Partida Rol por web

La joven miró a Daniel de Livonia con firmeza y seguridad al tiempo que su voz sonaba firme y segura. De sus labios salieron palabras que jamás se habían escuchado...

"Mi Señor, mi alma y mi virtud ya están en peligro con mi hermano cerca mío... Sus amenazas son cada vez más continuas... Tiene a la guardia bajo su dominio y ya no me siento segura ni en mis propios aposentos y aún menos paseando por los alrededores... Si resultaran ser falsas mis palabras y mi fin tuviera que llegar, estaría tranquila pues al menos podría descansar de esta tortura y terror... Mi alma al fin estaría con Nuestro Señor..."

De nuevo volvió a expresar su deseo de tomar el camino de Dios y de la Virgen María.

Su voz regresó a la normalidad al comenzar a hablar de su familia contando que apenas conocía algo sobre ésta salvo rumores de que un hermano de su padre había perdido la razón o la cordura. Mencionó que nada más conocía sobre su propia familia, que como mujer nunca le habían contado nada ni tampoco era su cometido el indagar en temas que no debían de ser del interés de una mujer. 

Cuando comenzó a hablar de su madre su expresión se calmó, sus ojos mostraron un poco de alegría y su voz no temblaba. Era patente el afecto y el respeto que tenía por la mujer que le había dado la vida. De ella dijo que era una mujer educada y versada en las buenas formas, que le había enseñado todo cuando sabía para ser una dama en la corte, para no avergonzar a su familia, a su casa y a su nombre. A mantener la virtud hasta ser desposada o a mantenerla si se comprometía con Nuestro Señor.

Al hablar de su padre su voz era de respeto y admiración, aunque había preocupación también. De él dijo que era un buena hombre, amable y afable con su familia pero que ahora tenía la salud delicada y que estaba preocupada por él. En ese punto su rostro se ensombreció y su mirada se volvió triste pues fue cuando contó que creía que su hermano Vicenç estaba envenenando a su padre para así hacerse aún más rápido con el control de la Casa Mormont y de Alós. 

De su hermano mayor nos contó que apenas había tenido noticias de él desde que partió a las cruzadas y que de Vicenç ya había dicho todo cuanto temía. Se pudo observar que cada vez que mencionaba su nombre había miedo y rabia en su voz. (Este escriba no había visto hasta ahora a nadie temerle tanto a su propio hermano). 

Entonces llegó el turno en el que habló de su tío Manel y su tono y su voz se volvieron fríos como el propio hielo. Dijo que desde niña fue el más cercano después de su tía Caterina, quien había sido más como una hermana y amiga para ella al ser escasa la diferencia de edad entre ambas. Tras ello dijo que su tío siempre había sido un buen hombre, algo extraño pero bueno. Contó que en el torneo había comenzado a cambiar y se había vuelto errático y que ahora parecía estar ido a todas horas, como si las diversas batallas y muertes hubieran tenido un alto precio sobre su alma. Entonces su mirada se volvió algo extrañada y comenzó a contar que nunca le había conocido mujer ni esposa, que siempre estaba rodeado de sus hombres, concretamente de Roger d'Erill a quien una vez vio el aposentos de su tío Manel con escasa ropa y ambos en una actitud algo extraña. Dijo que no entendió al situación pero que no podía ser lo que algunos insinuaban pues aquellos actos eran un gran pecado... 

Cuando se le preguntó por Pèire dijo que había sido su maestro, quien le había enseñado a leer para poder entretenerse con los libros del lugar en los largos inviernos, cuando no podían salir del castillo y no quedaban telas que coser. Que poco más sabía de él salvo que solía responder siempre a sus preguntas con diversos conocimientos y que lo único que le extrañó fue oírlo hablar en un idioma que ella desconocía, que creía que quizás sería la lengua del lugar en donde hubiera nacido, se hubiera criado o del que hubiera venido antes de servir a su familia. 

-- Hijo mío --dijo el legado, y se permitió una sonrisa que no era más que un recuerdo siniestro de lo que debía haber sido una sonrisa en el pasado--, soy el Inquisidor. Mi cometido es saberlo todo, de todos.

>> Si lo preferís, comencemos por su tío, el caballero Manel de Mormont i Olot.

El inquisidor se movió, impaciente, en la silla. Tras unos instantes de silencio, dijo --y recuerdo el tono glacialmente tranquilo con el que lo hizo--:

-- Me temo que no me entendéis, Manel. Ha habido un malentendido, pero dejadme subsanarlo.

>> Habéis sido acusado de sodomía, al igual que vuestro amigo el caballero d'Erill. El testimonio de algunos miembros de la familia parece confirmarlo, y vuestra deplorable actuación en el salón del castillo no dice nada vuestro favor.

>> Ahora bien, no he sido enviado para investigar ese crimen contranatura, sino la presencia del mal y la brujería en este valle. Pero sabed que tengo potestad absoluta del Santo Padre para hacerlo. Así que espero vuestra colaboración absoluta, es decir incondicional, para demostrar que sois digno de la redención y el perdón divino.

Ahora, con un tono mucho más amable, continuó:

-- Lo sé, hijo mío. Sé que a veces el demonio nos convence, y que a veces la máscara de la bondad esconde el rostro del diablo. Vuestro amigo el caballero d'Erill había sido acusado de sodomía en Barcelona hace décadas. Lo sé, lo sé, he tenido esos archivos en las manos. Es reincidente, eso complica las cosas; además, es probable que os engañase para cometer esos actos de inmundicia moral.

>> Pero vos, hijo mío, vos podéis salvaros. Arrepentíos hoy mismo, y volved al sendero.

>> Penitenciagite.

jajajajajajajajaja, me encanta, Penitenciagite.

Lo siento, tenía que hacerlo. Vuelvo a la situación...

La cara de Manel de Mormont era de desconfianza pero también mezclada con prudencia.

Tardó unos segundos en contestar, pero no parecía haber pensado la respuesta, esos segundos en responder se debieron más bien a coger el aire en sus pulmones. Cuando su boca empezó a hablar, la habitación se lleno de esa sensatez que dan los años y que por desgracia le faltaban a mi maestro, Daniel De Lavonia se quedó sentado, y pese a sus años como inquisidor, hasta él se dio cuenta de que aquella estrategia que había elegido no funcionaba con aquel hombre que tenía delante. No recuerdo exactamente lo que dijo Manel de Mormont, intentaré reproducirlo en este escrito, aunque a sabiendas no podré dejar constancia ni ser fiel al tono regio y la sabiduría de sus palabras. En estos pergaminos que ahora, después de tantos años, escribo relaizaré el esfuerzo de narrar aquellos momentos todo lo mejor que pueda, con la gracia de Dios.

Jamás he cometido ningún delito, nunca, siempre he sido un hombre fiel a dos fieles convicciones. 

La primera, el honor de servir a Dios, a mi rey y a mi casa, en ese orden.

La segunda, la honradez y la humildad que me inculcaron mis padres al ser un tercer hijo, siempre me gustó el servir y proteger a todos los que estén a mi cuidado. 

Se hicieron unos segundos de silencio.

Sin embargo, aunque me extraña que alguien de mi familia pueda involucrarme en uno, no lo descarto, pues se quién ha podido ser y sus motivos son bastante conocidos. Suspira de forma pausada y tranquila.

En cuanto a mi deplorable actuación en el salón del castillo... En este momento Manel de Mormont miró a mi maestro a los ojos fijamente como observando su reacción a lo que iba a decir.

¿Es que acaso vos no habéis tenido amigos? ¿Hermanos? ¿Padres? ¿Acaso creéis que no hubiera reaccionado igual, o incluso peor, si hubiera sido Clara, o mi señora d'Olot la que hubiese sido herida? Una leve sonrisa en los labios parece aparecer en la cara del noble.

No contestéis, os lo respondo yo. Si en lugar de Roger d'Erill, la herida en la trifulca hubiera sido mi sobrina Clara, o alguno de mis señores, no hubiera habido anillo en este mundo que os hubiera salvado. No es una amenaza, simplemente no os hubiera dado tiempo a dar explicaciones de ningún tipo.

Roger d'Erill es un viejo amigo, un hermano de armas, un caballero al igual que yo, luchamos juntos por Dios y por nuestro rey durante años, codo con codo, y pese a que un papel diga lo que diga no lo creeré cierto mientras no lo vea por mi mismo, aunque eso ya sea improbable.

No de arrepentirme pues no he pecado en ese sentido, en otros quizás sí, pues todos somos almas pecadoras. Mi sendero es firme a las palabras de Dios todopoderoso y siempre que tengo miedo las palabras de los salmos 23:1-6 me reconfortan.

En cuanto a la colaboración en los asuntos que dice venir a investigar, no tenía más que pedirla con educación, sin amenazas veladas, ni entrevistas desviando atenciones, tan solo con la verdad.

Sin ninguna duda, si hubiera preguntado en la corte antes de venir, le hubieran dicho que soy una persona más bien directa, que no juzga más que los actos, que no juega con palabras para endulzar mis acciones, respondo ante ellos como siempre he hecho, con la absoluta verdad.

Y por eso, a nadie le interesan y le preocupan esos temas de los que habla más que a mi, soy yo quien soy el responsable de que la gente esté sufriendo, es mi mano la que no consigue proteger a los que juré proteger, así que si ha venido a investigar y resolver esos temas que escapan a mi comprensión, tiene mi más absoluta cooperación.

Un hombre recto por fuera, pero sodomita por dentro, enamorado y correspondido desde hace años de su amigo de batallas Roger d'Erill. Bueno, ya vio esa reacción desmesurada en el salón hacia vuestra persona.

-- ¿Qué hay de vuestra sobrina, Clara?

Esperabas que Daniel se interesase por la historia de Manel, pero no fue así. En ese momento, lo único que pudo hacer es preguntar:

-- ¿Una lengua que desconocíais, decís? Hace memoria, mi niña. Recordad qué estaba haciendo Pèire en ese momento. ¿Trataba con algún moribundo, quizá?

>> Recordadlo bien. Si sois pura, puede que os recomiende a algún convento en la soleada Italia.

Se referirá a mi hermana, una estúpida rematada, intenta salir del valle para medrar en la corte, no sabe lo que hace falta para medrar. Los nobles traicionan y conspiran los unos contra los otros, es así desde siempre, si llegara a salir de aquí sería devorada en días o a lo más tardar, en semanas.

Pese a todo, la quiero y la protejo, es mi obligación como hermano mayor y futuro señor del valle.

https://youtu.be/JpjolJeIm5o

El silencio se apoderó entonces de la habitación, un silencio frío, pesado, que cayó lentamente hasta inundarlo todo. Yo mismo parecí encogerme como a causa de la inmensa carga, esperando la respuesta terrible del Inquisidor. Sólo mi señor Manel y mi maestro, Daniel de Livonia, permanecían erectos en sus meses, inmunes a ese silencio opresor, superior a toda voz. Contuve el aliento. 

Finalmente, mi maestro lanzó un suspiro de resignación.

-- Está bien, si así lo queréis. Podéis iros.

>> Por el momento.

Solté lentamente el aliento, aliviado. El enorme peso se levantaba poco a poco de la estancia, así que me permití esbozar una sonrisa leve, asustada. Yo sabía, pues tomaba nota de todas las actas, que mi señor Vicenç no había sido la única persona en acusar a Manel de sodomía. 

-- Ah, por cierto. Casi se me olvidaba.

La sangre se me congeló en el cuerpo, noté las yemas de los dedos frías y una gota de sudor me cayó por la sien. Daniel había pronunciado esas palabras justo cuando mi señor Manel estaba a punto de levantarse.

-- Roger d'Erill ya ha confesado todos los cargos, y está esperando la sentencia del tribunal en la mazmorra del castillo. Ha confesado ser él el impulsor de esa práctica con vos, que vos intentasteis mantener vuestra virtud de cristiano intacta pero que él os tentó con la ayuda del Maligno. Dice arrepentirse, pero es relapso.

>> Vos, por vuestra parte, según la confesión del caballero d'Erill, habéis mentido al tribunal inquisitorial. En los próximos días dictaré sentencia sobre vuestro caso, pero probablemente vuelva a llamaros pronto.

>> Pero, como os he dicho, eso es todo. Confío en que vuestro honor os impedirá abandonar el valle. Podéis marchar.

La joven nos miraba con cierta confusión mientras negaba con la cabeza. Comenzó pidiéndonos disculpas por no reconocer el idioma pues dijo que para ella era desconocido y que no recordaba bien si fue mientras trataba con el Padre Bernat o mientras se encargaba de los cuidados de su padre el Barón cuando estuvo enfermo. Dijo lamentar su estupidez y falta de conocimiento, que lamentaba no poder decirnos más pues no conocía la respuesta.

Pareció alegrarse cuando el bueno de Daniel de Livonia le habló sobre el convento en la soleada Italia y nos dijo que estaba manteniendo correspondencia con su tío el Abad y con el padre de la ciudad para poder tomar los votos, aunque aún no se lo había dicho a su madre porque no deseaba preocuparla más con todo lo acontecido en la Villa y con el estado de salud de su padre. Que solamente estaba en conocimiento de su tío el abad, del padre y de nosotros dos ahora. 

https://youtu.be/C4nazch9qe4

Por alguna razón, de repente Daniel reaccionó con una terrible mueca de fastidio y asco hacia el venerable anciano. Continuó hablando, siempre en occitano.

-- Escuchadme, anciano. El Santo Oficio tiene razones para creer que muchos herejes han cruzado los Pirineos desde la Cruzada contra su falsa doctrina. Dada vuestra procedencia, Pèire, tengo razones para sospechar que vos sois uno de ellos.

>> Confesad ahora, arrepentíos y colaborad con la investigación. De lo contrario, seréis apresado y tratado como un hereje. No necesito recordaros cómo.

Entonces, de repente, su semblante se volvió plácido como el de un bebé.

-- Sabed, mi señor Pèire, que los métodos de la Santa Madre Iglesia, aunque en apariencia son duros, están encaminados a salvar las almas de los cristianos. Si no os arrepentís y morís irredento, vuestro destino serán las llamas del Infierno.

El padre Daniel podría haber sido una persona hermosa, en otras circunstancias. Te cogió de las dos manos con las suyas, y notaste el tacto frío aunque suave, agradable, de las yemas de sus dedos acariciando tus manos. Habló, y habló con palabras de amor.

De un amor terrible.

-- Mi niña, mi hermosa Clara. Se nota que queréis con locura a vuestro anciano tutor, Pèire, y que ahora teméis haberlo puesto en un aprieto. No temáis.

En ese momento cogió un candelabro encendido, y dejó uno de sus dedos en la llama. Tras unos breves instantes (se te antojaron eternos), lo apartó con una mueca de dolor: un dolor intenso, punzante. Te miró, como pidiendo disculpas con su mirada.

-- Duele --reconoció.

>> Duele, a pesar de haber sido sólo unos instantes. Ahora imaginad, imaginad conmigo un instante lo que supone este dolor repetido una y otra vez, durante horas, días, años, lustros. Repetido durante toda la eternidad, condenado a morar siempre en esa ignota región de cuyos lindes ningún alma vuelve.

>> El alma de Pèire corre un peligro semejante. El Diablo se ha apoderado de ella. Y vos, mi niña, mi hermosa Clara, sólo vos podéis ayudarle.

>> Por favor, haced memoria. Os lo ruego, por vuestro anciano tutor. Decidme exactamente qué es lo que visteis.

No me preocupan las supuestas palabras de un supuesto sodomita confeso. Y vos no deberíais darle mucha importancia a lo que diga mi sobrino, lleva inventando e intentando acabar conmigo mucho tiempo. Todo porque no le hago la pelota ni le doy la razón en todo, soy el que le dice las cosas a la cara y con todo el peso de la verdad, y eso, como a muchos, no les gusta.

Me quedo escuchándole, hasta que pone cara de niño bueno. Aunque sus intenciones, para mí son más que evidentes, solo esta ebrio de poder y le da un poco igual como usarlo, pobre loco fanático. Seguro que ha provocado más de un problema.

Entiendo lo que decís; y si soy del pueblo que decís, de donde estaba esa orden que se excomulgada por la iglesia. Muchos allí aprendimos a leer y escribir gracias a ellos. Y siempre trataron bien a todos. Sonrió gentilmente. Y esto, os lo digo sin ningún ápice de mentira, que, si algún día me encuentro con uno de ellos, le ayudaría. Sin dudarlo un segundo.

Pero supongo que a estas alturas estarán todos muertos o casi todos, es una orden expulsada por la santa iglesia. Dudo mucho, que encuentres a alguno de ellos, que no sea un ermitaño viviendo en su cueva esperando el fin de sus días.

Y no me entienda mal, yo no les desprecio. Es más, les estoy agradecido del conocimiento que se me brindaron. Sin ellos, no habría logrado volverme el medico que soy ahora.

La muchacha mostró un rostro algo asustado cuando el bueno de Daniel de Livonia puso el dedo sobre la llama, nos miró sin apenas entender a qué se podían referir las palabras de éste. Se quedó unos instantes pensativa hasta que decidió volver a hablar. Mencionó que estaba con el padre Bernat mientras éste estaba en la cama y que le escuchó decir unos palabras que no entendió pero cuyo idioma le sonaba a algún tipo de dialecto o lengua que quizás se hablara por la zona norte de los Pirineos o de alguno de los valles cercanos. Dijo que creía recordar que Pèire provenía de aquellas tierras. 

Me senté tal y como pidió aquel enjuto hombre, con un gesto sencillo, limpiándome del polvo del que se pudiera haber manchado durante la oración. Seguía fascinándome como un hombre tan menudo podía proyectar un aura tan grande, ¿era aquello la santidad? -Si el padre Rodrigo no hubiese confesado su parte en vuestra llegada, os podría haber tomado por un ángel del Señor, venido a Alós por designio divino, para instaurar la paz y el orden de Su Reino. En buena hora llegáis, pues muchas son las sombras que acechan este buen lugar. Preguntad, por favor, y haré lo que buenamente pueda por ayudaros, pues siento que ayudaros es ayudar a mi tierra. Disculpadme, si aflora demasiado sentimentalismo... -hago un gesto de recogimiento, cerrando una mano sobre la otra, algo confusa y sin saber muy bien por dónde empezar ni que relatar exactamente al inquisidor.

-- Parecéis una cristiana devota, y una buena madre. Pero, decidme, ¿qué sabéis del mal de esta tierra? Hablan de pactos con el diablo, de bebés robados, de herejía, de... bueno, de sodomía.

>> ¿Sabíais que vuestro cuñado, el caballero Manel de Mormont, ha sido acusado de sodomía? Y más grave todavía, ¿sabíais que vuestro médico personal, Pèire, está siendo investigado en estos momentos por hereje?