuando la monja me contesta eso.

- No me lo puedo creer, ¿Y tú eres una monja? - Intento volver a suplicar. - Te lo suplico, me están persiguiendo y en Luna no puedo contar con la policía. Yo no soy de aquí, y me preguntaba si tal vez una iglesia podría hacer algo por mi.

No sabía que más decir.

- Esta es la iglesia adecuada para una ciudad como esta. 

Oigo a Frank comentar desde dentro de la iglesia y me giro hacia él, con la puerta aún abierta con la mano y la mujer esperando en ella.

- ¡Que venga el día del juicio! Ese día seguro que el Cardenal está...

Y mi frase se vio interrumpida por un disparo que alcanzó la puerta, justo al lado de mi cabeza.

Una voz desde la carretera grita.

- Mister Elvis. Baje el arma. Le he dicho muchas veces que esta no es una ciudad como las que conoce.