Partida Rol por web

Los derrotados soldados de la Casa Mormont se llevaban al caballero d'Erill e intentaban prepararlo para la cura. El golpe en sí no habría sido nada importante, pero la sien... Existía un miedo justificado a que no sobreviviese.

Pero Daniel de Livonia permanecía impertérrito.

-- Como comprenderéis, no puedo conocer los pensamientos de vuestro amigo en el momento en el que decidió cargar contra nos en una plaza atestada de gente, pero así fue. Intenté detenerlos, pero fue demasiado tarde. Si no me creéis, id, id a la villa y preguntad. 

>> Ahora, si me disculpáis, tenemos cosas más urgentes que hacer. Voy a entrevistarme con cada uno de vosotros, a solas. Cada uno me explicará su versión de lo acontecido en el valle, y responderá las preguntas que le formule. 

Manel de Mormont miro al joven desafiante, se acerco a él lenta y pausadamente, normalmente no habría que temer ninguna reacción violenta por parte del hermano del señor de Alós, pero aún así todos en el salón contuvieron la respiración, aquel, sin duda, no era el Manel de Mormont de hacía unos meses atrás, así pues nadie sabría las posibles consecuencias de someterlo a aquella situación de tensión. 

La mitad de los guardias pontificios de Daniel se adelantaron dos pasos, interponiéndose entre Manel y Daniel, amenazando de manera silenciosa la paz de la Casa Mormont. La otra mitad se colocó tras el legado, protegiéndolo así contra cualquier ataque.

Fueron instantes de mucha tensión. Y en esas se encontró un guardia de Alós que, llegando corriendo al salón, se encontró la situación. Pero tenía un cometido.

-- Mi señora, todo Villegat está a las puertas del castillo. Dicen que quieren ver al hombre santo.

Incluso ahora, podría cortaros a los cinco como quien corta queso con una daga. Así que no me hagáis reír y apartaros del medio para que pueda habar con el señor de Livonia, si hubiese querido hacer daño a este hombre ya estaría muerto. Miro de forma desafiante sobre todo a los dos primeros guardias que me quieren intentar cerrar el paso.

Suspiré resignada ante la actuación que estaba teniendo lugar allí mismo.

- Manel de Mormonnt, por favor... ¿Dónde están sus modales? Está ante la presencia de un enviado papal y está avergonzando a la casa Mormont, a su hermano el Barón, a su señora la baronesa y al futuro heredero d' Alós... Comportaos, por favor... 

Su voz era serena y algo fría, parecía que aquella niña tímida ya no existía.

se acercó hasta los presentes haciendo una cortés y educada reverencia.

- Mi Señor, soy Clara Mormont, pequeña de la casa Casa Mormont, espero perdone la insolencia de mi tío Manel, las múltiples batallas que ha enfrentado y demostrado su honor pasan factura a sus cansados huesos y su atormentada alma. Ruego sea perdonado. 

Una nueva reverencia cortés y formal, tal y como había aprendido a lo largo de todos estos años. 

Sobrina Clara, haz el favor de no meterte en dónde no te llaman. Miro a Clara con ojos fríos y casi sin vida.

Como mi hermano y su madre me encomendaron en su día, estoy intentando que el señor de Livonia arroje luz sobre los acontecimientos que ocurrieron en la villa. Dejo de mirar a mi sobrina para volver a observar a Daniel de Livonia.

Sin duda un hombre enviado por el papa y representante de Dios en el mundo no evitará la pregunta. A no ser, que como Peire dijo, ese anillo sea producto del saqueo y no seáis un verdadero enviado papal, lo cual sería desastroso para su salud a corto y largo plazo.

Si pudiera reirme en aquella situación lo haría con todas mis fuerzas, pero en aquel momento tenía que aparentar.

Me quede escuchando, toda esa conversación. Y a mi parecer, de momento el parece autentico. Pero eso ha de decidirlo la señora. Aunque no me agradaba la idea.

¿Qué estaba sucediendo? No sólo en el pueblo con la llegada de aquel hombre fascinante a la par que aterrador, si no en su propia casa. ¿Qué había sucedido para que la relación entre Clara y su tío se hubiese vuelto tan fría de repente, cuándo no hacía tanto mi impresión era la de que eran demasiado cercanos? ¿Había sucedido algo durante el torneo? Aunque ahora mismo tenía asuntos de demasiada urgencia e importancia entre manos como para intentar responder a ninguna de estas preguntas que ardían en mi mente. Y luego estaba Vicenç, claro...

-Es cierto, hemos oído de estas cosas que decís, mas muchas sino todas tan sólo son habladurías de los campesinos. No veo por qué el Santo Padre se ha tomado la molestia de enviar a un hombre de su categoría hasta esta pequeña y provinciana tierra. Padre Rodrigo, ¿acaso ya conocíais a don Daniel de Livonia? Sea como fuere, -dije, mirando de nuevo a aquel hombre menudo que tan larga sombra parecía proyectar sobre mi valle- proceded como consideréis necesario, yo misma seré la primera en hablar con vos si queréis, ya tenía cierto deseo de poder entrevistarme con vos. Ni mis hombres ni mi familia se interpondrán en vuestro camino, que es el de la Verdad y el de la Santa Madre Iglesia -afirmé, echando un buen vistazo tanto a unos como a otros y, aunque mis palabras eran sinceras, no podía más que albergar dudas sobre lo que  estaba a punto de acontecer.

Me tomaré su silencio como una respuesta. Me aparto y me alejo hacia mi señora María.

Pido permiso a mi señora para partir de inmediato al Archidiócesis Metropolitana de Barcelona, necesito investigar por qué han enviado a un enviado papal si es que lo han enviado.

Si no han cambiado mi posición dentro de esta nuestra casa, mi trabajo es velar por la seguridad de mis señores y sus hijos, sin duda no podré hacerlo si estoy encerrado entre las paredes de su castillo. De momento, tan solo tenemos la palabra de un hombre y sus secuaces.

Rodrigo, que te escucha, se acerca y te dice, también en voz baja a modo de explicación (pero es algo que todos los que están escuchando lo otro pueden escuchar):

-- La Archidiócesis no ha tenido nada que ver con su llegada, yo mismo le he invitado para que eche un poco de luz sobre los oscuros actos de brujería acontecidos en el Valle, escuchando el clamor por ayuda de algunas almas temerosas de Dios. Es el mejor especialista en este tema, curtido en los inmensos bosques de Livonia, donde las brujas paganas todavía hacen sacrificios con neonatos y asedian, con su impiedad, la paz de los cristianos.

>> No creo que sepan que ha sido enviado, pues esto ha sido decisión de Roma, y sólo en Roma se encuentran esos documentos. En todo caso, si así lo queréis, seguramente en la Archidiócesis de Barcelona sepan quién es Daniel de Livonia, y conozcan su impoluta reputación.

Otra vez, la referencia a la desaparición de niños, la brujería, la tumba de Gerard, el jinete rojo, la resurrección de Ponç... La cabeza te daba vueltas y tuviste que agarrarte sutilmente a una silla para mantenerte erguida.

Aunque disfrutabas sobremanera con el sufrimiento de tu tío, algo en tu cabeza, algo que olía exactamente igual que el jinete rojo, estaba enfadado. No le gustaba que la Iglesia se hubiera presentado en este Valle. Y de todas las personas que Roma podía enviar, habían enviado a su sabueso más incorruptible... Por primera vez en mucho tiempo, sentiste algo similar al miedo.

Quizá deberías hacer otra visita al cementerio, o al torreón. Necesitabas contactar con alguien, o algo, que pudiese ayudarte.

-Manel... -dije acercándome discretamente a mi cuñado de forma que tan sólo él pudiera escucharme. -Creo que este hombre es realmente quien dice ser y que está en Alós por los motivos que alega. Eso no me hace confiar más en él. Me sentiría más segura con vos entre estos muros, pero creo que tenéis razón... -mi voz era un susurro rápido, entrecortado, mis instrucciones debían ser claras y concisas, debía aprovechar este breve instante: -Si notáis cualquier cosa sospechosa, digna de recelo, tomad el caballo más veloz de los establos y partid de Alós. A Empúries o, incluso, a Barcelona, con nuestros aliados...

De ser así me llevaría a Clara conmigo de inmediato, se que el rey Jaume I la recibirá con los brazos abiertos y la protegería. 

Madre, yo, si me permite iré el primero en las dichosas entrevistas, necesito hablar con el enviado papal cuanto antes para poder entrenar. No tengo nada que ocultar y sin interrupciones entreno mejor. 

Tras las palabras del hombre intenté apartarme sin llamar la atención pero no pude evitar tropezar con una de las sillas. 

Mi rostro estaba pálido y me agarraba a la silla con fuerza.

- Madre, mi buen señor Daniel... No me encuentro muy bien... ¿Podría existir la posibilidad de entrar primera y retirarme después a mis aposentos? Quisiera poder descansar... No quisiera importunar a nadie más ni ser mayor molestia...

Manel, ya había visto y oído todo lo que tenía que ver y oír en aquel momento.

Con su permiso mi señora me retiro hasta que me manden llamar para la entrevista. Ya que mi pregunta no ha sido respondida, por lo tanto, me guardo ese mismo derecho para y con el enviado papal. Me giro hacia aquellos hombres extraños que Rodrigo de Astorga había invitado por su cuenta y riesgo.

Mi trabajo es proteger esta casa y para ello todo el que pise nuestras tierras, debe ser una de dos, un invitado o un invasor. 

Si es un invitado ha de ser cortés con sus anfitriones incluyendo la buena educación cristiana, en la que, sin duda se incluye, responder ante un hecho importante como es la agresión de otro invitado y buen amigo de nuestra familia d'Alós. En este caso Roger dErill.

Si es alguien que no ha sido invitado por los señores, pero como en este caso, los señores de la casa en su generosidad han acogido o permitido permanecer en sus tierras, debería acogerse a las mismas reglas de cortesía, o si no, arriesgarse a ser descortés y a lo que surja después.

Y si es un invasor o saqueador... Bueno, todos sabemos lo que les pasa a estos últimos ¿No?

Me giro ahora para ponerme delante de Rodrigo de Astorga.

En cuanto a esa decisión unilateral suya de invitar a alguien a las tierras d'Alós... Le hago responsable de todo lo que pase a partir de la llegada de estos hombres, al mismo nivel que a ellos mismos. Incluída la agresión al señor Roger d'Erill. Como encargado de la seguridad de la casa debería haberme consultado esa decisión, de esa forma hubiésemos recibido a estos hombres de forma protocolaria, y este suceso se hubiese evitado. En cuanto se compruebe todo este malentendido, si es que lo es, pediré su expulsión de nuestras tierras a la Archidiócesis Metropolitana de Barcelona. 

El soldado apremiaba:

--Mi señora, por favor, el pueblo está a las puertas. Quieren ver al legado papal, amenazan con asaltar la fortaleza.