Partida Rol por web

Hubo un estruendo y algunas personas fueron a socorrer a Maria. El rey, con toda la buena intención del mundo, comentó:

-- No os preocupéis. Es bien sabido que en momentos de felicidad extrema, el cuerpo tiende a reaccionar de la misma manera que cuando nos aqueja el dolor.

>> En cualquier caso, Joan de la Casa Mormont, yo te nombro comandante de la expedición aragonesa a Tierra Santa. Coserás la Cruz a tu capa y partirás a Sicilia para entrevistarte con el Emperador. Hablaremos de ello más tarde.

Apenas llegué a poder coger a madre cuando cayó desmayada, tras el primer susto comencé a dar indicaciones al servicio

- Rápido, llevadla a sus aposentos y avisad a Pèire, él es el más indicado para tratarla... 

Ahora, sin su presencia aquí debía asumir mi posición... Aunque mi corazón se encontraba en un puño ante el destino de mi hermano y el estado de madre. 

- Enhorabuena hermano, podrás acudir en pos de tu sueño y combatirás en Tierra Santa. Me alegro por vos... 

Miré a su majestad e hice una reverencia

- Gracias por tan gran honor a mi hermano, Alós y a la Casa Mormont, Su Majestad. 

Entró un hombre de aspecto afable, bien vestido y que olía a perfumes y demás sutilezas infieles. Observó la herida con cautela, y os miró preocupado. Dijo, con un acento más que pasable,

-- ¿Se os ha astillado el proyectil? Mala cosa, mala cosa. Tú, que eres joven, ayúdame y sostén estas pinzas --dijo mientras preparaba un ungüento de olor dudoso--. Espero que hayáis dormido bien, porque va a ser una noche larga.

En ese momento entró otro criado de la casa, que se sorprendió al ver al mahometano, pero que tenía otras cosas en mente.

--Maese Pèire, venid conmigo. La señora de la casa se ha desmayado. Rápido.

Algunas veces Dios ponía una piedra en el camino, sin embargo, esta vez, había sido generoso con Vincenç poniendo entre él y yo unas diez piedras de gran tamaño.

Creo, sobrino, que las flechas de Dionís no llegan, al menos de momento no.

Enfundo la espada, sonriendo, quizás Vinceç notase que era una sonrisa preocupada o quizás no, mis cartas habían sido desveladas y si él joven llegaba al castillo Clara, yo y todo quien fuera una amenaza para aquellas aspiraciones sería eliminado o neutralizado. Había sido un estúpido, quizás hubiese sido seguir a los franceses y ver si lograba sobrevivir cuando nos atacasen. No lo había valorado bien y aquello podía ser fatal.

Sobrino, digo todavía sonriendo y con la mirada puesta en sus pies, este camino no es nada transitado, y todos los que lo usan ya están en Alós, creo que dios está de tu parte, pero Dios es a veces es un niño pequeño, travieso y caprichoso, pero también es Sabiduría y Amor. Como Sabiduría es nuestro Padre y como Amor es nuestra Madre.

Cualquier intento de liberación por grandioso que este sea, si no tiene en cuenta la necesidad de disolver el Ego del liberador, está condenado al fracaso, por eso si de verdad quieres el bien de la casa Mormont, te daré un consejo. Mi voz sonaba cansada, como alguien que se sabía fracasado.

 "El hombre mediocre critica a los otros hombres, el hombre bueno se critica a sí mismo y esa autocrítica le libera del egocentrismo. Cada cual cae en el agujero que ha hecho. El mal sobrevuela la cabeza del que lo produce y la injusticia cae sobre el que la origina. Así es la Ley de Dios". Miro en dirección a las voces y me subo al caballo sin ganas de hacerlo pero resignado a ver que ocurría más adelante.

Vamos sobrino, veamos que necesitan los castellanos, luego acabaremos nuestra conversación si lo deseas.

Esa lengua no era otra cosa que la lengua del reino de Castilla.

Tenía que intentarlo tío. No podía simplemente como me matabais ¿No crees? Si Dios ha puesto a esos Castellanos en el camino... ¿No creeis que es una señal de que mi causa es correcta? Sonrío de forma satisfecha.

Cada día, cuando me tumbo en la cama de mis aposentos hago examen de conciencia y cada día mi conclusión es la misma, mi hermano es un sin seso que no debe gobernar Alós. No debería ni ser un Mormont, es un imbécil.

Dios es a veces es un niño pequeño, travieso y caprichoso.

Eso es sin duda una herejía tío, podría acusarte de ello y echarte a la iglesia encima, eso no alteraría mi conciencia en absoluto, sin embargo, y aunque sea lo más rápido para atajar este problema, también mancharía la reputación de nuestra casa, por eso y sólo por eso no voy a hacerlo.

Cada cual cae en el agujero que ha hecho. El mal sobrevuela la cabeza del que lo produce y la injusticia cae sobre el que la origina. Así es la Ley de Dios.

Estoy muy tranquilo con mis decisiones tío, conozco cada palabra de las sagradas escrituras, conozco la ley de Dios, y aunque en este caso Caín sea el personaje que más se me parece, se que dios es amor y comprensión, y por tanto, que comprenderá porque hago lo que hago. Sin embargo tu, mi tío, el que más ha luchado por el nombre de dios de mi casa quizás necesites una explicación más detallada. Miro a los ojos de mi tío.

Lo hago por honor a mis ancestros y a los fundadores de nuestra casa; por amor hacia mi hermana, padre y madre; por piedad, para que Alós, no sea el patio de recreo de mi hermano; y sobre todo por justicia, mi hermano es un idiota que sólo provocará el sufrimiento del pueblo que tanto amas tío. Tu sabes que tengo razón. Busco en su mirada la chispa de comprensión que necesito.

Como, también la señora.

Dije con un tono sorprendido. Me levanto lo más rápido que me permiten mis cansados huesos. Ya no estoy en edad para estos trotes. Y me encamine a seguir al criado con mi maletín en mano, sin antes dejar unas palabras para Dionis.

Dionis, ayúdale en todo lo que necesite.

Son voces castellanas, en efecto. Pero reconoces una de las voces femeninas. Es Teresa.

¿Teresa? Digo sin quitar el ojo de tío Manel. ¿Qué demonios? Me elevo, subo al caballo y me dirijo hacia las voces al galope.

Le sigo a una distancia de seguridad.

Avanzasteis en mitad de la oscuridad creciente en el interior del collado, hasta que visteis las figuras a caballo: eran seis en total. Cuatro de ellas iban vestidas con armadura, las otras iban envueltas en capa. Las figuras con armadura se adelantaron, gritando en castellano:

-- ¡Atrás, mi señora! ¡Nosotros os protegeremos!

E iniciaron la carga contra vosotros, espada en mano. 

¡Somos Vincenç de Mormont, segundo hijo de la casa Mormont, venimos de Cángas de Alós buscando a unos bandidos francese que atacaron al conde de Rosellón recientemente, me acompaña Manel de Mormont héroe de las Navas de Tolosa y hermano del señor de Cángas de Alós! 

¡Si cargáis contra nosotros más vale que hayáis hecho las paces con Dios y le pidáis compasión a él cuando le veáis ya que nosotros no la tendremos!

Dicho eso desenvaino y me pongo en posición defensiva para cargar en el momento adecuado.

Una voz, suave y dulce como el terciopelo pero llena de autoridad, habló detrás de los caballeros que cargaban.

-- ¡Alto! Es de fiar, a su casa es adonde nos dirigimos.

Se descubrió el velo, y entonces la visteis: Teresa Fernández de Lara, hija de una de las casas más poderosas de Castilla, sola, en mitad de ese collado.

¿Y si volvían los mercenarios? La noche caía.

Y te lanzó una mirada llena de complicidad. Se notaba que tenía ganas de hablar contigo.

Mi señora, si se puede preguntar, ¿Qué hacen aquí y en este estado de alarma? Hago una pequeña reverencia con la cabeza.

Hablando lentamente y con una buena dosis de voluntad por ambas partes, era posible comprender la mayoría de las cosas que se decían.

-- Mi nombre es Teresa, de la casa de Lara --la mención de esa casa hizo que se te erizase el vello. Era la casa más poderosa del reino vecino.-- . Hace meses, en Castellón de Empurias, el joven Vicenç nos invitó a mí y a mi tío a vuestro torneo. Habiendo sido enviada a París un mes para visitar a la reina*, hemos decidido ir directamente al torneo a la vuelta. Mi tío llegará uno de estos días.

>> Sin embargo, a lo largo del collado, hemos tenido la desagradable sensación de ser observados...

Cuando Maria d'Olot abrió los ojos, esperando encontrarse en su cama después de una pesadilla, lo primero que vio fue la cara de Pèire, preocupada, cerca de la suya. Era ya la mañana, y todo lo que había sucedido la noche anterior parecía no haber desaparecido como un sueño.

Tras una noche intensa y en vela, Hassan y tú retirasteis una a una las astillas, desinfectasteis la herida y la cosisteis. El conde estaba fuera de peligro.

Hassan, con los ojos rojos y agotado, te dice:

-- Será mejor que el médico y tú os llevéis el mérito. No conviene a nadie saber que yo he estado aquí, poniendo mis manos sobre un noble cristiano.

>> Mi nombre es Hassan ben Saghr, hijo de la Pequeñez, y soy médico, no como esos desagradables matasanos cristianos que hay en Tierra Santa y que cortan miembros y realizan sangrías con alegría. La noticia de la mala salud del barón ha llegado por todos los reinos de la Península, así que he decidido llegarme hasta este valle para observar de primera mano el supuesto embrujo.

Mi señora, debéis de daros prisa, os acompañaremos hasta el castillo, de hecho a eso venimos, nuestros exploradores os avistaron hace unas millas y dieron el aviso, por eso estamos aquí.

Miro a Vincenç de forma que me siga el juego.

Sin embargo no venimos solamente por vuestra visita, más que esperada y por otra parte más que agradable...

El conde de Rosellón ha sido atacado recientemente por un contingente francés que se esconde por esta zona, por eso estamos, más que por ningún otro motivo, aquí. Para que lleguéis sanos y salvos.