Partida Rol por web

William, apartado en una esquina, obseva la escena, seguro de que esa fue su última oportunidad de escapar, y que no se repetiría con el mismo resultado.
POr lo menos, parecía que nos querían vivos, de lo contrario nos hubieran matado horas antes, y se hubieran deshecho de Martha nada más cogerla.

La noche lo envuelve todo. No hay luna y la oscuridad se hace pesada. Lo extraño es que apenas hay sonidos de animales, como todo signo de vida hubiera sido borrado de la faz de la tierra. Parecen estar en el mismo infierno, de no saber que el cielo es azul, así lo asegurarían.

LAs horas pasan y Martha no parece despertar, las heridas causadas han sido severas. Las proximas horas serán cruciales.

Idas, venidas... deconocidos hablando, momentos desconcertantes... y Kathrina permanece igual, sumida por un miedo que no le deja moverse con plena capacidad. Se limita a seguir al resto, con la mirada vaga, y sin hacer nada aún deseando escapar de aquel infierno.

En uno de sus vistazos a cámara lenta, la visión de Martha allí hace que al menos, aunque tarde, comience a centrarse en su cordura olvidada. Intenta desagazaparse, con los músculos entumecidos por la tensión, se acerca al grupo.

¿Pu... puedo ayudar...? - pregunta con una voz rasgada y desacostumbrada.

El reverendo sigue intentando atender a Martha o al menos ayudarla a aliviar el dolor que siente. Cuando ve que no consigue atenderla adecuadamente, comienza a elevar su monótono rezo.

- Atjo, atjo...

Martha tose inconsciente. Tiene dificultades para respirar.

Johnie intenta ayudar al reverendo. Sujetando la cabeza de esta con mucho cuidado, el joven intenta hacerse una idea del estado de su amiga, pero las heridas resultan demasiado extrañas para el. Nunca ha visto algo semejante. Johnie agita la cabeza, embargado por la frustración.

La muchacha no mejora, a pesar de la voluntad de sus nuevo y antiguos amigos.

La neoche pues será crucial para mantenerse con vida. El frío no le hará nada bien, y la noche no se muestra de inicio muy cálida. Así que la madrugada puede ser muy dura.

Johnie, preocupado porque Martha empeore con el frío de la noche, recuerda que en el petate tenía ropas para el frío. Con todo lo ocurrido no recuerda si ha mantenido su petate con el, por lo que se gira preocupado, buscándolo por la celda.

Observa preocupado que no está en la jaula, y cuando ya piensa que lo habría perdido, ve un bulto cerca de la jaula. ¡Su petate! Apoya la cabeza de Martha en el suelo, con delicadeza, y tumbándose en el suelo, saca un brazo entre los barrotes, intentando alcanzar el petate.

Johnie se estira todo lo que puede para llegar hasta la mochila. Con la llema de los dedos consigue acercarse uno de los tirantes de sujección del petate, con lo que ya más fácilmenete se lo acerca hasta sí.

Ya tienen la mochila.

- Bien Johnny muchacho, bien hecho, ¿hay algo ahí que pueda ayudarla?.

El reverendo está cansado, desesperado, sólo su fe le mantiene en pie. Él no es un guerrero, ni un cazador, y lleva mucho tiempo sin descansar. La pena por Martha y ese agotamiento lastran su voz notablemente.

Viendo que su estado aún no sirve de mucho, se mantiene espectante, intentando controlar la respiración y destensar los músculos para volver a estar a tono.

Johnie consigue, tras estirar mucho el brazo, alcanzar el petate. Rápidamente lo mete en la jaula, y lo abre para rebuscar dentro.

No tengo nada que pueda curarla, reverendo, pero al menos si que tengo ropa para poder abrigarla. En su estado, lo ultimo que necesita es este endemoniado frío.

Johnie saca unas pieles del petate, con las que tapa a Martha con mucho cuidado, intentando no rozar las heridas de la muchacha. A su vez, saca su pellejo de agua, y despacio, echa un poco de agua en la boca de Martha.

Vamos, Martha, aguanta. Te pondrás bien, te lo prometo.

- Algo es algo, Johnny, algo es algo. Intentaré hacer lo que pueda, seguiré rezando, Dios la ayudará, estoy seguro, estamos sufriendo por alguna razón.

El reverendo mira alrededor suyo, a todos los que están en su celda.

- No pretendo imponer nada a nadie, y menos a estas alturas. Pero si hay alguien más aquí que tenga Fe. Por favor, que se ponga de rodillas y me acompañe, yo dirigiré el rezo.

El reverendo eleva la vista y cerrando los ojos, comienza:

- Señor, perdónanos. Sabíamos que tus criaturas vagaban por la tierra, que poderosas se alzaban en grandes aparatos de metal. Pero señor, no podemos creer que estos sean tus siervos. Nos han golpeado, alejado de los nuestros, encerrado. Pero todo eso podemos soportarlo. Pero esta muchacha no tiene culpa, es inocente, sálvala señor. Entiendo que quieras llevar contigo a esta chica, pero es joven, apenas conoce el mundo y se merece salvarse.

Haciendo una breve pausa, repite para los demás:

- Señor perdónanos.

La noche transcurre con cierta tranquilidad. Martha no ha mostrado signos de mejora, aunque parece no empeorar.

Los demás están ateridos del frío mañanero. Les sigue pareciendo raro no ver ni tansiguiera a insectos ni otros animales. Todo parece muerto alrededor de esa cúpula púrpura.

El hambre comienza a hacer mella en vosotros. Leleváis algunos más de un día sin comer...

Veo a Martha sufrir, pero no se medicina ni nada, así que sospecho que no sería capaz de hacer nada por ella.
Aún acostumbrado a no comer en bastante tiempo el hambre comienza a surgir.

Qué... hambre - Al fin Kathrina se decide por volver a hablar, para decir algo que es evidente en el estómago de la mayoría.

No... no tenemos nada, ¿verdad?